Homofobia internalizada: una revisión desde la teoría de género y la Psicología social
Internalized Homophobia: A Review from Gender Theory and Social Psychology

Resumen

El propósito de este ensayo es hacer una revisión de los procesos psicosociales que constituyen, a través de la intersubjetividad, la homofobia dentro y fuera de la comunidad gay. Partiendo de algunas propuestas de la teoría de género y la psicología social, se puede dar cuenta de la internalización de la homofobia, en los sujetos homosexuales, como un fenómeno que se gesta en la socialización, apelando a los mandatos de género y su relación con la construcción de la subjetividad gay heteronormativa.


Palabras clave: Homofobia internalizada, Homosexualidad, Género, Socialización, Intersubjetividad

Abstract

The purpose of this essay is to get a review of psychosocial processes that constitute homophobia both inside and outside gay community through intersubjectivity. Based on gender theory and social psychology we can realize the internalization of homophobia, in homosexual subjects, as a phenomenon that is generated in socialization process, due gender imperatives and its relation with heteronormative gay subjectivity construction.


Keywords: Internalized Homophobia, Homosexuality, Gender, Socialization, Intersubjectivity

¿Homofobia en la comunidad gay?

“Soy gay, no una loca afeminada, yo sí soy hombre”

“Soy gay y, por tanto, me gustan los hombres, no los intentos de mujer”

Las anteriores, son frases que se escuchan a menudo dentro de la comunidad gay, las cuales, implican un menosprecio hacia la femineidad y hacia los varones homosexuales que no se ajustan a las normas de comportamiento masculino. Parecería extraño e inverosímil que personas de una misma comunidad se expresen así de otras que forman parte de la misma, sin embargo, esta clase de expresiones son más recurrentes de lo que pudiera pensarse.

¿Existe una intencionalidad negativa al referirse con estas palabras a los varones afeminados? ¿Es odio, intolerancia, discriminación… o qué es? Al hacerle estas preguntas a hombres gays que se enuncian desde las frases anteriores1, la mayoría refiere que esto se debe a una “cuestión de gustos” … no obstante, hay un entramado de discursos que atraviesan estos enunciados que van más allá de una simple preferencia estética o performativa, pues estos sujetos se encuentran reproduciendo la misma homofóbica de la que son depositarios.    

En este sentido, es evidente que las formas de violencia hacia las personas no heterosexuales, que se expresan de manera cotidiana incluso por ellas mismas, se encuentran naturalizadas. Es por ello que, por medio de este texto, me permito analizar la problemática para profundizar, no sólo en lo que ocurre dentro de la comunidad gay, sino qué es lo que acontece a nivel social para que se dé este fenómeno.

Algunas posturas dentro de la teoría de género y la psicología social me permitirán examinar este fenómeno y acercarnos a otra perspectiva que, haciendo alusión al título, me permito nombrar como homofobia internalizada o endohomofobia en tanto que un fenómeno ligado a los procesos de socialización y a la implantación de las normas de género.

La configuración del género y la sexualidad desviada

Antes de comenzar, quiero matizar la taxonomía que utilizaré en este ensayo. Cuando hago referencia a la “homosexualidad”, lo hago en conciencia de su origen como patologización de las prácticas erótico -afectivas entre personas del mismo sexo2; cuando me refiero a “gay”, lo hago como una identidad colectiva que, entre la década de 1960 y 1970, se va construyendo como una reivindicación para despatologizar la homosexualidad3. Considero importante señalar la diferencia en esta taxonomía, pues es justo en términos de enfermedad y desviación que se ha representado a la homosexualidad.

Lo que coloquialmente se considera “desviación” no es inherente a ciertos tipos particulares de conducta, es decir, no es algo que esté dado por naturaleza. Es, más bien, un fenómeno sociológico que se define por la categorización de lo “normal” como lo mayoritario y, por tanto, lo “anormal/desviado” como lo que no se ajusta a tal norma estadística que responde al grosso social4. En este sentido, lo que hace que la homosexualidad sea representada desde la desviación no es el comportamiento como tal, sino el hecho de que hay un conjunto de disciplinas, o sea, comportamientos “correctos/deseables” que hemos internalizado y que estructuran nuestra subjetividad5. Quienes devenimos en esta dinámica social disciplinaria, nos convertimos en policías, como lo comenta Michel Foucault, que castigan los comportamientos “incorrectos/indeseables”, los propios y los de los que nos rodean.

