Los condes del valle de Orizaba , su legado en la ciudad de Tulancingo

Resumen

Tulancingo es una de las poblaciones más antiguas de la zona del altiplano, está ubicada a 90 kilómetros al norte de la Ciudad de México, en este lugar, alrededor de 1530, franciscanos provenientes de Texcoco, fundaron la doctrina de San Juan Bautista Tollantzingo. Su cercanía con la capital, la fertilidad de sus tierras y su ubicación, desde la que se podía llegar hasta la costa o emprender la ruta del norte la convirtieron en un excelente lugar para residir. Los condes del Valle de Orizaba se relacionan con este lugar, a partir del matrimonio de don Luis de Vivero e Ircio de Mendoza, II conde del Valle de Orizaba con doña Graciana de Acuña y Jaso, vecina de Tulancingo y rica heredera del mayorazgo fundado por su padres Diego de Peredo y María de Acuña y Jaso. El matrimonio se estableció en esta población y en ella nacieron al menos cuatro de sus cinco hijos. Los condes fueron patronos de la capellanía fundada por Diego de Peredo, a favor del altar de San Diego, de la iglesia del convento de Tulancingo. Esta misma iglesia sirvió de base para la construcción de la actual catedral. El conjunto resguarda entre sus muros varias pinturas del siglo XVII, dos de las más notables exhiben una cartela de donación en la que se lee: “A devoción del ilustre señor don Nicolás Vivero y peredo [sic] conde del Valle de Orizaba (…)”. Las pinturas son relevantes tanto por la importancia del donante, que perteneció a una de las familias más prominentes de la Nueva España, como por ellas mismas pues se presume que son de la autoría de Juan Sánchez Salmerón, pintor contemporáneo de Cristóbal de Villalpando y que fue llamado para dictaminar sobre el origen del lienzo de la guadalupana.


Palabras clave: Tulancingo, catedral, legado, condes, pinturas

Abstract

Tulancingo is one of the oldest villages in the palteau, is located 90 kilometers north of Mexico City, in this place, around 1530, Franciscans from Texcoco, founded the doctrine of San Juan Bautista Tollantzingo. Its proximity to the capital, the fertility of their land and its location, from which one could reach the coast or take the northern route they became an excellent place to reside. The Counts del Valle de Orizaba relate to this place, from the marriage of Don Luis de Vivero and Ircio of Mendoza, II Count of Valle de Orizaba with Dona Graciana de Acuna and Jaso, a resident of Tulancingo and heiress of mayorazgo founded by his parents Diego Peredo and Maria de Acuna and Jaso. Marriage was established in this population and in it were born at least four of their five children. The counts were patrons of the chaplaincy founded by Diego de Peredo, for the altar of Saint Diego, the church of the convent of Tulancingo. This same church was the basis for the construction of the present cathedral. The set preserves within its walls several paintings seventeenth century, two of the most remarkable exhibit gusset donation which reads: "A devotion to the illustrious Don Nicolas Vivero and peredo [sic] Count of Valle de Orizaba (...) ". The paintings are important both because of the importance of the donor, which belonged to one of the most prominent families of New Spain, for themselves as they are presumed to be authored by Juan Sanchez Salmeron, contemporary painter Cristobal de Villalpando and it was called to rule on the origin of the canvas of the Virgin of Guadalupe.


Keywords: Tulancingo, cathedral, legacy, counts, paintings

Esta investigación está todavía en desarrollo debido a que aún no se han terminado de localizar  y analizar algunos documentos.  A su vez, es parte de la investigación iniciada en mi tesis de maestría sobre las reminiscencias franciscanas en la Catedral de la ciudad de Tulancingo[1].

La ciudad de Tulancingo cuenta con uno de los edificios más emblemáticos del estado de Hidalgo, la catedral dedicada a San Juan Bautista, sede de la Arquidiócesis  que en el 2014 conmemoró los 150 años de su fundación. Larga e interesante es la historia de este edificio cuyos orígenes se remontan al siglo XVI cuando los franciscanos fundaron el este lugar la Doctrina de San Juan Bautista Tollantzingo.

1. José Damián Ortiz de Castro. 1788. Parroquia, hoy Catedral de Tulancingo, Hgo. Fotografía Revista Horizontes, 1907, edición dedicada a Tulancingo.

