Origen del teatro en México: Las representaciones teatrales de la orden franciscana en Nueva España, siglo XVI

Resumen

El origen del teatro en México se remonta a la naciente época virreinal, especialmente en las primeras décadas del siglo XVI, después de la conquista de México-Tenochtitlán por los españoles. A partir de 1524, con la llegada de la orden franciscana, y durante los siguientes 30 años, los frailes ensayaron diversas metodologías para comunicar el evangelio y la doctrina a los indios. Entre los métodos más eficaces estuvo el teatro, porque a partir del entretenimiento de la representación teatral, se presentaron a los indios los principales misterios de la religión católica.


Palabras clave: evangelización; indios; teatro; actores; siglo XVI.

Abstract

The origin of theater in Mexico dates back to the early viceregal era, especially in the early decades of the 16th century, after the conquest of Mexico-Tenochtitlan by the Spanish. From 1524, with the arrival of the Franciscan order, and for the next 30 years, the Franciscans tried different methodologies to communicate the gospel and doctrine to the Indians. Among the most effective methods was the theater, because from the entertainment of the play, the friars presented the Indians with the main dramas of the Catholic religion.


Keywords: Evangelism; Indians; Theater; Actors; century XVI.

 

 

La primera orden mendicante en establecerse en el virreinato de la Nueva España (México) fue la franciscana en 1524. Al llegar a su nuevo campo misional, los frailes menores pusieron en práctica diversas metodologías para aplicarlas a los indios con la finalidad de que aprendieran la doctrina cristiana. En este ensayo se recupera la función primaria del teatro en México, como método didáctico con fines de evangelización. Es pertinente acotar que la utilización del teatro con fines de conversión religiosa fue una estrategia exclusiva de los franciscanos, como medio para el entretenimiento, conocimiento de la doctrina cristiana y la representación de personajes bíblicos.

Las raíces del teatro franciscano en México deben buscarse en la tradición franciscana medieval, una tradición que continúa desarrollándose más allá del siglo XVI y en la cual se insertaba un tipo de teatro religioso de carácter popular y didáctico que se vinculaba a las festividades más destacadas del calendario católico.1

Presenciar una actuación utilizando discursos, mímica, gestos, escenografía, vestuario, música, sonido y espectáculo con fines religiosos, era el objetivo teatral de los franciscanos. Esto es, la enseñanza visual y entretenida de la moral cristiana, misma que tenía que ser transmitida a los indígenas para su conversión religiosa.

Fernando Horcasitas (2004) explica que los franciscanos, al estudiar la cultura náhuatl, se percatan de la existencia de una rica tradición dramática prehispánica, y a partir de ella, se propusieron adaptar el teatro hispano a los intereses espirituales de la orden franciscana. Los cronistas novohispanos del siglo de la conquista, también documentaron abundantes ejemplos de fiestas y representaciones prehispánicas, de danzas, cantos y música dedicados a sus deidades:

“Porque se vea la habilidad de estas gentes diré aquí lo que hicieron y representaron luego adelante en el día de San Juan Bautista, que fue el lunes siguiente, y fueron cuatro autos, que sólo para sacarlos en prosa, que no es menos devota la historia que en metro, fue bien menester todo el viernes, en sólo dos días que fueron sábado y domingo, lo deprendieron, y representaron harto devotamente.”2

Las representaciones teatrales más abundantes tuvieron un auge extraordinario en las dos principales zonas misionales de los franciscanos: México y Tlaxcala. Destacan las representaciones realizadas en Tlaxcala, según Horcasitas, fueron once las obras puestas en escena escritas en latín y en náhuatl. Tomando como base la información del citado, tenemos que la primera representación teatral ocurrió entre los años de 1532-1535 con la puesta en escena de la obra Diálogos entre la Virgen María y San Gabriel. Posteriormente en 1536, los franciscanos prepararon El ofrecimiento de los Reyes. Tres años después, en 1538, las representaciones teatrales aumentaron significativamente, dada la gran cantidad de obras escenificadas (siete) en la ciudad de Tlaxcala. Las obras fueron las siguientes:

De las obras arriba señaladas, destaca La Caída de Nuestros Primeros Padres, dedicada para celebrar el día de la Encarnación, misma que impactó a toda la feligresía indígena. Los indios lloraron con gran sentimiento cuando Adán fue expulsado del paraíso:

Y por aquesto todos nosotros enfermamos, y morimos, y tenemos trabajos, y otras muchas fatigas, que son todos los males que padecemos: los cuales no tuviéramos si nuestros primeros padres no pecaran, ni traspasaran aquel mandamiento de Dios, cuyo sancto nombre sea santificado. Amén.”3

En La Anunciación de Nuestra Señora, el mensaje educativo destinado a la feligresía indígena consiste en colocar a la Virgen María como madre del Dios trino, a la cual se le debe rendir tributo:

Que cuando nuestro Dios determinó de venir a ser hacer hombre y a encarnar en el sagrado vientre de su dulce madre, envió un ángel muy hermoso y gracioso de allá del cielo por nombre Sant Gabriel el que vino a anunciar a la madre preciosa de Nuestro Dios por mandato de nuestro gran rey y señor en qué manera quería tomar carne humana el Hijo de Dios en su sagrado vientre y hacerse hombre.”4

En La pasión de Nuestro señor Jesucristo, el objetivo de los frailes es mostrar a Cristo como hijo de Dios que vino a la tierra para morir por los pecados cometidos por los hombres. El sufrimiento, que propiamente es la pasión dolorosa de Cristo, es una prueba de la gran bondad que Dios otorga gratuitamente a los hombres. Por esta razón, el catecumenado indígena debe quedar sujeto a Cristo y a su Iglesia:

“Y por esto quiso de Dios morir en la cruz, por amor de nosotros los pecadores: porque nosotros no hubiésemos de morir allá en los infiernos. Dio a sí mismo y derramó su sanctisíma y preciosa sangre, pagando por el pecado de nuestro primer padre y por todos nuestros pecados y maldades. Porque por su preciosa muerte fuimos redimidos de manos del dominio y del infierno, y por aquesto quiso morir el nuestro gran rey y señor Jesu Christo.”5

Para 1539, último año de la cronología propuesta por Horcasitas para el teatro novohispano, los franciscanos en Tlaxcala, prepararon las últimas cuatro representaciones; La tentación del Señor, El sacrificio de Isaac, La predicación a las aves y San Jerónimo en el desierto. Es importante destacar la obra La Conquista de Jerusalén, considerada como el primer auto sacramental americano, dedicada especialmente para la fiesta de Corpus Christi, bajo la dirección de fray Antonio Ciudad Rodrigo. Horcasitas sugiere que los prepara­tivos fueron tan espectaculares que conmovieron a toda la ciudad de Tlaxcala, la cual se convirtió en un gran escenario donde el catecumenado indígena participó con entusiasmo. El auto sacramental concluyó con el bautizo multitudinario de cientos de indios.6

Los indígenas y especialmente los catecúmenos fueron integrados por los franciscanos a las representaciones teatrales principalmente como actores. Desempeñaron diversos papeles; soldados de Cristo contra los moros, representaron a los grandes profetas como Jeremías y personajes del evangelio como José, María y los apóstoles. La integración del catecumenado indígena al teatro, por medio del entrenamiento, contribuyó positivamente a la integración de la sociedad indígena a la cultura cristiana y como nuevos discípulos inducidos a la fe católica, acataron el nuevo estatus quo que sus colonizadores les imponían. De esta forma, teatro, personajes y vestuarios, música, danza y escenarios se entrelazaron como los recursos utilizados por los frailes para consolidar la colonización religiosa (evangelización) y por ende socio-política de los indios de la Nueva España.

Los escenarios

Al utilizar el término teatro nos referimos a espacios abiertos, a sitios grandes y de fácil acceso para las representaciones religioso-dramáticas. En ese sentido, el teatro promovido por los franciscanos necesitó de escenarios y de espacios adecuados, tanto para los actores como para los espectadores. Los misioneros tuvieron que afrontar condiciones nuevas, una de las cuales consistió en representar obras ante cientos de espectadores. Para resolver el problema, los frailes tomaron soluciones prácticas, improvisando escenarios que provenían de las culturas locales, para adaptarlas a su teatro evangelizador. Horcasitas (2004) basándose en los escasos dibujos que aparecen en los códices coloniales, en las descripciones de las crónicas y en las primeras construcciones, propuso los siguientes escenarios:

Por ejemplo, los atrios y las capillas abiertas, además de las funciones religiosas, se utilizaron para el teatro evangelizador. Como se trataba de espacios abiertos pero sacros, sirvieron para acomodar al público que asistía a la representación. Otro elemento complementario al escenario, fueron los adornos como las flores, la pintura mural, las decoraciones en piedra y madera, los lienzos y escenas del evangelio pintadas en pequeñas tablas, así como los telones para ilustrar el infierno.

Escenas como la elevación al cielo de la mujer indígena que representaba a la Virgen María, requirieron de trabajo adicional. Para ello, se colocó una rústica grúa montada, sobre un polín de madera, y los que la manipulaban, ocultos debajo de un tablado, iban subiendo al personaje lentamente hasta otra altura, que tenían hecha por cielo, por encima de la cabeza de los asistentes. Todo este espectáculo iba acompañado de música y cantos, lo que le daba una gran solemnidad y causaba fuerte impacto en la multitud indígena que lo presenciaba.