Bajo esta perspectiva, y en este caso, el modelo biomédico se ha edificado bajo los binarismos de normalidad/anormalidad, salud/enfermedad, heterosexual/homosexual6, introduciendo a una estructura inherentemente disimétrica que subordina y estigmatiza la homosexualidad. Prueba de ello, han sido los intentos de “curar” la homosexualidad, pues aún en los años 70’s la Asociación Psiquiátrica Americana la consideraba como una enfermedad7. A pesar de que, con el paso del tiempo y el surgimiento del movimiento gay, la categoría de homosexualidad ha sido retirada de los manuales psiquiátricos de diagnóstico8, lo cierto es que en las prácticas médicas y psicológicas persiste una representación negativa de la homosexualidad.

Históricamente, desde el planteamiento de las sociedades industrializadas, las sexualidades diversas han recibido una connotación peyorativa en tanto que no se ajustan a una lógica de (re)producción. Es decir, el imperativo de la modernidad demanda una estructura social que salvaguarde la heterosexualidad, la cual es susceptible de reproducir la fuerza de trabajo y la forma de la familia monógama que la afianza9. Así pues, los comportamientos desviados fueron estigmatizados y, por tanto, colocados en un sitio de subordinación para la legitimación de la heterosexualidad en tanto que un sistema regulatorio de la subjetividad que se articula a las necesidades del capital económico10.

De esta forma, en los estudios de género, se habla de la división sexual del trabajo, donde se plantea que la construcción de los géneros se va dando a partir de roles que sostienen el modelo económico, lo que repercute en la organización social11. Es decir, se espera que los hombres cumplan con tareas de producción y las mujeres de reproducción. Bajo este esquema, la construcción de la masculinidad va adoptando características que sean funcionales a su rol: ser fuertes, inteligentes, competentes, viriles y demás características para su reconocimiento en el espacio público; mientras que la feminidad es relacionada con el ámbito privado y la reproducción, esperándose de la femineidad habilidades domésticas y de cuidado, un pensamiento emocional, ser comprensivas y amorosas… es decir, un lugar de subordinación frente a la masculinidad.

Para Gayle Rubin12, estos roles están reforzados por lo que denomina sistema sexo-género, es decir, que la adopción de estos roles de género no es deliberada por el sujeto, sino que son un imperativo social que determina el comportamiento de los sujetos de acuerdo a sus genitales, incluso desde antes de su nacimiento. Se espera que un sujeto que nace con pene asuma una identidad y expresión de género masculina, mientras que un sujeto que nace con vulva asuma la construcción de la femineidad; en otras palabras, somos introducidos a un binarismo reforzado por la triada hombre-macho-masculino y mujer-hembra-femenina, quienes, no sin más, también deben de asumir la heterosexualidad y relacionarse erótica y afectivamente con el sexo-género contrario.

Podemos notar, luego entonces, que las cuestiones del género y la sexualidad se encuentran estrechamente relacionadas, pues la construcción de la orientación sexual está atravesada por los mandatos de género. Así, lo que entendemos como homofobia, es decir, el rechazo o aversión hacia la homosexualidad, no está limitada a un simple gusto o deseo por el mismo sexo, sino que también discurre en el miedo o rechazo a la confusión de los géneros13Por tanto, se entiende que la homofobia no se expresa únicamente por un deseo no heterosexual, sino por el determinismo que ello implica, es decir, que un hombre no esté cumpliendo el mandato de género y, debido a ese deseo desviado, se performe femineidad. De manera sintética: se es homofóbico, también, cuando se rechazan las conductas que no corresponden al género asignado: un hombre afeminado, una mujer masculina.