Esta catedral  cuenta con un interesante acervo artístico compuesto principalmente por algunas esculturas y pinturas del periodo novohispano.  Entre las obras que resguarda este magnífico recinto se encuentran varias pinturas que datan del siglo XVII; dos de las más notables son las obras colocadas en el crucero de esta catedral, se trata de dos óleos de grandes dimensiones.  Las pinturas han sido atribuidas a Juan Sánchez Salmerón, se cuenta con muy pocos datos sobre ellas y no pueden apreciarse  plenamente debido a que se encuentran en lamentables condiciones y a que  están colocadas a gran altura.

En el crucero izquierdo está colocada la pintura que representa a la Sagrada Familia, y en crucero derecho la que representa a la familia de la Virgen María.  En ninguna de las dos pinturas se distingue la firma del autor.  Lo que sí puede apreciarse en ambas es una cartela de donación en la que lee lo siguiente: A Devoción del Muy Ilustre Señor Don Nicolás de vivero Peredo y velasco, conde del Valle de Orizava, Vizconde de San Miguel Encomendero de Tecamachalco de el Consejo de su Magestad que se colocó en la capilla de San Diego este año de 1689.

2. Cartela de Donación. Fotografía del Ing. Héctor Nava Nájera.

Las pinturas son por este hecho, importantes desde el punto de vista histórico por la relevancia del donante y por ellas mismas como obras de arte.  Los temas plasmados en las mismas fueron tratados por muchos artistas de la época entre los que destacaron de manera notable Cristóbal de Villalpando, Juan Correa, Antonio Rodríguez, José Juárez y Juan Sánchez Salmerón.

Solo su virtud le ofende, fuerza ajena ni le toca ni le prende

Lema del escudo de los Condes del Valle de Orizaba  

La donación de obras de arte por parte de los nobles fue muy frecuente a lo largo de la historia, así como la realización de diversas obras pías. Esto se hacía por diversos motivos,  en primer lugar, la devoción que se profesaba hacia algún santo en particular, que bien podía ser el santo patrono del lugar o el patrono del donante; por alguna promesa hecha o bien para expiar alguna culpa o pecado.  Además de lo anterior también podía deberse a una disposición testamentaria. En el caso que nos ocupa, la cartela menciona que fueron donadas para la capilla de San Diego, santo a favor del cual Diego de  Peredo Suárez fundó una capellanía, de la que posteriormente fueron patronos los condes del Valle de Orizaba.

3. Juan Sánchez Salmerón (atribuido) La Sagrada Familia. S. XVII. Óleo sobre tela. 345 x 256 cm. Catedral de San Juan Bautista, Tulancingo, Hgo. Fotografía del Ing.  Héctor Nava Nájera.

4. Juan Sánchez Salmerón (atribuido) La Familia de María. S. XVII. Óleo sobre tela. 345 x 256 cm. Catedral de San Juan Bautista, Tulancingo, Hgo. Fotografía de Héctor Nava N.

Los Condes del Valle de Orizaba

Los condes del Valle de Orizaba se relacionan con la ciudad de Tulancingo a partir del matrimonio de don Luis de Vivero e Ircio de Mendoza y Velasco con doña Graciana Suárez de Peredo y Acuña y Jaso, rica poseedora del mayorazgo fundado por sus padres don Diego Suárez de Peredo y doña María de Acuña y Jaso en 1608.

El título de Conde del Valle de Orizaba fue concedido por el rey Felipe IV, por real despacho firmado en Madrid el 29 de marzo de 1627 a Don Rodrigo de Vivero y Aberrucia (Aberruza), nombrado con anterioridad I vizconde de San Miguel.  La Corona pidió a Don Rodrigo que a cambio de concederle al título que solicitaba dejara la presidencia de la Audiencia de Panamá.  La Audiencia informó al rey sobre la renuncia de don Rodrigo el 17 de marzo de 1627.  El nombre del condado hace referencia al lugar en el que el matrimonio Vivero-Ircio estableció un ingenio azucarero, y que constituía una de sus fuentes de renta más importantes.  El título estaba exente del pago de derecho de media anata[2] por haber sido creado antes del establecimiento este real derecho[3].

