Trastorno de la personalidad antisocial. Causas y características

Resumen

El presente ensayo caracteriza el Trastorno de Personalidad Antisocial, informa sobre las posibles causas, las consecuencias y el porcentaje de prevalencia. Se resalta la importancia de la terapia cognoscitiva, la terapia grupal y la importancia de la Psicología en la sociedad.


Palabras clave: Trastorno de Personalidad Antisocial, Impulsividad, Terapia Cognoscitiva, Terapia Grupal y Psicología

Abstract

This rehearsal characterizes the Antisocial Personality Disorder, reports on the possible causes, consequences and the percentage of prevalence. It highlights the importance of cognitive therapy, group therapy and the importance of Psychology in society.


Keywords: Antisocial personality disorder, impulsiveness, cognitive therapy, group therapy and Psychology

 

Al principio del siglo XIX, Felipe Pinel llamó a este trastorno “Manía sin Delirio”, eligió este nombre para indicar que el paciente que describía manifestaba locura violenta (manía), pero ningún otro síntoma (sin delirio) y era común entre los dementes. En 1835 James Prichard, psiquiatra inglés, lo definió como trastorno de “locura moral” a fin de explicar una conducta que rompía con los códigos éticos y legales, y que parecía ser cierta forma de locura.

Quienes padecen este trastorno se caracterizan por ser libres de cualquier restricción social y carecen de normas interiorizadas acerca de lo que está bien o mal. No son leales, responsables ni comprometidos. No se ven afectados por amor, simpatía o remordimiento. Tienen una inteligencia superior, aptitudes verbales, agudeza social, motivación para convencer y  no tienen relaciones significativas a lo largo de su vida.[1]

Worchel y Shebilske [2] aclaran que actualmente no se sabe con exactitud cuáles son los factores que causan este trastorno. Un hallazgo claro, según Santiago et al[3], este trastorno tiende a transmitirse de generación en generación en las familias, y probablemente haya factores genéticos y ambientales relacionados con su transmisión.

Los psicoanalistas consideran que las personas con Trastorno de la Personalidad Antisocial (TPAS) son producto del rechazo por parte de los padres. Si no hay amor entre padre e hijo es poco probable que el niño adopte los valores morales y desarrolle una conciencia. La falta de afecto por parte de los padres es un tema recurrente en la historias de personas con este trastorno, también la falta de supervisión y disciplina, conflicto entre los padres, y un padre con TPAS [4].También es posible que el origen de este problema sea el desarrollo psicológico defectuoso en el que las normas familiares y sociales nunca fueron introyectadas [5]

Generalmente estas personas han perdido a uno o a los dos padres por muerte temprana, o han sufrido de abandono o separación, descuido parental, falta de afecto, inestabilidad y han presenciado violencia intrafamiliar. Las consecuencias parecen ser un modelo de inclinación hacia lo que se considera negativo y que causaría tensión extrema en condiciones normales [3].

Por otro lado, Worchel y Shebilske [2] creen que este trastorno tiene una base parcialmente biológica y que quienes lo padecen tienen ondas cerebrales anormales. Las teorías biológicas señalan la idea que quienes padecen este trastorno pueden nacer con ciertos rasgos psicológicos que los hacen propensos al modelo de comportamiento antisocial [4].

De acuerdo con Gross[6], la tercera parte de los padres y la décima parte de las madres de las personas que tienen TPAS padecen el mismo trastorno y/o sufrieron de alcoholismo. El hecho de tener un padre antisocial sugiere una tendencia a heredar o aprender tal conducta.

Se ha demostrado la existencia de un factor genético en una serie de estudios que señalan que cuando los hijos de las personas quienes tienen personalidad antisocial son adoptados por familias normales a corta edad tienen mayor probabilidad de convertirse en antisociales que los hijos adoptivos cuyos padres naturales eran normales[3]. Este trastorno presenta diversas características, rasgos y componentes.

El rasgo esencial de este trastorno es un largo historial de formas antisociales de conducta frecuentes que violan los derechos de los demás. El historial en la adolescencia se caracteriza por vagancia, delincuencia y violaciones de la ley. Después con un historial adulto de inestabilidad laboral, incumplimiento de las obligaciones económicas y conducta delictiva1. No logran integrarse a la sociedad y viven en constantes conflictos con ella, son poco leales, egoístas, irresponsables y evaden todo tipo de culpa. Cuando son adultos son más difíciles de tratar[5].

Se calcula que 4.5% de los hombres lo padecen y las mujeres solo 1%. Se ha considerado que los niños que crecen sin desarrollar temor se convierten en personalidades antisociales si se les priva durante su crianza de experiencias positivas que les enseñen la empatía y el respeto pos los demás. El ambiente familiar caótico de las personalidades antisociales refuerza este punto de vista[3].

La persona con Trastorno Antisocial tiene historial de estos actos, comienza desde la infancia hasta que es adulto. La mala conducta en la adolescencia se refuerza porque obtienen la atención que no pueden tener de otra manera. Los signos de la personalidad antisocial aparecen antes de los quince años. La condición se diagnostica hasta los dieciocho. Si son menores solo califica como desorden de la personalidad[4].