No obstante, al día de hoy, y gracias a los esfuerzos de los estudios gay y la investigación académica que lo descarta, sabemos que no existen orientaciones sexuales correctas o incorrectas. No sin más, existe un amplio espectro de configuraciones del género y sexualidad que pueden ser elegidas libremente por los sujetos. Es decir, ahora es posible pensar que hay mujeres con pene y hombres con vagina y que eso no determina ni su comportamiento ni su deseo por algún sexo en específico, que puede ser heterosexual, homosexual, bisexual, etc. O, por ejemplo, podemos pensar en una persona nacida con genitales masculinos que puede decidir transicionar su cuerpo a uno femenino y, además, tener una identidad lésbica.

Como lo señala Ardila14, la problemática en la homosexualidad no está en las dificultades de autoaceptación y de identificación, la causa del problema está en la sociedad homofóbica en la cual viven las personas homosexuales; es decir, la cuestión está en la construcción social de la homosexualidad [y la diversidad sexual en general] como patología/desviación, no en el sujeto homosexual. En otras palabras, el asumir una sexualidad minoritaria no es sinónimo de desviación o enfermedad, pues no existe una verdad acerca de la sexualidad15.

La homofobia y la internalización de las normas de género

Una vez revisadas algunas consideraciones en torno a la teoría de género, ahora quisiera compartir una lectura de la homofobia internalizada a través de algunas propuestas de la psicología social, para problematizar, como lo planteaba en la introducción, la “cuestión de gustos” y la exclusión de los varones afeminados.   

Si, en este hilo de ideas, estamos pensando en que el problema en torno a la homosexualidad es la homofobia, tendríamos que mirar hacia las relaciones sociales para entender de manera más compleja esta situación. En este sentido, podríamos pensar la homofobia, como muchos de los fenómenos sociales, originada en el orden de la intersubjetividad, que es definida por Mead16 como la acción interactiva y recíproca de los individuos, la cual está sometida a un continuo devenir y cambio.

Desde esta propuesta, la base del comportamiento y de las acciones de los individuos se encuentra en el significado que las cosas adquieran para él; por medio de estas significaciones, el hombre aprende un número infinito de valores, de comportamientos, de objetos sociales simbólicamente compartidos. Es decir, los sujetos interactuamos entre sí, utilizando símbolos llenos de significados socialmente consensuados17. Articulando esta visión con la teoría de género, podemos decir que, en nuestra sociedad, por tanto, fluctúa una serie de simbolizaciones de la sexualidad como heterosexual con fines de reproducción, en donde otras expresiones como la homosexualidad no tienen cabida como un comportamiento aceptable, dándose así la homofobia.

Retomando la intersubjetividad, entendemos que de esta forma es como se llega a un consenso del rol que cada individuo ejercerá en la sociedad, es decir, el conjunto de prescripciones que definen lo que debe ser la conducta del miembro de una posición determinada18. Por tanto, el rol de género está ligado a las normas subjetivas que emergen de la interacción de sus miembros. Es así como los prejuicios y estereotipos que se generan en torno a la homosexualidad están asociados a los roles de género, que son un conjunto de normas, o expectativas culturalmente definidas, que precisan la manera en que las personas de un género deben de comportarse19, por lo que se espera que, como lo comenté anteriormente, un hombre se comporte de cierta manera (masculino) y, si no es así, se encuentra desviado de la norma.

Abonando a este debate, Vygotsky20 comenta que las funciones psíquicas se construyen primero en lo colectivo y adquieren forma de relaciones interpersonales, para pasar después a cumplir funciones psíquicas en la personalidad individual. Es decir, que nuestra personalidad está moldeada por la sociedad en la que nos encontramos, por la misma intersubjetividad. En otras palabras, el género es introyectado en el psiquismo y construye nuestra personalidad.

Hasta el momento, con estas articulaciones, podemos entender la homofobia como un fenómeno que emerge a partir de la intersubjetividad y que, a la vez, es consecuencia de la normativa heterosexual que juega un papel de supremacía en los pensamientos y las conductas sociales. Con base en lo anterior, ahora me gustaría plantear cómo es que la homofobia llega a formar parte de la sociedad y, en especial, de la identidad gay.