El escudo de armas

Las primeras armas de los Vivero fueron: En oro tres peñas sumadas de otras tantas matas de sinople, sobre ondas de azur y plata. Posteriormente, los condes del Valle de Orizaba agregaron a estas las del mayorazgo de Suárez de Peredo. A partir del siglo XVIII, además de las armas de los Suárez de Peredo y de los Vivero, suelen aparecer las de Hurtado de Mendoza, patronímico de los condes. El lema que rodea este escudo dice lo siguiente: Solo su virtud le ofende, Fuerza ajena ni le toca ni le prende

5. Escudo de los condes del Valle de Orizaba.

Primer Conde del Valle de Orizaba

De acuerdo a la investigación realizada por José Ignacio Conde y Díaz-Rubín y Javier Sanchis Ruiz, Don Rodrigo de Vivero y Aberrucia Lasso de la Vega y Velasco (Rodrigo de Vivero el mozo). Nació en La Nueva España, probablemente en Tecamachalco, ca 1564.  A los once años se trasladó a España con su padre e ingresó a la Corte como menino[4] de la reina Doña Ana de Austria, esposa de Felipe II.  Este fue el inicio de una próspera carrera al servicio de la corona española. Don Rodrigo sirvió en las galeras de España de 1578 a 1580 junto al marqués de Santa Cruz que las comandaba,  fue enviado a Portugal en 1580 bajo el mando del duque de Alba.  Regresó a la Nueva España, tras realizar los trámites para su embarque el 28 de mayo de 1580.  Poco después participó en la guerra contra los chichimecas que se habían rebelado contra el gobierno al lado de su tío Don Luis de Velasco, II virrey de la Nueva España. En 1587 se trasladó a Acapulco con 20 hombres armados a su costa para impedir el desembarco de los ingleses comandados por Cavendish quienes habían capturado la nao Santa Ana proveniente de Filipinas. El 11 de agosto de 1588 presentó una información de méritos ante la Real Audiencia de México.  Fue nombrado castellano y gobernador de San Juan de Ulúa el 14 de julio de 1595, dos años más tarde, su nombre fue incluido en una lista de cuatro candidatos para encabezar el gobierno de la Habana.  El 13 de junio de 1597 recibió el nombramiento de alcalde mayor de las minas de Taxco, puesto que conservó hasta el día de su muerte. El 3 de mayo de 1599, se le otorgó el cargo de capitán general y gobernador de la Nueva Vizcaya. Durante su gobierno volvieron a rebelarse los indios acajees en la serranía de Topia y San Andrés, don Rodrigo combatió personalmente la rebelión por más de un año, logrando pacificar más de 60 pueblos que quedaron bajo el dominio de la corona. En 1607 su nombre aparece como alcalde mayor de Michoacán.  En 1608 el virrey don Luis de Velasco lo nombró gobernador y capitán general interino de las Filipinas.  Durante su gobierno aplicó algunas medidas en contra de los holandeses que se habían apoderado de la isla de Maquén. Al año siguiente entregó el gobierno a su sucesor don Juan Silva, durante el viaje de regreso el galeón San Francisco en el que viajaba y los barcos que lo escoltaban el San Antonio y el Santa Ana fueron sorprendidos por una tormenta, el galeón fue desviado hacia la costa de Japón en donde naufragó. Don Rodrigo de Vivero siguiendo el ejemplo de los holandeses que negociaban con el emperador de Japón, se entrevistó con el señor de Japón, Hidegata Tokugawa (Minamoto Hidetada) por quien fue muy bien recibido.  Regresó a la Nueva España el 1 de agosto de 1610 en el San Buenaventura.  Gracias a las relaciones que entabló, el virrey marqués de Salinas de Río Pisuerga envió al año siguiente a Sebastián Vizcaíno como embajador de su majestad Felipe III ante el emperador de Japón.  Don Rodrigo permaneció un tiempo en su ingenio de Orizaba y partió una vez más a España, durante su estancia fue nombrado  gobernador y capitán general de la provincia de Tierra firme y Presidente de la Real Audiencia de Panamá (5 de septiembre de 1620). Permaneció en Panamá por ocho años, el 14 de febrero de 1627 el rey le concedió el título de vizconde de San Miguel para él y sus descendientes y el 29 de marzo de 1628 el de conde del Valle de Orizaba. Al volver a la Nueva España el virrey Rodrigo Pacheco Osorio de Toledo, III marqués de Cerralbo le colmó de favores.  El 18 de septiembre de 1629 le autorizó llevar silla, cojín y alfombra a la iglesia.  En 1632 fue nombrado general al mando de las fuerzas destinadas a combatir la amenaza que representaban los holandeses en la costa de Veracruz al pretender tomar San Juan de Ulúa.  Fue nombrado por el virrey general de al mando de las fuerzas para defender Veracruz en 1632.  El 24 de enero de 1636 fue nombrado por el mismo virrey a nombre del rey, maestre del campo general y  teniente de capitán general de las costas del Mar del Norte[5] (Cref. Conde y Díaz Rubín y Sanchiz Ruiz, 2012: 26-30). 

