La medición psicológica y sus vicisitudes

Resumen

En este ensayo se cuestiona el papel privilegiado que se atribuye a la medición en la psicología. En su intento por ser reconocida como ciencia, la psicología adoptó de manera forzada los métodos de las ciencias naturales -cuantificación y experimentación- haciendo a un lado el hecho de que su objeto de estudio es distinto. Por ello, la medición psicológica está llena de artificios, uno apoyado sobre el otro, por lo que a nivel teórico resulta sumamente endeble. En el texto se argumenta el carácter cualitativo, y no cuantitativo, del objeto de estudio de la psicología. Por lo tanto, se plantea que es necesario repensar el lugar que debe ocupar la medición en la psicología.


Palabras clave: medición, epistemología de la psicología

Abstract

In this essay, the favoured role attributed to measurement in psychology is challenged. In its effort to gain recognition as a science, psychology imposed to itself the natural science methods -quantification and experimentation- neglecting the fact that its study object is different. Hence psychological measurement is full of artefacts, one based on the other; therefore, at the theoretical level, measurement happens to be highly weak. In this paper, it is proposed that the nature of psychology’s study object is qualitative, not quantitative. Therefore, re-thinking the role best suited for measurement in the field of psychology is essential.


Keywords: measurement, psychology epistemology

Introducción

En 1871, Immanuel Kant publicó su Crítica a la razón pura, donde sentó las coordenadas de la ciencia de su tiempo. Para él, la ciencia implica un ordenamiento sistemático de la información sensorial en términos matemáticos; es decir, Kant estableció a la medición como una condición necesaria de la actividad científica. En cambio, los fenómenos del mundo interno, afirmó Kant, no son matematizables, por lo que la psicología no podría alcanzar el rango de ciencia (Danziger, 1990).

Casi exactamente un siglo después, en 1879, la psicología logra constituirse en ciencia luego de la fundación del primer laboratorio de psicología en la universidad de Leipzig. Los antecedentes más inmediatos habían sido las mediciones de Ernst H. Weber y la psicofísica de Gustav T. Fechner (Hogan, 2015), pero el trabajo de estos investigadores fue puramente individual, mientras que Wilhelm Wundt logró conformar una comunidad de investigadores universitarios (Danziger, 1990).

¿Esto demostró que Kant se había equivocado al negar a la psicología la posibilidad de ser ciencia, porque los fenómenos mentales no están sujetos a la matematización? Antes de responder esta pregunta, hay que recordar que lo que se medía en el laboratorio de Wundt eran umbrales perceptuales, es decir, las variaciones mínimas de los estímulos que un sujeto era capaz de registrar en su conciencia. Entonces, Wundt medía sólo la discriminación sensorial, y no aspiraba a nada más. Él mismo pensaba que sólo se podían estudiar los contenidos de la conciencia siempre y cuando hubiera una relación directa con los fenómenos físicos externos.

El nacimiento de la medición psicológica moderna

Como se puede apreciar, los alcances de la psicología –la psicología científica para ser más exactos– eran bastante limitados, aunque sería mucho más justo decir psicología científica, pues Wundt también propuso la Völkerpsychologie, la psicología de los pueblos. Ella constituía una idea mucho más rica y compleja de la psicología, pues tenía cabida la cultura, las costumbres, la religión y el lenguaje, entre otras cosas (Malone, 2009). Sin embargo, la Völkerpsychologie no podía ser científica, porque no podía estudiarse mediante la experimentación. Por lo tanto, aunque Wundt había logrado refutar el argumento de Kant contra la psicología científica haciendo medición de la conciencia, el campo de estudio era tan limitado que, en realidad, aceptaba que los fenómenos más complejos de la psique humana, su esencia misma, estaban más allá de la ciencia.

Los alumnos de Wundt, como James M. Cattell y Edward Titchener, no estuvieron conformes con las restricciones del maestro y buscaron ampliar los horizontes de la psicología científica (Danziger, 1990). Para entonces, Francis Galton, un intelectual aristócrata inglés, primo de Charles Darwin, venía haciendo sus propias mediciones en su laboratorio antropométrico, fundado en 1884. Galton (1908) intentó medir –inferir, para ser más exactos– las capacidades mentales a partir de mediciones fisiológicas. Cattell retomó estas ideas en su primer intento de predecir el desempeño académicos de universitarios, el cual, por cierto fue un completo fracaso (Hogan, 2015).

Finalmente, la iluminación llegó de Francia gracias a Alfred Binet, quien creó la primera prueba como las conocemos en la actualidad. Binet logró crear un instrumento que estima la inteligencia –un atributo esencial y exclusivo de la psique humana, a diferencia de los umbrales sensoriales– de los niños y que pronto fue adoptado por los psicólogos de Estados Unidos (Hogan, 2015). En ese país, el pragmatismo orientó el desarrollo de la psicología y las pruebas psicométricas resultaron idóneas (Malone, 2009). Entonces, convergieron el ideal kantiano de ciencia –medición de los fenómenos de estudio– y los intereses estadounidenses –solución de problemas prácticos. Estas condiciones se mantienen en el mundo académico actual de la psicología, pero, repito la pregunta, ¿Kant estaba equivocado entonces? ¿La medición psicológica es comparable con la de la física?

Crítica de la medición psicológica

La respuesta, en mi opinión, es que no. La medición en psicología está sobrevalorada y, aunque es innegable su utilidad, su sustento teórico es muy frágil, porque se basa en supuestos que no resisten el análisis. El primer supuesto es acerca de la naturaleza de los atributos psicológicos: entidades individuales claramente delimitadas. No es posible medir algo que no sabemos dónde empieza y dónde termina; eso es justamente lo que hace una definición. Inteligencia y personalidad, por mencionar los ejemplos más representativos, son conceptos sumamente complejos cuya definición varía entre los diferentes autores. Sin embargo, al medirlos hacemos como si estuvieran claramente delimitados, es decir, recortamos arbitrariamente la realidad psíquica.