Considero que en el proceso de socialización21 podemos hallar un acercamiento a esta noción. Desde esta propuesta, se sabe que los individuos, al nacer, estamos predispuestos a la sociedad y entramos en un proceso de interpretación de nuestra realidad. Mientras que, al principio, somos dotados de significantes impuestos, es a través de la internalización del mundo exterior cuando se produce una identificación propia entre nuestro mundo social y nosotros mismos. Es decir, que el proceso de socialización consiste en la identificación con las instituciones (familia y sociedad) como proceso fundacional en la formación del yo social, donde nos apropiamos de los roles y las actitudes en constante interacción con otros significantes. Adquirimos una identidad propia.

Internalizamos estos roles, nos apropiamos de ellos y es así como finalmente actuamos dentro de la sociedad a través de estos mismos. Pero, ¿qué ocurre cuando estos roles que hemos adquirido y aceptado como nuestros están siendo discordantes con nuestra identificación? Es lo que sucede con las subjetividades heteronormativas: así como vamos internalizando valores positivos dentro de la socialización, asimismo internalizamos otros aspectos de la cultura en la que estamos inmersos, es decir, también hacemos nuestras las creencias que tienen que ver con la homofobia. Por tanto, una persona homosexual también internaliza creencias y valores negativos respecto a su misma orientación sexual.

Las personas gays aprehenden de su entorno actitudes negativas hacia la homosexualidad, que proceden tanto del entorno social como de su familia y de las personas significativas en su vida. A los homosexuales se les describe en términos negativos tanto en el hogar como en la escuela y en los grupos de pertenencia; de esta forma, desde la infancia aprehenden estos conceptos, los asimilan y esto puede llevar a una internalización, pues, de la homofobia. Así, las expectativas que tiene la familia hacia el hijo promueven la adquisición de un rol en torno a la heterosexualidad que limita las expresiones de género distintas a las estipuladas y construye al sujeto homosexual, en el marco de las sociedades disciplinarias, actuando como un policía que se castiga a sí mismo y a sus pares homosexuales en tanto que desobedecen el determinismo del sistema sexo-género.

El resultado de la homofobia internalizada es una autoimagen devaluada, pues como lo comenta Castañeda22,  muchos homosexuales se consideran, si no inferiores, por lo menos limitados en su potencial, tanto en lo personal como en lo social. En consecuencia, deviene un sentimiento de no aceptación, tanto de sí mismo como del otro que comparte su orientación homosexual.

Últimas articulaciones

La homofobia internalizada es un fenómeno que demanda ir más allá de la aceptación o rechazo de una orientación sexual como una simple atracción por personas del mismo sexo, pues tiene que ver con un constructo de género en donde el ser homosexual se asocia con lo femenino y, por tanto, “degrada” al hombre al rango de inferioridad en el que se tiene a la mujer, viéndolo, metafóricamente, como un traidor al género dominante. Siendo ésto lo que se traduce en una persona homosexual: ser yo mismo está mal/es motivo de vergüenza.

Es aquí donde la endohomofobia nos pone en una paradoja por la constante retroalimentación que tenemos de nuestro entorno sobre estas creencias machistas. Algo que ya no sólo tiene alcance en el individuo (homosexual), sino que también repercute a la comunidad gay: el sujeto homosexual adquiere significantes que le dicen que ser él mismo está mal, esto se traduce en poca aceptación de su orientación sexual y rechazo porque ésto vulnere su masculinidad (que es a lo que se aspira en el sistema sexo-género), pero así como tiene una actitud homofóbica hacia sí mismo, la tiene hacia otros homosexuales que, por acción de la intersubjetividad, refuerzan estereotipos y creencias negativas hacia sí mismos. Es así como, poco a poco, dentro de la comunidad gay, fluctúan conductas discriminatorias hacia los mismos miembros como mecanismo disciplinario para sostener la heteronormatividad.