Larga y exitosa fue la carrera de don Rodrigo Vivero y Aberrucia, sin embargo, no estuvo exenta de problemas.  El 9 de marzo de 1614, poco después de su regreso de Japón, don Rodrigo otorgó a su consuegro don Diego de Peredo, escritura de venta del valle de Tecamaluca, de los comederos de Santa Ana, Durán y Camacho y de un sitio que tenía junto al pueblo de Naranjal en la jurisdicción de Orizaba, equivalente a diez estancias de ganado menor y dos caballerías de tierra.  Como heredero de su madre fue III encomendero del pueblo de Tecamachalco, en la provincia de Tepeaca y por prórroga del rey Felipe III, se le amplió la encomienda a dos vidas. Falleció en Tecamachalco el 8 de diciembre de 1636 y fue enterrado en el convento franciscano de este lugar. Don Rodrigo de Vivero contrajo matrimonio en 1591 con doña Leonor de Luna e Ircio, nacida en el ciudad de México y que aportó una dote de 30 mil pesos de oro al matrimonio. (Crf. Conde y Díaz Rubín y Sanchiz Ruiz, 2012: 28-30).

Don Rodrigo y doña Leonor fueron padres de Luis de Vivero e Ircio de Mendoza, II conde del Valle de Orizaba quien nació en Cholula, ca. 1594, IV encomendero de Tecamachalco, caballero de la orden de Santiago en 1615; II vizconde de San Miguel.  Fue patrono de la capellanía fundada por don Diego Suárez de Peredo.  Fue corregidor de Cholula y como su padre tuvo encargos de justicia y gobierno en Michoacán y Taxco.  De 1620 a 1627 durante una de las ausencias de su padre estuvo a cargo del mayorazgo de los Vivero.  En Tulancingo el 21 de noviembre de 1630, ante don Diego Cano Moctezuma, caballero de la orden de Santiago y alcalde mayor, y ante Gerónimo Alemán de Figueroa escribano público, informó haberse casado con Graciana de Jasso y Acuña (Peredo Suárez- Acuña y Jasso), y los hijos habidos con ella, con el fin de hacer división y partición de los bienes del mayorazgo y nombró curador ad litem de sus hijos a Antonio de Mendoza, vecino de Tulancingo. Poco antes de morir su padre, don Luis fue nombrado alcalde mayor de Orizaba y Veracruz, falleció en 1643 y fue enterrado en el convento de Tulancingo. Don Luis se casó por primera vez con doña Graciana Suárez de Peredo (Peredo Suárez); el 23 de febrero de 1913 se firmaron las capitulaciones matrimoniales en Orizaba[6] cuando ella tenía trece años, la boda se celebró en Tulancingo el 19 de marzo de 1616[7].  Doña Graciana  aportó al matrimonio una dote de 100 mil pesos; fue a partir de 1617  primera poseedora del mayorazgo de Suárez de Peredo, instituido por sus padres a favor de ella con imposición del apellido de Peredo y sus armas según se estipuló en las capitulaciones matrimoniales. El II conde del Valle de Orizaba se firmó desde entonces, Luis de Vivero y Peredo.  Las propiedades rurales vinculadas al mayorazgo tenían una extensión de superficial de 741 kilómetros cuadrados en pastos y tierras de pan para llevar. Doris Ladd señala que las tierras del conde se expandían de Veracruz hacia Puebla y Tlaxcala al noroeste; llegaban hasta  estancias ganaderas localizadas más allá de las minas de Pachuca, poseía extensos plantaciones magueyeras alrededor de la capital, en la ciudad de México la magnífica casa ubicada en la calle de San Francisco, continuaban en el valle de Tulancingo en sus haciendas pulqueras y terminaban en el actual estado de Morelos formando un medio círculo que comienza y remata con las plantaciones de caña de azúcar. De entre todas sus extensas posesiones doña Graciana y don Luis de Vivero y Peredo eligieron vivir en Tulancingo en una casa que estaba ubicada en la calle de 21 de marzo (calle del Eco) entre las calles de Hidalgo (calle Acuario) y Primero de Mayo, junto a la misma existió la llamada plazuela del conde, los cinco hijos del matrimonio nacieron en esta ciudad, don Luis se decía vecino de Tulancingo, doña Graciana Suárez de Peredo Acuña y Jasso, II condesa del Valle de Orizaba falleció en esta ciudad ca. de 1622.   Don Luis de Vivero se casó en segundas nupcias con Doña Catalina Pellicer Aberrucia.  De su primer matrimonio don Luis tuvo cinco hijos: Doña María de San Diego, Don Nicolás de Vivero y Suárez de Peredo, III conde del Valle de Orizaba, Doña  Leonor de Vivero Mendoza, Rodrigo y Luisa (idem: 51).  En el archivo parroquial de esta ciudad se han localizado las partidas de bautizo de doña María de Vivero, noviembre de 1616; don Nicolás de Vivero, 24 de junio de 1618; doña Leonor, 17 de noviembre de 1620 y de Rodrigo de Vivero y Peredo en septiembre de 1621. La partida de Luisa no se ha localizado todavía, aunque puede asumirse que nació y se bautizó en 1622, año en el que falleció doña Graciana de Peredo y Suárez.

