Reflexiones en torno a la heterogeneidad teórica en psicología

Resumen

En este ensayo, se hace un breve recuento de la constitución de la psicología como ciencia autónoma para explicar su estado fragmentario actual. Se argumenta la necesidad de contar con una visión teórica más unificada que dé cuenta de la complejidad de la psique y que se aplique en los distintos escenarios en que se desempeña el psicólogo. Se propone al psicoanálisis como la teoría más sólida por su nivel de profundidad y extensión en relación con los fenómenos psicológicos. La importancia de contar con una teoría más integral radica directamente en sus consecuencias para la práctica del psicólogo.


Palabras clave: epistemología, psicoanálisis, conductismo

Abstract

In this essay, the birth of psychology as an independent science is reviewed in order to explain its current fragmentary situation. It is argued that it is necessary to have a theoretical view more unified that explains the psyche complexity and can be applied to the different settings where psychologists work. The importance of such a comprehensive theory lies directly in its consequences for the psychologist praxis.


Keywords: epistemology, psychoanalysis, behaviorism

Introducción

En este ensayo, me propongo presentar una reflexión en torno al estado actual de la psicología, que se caracteriza, desde mi punto de vista, por una notable fragmentación teórica. En la actualidad, hay una gran cantidad de teorías: unas para el ámbito educativo, otras para el social, otras para el organizacional y todavía otras para el clínico. Si hablamos de desarrollo psicológico, existe otra serie de teorías; si se trata de la personalidad o la inteligencia, encontramos más.

A más de cien años de haber adquirido el estatus de ciencia, la psicología no ha logrado consolidar una teoría que pueda dar cuenta de los distintos aspectos de la psique humana aplicable en todos los contextos posibles. Cuando formulamos teorías para campos de aplicación particulares olvidándonos de lo que ya se ha producido en otras áreas, ¿acaso no ponemos en entredicho la regularidad de nuestro objeto de estudio? Es decir, es como si se asumiera que la psique cambia su naturaleza dependiendo del contexto en que se encuentre y, por lo tanto, exige formular nuevas teorías no necesariamente relacionadas con las anteriores. Tal parece, que el primer problema que se debe resolver atañe a la definición de nuestro objeto de estudio: la conducta, la cognición, el inconsciente, la subjetividad, la mente la psique.

Desarrollo

Al menos en parte, el origen de este problema se remonta a las circunstancias del surgimiento mismo de la psicología como ciencia independiente. Por un lado, distintos investigadores anidados en las universidades –al principio, sobre todo las alemanas– trataron de hacer investigación en diferentes laboratorios de un modo similar al de otras ciencias como la fisiología. La hegemonía de este ámbito fue ocupada en el siglo XX por el conductismo. Por otra parte, la psicología también hunde sus raíces en las tradiciones de la medicina y la psiquiatría, que se ocuparon y se interrogaron acerca de las enfermedades mentales. En esta línea se inserta el trabajo de Freud. Estas dos fuentes de la psicología produjeron visiones muy distintas de su objeto de estudio.

La investigación de laboratorio, para poder existir, tenía que dejar fuera la gran complejidad de los fenómenos psicológicos, simplemente porque no eran susceptibles de ser controlados y manipulados, tal como lo exigen los cánones de la experimentación. Hay que recordar que las primeras investigaciones –como las de Weber y Fechner– tienen que ver con la percepción: umbrales diferenciales, principalmente. Más adelante, por medio de la introspección, Wundt, a quien se le conoce con el epíteto de padre de la psicología, logró acceder a los contenidos de la conciencia en condiciones controladas, pero sólo en relación con los estímulos presentes al mismo tiempo. Es decir, estudió la conciencia como si fuera un espejo de la realidad invirtiendo el orden de los términos de la tradición empirista: en ella, los contenidos de la conciencia servían para conocer el mundo, mientras que Wundt utilizó los estímulos del mundo para conocer los contenidos de la conciencia. Sin embargo, más allá de eso, fue imposible investigar experimentalmente.

La otra vía, la que siguió Freud, correspondía a una, ya entonces, larga tradición psiquiátrica. El interés de la psiquiatría en los trastornos mentales había dado lugar a importantes descubrimientos, como la hipnosis, que sólo requerían que alguien atara los cabos sueltos y les diera orden y sentido. En ese contexto se encontró Freud –y no nada más él; otro personaje contemporáneo y rival suyo fue Pierre Janet– y su objeto de estudio fue, desde el principio, la actividad psíquica en toda su complejidad. Freud no rehuyó a ella y sus formulaciones teóricas siempre fueron de la mano de sus observaciones clínicas, las cuales justifican plenamente los conceptos esenciales del psicoanálisis: inconsciente, represión, ello, yo, superyó, complejo de Edipo, narcisismo, pulsión.