Discursos como “Soy gay, no una loca afeminada, yo sí soy hombre”, develan la normatividad heterosexual internalizada en el sujeto que obstruye el paso a la apertura de otras expresiones de la sexualidad. ¿Por qué la altiva necesidad de los varones homosexuales por diferenciarse de un varón (gay o no) femenino? ¿Es acaso que ser femenino está mal? ¿No es eso misoginia? ¿Por qué el ser gay afeminado excluiría la posibilidad de ser hombre?

“Soy gay y, por tanto, me gustan los hombres, no los intentos de mujer”. Esta frase es muestra de la delgada línea que existe entre legitimar una identidad a través de un gusto o una preferencia de objeto sexual, y estigmatizar más un estereotipo de la homosexualidad perpetuado, de manera encubierta, por una desvalorización de la mujer y un desprecio hacia la feminidad. Se trata de cómo en nuestras representaciones hacemos una diferenciación dicotómica entre lo heterosexual y todo lo demás que no es heterosexual, que engloba a las demás expresiones de la sexualidad como una misma. Es decir, lo que es simplemente una orientación sexual, adquiere una carga de travestismo y transexualidad, además, como si estas dos últimas fueran algo negativo.

Estas producciones discursivas nos permiten mirar a una realidad que, pareciera mentira, no es tan distinta a la de hace cuatro o cinco décadas, pues a pesar de la despatologización de la homosexualidad, el estigma hacia estos sujetos sigue presente. Sin embargo, no nos podemos quedar, como científicos sociales, sólo en la teoría, habría que revisar también nuestras prácticas y reflexionar cómo nuestra producción académica contribuye a estos fenómenos que son perjudiciales, tanto para la comunidad gay como para la sociedad.

La homofobia internalizada es un tema complejo que, considero, debería ser abordado también desde otras perspectivas, pues las actitudes, pensamientos y conductas negativas que una persona homosexual puede tener hacia otra, resultan un tanto complicadas de comprender. Para ir cerrando, me planteo (y me respondo) algunos cuestionamientos que resumen la intencionalidad de este texto:

¿Podríamos calificar a un homosexual homofóbico como malo, incongruente o incluso violento o discriminatorio? Yo pienso que sería comprometedor hacer un juicio de valor ante esta situación, sin antes analizar el contexto en el que se desarrolla y ha internalizado estas creencias de las que el sujeto homosexual no siempre puede dar cuenta al estar inmerso en esta normalización.  

¿Hasta qué punto podríamos apelar a un cambio de pensamiento, en un homosexual homofóbico? Yo creo que sería algo sumamente complicado, en el entendido de que podría existir una alienación a las creencias de su entorno que no le permitan vislumbrar que la situación está dañando no sólo su identidad, sino a la de la comunidad a la que pertenece. Aunque, por otra parte, como sujetos no somos un receptáculo pasivo de roles y creencias, sino que podemos decidir sobre nuestras conductas. La línea que divide al desentendimiento y a la resistencia al cambio resulta ser muy difusa. 

¿A qué intereses ha respondido la Psicología en el estudio y categorización de la homosexualidad como patología? Como ciencia social y representante del estudio de la mente y la conducta humana, la psicología ejerce influencia en las decisiones y la dinámica social, sugestiona e, históricamente, impone y rompe paradigmas y estilos de vida.

La Scientia Sexualis de la que habla Foucault23 ha regulado la conducta sexual enmarcada en un saber y un conocimiento único y verdadero, reflejado en el discurso científico que responde a una herramienta de la economía política. La heterosexualidad es lo correcto y lo deseable en tanto que modelo ideal para mantener los roles que perpetúen al hombre como fuerza de trabajo. La psicología, durante muchos años, ha colaborado para reforzar esta idea sin tomar en cuenta los efectos negativos y las verdades impuestas a los sujetos que vulnera.

