Frankenstein, ¿sólo una historia de terror?

Resumen

Frankenstein, la historia de Mary Shelley, ofrece una oportunidad indiscutible para abordar la creación literaria como una forma de elaboración a la historia personal. Permite enlazar la trágica vida de la autora con los perfiles psicológicos de sus personajes, admite entretejer las palabras y las representaciones literarias con los mecanismos defensivos de los que se vale el Yo para mantener su fortaleza, su integridad.


Palabras clave: Mecanismos de defensa, proyección, condensación, sublimación, duelo, inconsciente

Abstract

Frankenstein, Mary Shelley's story, provides an indisputable to address literary creation as a way of developing a personal history opportunity. Allows you to link the tragic life of the author with the psychological profiles of the characters admits interweaving words and literary representations with the defensive mechanisms which uses the self to maintain their strength, integrity.


Keywords: Defense mechanisms, projection, condensation, sublimation, duel, unconscious


La historia de Mary Shelley ha quedado sepultada entre las diferentes interpretaciones que el cine ha hecho de ella. En la mente de algunos no es más que una historia de terror, donde un “monstruo” persigue a otros para aterrorizar y luego matarlos.

Sin embargo ¿qué tipo de historia es realmente ésta, dónde a golpe de vista, al comparar la historia personal con la novela es posible ver el tejido casi invisible con el que ambas están entrelazadas?

Mary Shelley comenzó a escribir su historia cuando sólo contaba con 18 años. Ella misma se pregunta en la introducción de su obra “¿Cómo es que yo, entonces sólo una joven mujer, llegué a concebir una idea tan repulsiva?”, ¿de dónde extrajo ideas tan complejas y terroríficas?

Maxine González Enloe* hace un enlace entre el proceso creativo y la historia de la autora, permite incorporar los elementos psicoanalíticos de manera tan precisa, enlazando la historia personal de Mary Shelley y el personaje de Víctor Frankenstein. Sin embargo es posible no sólo vislumbrar el perfecto acto de sublimación acerca de su historia de muerte que la persigue desde el nacimiento hasta la edad adulta, una vida llena de tragedia, vivida incluso más allá de las condiciones insalubres y permeadas por la muerte de aquella época, sino además la presencia de otros mecanismos defensivos que permiten la elaboración de los procesos de duelo (tanto los inmediatos como los relacionados con su infancia).

Ejemplo de ello es la proyección de su deseo de una relación materna (misma que le fue negada por la muerte de su madre once días después de que ella naciera), en la novela Víctor  al  hablar de su madre la describe como huérfana de madre, quien vivía con su padre a quien cuida los últimos meses de su enfermedad, es ahí donde la encuentra su padre: “lloraba amargamente junto al féretro”, tiempo después se casa con ella, reconociendo en ella virtudes que van más allá de su belleza y juventud.

“Durante muchos años fue hijo único y por grande que fuera su mutuo afecto, parecían poseer inagotables reservas de cariño, que alcanzaban para derramarlo sobre mí”, “las tiernas caricias de mi madre” son algunas de las expresiones de Víctor hacia su madre, quizás las mismas que hubiese deseado Mary acerca de su tierna infancia.

La condensación puede observarse en la descripción que hace Víctor acerca de sí mismo como hijo. En estas líneas se sostiene no sólo el deseo de ser amada como hija, sino además el deseo de ser madre y contener y arropar a otro entre sus brazos: “Era para ellos un juguete mimado, un ídolo y, más aún, su hijo, la criatura inocente e indefensa con lo que los obsequiara el cielo”, “fui además guiado con tanta dulzura que mi vida parecía transcurrir en un perpetuo goce”. Goce que Mary no tuvo en su infancia, pero que tampoco lo tenía como madre, parecía como si el cielo no pudiese obsequiarle un hijo. Sin embargo Mary Shelley es capaz de otorgarle a su personaje la contención y apoyo materno que ella tanto necesitaba.

Intentar hacer un recuento de la vida de la autora se convierte en sí mismo en una historia turbulenta, trágica y terrorífica, en la que puede observarse una capacidad Yoica superior, es posible analizar su obra como un intento inconsciente de elaborar las perdidas sucedidas, un esfuerzo del Yo por poner fuera de sí todas las fantasías persecutorias sobre los productos no logrados, la consciencia de culpa sobre su propia vida por encima de la de la madre.

“No me asusta morir. Ese tormento ya lo he superado” dice Justine acerca de su juicio y muerte inminente, a lo que Elizabeth responde “Quisiera morir contigo. No podré vivir en este mundo injusto”.

Víctor Frankenstein nos ofrece la visión de un hombre inteligente, capaz de violar el código ético de su época, acercarse a los muertos e intentar otorgarles vida, intenta por un momento dar vida, no desde la posición materna, sino desde la posición del supremo Creador. Así como Prometeo robó el fuego que le pertenecía a Zeus, Víctor arrebata de Dios la posibilidad de la vida, de la no muerte; pero mientras Prometeo permanece firme ante su obra, Víctor se arrepiente de ella: “En un acceso de loco entusiasmo creé un ser racional y estaba obligado a darle felicidad y bienestar hasta donde estuviese a mi alcance”, pero agrega reconocer que está obligado a un deber superior con sus semejantes, que su obra, es un producto: horrible, del cual, al perseguirlo e intentar matarlo, intenta hacerse responsable de sus actos.

El monstruo, por su parte muestra las características de una persona: sensibilidad, inteligencia e incluso consciencia moral, pues es capaz tanto de maldecir a su creador, como de sentirse solo, desear incorporarse a la sociedad o por lo menos tener con quien compartir su vida, también es capaz de los actos más ruines en una búsqueda irrefrenable en la que al lastimar a su creador pretende darle sentido a su existencia.

“Más no busco quien me acompañe en mi pesar, ni podré encontrarlo jamás”, “hasta los enemigos de Dios y de los hombres tienen amigos y compañeros en su desolación. Yo, en cambio, estoy solo”.

Las bellas artes en general nos ofrecen la posibilidad de exponer lo que sentimos de una manera socialmente aceptada, pero particularmente la literatura, pues en ella es más que palabras juntas, pues a través de ella se puede dar voz (por medio de la ciencia ficción, de los diálogos, de la creación de contextos, etc.) a las fantasías que el sujeto puede considerar inaceptables. Es a través de estas palabras articuladas donde pueden encontrarse “fortuitamente” el personaje y el autor. La psicología nos permite tener un acercamiento distinto, situarnos más allá del disfrute de una novela y establecer un análisis de los personajes que nos acerque a entender la historia de aquél que les otorga voz.

Referencias

Freud, S. (S/). Conferencias de introducción al psicoanálisis, Amorrortu, Argentina.

González E. M. María Shelley y el proceso creativo. Cuadernos de Psicoanálisis Números 1 y 2, Enero-Junio 1987, Volumen XX, Pág. 46-53.

Shelley, Mary W, Frankenstein, Editorial Porrúa, México, 2014.


[a] Profesor Investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.