La construcción de la cultura en los contextos de la modernidad

Resumen

En el presente trabajo se realiza un análisis de los conceptos teóricos en la cultura desde la mirada de autores clásicos que dan sustento a las Ciencias Sociales.  El desarrollo del  tema se aborda desde la perspectiva de la identidad que como refiere el autor Giménez (1997), es elemento intrínseco a la cultura.

Palabras clave: Identidad, cultura.

Abstract

In this paper an analysis of the theoretical concepts in culture is done from the perspective of classical authors that sustain the social sciences. The development of the subject is approached from the perspective of identity as the author refers Giménez (1997 ), it like an intrinsic to culture element .

Keywords: Identity, culture.

Introducción

En el presente trabajo se realiza un análisis de los conceptos teóricos en la cultura desde la mirada de autores clásicos que dan sustento a las Ciencias Sociales.  Es por ello que el desarrollo del tema se aborda desde la perspectiva de la identidad como elemento intrínseco a la cultura (Giménez 1997). Es importante señalar en este apartado que se parte del concepto de Giménez respecto a la identidad y la cultura,  porque es una de la categorías analíticas de la cual se parte para el desarrollo del trabajo de investigación que se realiza actualmente y el cual se intitula la “Influencia de la construcción de la identidad profesional del abogado como profesor universitario en la formación de estudiantes de Derecho en la UAEH”.

Para la sustentación teoría de este trabajo, donde se analiza la construcción de la cultura en los contextos de la modernidad,  se parte de los aportes teóricos  de los autores, Boas, Arizpe, Clifford Geertz , Giménez, De la Garza Toledo y García Canclini.

En cuanto a la estructuración del presente documento es importante en primer término establecer como elemento introductorio y a la vez central en el análisis que se pretende realizar,  el concepto de cultura e identidad retomando para ello las aportaciones de Giménez, Geertz y Arizpe,

La  construcción de la cultura, la identidad y la comunicación  en los contextos de la modernidad, donde la hibridación cultural toma relevancia,   temática  en el que se establece una postura crítica a partir de la postura teórica de Clifford Geertz, Giménez y  García Canclini; concluyendo  con una reflexión analítica respecto al tema en cuestión.

Conceptualmente hablar de cultura, no es un término fácil de abordar,   puesto que en sí mismo es polisémico y controvertido como lo comenta el autor Giménez[1],  lo que implica que éste circule con la “imprecisión flotante  de sus innumerables acepciones ideológicas”,  filosóficas, antropológicas y pedagógicas, las cuales van estructurando la realidad  respecto al concepto y la visión moderna que se tienen acerca de la misma (Geertz, 2003), así como la estrecha relación que tiene ésta con la vida cotidiana; sumergida en los contextos de la modernidad, donde la representación que tiene el sujeto de sí mismo y su pertenencia al grupo definen su dimensión social, dando lugar a su identidad y su cultura (Gilberto, 2005:89)

Cultura que presenta una visión con variantes dependiendo de la perspectiva y enfoque  desde el cual esta se retome, para este caso es la postura del autor Boas (1964), quien ratifica una perspectiva evolucionista  al ver a la cultura como “un proceso de creación orgánica  y no una adaptación mecánica” (Boas, 1964),  contraponiéndose una concepción de la cultura basándose en un particularismo histórico.

Para Boas en palabras de Giménez, la cultura recupera la historia que obliga a enfatizar más bien en las diferencias cultuales asumiendo a la cultura como “la totalidad de las reacciones y actividades mentales y físicas que caracterizan la conducta de los individuos componentes de un grupo social, colectiva e individualmente, en relación a su ambiente natural, a otros grupos, a miembros del mismo grupo y de cada individuo hacia sí mismo” (Boas, 1943)

Desde este momento, se puede evidenciar que el concepto de cultura evoluciona,  de forma conjunta con el de identidad, situación que refiere el autor Giménez, quien indica que a lo largo de la historia, los modelos y enfoques entorno al concepto retoma aspectos distintos, ya sea como modelos de comportamiento o pautas de significado.

Estas perspectivas a través de las cuales es vista la cultura de acuerdo a Clifford Geertz y Giménez,  restringiendo el concepto de cultura al ámbito de los hechos simbólicos. 