6. Panorámica de la ciudad de Tulancingo. ca. 1920. Marcado en rojo el sitio donde se ubicaba la Plazuela del conde. Fotografía del archivo del Señor Ignacio Villegas Macedo. .

Nicolás de Vivero y Suárez de Peredo (Nicolás Diego de Vivero Peredo y Velasco) III Conde del Valle de Orizaba, nació el 24 de junio de 1618 en Tulancingo, III vizconde de San Miguel, V Encomendero de Tecamachalco y del Consejo de su Majestad.  Don Nicolás se casó por poder con doña Juana Urrutia de Vergara y Bastilla Bonilla el 15 de septiembre de 1646, revalidándolo en la ciudad de México el 29 de septiembre del mismo año.  El matrimonio no tuvo descendencia. El conde murió el 10 de marzo de 1686 en la ciudad de México; su muerte ocasionó la disputa por la posesión del condado del Valle de Orizaba y el mayorazgo de Vivero y por otra parte la posesión del mayorazgo de los Suárez de Peredo. El condado del Valle de Orizaba y el mayorazgo de los Vivero fue continuado por la línea de los Serrano. La Compañía de Jesús reclamó el mayorazgo de los Suárez de Peredo (Peredo Suárez) a lo que se opuso el sobrino del conde Nicolás Diego de Vivero, hijo natural de doña María de San Diego, obtuvo resolución a su favor el 20 de abril de 1690.

Por la posesión del condado del Valle de Orizaba, don Luis Serrano y Vivero siguió pleito ante la Real Audiencia con la condesa viuda del Valle de Orizaba, doña Juana Urrutia de Vergara, la cual durante cuatro años se negó a entregar escrituras, testimonios y propiedades vinculadas al condado, alegando sus derechos prioritarios por haberse utilizado su dote de más de 300 mil pesos en los menesteres del ingenio, en el mantenimiento y compostura de la casa de azulejos y en otros menesteres.  Don Luis Serrano obtuvo sentencia a su favor y entró en posesión del mayorazgo de Vivero;  asumió el título y los bienes vinculados en 1690, compartiendo con la viuda del tercer Conde  el papel de cobranza en el Valle de Orizaba.

La sucesión

Don Luis de Serrano y Vivero IV conde del Valle de Orizaba era alcalde ordinario de la Nueva Veracruz en 1669; entre 1686 y 1695 entabló litigio por la posesión del condado del Valle de Orizaba y el mayorazgo de los Vivero.  En 1689, los naturales de Orizaba lo demandaron por las tierras.  De acuerdo con Aguirre Beltrán el mayorazgo estaba constituido por el ingenio de Nogales (Oztotipac), con tierras anexas que ocupaban todo el Valle de Orizaba, de Acultzingo y Maltrata; en lo alto a la barranca de Metlac y el Fortín de Villegas.  Este mayorazgo contaba además con tierras de estancias para ganado menor y tierras agrícolas situadas en el valle Puebla-Tlaxcala. Estas tierras que no eran consideradas valiosas durante el siglo XVI, se volvieron valiosas al estar ubicadas en el corredor comercial México-Veracruz.  El IV conde murió sin testar en Orizaba fue enterrado en el Hospital de San Juan de Dios el 5 de junio de 1695.

