No hay humo sin Freud. Psicoanálisis del fumador

Resumen

En No hay humo sin Freud. Psicoanálisis del fumador, Philippe Grimbert nos muestra la relación de Freud con el tabaco poniendo como telón de fondo la evolución de la teoría psicoanalítica. Un área de la vida psíquica que permaneció como territorio inexplorado en la obra de Freud son las toxicomanías. En torno al placer de fumar, se construyó la relación transferencial del autoanálisis de Freud con su amigo Wilhelm Fliess. El libro reconoce al tabaco el papel que ha tenido en la historia del psicoanálisis.


Palabras clave: psicoanálisis, Freud, trabajo, tabacco, transferencia

Abstract

In No hay humo sin Freud. Psicoanálisis del fumador, Philippe Grimbert outlines the relationship between Freud and tobacco, having as background the development of psychoanalytic theory. An domain of psychic life that remained unexplored in Freud’s work is drug adiction. Around the smoking pleasure, the transference relationship between Freud and his friedn Wilhelm Fliess. This book acknowdleges the role of tabacco in the history of psychoanalysis.


Keywords: psychoanalysis, Sigmund Freud, tabacco, transference

No hay humo sin Freud. Psicoanálisis del fumador

Entre el análisis no del fumador, sino del fumador Freud y la apología su propia pasión, el tabaco, Philippe Grimbert nos conduce, con una escritura amena y con numerosos elementos literarios, por la relación del padre del psicoanálisis con el tabaco, que en sus últimos años de vida tanto dolor le causó. El tabaco está en el origen mismo del psicoanálisis, pues de acuerdo con el autor, en torno a él se construyó la relación transferencial que desembocó en el autoanálisis de Freud.

Wilhelm Fliess, médico berlinés que propuso una peculiar relación entre la otorrinolaringología y los órganos sexuales, ocupó, porque Freud ahí lo colocó, el lugar privilegiado de Otro, de escucha, de sujeto de supuesto saber, semejante al del analista que el propio Freud habría de inventar años más tarde. En las cartas que Freud escribió a Fliess salta a la vista el enamoramiento transferencial que vivió en los años que antecedieron al nacimiento del psicoanálisis: "Cómo resarcirte del consuelo, la comprensión, el ánimo que me aportas en mi soledad; me has hecho comprender el sentido de la existencia y, últimamente, me has devuelto la salud, lo que ningún otro hubiera podido hacer" (p. 29). ¿Cómo fue que Freud colocó en ese lugar a Freud?

Grimbert nos recuerda que uno de los elementos del dispositivo analítico consiste en que el analista responde frustrando las demandas del paciente, negándole la satisfacción inmediata. Precisamente, Fliess le prohibió fumar a Freud a causa de sus malestares cardiacos. No podía haber frustración más difícil de soportar para Freud, que desde los 24 años había descubierto ese placer y para cuando se escribe con Fliess -a los 31 años, en 1887- fuma 20 puros al día. En su producción intelectual, los puros eran imprescindibles a diferencia de la cocaína, que también estudió y consumió, pero de la que pudo librarse sin mayores dificultades.

Fliess, entonces, actuó como interdictor sobre el mayor de los placeres de Freud, quizá el único aspecto de su vida que nunca analizó; las toxicomanías, en general, permanecieron como territorio prácticamente virgen en la obra de Freud. En el curso de esa relación epistolar transferencial, Freud le ofreció síntomas somáticos acordes con las teorías de Fliess, inflamación nasal y malestares cardíacos e intestinales, cuyo efecto era la prohibición de fumar. Alrededor de esta prohibición, se da una serie de vaivenes entre la aceptación y el rechazo del mandato terapéutico. El tema queda cerrado poco tiempo después de la muerte del padre de Freud y antes del inicio de su autoanálisis. Ocurrió de la siguiente manera, que relata Grimbert.

Un día después del entierro de su padre, Freud tuvo un sueño que le relata a Fliess: en un lugar que frecuentaba, lee la inscripción "Se ruega que cierren los ojos." Años más tarde, al redactar La interpretación de los sueños, Freud retoma el sueño asociando aquella leyenda con la que suele encontrarse en las estaciones de tren, "Se prohíbe fumar," de modo que en el sueño esta prohibición es anulada por una expresión que en México equivaldría a "Se ruega hacerse de la vista gorda." Se trata de una resistencia no sólo a renunciar al tabaco, sino sobre todo a analizar la significación inconsciente del acto de fumar. Grimbert subraya la mención de la estación de tren como lugar en que se enuncia la prohibición de fumar, pues en la vida psíquica de Freud, no podía sino tener una gran riqueza de asociaciones.