Hechos simbólicos que comportan una lógica de oposiciones y diferencias que constituyen la identidad del sujeto (Giménez, 2005), convirtiéndose la cultura como hecho de significación, que permite al sujeto establecerse en una realidad y ser objeto del discurso social común, inserto en un mundo de representaciones y creencias simbólicos que lo condicionan y suponen el percibirse y ser percibido de forma distinta por los demás (Giménez, 2005). 

Clifford Geertz de igual manera que Giménez, identifica este mundo de representaciones simbólicas  en la que se encuentra inserto el sujeto social  como “modelos de significado” lo que permite al sujeto, constituir una visión o enfoque analítico de los comportamientos.  Cabe recordar  que en el primer capítulo del libro de Clifford Geertz, denominado “La interpretación de las culturas, el autor, citando a  Weber, indica que la cultura se presenta como una “telaraña de significados” que nosotros mismos hemos tejido a nuestro alrededor y dentro de la cual quedamos ineluctablemente atrapados. (Geertz, 1992,20).

Entremaje cultural en el que se inserta el sujeto,  objeto de una serie de procesos dinámicos, cambiantes, que vigorizan la representación social que el sujeto tiene de sí mismo y de su sociedad elementos que de acuerdo al autor Giménez (1997), dan cabida a la identidad como elemento simbiótico de la cultura.

Este aspecto simbiótico en que aparece la cultura y la identidad establece Giménez, debe ser vista como “la apropiación distintiva de ciertos repertorios culturales que se encuentran en nuestro entorno social, en nuestro grupo o en nuestra sociedad”, y del cual nosotros formamos parte al insertarnos en un contexto histórico, con elementos distintivos como practicantes de una, profesión, oficio, religión, deporte; estas funciones de la identidad permiten el marcar fronteras entre nosotros y los otros, permitiendo como refiere Giménez (1997), diferenciarnos de los demás a través  de una constelación de rasgos culturales distintivos.

La cultura vista desde esta postura de pautas simbólicas: implica que no todos los significados pueden llamarse culturales, sino sólo aquellos que son compartidos y relativamente duraderos, ya sea a nivel individual o colectivo, ya sea a nivel histórico, es decir, en términos generacionales (Strauss, 1974), pero habrá elementos de identidad que no son compartidos y los cuales no se les puede asignar el término de significados culturales. Este concepto  gira en torno a la idea de una distintividad cualitativa socialmente situada que de acuerdo a Giménez (1997), se basa en tres criterios básicos: una red de pertenencias sociales[2] , un sistema de atributos distintivos, y la narrativa de una biografía incanjeable como es la memoria colectiva, de esta manera la identidad tiene un carácter explicativo de la realidad.

Estos números significados que se comparten  en colectivo, en la modernidad pueden revestir también una gran fuerza motivacional, que, coadyuva en la conformación de pautas de conducta simbólica que se repiten y que se vuelven objetivas y proveedoras de los “materiales de construcción” de las identidades sociales (Giménez,2008), identidades colectivas que implican en primer término una definición compartida de las acciones del grupo, lo que implica la construcción de una historia y de una memoria colectiva que confiera cierta estabilidad a la  autodefinición identitaria.

Memoria colectiva que permite que  aunque los individuos se encuentren en lugares muy alejados al espacio físico donde se dió en una primera ocasión, éste se repita,  tal fenómeno es descrito por el autor Canclini (García, 1989) al hacer referencia a la desterritorialidad de las identidades colectivas[3].

El autor Canclini, establece que en este proceso de hibridación donde la des territorialidad se hace patente en los contextos de la modernidad,  los medios de comunicación permiten que se establezcan, adhesiones que permiten  unirnos a una gran variedad de grupos a través de modelos simbólicos que entretejen nuestra identidad. Modelos que sirven para crear elementos identitarios (Giménez, 1997),  y pertenencias múltiples independientemente del lugar físico en que nos encontremos situados, lo cual se logra a través de los medios de comunicación.