Don José Serrano y de Vivero, V conde del Valle de Orizaba, fue capitán de milicias de una compañía destinada a Filipinas en 1676.  Por cédula real se le concedió el cargo de justicia mayor de Tulancingo el 30 de mayo de 1679.  Al morir su hermano, Luis de Serrano y Vivero, aparece en documentos como conde del Valle de Orizaba. Heredó las deudas de su hermano que se incrementaron con las propias, tuvo que solicitar un préstamo al Santo Oficio para poder subsistir.  En 1696 fue despojado del título, falleció ca. De 1704 sin testar y fue sepultado en el Hospital de San Juan de Dios de Orizaba.

Don Nicolás Diego de Velasco y Vivero [Nicolás Diego Suárez de Peredo  Velasco y Altamirano, Nicolás de Velasco Peredo y Vivero]  nació en el ingenio San Juan Bautista ubicado en la jurisdicción de Orizaba.  Fue hijo natural de Doña María de San Diego (hija de don Luis de Vivero y doña Graciana de Peredo Suárez) y de Don Nicolás de Velasco y Altamirano, por ser hijo ilegítimo fue bautizado como hijo de la iglesia el 25 de junio de 1634.

Mayorazgo Peredo Suárez

Guillermo S. Fernández de Recas (1965) en Mayorazgos de la Nueva España, relata la fundación del mayorazgo Peredo Suárez a partir de la escritura que redactan  Doña María de Acuña y Jasso, hija legítima de Don Pedro de Acuña y de Doña Gracia de Jasso, hija a su vez de don Juan Jasso y doña Isabel Payo Patiño, hija de don Lorenzo Payo, uno de los primeros conquistadores de esta Nueva España y Diego de Peredo  Suárez, su marido, vecino de la ciudad de México, hijo legítimo de Juan Suárez de Peredo y de doña Ana de Naxara Pangua, su padre  fue hijo de Diego López de Peredo, natural de la villa de Santillana en los reinos de Castilla, de la misma casa Peredo y Calderón y de la casa de la Barca, y de doña Constanza Suárez, hija legítima y la mayor de Juan Suárez de Ávila, de la casa del conde de Nieva y doña Leonor Pacheco de la casa de don Diego López Pacheco Marquez de Villena. La escritura de la fundación del mayorazgo fue firmada el 22 de julio de 1610[8]. En el documento se asienta el inventario de los bienes, entre los  que destaca la siguiente descripción: las casas principales de nuestra morada, con los altos y bajos y todo lo a ella anexo y perteneciente, y la Plazeta que es la misma casa (Recas, 1965: 142).  La información no ha permitido hasta el momento ubicar este inmueble, aunque algunos investigadores señalan que se trata de la mismísima casa de la calle de San Francisco que posteriormente se conoció como la casa de los azulejos.  La descripción de los bienes del mayorazgo es extensísima, incluye tierras de labor, estancias de ganado y ganado, en regiones cercanas a Tulancingo como Tepeapulco,  Apam, Cuyamaloya, Zacatlán y también cercanas a la ciudad de México como Tacubaya y Villa de Tezontepec, y aledañas a Huauchinango en el actual estado de Puebla. Incluye a su vez los esclavos que debían servir en la casa. Don Diego estipuló como Tercera condición en la escritura, que la persona o personas que después de ellos se beneficiaran de este mayorazgo debían asumir después de los nombres de Diego o María los apellidos de Peredo Acuña y Jaso.  Como Cuarta condición se estableció que debían usar las armas y blasones de Diego Peredo Suárez y María de Acuña y Jaso, menciona también la descripción del escudo. Este documento fue firmado en San Francisco, cerca del pueblo de Huasca en la jurisdicción de Tulancingo, el 22 de julio de 1610, firmó como testigo Fray Alonso de San Francisco, franciscano, guardián del convento de Tepeapulco y el padre Fray Agustín de Terrufino de la orden agustina, Joseph de Guevara y Bernabé de Castañedo.  En 1617 se alude como primeros beneficiarios de este mayorazgo a sus nietos hijos de doña Graciana de Acuña y de su marido don Luis de Vivero.