Desde luego, ninguno de estos conceptos poseen una materialidad física observable; Freud siempre dijo que al inconsciente se le conoce por sus efectos, es decir, se infiere de lo observable. ¿De qué otra manera podría explicarse si no los fenómenos que atestiguó el hospital de la Salpetrière? Con sus pacientes en estado de hipnosis, Charcot les daba órdenes que debían cumplir cuando despertaran; y efectivamente, dichas órdenes eran cumplidas sin que los pacientes las recordaran. ¿No es eso prueba suficiente de la existencia del inconsciente?

Sin embargo, la psicología del siglo XX, ondeando la bandera del positivismo de Comte, declaró que no sólo el inconsciente, sino la conciencia misma no podían ser objeto de estudio de la ciencia, porque no son observables. El “mentalismo” se convirtió en un estigma que ameritaba la excomunión del mundo de la ciencia. Desde luego, esta “crítica” al psicoanálisis se hacía desde la comodidad de los laboratorios y las universidades, donde las exigencias del trabajo clínico no eran más que, si acaso, ecos de un mundo lejano y desdibujado, y donde, en cambio, las exigencias eran cumplir con estándares de “cientificidad”.

La cuestión fue que este modelo de psicología se agotó muy rápidamente; con la formulación de las leyes del condicionamiento clásico, operante y vicario, el descubrimiento fue nulo. La investigación se limitó a verificar estas leyes en distintos contextos, pero nada más. Por supuesto, siendo el conductismo el eje rector del campo de la psicología y siendo tan limitadas sus aportaciones para entender fenómenos más complejos, los distintos escenarios en los que fue necesario estudiar el comportamiento humano tuvieron que formular teorías específicas. Es decir, la poca capacidad explicativa del conductismo, hegemónico en la psicología académica, para diversos fenómenos del comportamiento humano hizo necesaria la aparición de teorías independientes entre sí.

Mientras tanto, la única teoría sólida de la psique humana, el psicoanálisis, fue catalogada como no científica tomando como criterio, supuestamente, la concepción positivista de la ciencia. Sin embargo, si revisamos las ideas del propio Comte, no resulta tan clara la incompatibilidad del psicoanálisis con el positivismo. Por ejemplo, Comte se consideró sucesor de Descartes en relación con el estudio de la mente, con la diferencia de que él no lo había hecho de manera abstracta, como Descartes, sino a través de la historia de sus producciones científicas (Pérez, 1990). Para Comte, el fundador del positivismo en el que se inspiraron los conductistas, la mente podía ser objeto de estudio observando sus producciones, tal como Freud pensaba del inconsciente.

Comte también pensaba que los métodos de estudio debían ser más complejos a medida que el objeto aumentaba en complejidad. Y para él, la sociología era la más compleja de las ciencias que enumeró: matemáticas, astronomía, física, química, fisiología y sociología. Por extensión, podríamos decir que la psicología se encontraba a nivel de esta última ciencia en cuanto a nivel de complejidad, lo cual justifica la creación de métodos de investigación más elaborados, como los dispositivos psicoanalíticos.

Otro punto en que el psicoanálisis es congruente con la propuesta de Comte se refiere a la experimentación. Comte sabía que ésta sólo es posible cuando el curso natural de los fenómenos se puede alterar de manera definida y controlada. Pero en ciertos casos, como el de la fisiología, donde no se puede manipular por razones éticas su curso natural, la observación de patologías puede ser un sustituto. Eso es exactamente lo que hizo Freud, observar el funcionamiento psíquico de las psicopatologías con el fin no sólo de explicarlas, sino de determinar cómo es la actividad psíquica de las personas normales.

Para Freud, la investigación científica consiste en un constante interjuego dialéctico entre teoría y praxis, la observación misma exige un trabajo teórico que la conceptualice y guíe las subsecuentes observaciones, que también se contrastarán con la teoría. De este modo, pudo trazar una geografía de la psique, la dinámica que las rige y los conflictos a los que es susceptible. Con esa matriz conceptual fue capaz de aventurar hipótesis de alcance social y antropológico, como en El malestar en la cultura, Tótem y tabú y Psicología de las masas y análisis del yo. Lo mismo podría haber hecho, si hubiera sido su interés o hubiera tenido veinte años más de vida, aportaciones al campo de la psicología educativa y organizacional.

Prueba de la enorme riqueza contenida en la propuesta freudiana son las numerosas aportaciones que siguieron a su muerte, como las de Melanie Klein, Donald Winnicott y Jacques Lacan. En las décadas más recientes, el psicoanálisis se ha aplicado a otras áreas y escenarios de a psicología. Silvia Bleichmar (2009) dejó aportaciones psicoanalíticas al estudio de la inteligencia, Silvia Schlemensson (2005a, 2005b) aplica el psicoanálisis en el trabajo psicopedagógico, Nicole Catheline (2012) aborda la psicopatología de vida escolar y Robert de Board (1978) hizo psicoanálisis de las organizaciones. En todos los casos, los autores desarrollan los conceptos psicoanalíticos básicos para teorizar sobre lo que ocurre en escenarios particulares.