Como establece el autor Canclini, el crecimiento exponencial de las telecomunicaciones, los audiovisuales e Internet, características de modernidad, están creando nuevas homogeneizaciones culturales y, al mismo tiempo, nuevas diversidades.

Sin embargo estos nuevos escenarios tecnológicos y culturales a los cuales hace referencia Canclini y los cuales establecen nuevos códigos de identidad, surgiendo tendencias identitarias como refiere la autora Arizpe en que se hace evidente una gran efervescencia en la creación de nuevos códigos de identidad y la construcción de la imagen simbólica que se proyecta a nivel mundial.

Este proceso cultural que conlleva la hibridación es muestra de debate en cuanto a su apreciación por autor Giménez y Canclini, para Giménez (1998), el concepto de hibridación no es un fenómeno que se presente en los contextos de la modernidad sino  para él es la condición de existencia de toda cultura; la hibridación no es un problema que radique en la procedencia de sus componente, sino la manera en que  es integrada por sus actores, Canclini (1989), hace hincapié en el proceso de hibridación por el que las culturas atraviesan durante su transición de lo tradicional a la modernidad, además de mostrar la relación que se establece con los mecanismos modernos como es el caso de los medios de comunicación, “que parecían dedicados a sustituir el arte culto y el folclor, y  ahora los difunden masivamente”.

Respecto al tema  la autora Garza Toledo (2010) establece que la cultura y identidad, se vinculan a través de subjetividades y acciones sociales donde el sujeto se recupera no solamente como agente transformador sino como creador de significados, la cultura en este contexto de modernidad es entendida como significados acumulados rejerarquizados, combinados en formas discursivas y de razonamiento que traslapa más allá de sus fronteras de origen.

Las consideraciones que permean en los textos de Giménez y Canclini, respecto al tema de cultura, identidad e hibridación, revisten considerable importancia para evaluar críticamente la tesis de  la “hibridación cultural”,  que desde el enfoque de Gimenez sólo toma en cuenta la génesis o el origen de los componentes de las formas culturales, sin preocuparse por los sujetos que las producen, las consumen y se las apropian reconfigurándolas o confiriéndoles un nuevo sentido.

Bajo esta perspectiva, la tesis carece de originalidad, si recodamos que Boas establecía que todas las formas culturales son híbridas desde el momento en que se ha generalizado el contacto intercultural (Giménez, 2005). Las formas interiorizadas de la cultura se caracterizan precisamente por la tendencia a recomponer y reconfigurar lo heterogéneo, confiriéndole una relativa unidad y coherencia.

De lo esbozado en párrafos anteriores podemos indicar  que en los contextos de la modernidad la hibridación cultural  y la identidad se sitúan por formas de relación en las que interviene la libre decisión de las personas de asumir, portar y practicar un comportamiento cultural, como refiere la autora Lourdes Arizpe,[4] quien establece que los elementos identitarios, son múltiples y abarcan un sin número de valores tangibles e intangibles: costumbres, manifestaciones artísticas, destacando la fortaleza cultural  y sus diversas transformaciones.

Transformaciones que como refieren Arizpe, Giménez y Canclini,  muestran otro panorama respecto a la cultura donde los avances tecnológicos  en la comunicación, llevan a una redefinición de los canales simbólicos a través de los cuales debe ser vista la cultura y la identidad (Giménez, 2005), como un acto libre decisión de asumir, portar y practicar un comportamiento cultural.

La autora Arizpe, refiere también respecto al tema que, en un gran número de países la cultura y la identidad del mexicano se  reconoce por su originalidad y esa como voluntad colectiva de compartir una historia así como el deseo de comunicar e intercambiar diversidades en un proceso de intercambio o como denomina Canclini  proceso de hibridación. Interpretando la hibridación cultural como “una interpretación útil de las relaciones de significado que se han reconstruido a través de la mezcla

Este deseo de comunica e intercambiar ideas  de acuerdo a Giménez (2005), ha transitado a lo largo de la historia del hombre mediante  representaciones que tiene el hombre de su propia realidad a la cual le da sentido y pertenencia a un espacio es por ello que  “la cultura se interioriza en forma de representaciones sociales  que son a la vez esquemas de percepción  de la realidad, la cual otorga una atmosfera de comunicación intersubjetiva  y cantera de la identidad social., guía orientadora de la acción y fuente de la legitimación de la misma. En esto radica su eficacia propia y su importancia estratégica (Giménez, 2005:8)

Donde la identidad  y la cultura se construye y reconstruye en una serie de manifestaciones  como la hibridación que le permiten ser ese medio para darle sentido al significado de esa manifestación que se expresa y se comunica  y que le  permite reinterpretar las significaciones, como si tratase de un código que le da sentido de construcción y reconstrucción a su vida.