El segundo supuesto se refiere a que los atributos psicológicos son homogéneos en toda su extensión. Pensemos en el peso de una sustancia; si tomamos una porción de cualquier segmento de dicha sustancia, no habrá ninguna diferencia cualitativa con una porción de otro segmento, sólo cuantitativa. Es decir, esa sustancia es homogénea en términos de peso. Pero tratándose de la inteligencia, si tomamos una porción de un segmento -digamos memoria de trabajo- y lo comparamos con la de otro –inteligencia verbal–, encontraremos diferencias cualitativas y no cuantitativas. Por lo tanto, dos niños pueden tener la misma puntuación en una prueba de vocabulario, pero uno respondió correctamente sólo los reactivos más sencillos y el otro se equivocó en algunos fáciles y acertó en algunos difíciles. Nuevamente, al elaborar una prueba hacemos como si el objeto de la medición fuera homogéneo en toda su extensión, aun cuando sabemos que no es así.

El tercer supuesto se desprende de los anteriores: los atributos psicológicos son cuantificables; es decir, que se puede encontrar una unidad de medida en términos de la cual se establezca su magnitud. En las pruebas de inteligencia, todos los reactivos tienen el mismo valor, sin importar su nivel de dificultad con la idea de que a mayor inteligencia, el sujeto podrá responder reactivos más difíciles. Sin embargo, como se mencionó antes no implica sólo una cuestión de magnitud, sino diferencias cualitativas, es decir, lo más exacto no es decir que alguien tiene mucha o poca inteligencia, sino que la inteligencia de un sujeto es más o menos compleja. Otra vez, hacemos como si los atributos fueran cuantificables negando su carácter cualitativo.

Otro punto débil de los instrumentos de medición en psicología respecto de los de otras ciencias es el siguiente. Para medir el peso o la longitud de un objeto, se toma el objeto en su totalidad. Si fuera demasiado grande, se hacen cálculos matemáticos a partir de la información conocida. Sin embargo, en psicología no podemos tomar el atributo en su totalidad y medirlo, sino que se toma sólo una muestra, lo más representativa posible a nivel teórico, para estimar la magnitud del atributo. Es decir, implícitamente aceptamos que los atributos psicológicos son tan vastos que el número de reactivos posibles es potencialmente infinito, por lo que nos conformamos con tomar una muestra. Un análisis de sangre puede valerse de una pequeña muestra por su homogeneidad, pero, como ya se señaló, los atributos psicológicos no poseen esa característica.

Una última deficiencia de la medición en psicología atañe a la definición misma de este concepto. En psicología, a propuesta de Stanley Smith Steves en 1946, se considera que medir es asignar números a los objetos de acuerdo con una regla, la cual se refiere al instrumento que se aplica (Michell, 2004). Por lo tanto, la regla cambia cada vez que se usa un instrumento diferente para medir el mismo atributo. En las ciencias físicas, medir no es asignar números, sino determinar la magnitud de cierto atributo de un objeto de acuerdo con una unidad de medida invariable.

Para concluir

En resumen, las pruebas psicométricas son un artificio que encubre las deficiencias de la psicología, que son tales porque tomamos como estándares de ciencia los de la física. Los resultados de las pruebas psicológicas, en el mejor de los casos, corresponden a una escala ordinal, que únicamente permite ordenar los objetos de menor a mayor respecto de algún atributo, pero sin establecer magnitudes precisas. Sin embargo, pasamos por alto este hecho y realizamos análisis estadísticos que únicamente se deben utilizar con datos correspondientes a las escalas intervalares, donde tenemos unidades fijas de medida, media y desviación estándar. Gracias a esta trampa se puede obtener la confiabilidad y algunos tipos de validez de un instrumento de medición psicológica.

Por todo lo anterior, yo definiría a las pruebas psicométricas como: procedimiento estandarizado con el que se explora una muestra de conducta para asignar un número arbitrario que, siendo ordinal, se trata como intervalar para establecer la magnitud de un atributo cuya naturaleza cualitativa, heterogénea e inseparable del resto de los atributos psicológicos se hace a un lado. Como mencioné al inicio de este artículo, no se puede negar la utilidad de las pruebas psicométricas, pero sí es sumamente cuestionable el culto que se rinde en nuestro campo a los números.

En última instancia concuerdo con Kant en que el mundo interno no está sujeto a la matematización. Pero no pienso que una ciencia sólo pueda ser tal si aplica las matemáticas. Las disciplinas que se ocupan de lo humano, campo en el que la psicología es la ciencia por excelencia, son tan científicas como las que se ocupan del mundo natural. La naturaleza de sus objetos de estudio es diferente, por lo que no tienen por qué usar los mismos métodos ni juzgarse con base en los mismos criterios.

La utilidad práctica de la medición es innegable, pero es necesario reubicar su papel en términos epistemológicos, es decir, del valor de verdad que se le concede a la cuantificación de los fenómenos de estudio.

Referencias

Danziger, K. (1990). Constructing the subject. Historical origins of psychological research. Cambridge: Cambridge University Press.

Galton. F. (1908). Memories of my life. London: Methuen & Co.

Hogan, T. H. (2015). Pruebas psicológicas. Una introducción práctica, 2a ed. (Trad. Jesús Cisneros Herrera). México: El Manual Moderno.

Malone, J. C. (2009). Psychology. Pythagoras to Present. Massachusetts: Massachusetts Institute of Technology.

Michell, J. (2004). Measurement in Psychology. Critical History of a Methodological Concept. Cambridge: Cambridge University Press.

[a] Profesor Investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.