En la presentación de su libro, en la FUL de la UAEH, La práctica profesional de egresados de Psicología Social de la UAM-Iztapalapa, el Dr. Víctor Gerardo Cárdenas González inició mencionando la poca ayuda que la teoría que se enseña en las aulas tiene en la vida profesional,  donde es necesario aprender enfrentándose a problemas concretos. La pregunta que surge de este planteamiento es: ¿la teoría no tiene un gran valor en la práctica de la psicología?, ¿o son las teorías que se enseñan las que particularmente no tienen la suficiente solidez para sostener al psicólogo en su práctica? ¿No se trata nuevamente de que la psicología académica tiende a limitarse a aquello que es accesible a la investigación “experimental” o “cuasi experimental” y cuantitativa dejando fuera aspectos esenciales de la psique? Y cuando los egresados se enfrentan a la realidad se encuentran con que sus recursos teóricos son muy limitados.

La teoría psicoanalítica no sólo ha superado la prueba del tiempo, sino que se ha enriquecido y refinada. Es la única que en verdad se puede considerar una teoría de la psique, pues las demás corrientes de la psicología sólo abordan aspectos parciales de ella, sea su manifestación conductual, cognoscitiva, funcional o volitiva. Recuerdo muy bien que, cuando fui estudiante de psicología, un profesor decía que el paradigma conductual ya no podría ser remplazado por otro, puesto que los fenómenos de condicionamiento son irrefutables. Incapaz en ese momento de argumentar en contra de esa idea,  ahora puedo decir por qué esa solidez es más ilusoria que real. La cuestión está en la insuficiencia de ese paradigma para explicar los fenómenos, no en la refutabilidad de las leyes del condicionamiento. Esa insuficiencia quedó de manifiesto cuando se le tuvo que agregar lo cognitivo a lo conductual: la mente, que en un principio había sido proscrita por el propio conductismo, llegó a su rescate para conformar la teoría cognitivo-conductual.

Da la impresión que la psicología asume que el psicoanálisis va en contra de las leyes formuladas por el conductismo. Sin embargo, cuando revisamos los Estudios sobre la histeria y el Proyecto de psicología, los dos de 1895, es imposible no reconocer en su explicación del caso Emma, por ejemplo, los mismos principios del condicionamiento pavloviano –años antes de que Pavlov, por casualidad, lo encontrara mientras estudiaba la salivación en los perros. El afecto de terror que Emma experimentó cuando fue víctima de un ataque sexual a la edad de 8 años, quedó asociado no al ataque mismo, sino al espacio físico en que ocurrió. Aquí podemos identificar los mismos elementos del condicionamiento clásico: estímulo condicionado, respuesta incondicionada, estímulo condicionado, respuesta condicionada. La diferencia es que Freud identifica este esquema en una psicopatología real situada en un contexto mucho más complejo en el que la sexualidad tiene un papel de primera importancia, y trata de indagar en profundidad.

Lo mismo podemos decir del condicionamiento operante. Freud postuló el principio de placer, según el cual la pulsión y el deseo buscan la satisfacción inmediata. Pero la teoría freudiana puede explicar por qué el sujeto puede llegar a negarse satisfacciones que fácilmente podría obtener, lo cual va en contra del reforzamiento positivo. De nuevo, el análisis que hizo Freud ahonda en la complejidad de la psique humana; al postular distintas instancias –ello, yo, superyó– podemos entender que lo que es placentero para una de ellas es displacentero para otra. Satisfacer las pulsiones del ello puede ser displacentero para el yo, pues éste también debe sostener una imagen narcisista digna de amor y orgullo para poder existir.

Conclusión

El psicoanálisis puede ser la teoría que dé sostén a los psicólogos. Es innegable que la práctica presenta dificultades que no siempre se contemplan en el aprendizaje de la teoría, pero ésta debe brindar los suficientes elementos para que esas situaciones sean pensadas y planteadas teóricamente. De ese modo, es más fácil encontrar posibilidades de acción fundamentadas un una visión definida de la psique humana sin importar el escenario en que se presente. El psicoanálisis está en permanente contacto y contrastación con la realidad; por ello, se mantiene vivo y abierto al cambio.

Referencias

Bleichmar, S. (2009). Inteligencia y simbolización. Una perspectiva psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós.

Cathaline, N. (2012). Psychoopathologie de la scolarité. De la maternelle a l’université. Paris: Elsevier Masson.

De Board, R. (1978). The Psychoanalysis of Organizations. A psychoanalytic approach to behaviour in groups and organizations. Londres y Nueva York: Routledge.

Pérez Tamayo, R. (1990). ¿Existe el método científico? México: FCE.

Schlemenson, S. (2005a). Niños que no aprenden. Buenos Aires: Paidós.

Schlemenson, S. (2005b). Subjetividad y lenguaje en la clínica pedagógica. Buenos Aires: Paidós.


[a] Profesor investigador de la Escuela Superior de Atotonilco de Tula.