Esta reconstrucción se realiza a través de la comunicación, es por ello que en nuestros tiempos no se puede pensar ni entender la comunicación si no se parte de la cultura (Giménez, 2005),  ya que cada una de estas partes meramente comunican y expresan la cultura de la cual pertenecemos.

Siguiendo esta premisa, el  funcionamiento de las sociedades humanas en el contexto actual,  es posible gracias a la comunicación, donde la industria cultural es analizada por Canclini,  como matriz de desorganización y reorganización de una experiencia temporal mucho más compatible con las desterritorializaciones y re localizaciones que implican las migraciones sociales y las fragmentaciones culturales de la vida urbana que la que configuran la cultura de élite o la cultura popular, ambas ligadas a una temporalidad “moderna”; esto es, una experiencia hecha de sedimentaciones, acumulaciones e innovaciones.

Como refiere Canclini y Giménez  la  construcción de la cultura y la identidad en los contextos de la modernidad,  la comunicación se conforma como el medio simbólico a través del cual se designan los nuevos procesos de producción y circulación de la cultura, que corresponden no sólo a innovaciones tecnológicas sino a nuevas formas de la sensibilidad, a nuevos tipos de recepción, de disfrute y apropiación.

Es decir comportamiento cultural que es utilizado como medio simbólico a través de los medios para unir o dividir  creando barreras insalvables como refiere la autora Arizpe, cuando no se razona y se provoca una crisis en los valores identitarios característicos de la era de la globalización, rompen con la dialéctica en la relación cultura y comunicación en el contexto latinoamericano. La historia social y cultural, “concebida como tráfico de identidades” (Giménez, 1997), confunde a quienes participan en esta mezcla de culturas a través de estrategias comunicacionales que encuentran su fundamento en relaciones de poder político y económico que se configuran. Pero el mundo globalizado no es sólo este teatro de actuaciones, que de vez en cuando hacen sinergia; es también un espacio organizado por estructuras transnacionales de poder y comunicación, por industrias culturales y acuerdos económicos, jurídicos, todavía precarios, aunque cognoscibles y susceptibles de recibir intervenciones políticas en varios sentidos”

El autor Canclini refiere que no  puede haber políticas sólo nacionales en un tiempo donde las mayores inversiones en cultura y los flujos comunicacionales más influyentes, atraviesan fronteras, nos agrupan y conectan en forma globalizada, o al menos por regiones geoculturales o lingüísticas. Esta transnacionalización crece. En esta perspectiva, la función principal de la política cultural no es afirmar identidades o dar elementos a los miembros de una cultura para que la idealicen, sino para que sean capaces de aprovechar la heterogeneidad y la variedad de mensajes disponibles y convivir con los otros. (Giménez, 1997)

Giménez (2005)  explica como cultura y comunicación van de la mano desde su génesis que es la actividad, indicando que es imposible separar ambos términos en el desarrollo individual y por tanto en el desarrollo social que es un resultado de la interacción humana.  Establece que “La relación cultura comunicación resulta indisoluble, mediada por los eslabones intermedios que le dan cierta autonomía a cada componente de la totalidad del sistema”, lo que constituye  un “fenómeno social total” por el que no se transmite sólo un mensaje, sino también una cultura, una identidad y el tipo de relación social que enlaza a los  interlocutores.

Las formas y el contenido de la comunicación se determinan por las funciones sociales de las personas que entran en ella, por su posición en el sistema de las relaciones sociales y por su pertenencia a una u otra comunidad o grupo; se regulan por los factores relacionados con la producción, el intercambio y el consumo, así como por las tradiciones, normas morales, jurídicas e institucionales y servicios sociales, por lo que es indudable que comunicación y cultura han ido de la mano desde sus propios orígenes.