Sin embargo, no todo está perdido. A pesar de que la homofobia y endohomofobia sean fenómenos que surgen y se propagan a través de dispositivos de poder que responden a intereses económicos y políticos, han sido modelos funcionales para épocas anteriores. Por otra parte, al toparnos con estas nuevas problemáticas sociales, nos damos cuenta de que estamos sometidos a un constante devenir, a un movimiento y cambio inminente que nos obliga, como sociedad, a replantearnos y cuestionarnos sobre qué mecanismos y qué herramientas están siendo funcionales y cuáles ya están obsoletas.

En una visión tal vez un tanto utópica, creo que, a pesar de esta problemática tan vigente, históricamente hemos generado procesos de cambio que han mejorado las condiciones para todos los miembros de la sociedad, en especial los más vulnerables. Sin embargo, como sucede en todo proceso social, no es algo que cambie de la noche a la mañana. Hitos como el movimiento gay son catalizadores que ponen a discusión la posibilidad de cambio, pero también son el reflejo del cambio en las necesidades de una sociedad que cada vez más está abierta a la diversidad.

Si ha sido a través de la Psicología que se ha promovido la normalización de los géneros y la hateropatologización de las sexualidades otras, que sea a través de la misma que podamos subvertir este discurso.

Referencias

1 Dentro de la experiencia etnográfica en un proceso de investigación subyacente a este texto.

2 Foucault M. Historia de la sexualidad. Vol. 1: La voluntad de saber. México, D.F.: Siglo Veintiuno; 2011.

3 Diez J. La trayectoria política del movimiento Lésbico-Gay en México. Estudios Sociológicos. May 2011;29(86): 687-712.

4 Bourdeau M. La posteridad sociológica de Auguste Compte: Lo normal y lo patológico en Durkheim. EMPIRIA. Revista de Metodología de Ciencias Sociales. Jul 2008;(16):43-58.

5 Foucault M. Vigilar y castigar. México, D.F.: Siglo Veintiuno; 2009.

6 Preciado B. Testo Yonqui. Madrid: Espasa Calpe; 2008.

7 APA. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Washington, D.C.: American Psychiatric Association Mental Hospital Service; 1952.

8 Retirado de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE, en su 10° edición) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1990.

9 Foucault M. Historia de la sexualidad. Vol. 1: La voluntad de saber. México, D.F.: Siglo Veintiuno; 2011.

10 Preciado B. Testo Yonqui. Madrid: Espasa Calpe; 2008.

11 Hartmann H. Capitalismo, patriarcado y segregación de los empleos por sexos. En: Borderías C, Carrasco C, Alemany C, editoras. Las mujeres y el trabajo: Rupturas conceptuales. Madrid: Icaria, 1994. p. 255-269.

12 Rubin G. El tráfico de mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo. Nueva Antropología. Nov 1986;(30):95-145.

13 Castañeda M. La experiencia homosexual: para comprender la homosexualidad desde dentro y desde fuera. México, D.F.: Paidós; 1999.

14 Ardila R. Homosexualidad y Psicología. Colombia: Manual Moderno; 1998.

15 Foucault M. Historia de la sexualidad. Vol. 1: La voluntad de saber. México, D.F.: Siglo Veintiuno; 2011.

16 Blanco, A. Cinco tradiciones en la psicología social. Madrid: Editorial Morata; 1995.

17 Blanco, A. Cinco tradiciones en la psicología social. Madrid: Editorial Morata; 1995.

18 Blanco, A. Cinco tradiciones en la psicología social. Madrid: Editorial Morata; 1995.

19 Shibley J y DeLamater J. Sexualidad humana. México: McGraw-Hill; 2003.

20 Blanco, A. Cinco tradiciones en la psicología social. Madrid: Editorial Morata; 1995.

21 Berger P & Luckmann T. La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu Editores; 1998.

22 Castañeda M. La experiencia homosexual: para comprender la homosexualidad desde dentro y desde fuera. México, D.F.: Paidós; 1999.

23 Foucault M. Historia de la sexualidad. Vol. 1: La voluntad de saber. México, D.F.: Siglo Veintiuno; 2011.


[a] Lic. en Psicología por el Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
Correo de Correspondencia: normanivanmc@gmail.com