El primer componente principal del trastorno se refiere a la presencia de conductas antisociales antes de los quince años de edad: faltar a clases, fugarse de casa, mentir con frecuencia, robo, incendios intencionales, y daño deliberado en propiedad ajena[1].

El segundo componente principal implica la continuación de este patrón de conducta en la edad adulta. Alude a una conducta irresponsable y antisocial que consiste en ser inconstante en el trabajo, violar leyes, ser irritable y mostrar agresividad física, no saldar deudas y ser desconsiderado. Davison[1] sugirió los siguientes criterios:

La falta de temor puede ser una condición necesaria, pero no suficiente para el desarrollo de la personalidad antisocial. Las investigaciones psicológicas se han centrado en el rasgo de falta de temor en las personas con TPAS. En los estudios de laboratorio, este tipo de personas son más lentas que los sujetos normales para reaccionar y evitar una dolorosa descarga en los dedos de la mano. Sin embargo, reaccionan con rapidez si se les amenaza con otra forma de castigo como la pérdida de dinero. Las personas antisociales desarrollan un temor relativamente pequeño a la amenaza del castigo físico, aunque se sienten motivadas a evitar la pérdida de recompensas tangibles[6].

Además, existe una baja respuesta crónica del sistema nervioso autónomo, que está enormemente implicado en respuestas emocionales. La falta de temor en la persona se debe a niveles más bajos de activación fisiológica en respuesta a los estímulos físicamente amenazantes. Esto podría explicar por qué necesitan satisfacer impulsos, comportarse imprudentemente y cometer crímenes para tener emociones. La baja respuesta crónica del sistema nervioso autónomo podría explicar por qué no responden a cierta clase de castigos que alteran a la gente normal[5].

Desde esta perspectiva, se observa que los individuos que padecen este trastorno son convenencieros y minimizan consecuencias futuras. Están convencidos de que siempre tienen la razón, así que no dudan de sus actos. En lugar de considerar la utilidad de la orientación que se les proporciona tienden a hacer caso omiso del consejo de los demás. Por otro lado, muestran escaso interés por el futuro[6]. Esto dificulta una eventual terapia.

Para el tratamiento de este trastorno, Davison1 afirma que aunque ha poca información derivada de la investigación,  acerca del tratamiento de trastornos de la personalidad, se considera que la terapia cognoscitiva puede ayudar a quienes padecen de este trastorno ya que ayudaría a poner en duda sus creencias. El objetivo es el paciente razone y se comporte de acuerdo con las normas establecidas, de manera que su conducta esté  sujeta a controles sociales. Es decir, enseñarle que se conduzca de manera menos impulsiva y aprenda a sentir empatía por sus semejantes.

Se considera que otra manera de ayudar a quienes padecen de este trastorno podría ser una terapia grupal o grupos de apoyo (similar al de Alcohólicos Anónimos) en la que comparta sus experiencias y describan situaciones en las que haya sido necesario utilizar alguna técnica de relajación para mantenerse bajo control, entre otras estrategias. La terapia grupal sería permanente ya que su trastorno sólo puede ser controlado. También se requeriría de supervisión constante, de esta manera, quienes padecen TPAS podrían desarrollar habilidades de afrontamiento  y autocontrol para las diversas situaciones que se les presentan derivadas de su trastorno; adicionalmente no se sentirían solos, y con ello podrían mejorar su calidad de vida.

Conclusiones

Lo anterior no está exento de dificultades intrínsecas debido a la tendencia de no aceptar la existencia del problema y la suposición de ser dueños de la razón en las personas con este trastorno, por lo que se propone también que el sistema educativo, sobre todo en los niveles de educación básica y media, dote a los centros escolares de atención psicológica para los alumnos con problemas de conducta (y bajo rendimiento escolar) y, en su caso, para sus familiares. Es necesario otorgar la importancia que merecen los profesionales de la Psicología y se reconozca el importante papel del psicólogo en la salud de los individuos y en la mejora del entorno social.

Referencias bibliográficas

[1] Davison GC. Psicología de la conducta anormal DSM-IV: Ejes I y II. México D.F.: Limusa; 2010.

[2] Worchel S, Shebilske W. Psicología. Fundamentos y Aplicaciones. Madrid: Prentice Hall Iberia; 1998.

[3] Santiago Z, Crider A, Goethals G, Kavanaugh R, Solomon P. Psicología. Glenview: Scott, Foresman and Company; 1989.

[4] Wortman C, Loftus E & Marsal, M. Psychology. New York: McGraw-Hill; 1992.

[5] Vidales I, Vidales F, Leal I. Psicología General. México, D.F: Limusa; 1986.

[6] Gross R. Psicología: La Ciencia de la Mente y la Conducta. México, D.F.: Manual Moderno; 1994.


[a]Alumna de la Licenciatura en Psicología del Instituto de Ciencias de la Salud, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

[b]Profesor del Área Académica de Psicología del Instituto de Ciencias de la Salud, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

 

Correspondencia: Humberto Mejía humberto_mz@hotmail.com