Esta relación   va más allá  del simple intercambio de mensajes sino que  adopta q “concepción  transaccional” que incorpora la relación con la cultura y la identidad como capítulos centrales de la teoría de la comunicación” (Giménez, 2011). El autor Giménez, desde su postura semiótica, establece la tesis en la que la comunicación se establece como factor determinante  en la construcción de la identidad social. En efecto, la identidad individual se encuentra conformada   por capas sucesivas de profundidad que vamos revelando parcial y progresivamente según el grado de intimidad que nos une con los otros. (Geertz.1992)

Desde la perspectiva de Giménez la comunicación, se desarrolla siempre dentro de un universo cultural compartido en mayor o menor medida por los participantes en el proceso comunicativo. Este universo cultural opera bajo la forma de pre-construidos culturales, de presupuestos dados por descontado, bajo de sistemas de códigos que determinan las pautas simbólicas e  comportamientos interactivos.

El autor concluye que la comunicación se realiza siempre a partir de las pertenencias socioculturales tanto del emisor como del receptor.

En términos generales, se afirma que la cultura proporciona a las personas un marco de referencia cognoscitivo general para una comprensión de su mundo y el funcionamiento en el mismo. Esto les permite interactuar con otras personas y hacer predicciones de expectativas y acontecimientos.

Sin embargo en estos contextos de la modernidad los canales de comunicación se configuran de acuerdo a las representaciones sociales que tienen sus interlocutores que en palabras de Giménez pueden provocar “ruido” no imputable al proceso de comunicación exclusivamente (Giménez, 1997)

La comunicación, la cultura y la identidad  es el resultado de la  interacción que sea tenido a lo largo de la vida, la cual se encuentra inserta en proceso de socialización. “La identidad sólo es posible dentro de una red de vidas interconectadas”  y se construye en permanente diálogo con los otros.

Es aquí donde la comunicación  y el consumo cultural estrechan sus lazos con la cultura hasta su asimilación plena. Es decir, lo cultural se entiende como una forma de sacar el máximo partido a las posibilidades interactivas de las relaciones construidas a través de la acción. Como bien afirma Canclini (1997): “La gestión mediática y mercantil del tiempo en los contextos de la modernización,  empobrece la experiencia del pasado y las fantasías sobre el futuro, subordinándolos al presente”. Presente cambiante, condicionado por los sectores de producción, que reproducen esquemas y modelos de vida a través de los medios como Internet, el celular, la agenda electrónica, (García, 1997), la posesión de estos recursos es mayor, por supuesto, en los niveles económicos altos y medios, pero también están familiarizados con los estratos económicos.

Estos equipamientos tecnológicos a través de los cuales se lleva a cabo la comunicación, se convierte en un recurso de acceso personalizado a la información y el entretenimiento, y un marcador de clase que cada uno lleva consigo a múltiples escenarios de la vida social, modernidad que los distinguen y  regulan su intercambio con el medio que lo rodea (Canclini,1997)

Esta situación desfavorece no sólo el crecimiento personal, sino provee al individuo de  una cultura ajena a los significados de su contexto por lo que tiene que reorientar su comportamiento que se manifiesta en las interacciones con el medio que lo rodea a través de un empobrecimiento de las perspectivas históricas respecto de su contexto.

Este fenómeno encuentra explicación no solo en las desafortunadas políticas culturales, sino también en la políticas nacionales de comunicación que han dado lugar a la desinformación y a una exclusión cultural porque los medios son expresiones de poder que imponen intereses extraños a nuestros contextos culturales,  y “obsesionadas por el avance (Giménez, 1997)

La aparición de un sistema comunicativo basado en la tecnología,  ha  convirtiendo para nuestra sociedad moderna en un insumo del contenido cultural que nutre nuestra  identidad, por ello  podemos entender a raíz del análisis de los conceptos que la comunicación no sólo implica la transmisión de mensajes o producción de significados dentro de un contexto sociocultural determinado, sino también una transacción de identidades.  