Es en una estación de tren, donde Fliess le indica a Freud que deje el cigarro; en esa misma ocasión que viajaba con Fliess, se manifiesta la fobia de Freud a viajar en tren, lo cual lo coloca en una posición de inferioridad frente a su amigo convertido ya en figura ideal de la que esperará en adelante aprobación y amor. Esta fobia remite a un recuerdo de su temprana infancia -Freud tenía tres años- en el que viajaba en tren; en una estación, al observar las llamas del gas, piensa en las ánimas que arden en el infierno. En esta cadena asociativa, llamas-infierno, por contigüidad, por una lado, tendríamos el humo/tren-puro y, por otro, el pecado. Este complejo de representaciones adquiere un sentido más claro si recordamos que Freud rastrea su complejo de Edipo en esa misma edad y también en un viaje en tren, cuando ve desnuda a su madre.

Entonces, podemos pensar –esto no lo dice Grimbert, pero el cuidado con el que presenta el material de análisis permite suponerlo- que ese complejo de representaciones quedó escindido (no en el sentido kleiniano, sino freudiano); por un lado, las pulsiones sexuales dirigidas al objeto incestuoso quedaron atadas al fuego y el humo del puro y de ahí la irresistible atracción por el tabaco; por el otro, el infierno, el castigo por el pecado incestuoso, quedó ligado al tren y de ahí la fobia a viajar por ese medio. "Se ruega que cierren los ojos" es un llamado a la indulgencia para que este terreno de la vida psíquica de Freud se quede tal como está.

Desde luego, no se puede dejar de lado el placer que fumar le causaba más allá de cualquier significación latente. Fumar era necesario para su proceso secundario, para la elaboración teórica y su escritura. Cuando se veía privado de los puros que tanto le gustaba, consideraba miserable su vida.

Para Freud, el fuego, que en sus fantasías infantiles se asociaba al infierno, en su trabajo intelectual estaba ligado al conocimiento. En el mito griego, Prometeo robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres. El fuego del puro de Freud, entonces, también era ese fuego prometéico que habría de aportar al hombre conocimientos que cambiarían la forma de verse a sí mismos. A ese fuego también es al que se entregó al morir para quedar reducido a cenizas, como uno de sus puros.

El texto de Grimbert continúa con la historia de Freud y su relación con el tabaco hasta su muerte. Además, relata momentos clave en la historia del propio tabaco, desde que los primeros marineros españoles vieron el uso que le daban los nativos hasta su paso por las cortes europeas. En esta breve historia del tabaco, Grimbert nos hace ver la relación ambivalente del ser humano con el placer: por un lado, lo deseado y, por otro, lo rechazado. Si en algunos momentos se valoraron sus efectos curativos y relajantes, en otros se le tachó de “hierba del diablo y su uso se castigó en algunos lugares hasta con la muerte. Resuenan en la historia social del tabaco ecos de la historia de la sexualidad.

Philippe Grimbert demuestra en este libro un gran talento como escritor, pues atrapa de inmediato la atención narrando su visita al museo de Freud en Londres, recreando una sesión con una de las pacientes de Estudios sobre la histeria, argumentando a favor y en contra del tabaco en una discusión ficticia entre él y un no fumador, y presentando a un viejo marinero que cuenta historias a un grupo de niños. Esta creatividad es complementada con el análisis minucioso de fragmentos de la correspondencia de Freud. Texto para tener un rato agradable, pensar y aprender de Freud, del tabaco y de psicoanálisis, No hay humo sin Freud. Psicoanálisis del fumador deja al lector con el deseo de leer otros trabajos de Philippe Grimbert.

Referencia

Philippe, G. (2000). No hay humo sin Freud Psicoanalisis del Fumador. Editorial: SINTESIS EDITORIAL. Año de publicación: 2000. Encuadernación: Soft cover. Condición del libro:Nuevo. Madrid, Ed. Síntesis, 1999.

 

[a] Profesor de la Escuela Superior de Atotonilco de Tula, UAEH, jesus_cisneros@uaeh.edu.mx