7. Escudo y lema de los condes del Valle de Orizaba. Escalera de la Casa de los azulejos. Ciudad de México. Fotografía de María Esther Pacheco Medina

Lo anterior sirve para contextualizar y establecer la importancia del donante y permite suponer que pudo sin ninguna duda ser poseedor de los cuadros que nos ocupan. También ratifica su relación con la ciudad de Tulancingo; sin embargo dado que la fecha de donación es el año de 1689 y el III Conde del Valle de Orizaba falleció en 1686, pude deducirse que las obras fueron donadas por su viuda, la III condesa del Valle de Orizaba doña Juana  Urrutia de Vergara, antes de que se viera obligada a ceder los derechos y propiedades del condado.  Doña Juana era originaria de la ciudad de México donde debió contar con numerosas amistades, esto y el carácter fuerte que se le atribuye le permitieron manejar con habilidad las extensas propiedades de los dos mayorazgos.  Doña Juana fue nombrada  albacea de los bienes de su marido en el testamento que este firmó el 22 de febrero de 1686, junto con ella fueron designados otros 6 albaceas, miembros del clero regular y secular, así como un mariscal y corregidor de la ciudad de México.  Esto demuestra la relevancia de la cuantiosa herencia y explica los litigios que por la posesión de la herencia se entablaron, todo esto derivado de la falta de un heredero directo.  Doña Juana aportó al matrimonio las haciendas de San Antonio y San Nicolás en la jurisdicción de Tepeaca. La condesa murió en la ciudad de México en su casa de la calle de San Francisco el 22 de abril de 1701 y fue enterrada en el templo de nuestra señora de Guadalupe, doce años después de la fecha de donación de las pinturas.

La cartela  que ostentan las pinturas hace mención de que las obras fueron donadas para la capilla de San Diego, sin embargo no se conoce la existencia de una capilla como tal, pero si de un altar dedicado a San Diego y de dos capellanías de la que fueron patronos los condes del Valle de Orizaba, para su cuidado y la celebración de su fiesta[9]. La capellanía 10 no está fechada, pudo ser la instituida originalmente por Diego Peredo Suárez, la capellanía 11 fue fundada por el VI conde del Valle de Orizaba. Entre las pinturas que resguarda este inmueble también se ha localizado una que representa a San Diego de Alcalá, lo que ratifica la devoción a este santo en esta iglesia.

8. Catedral de Tulancingo, nave y altares laterales. Fotografía del archivo del Señor Ignacio Villegas. ca. 1950.  

En esta fotografía  pueden verse parcialmente cuatro de los altares laterales, sin embargo no sabemos cuál de estos pudo ser el que estaba dedicado a San Diego, actualmente no se conserva ninguno de ellos[10]. La disposición y el tamaño de los mismos hace difícil imaginar que las dos pinturas estuvieran colocadas solamente en uno de ellos.  Una visita reciente a la catedral de Campeche, que posee características similares a la catedral de Tulancingo y en la que se conserva una capilla lateral,  permite suponer que también en Tulancingo pudo haber existido una capilla lateral en el costado norte de la nave, pues todavía puede apreciarse en este muro una puerta tapiada, sin embargo hasta el momento es solo una hipótesis.

Las Pinturas

En el atrio de la catedral de Tulancingo estaba ubicada una añeja capilla del siglo XVI, la capilla de la Tercera Orden, el inmueble fue demolido en la década de los 60.  Antes de su destrucción Justino Fernández y un grupo de especialistas hicieron el levantamiento de todo el conjunto y realizaron un inventario de las obras, en este se menciona a las  pinturas del crucero[11]como de autor anónimo.  El INAH por su parte elaboró una escueta ficha técnica de las obras y también las cataloga como anónimas. Únicamente una ficha técnica elaborada por la Comisión de Monumentos Históricos menciona que las obras son de la autoría de Juan Sánchez Salmerón. Hasta el momento no puede asegurarse dónde estaba ubicada la capilla o el altar de San Diego.  Las pinturas estuvieron colocadas durante un breve tiempo en la capilla de San José, ubicada también en el atrio de la catedral, sin embargo, esta capilla data del siglo XIX.  Se presume que se retiraron de este sitio debido a que quedaban demasiado expuestas, dado el tamaño de la capilla y la poca altura de la misma.