Es importante destacar en este apartado que la redefinición de la cultura es clave para la comprensión de su naturaleza comunicativa como refiere Giménez (1997) en su carácter de proceso productor y no reproductor de significados, un proceso donde los interlocutores no sólo realicen un proceso de decodificación, sino como productores de una realidad.

Al reflexionar en torno la construcción de la cultura en los contextos de la modernidad, se puede afirmar que la comunicación es la base de toda interacción social, y como tal, es el principio básico de la sociedad. Y es que la sociedad y la cultura deben su existencia a la comunicación.  (Giménez, 1997) Es en la interacción comunicativa entre las personas donde se manifiesta la cultura como principio organizador de la experiencia humana.

En la relación entre comunicación y cultura como elemento constructor de la identidad se requiere reconsiderar la importancia que la comunicación tiene en el proceso básico para la construcción de la vida en sociedad, designándolo como mecanismo activador del diálogo y la convivencia entre sujetos sociales.

Desde esta perspectiva, hablar de comunicación supone acercarse al mundo de las relaciones humanas y de los vínculos establecidos simbólicamente (Giménez, 1997)

La expansión de las trasnacionales de la comunicación limita el énfasis en las tradiciones locales y deja abierto el camino a la entrada de significados de otras sociedades que se encuentran siempre disponibles para el grupo. Esto trae otro problema y es el desigual acceso de los estratos sociales a los avances tecnológicos en las comunicaciones, la mayoría sin recursos que debe conformarse con lo disponible de manera gratuita,  a través de los medios supeditados por el Estado, devenido en  entretenimientos e informaciones superfluas que casi siempre nada tienen que ver con sus intereses de clases y contrastan con una minoría que accede a una comunicación sofisticada y otras ventajas que favorecen el modo de vida social.

La crisis obliga  de acuerdo a Canclini a que el Estado tenga una idea de cultura incompatible con las dinámicas de la comunicación colectiva en una sociedad de masas que requiere información fidedigna que le permita, ver la realidad y configurar un pensamiento no banal y superfluo, sino consciente y activo,  una cultura identificada con los intereses de su grupo (Giménez, 1997) que permita conocer y rescatar su cultural.

De forma conclusiva se argumenta que de acuerdo a los autores revisados, los contextos sociales y culturales,  cambian y como procesos que han evolucionado con la propia condición humana, donde existe una relación intrínseca como refiere Giménez entre  cultura e identidad, donde la  comunicación se convierte en el elemento simbólico por excelencia,  sujeta a una adaptación que exige la historia social y los contextos de la modernidad.

Bibliografía

Arizpe, Lourdes Cultura e Identidad. Mexicanos en la era Global. Revista de la Universidad de México. pp. 71-80

Boas, Franz. (1964). Cuestiones fundamentales de antropología cultural. 3° Edición New York: The Macmillan Co.

De la Garza Toledo  Enrique y Julio César Neffa (2010) Trabajo, identidad y acción colectiva. México: Ed Plaza y Valdés

Geertz, Clifford. (2003). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.

García Canclini (1997). Culturas híbridas: Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo.

Giménez, Gilberto. Materiales para una teoría de las identidades sociales. Frontera norte Vol. 9, Núm. 18, julio-diciembre 1997.

Giménez, Gilberto. (2005). Teoría y análisis de la Cultura. México: Colección interseccionales.

Giménez, Gilberto (2007). Estudios sobre la cultura y las identidades sociales.. México: Conaculculta Iteso.

[1] Palabras que se retoman de la ponencia “ Para una Concepción semiótica de la Cultura”, impartida por el autor Gilberto Giménez, Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM .

[2] Identidad de rol o pertenecía.

[3] En el capítulo de su obra “Culturas hibridas, poderes oblicuos” fenómeno que se hace patente en los escenarios de la modernidad, el autor García Canclini establece este proceso de hibridación que se presenta en los contextos de la modernidad y la tecnología en los medios.

[4]  La autora  Lourdes Arizpe en su artículo “Cultura e identidad Mexicanos en la era global”,  acota el termino  de elementos identitarios a un grupo de población mundial como son los mexicanos,  

 



[a]Profesora investigadora de tiempo completo -Escuela Superior de Actopan