Las pinturas en sí mismas constituyen un legado invaluable, pues a pesar de encontrarse muy deterioradas, presentando suciedad y desgarres, todavía puede apreciarse la destreza de la mano que las realizó.  Destaca de manera notable la dulzura de los rostros, en particular el de la virgen.  Los temas plasmados fueron muy populares en el siglo XVII en todos los virreinatos del Nuevo Mundo, prueba de ello, es el hecho de que un par de pinturas similares se encuentran en el Altar de la Linda, de la Catedral de Cuzco, Perú. El análisis de las mismas y del autor a las que se atribuyen son objeto de otra investigación.

Consideraciones finales

Hasta el momento podemos afirmar que ha quedado plenamente comprobada la relación de los condes del Valle de Orizaba con la ciudad de Tulancingo, y con el antiguo convento franciscano, a través de las capellanías de las que fueron patronos en la iglesia del convento y de las partidas de bautizo de cuatro de los cinco hijos del II conde del Valle de Orizaba. Se ha localizado el testamento del III conde del Valle de Orizaba, don Nicolás de Vivero y Peredo y el de su hermana, doña Leonor Vivero.  Lamentablemente el testamento del conde no ha podido consultarse debido a que se encuentra muy deteriorado; en el de su hermana Leonor se mencionan cinco pinturas, sin que se describan los temas o el autor de las mismas. Falta aún por localizar algún documento en el que se compruebe la autoría de las obras y la donación de las mismas. La finalidad de este trabajo es  dar a conocer la importancia de estas obras a partir de sus donantes y de esta manera propiciar su pronta restauración.

Fuentes consultadas

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Títulos y Dignidades Nobiliarias en la Nueva España y México.



[1]  María Esther Pacheco Medina. 2013. La trascendencia de la fe: Reminiscencias franciscanas en la Catedral de San Juan Bautista, Tulancingo, Hgo. Tesis de maestría.Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

[2]El impuesto de la Media anata o annata gravaba los nombramientos para empleos retribuidos o mercedes que se hacían. Se pagaba este impuesto una sola vez al entrar en posesión del Título.

[3] Crf. José Ignacio Conde y Díaz-Rubín y Javier Sánchiz Ruiz. Conde del Valle de OrizabaHistoria Genealógica de los títulos y dignidades nobiliarias en Nueva España y México, pp. 25

[4]Pequeño paje que servía a la reina

[5]Crf. José Ignacio Conde y Díaz-Rubín y Javier Sánchiz Ruiz. Conde del Valle de OrizabaHistoria Genealógica de los títulos y dignidades nobiliarias en Nueva España y México, pp. 30.

[6] Gonzalo Aguirre Beltrán, La hacienda más gruesa de azúcares, Orizaba: nobles criollos, negros esclavos e indios del repartimiento, p. 50.

[7]En la investigación de Conde y Díaz Rubín y Sanchiz Ruiz se menciona que el matrimonio se celebró el 19 de marzo de 1613 y que se leyeron las capitulaciones el día 2, en la ciudad de México ante Antonio Gómez.  Este documento todavía no se ha localizado.

[8] El 17 de julio de 1617 se hizo una modificación designando  en primer lugar como herederos a los hijos de doña Graciana y don Luis de Vivero Peredo.

[9][m.i.: Capellanía 10]

De los señores condes del Valle quienes como patronos del altar de San Diego, pagan doce pesos por la misa que al Santo se le canta el día doce de noviembre, no hay instrumento especial por donde conste.

[m.i.: Capellanía 11]

De don Nicolás Diego de Velasco quien dejo doscientos pesos en la Hacienda de Xaltepec, para que de los diez pesos de su rédito se diga día de San Diego, una misa rezada, por la cual da dos pesos y los ocho pesos que restan, para que le arda la lámpara al Santo en su día y los días de fiesta que alcanzare, para la escritura en el archivo, otorgada en Tulancingo a nueve de noviembre de mil seiscientos y noventa y un años, ante don Sebastián Alarcón y Espinoza [f. 132r] alcalde mayor.

[10] Entre 1956 y 1962, Don Adalberto Almeida Merino, décimo obispo de la diócesis de Tulancingo, con motivo de la celebración del centenario de la erección de la diócesis remozó por completo el interior de la catedral retirando todos los altares laterales y el enlucido de la cantera del altar.

[11] Las cursivas son nuestras

[a] Profesora investigadora del Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. mester_pacheco@uaeh.edu.mx /mestherpacheco@gmail.com