El vestuario

Acerca del vestuario, se dispone de escasa información, y la que hay, proviene de la pintura mural de los conventos y de los códices. Desgraciadamente no se anota con precisión la vestimenta de los personajes que participaban en las representaciones, pero se puede afirmar, que ninguno de los actores indios salía al escenario con vestimenta prehispánica. En las representaciones teatrales, los frailes impusieron la vestimenta hispana; pantalón, camisa y capas para los hombres, blusas, faldas, mantos y rebozos para las mujeres.

Los personajes bíblicos y sus representaciones

Los personajes bíblicos puestos en escena fueron Dios Padre y Cristo, representados desde lo simbólico (la cruz atrial), hasta la figura humana y como hombre clavado a la cruz. Destaca la imagen de Cristo como juez de vivos y muertos. Tal vez, la más imponente escultura en piedra de Cristo, como juez vengador, sea la posa tercera de San Andrés Calpán en Puebla, en la que levanta las manos para enseñar las llagas, y de su cabeza parece emerger la rama florida y una espada. A los lados se encuentran la Virgen, San Juan Bautista y dos ángeles, mientras que en la parte inferior surgen de sus tumbas seis resucitados.

Otro personaje fue San Miguel, representado como un joven apuesto y fuerte, de cabellera larga y a lado, con una báscula en la mano izquierda, y una espada en la derecha para combatir al demonio. Por ejemplo, en varios de los exconventos franciscanos de la región de Tlaxcala como Tizatlán, Calpán, San Juan de los Llanos y Tochimilco, a San Miguel se le representó con una trompeta, llamando al juicio final.

El diablo, personaje especial para los franciscanos, fue representado con rasgos animales, con cuernos, orejas deformadas, miembros en forma de animal y con garras en las manos y los pies. En El sacrificio de Isaac, se le representa como un ángel, y En la educación de los hijos, el diablo entra disfrazado de hombre. En La tentación de Cristo, el diablo fue presentado con cuernos y con largas y afiladas uñas.

En La educación de los hijos, las ánimas fueron representadas por niños indígenas disfrazados, cubiertos por capas blancas.

La muerte fue representada por un esqueleto que carga una hoz sobre el hombro izquierdo y de la cintura le cuelga un hacha.

La representación franciscana de San Juan Bautista, consistió en un hombre, entre joven y maduro, barbado, de pelo desarreglado y suelto, vestido con una túnica y manto.

El profeta Zacarías fue presentado como un hombre viejo, barbado, coronado y con una tiara de dos puntos. Llevaba manto y túnica. Así apareció en Tlaxcala en La Anunciación de la Natividad de San Juan.

A San José, el esposo de la Virgen, se le presentó como un viejo, a veces calvo, de barba y bigote blancos, con una vara florida en la mano derecha y ataviado de un manto lujoso.

En La Visitación de Santa Isabel, se representó con una anciana, vestida de túnica, con la cabeza envuelta en un paño blanco.

A los Reyes Magos, se les representó con hombres que corresponden a tres tipos de raza. Por ejemplo, en la iconografía conventual, aparecen ataviados con elegantes ropajes, de coronas y con objetos de oro en las manos, los cuales están depositados a los pies del niño Dios.

La primera representación de Santiago Apóstol la conocieron los tlaxcaltecas en el campo de batalla, cuando Cortés –al grito de Santiago– dirigía su caballería contra las huestes de Xicotencatl.

A San Jerónimo, se le representó como un viejo ermitaño de barba blanca y larga, con una piedra en la mano derecha, rodeado de un paisaje agreste de peñas y rocas.

San Francisco de Asís fue presentado con un sayal negro y roto, exhibiendo los cinco estigmas, de pie, entre rocas y bosques. En otras representaciones, lo vemos llevando un crucifijo en la mano derecha, o platicando con las aves.

El fraile franciscano fue representado con una túnica gris o azul, sencilla, pobre y rústica, ceñido con el cordón de San Francisco. En la pintura mural de algunos conventos como Atlihuetzía y en el códice de Huamantla, los miembros de los frailes (manos y planta de los pies) fueron pintados más grandes de lo normal, lo que denotaba gran bondad y santidad de obras. En Huamantla, hacia la mitad del siglo XVI, el franciscano Pedro Meléndez fue pintado de esta forma.7

La música

El papel de la música, la danza y el canto (coros y cantores) fueron notables en todas las representaciones teatrales. Entre los instrumentos musicales, estuvieron presentes la flauta, la chirimía, el orlo, la dulzaina, la jabeba, el sacabuche, el pífano, el clarín, la corneta, la trompeta, el bajón, la vihuela de arco, el rabel, el arpa, el tambor y los cascabeles.

La reacción de los naturales

El códice de Cholula, Huamantla y otros, corroboran la información proveniente de las crónicas franciscanas (Motolinía y Mendieta) en lo relativo a la actitud positiva que tuvieron los asistentes al teatro. La aceptación en el catecumenado indígena fue favorable. Al respecto, Horcasitas argumenta que en cada acto, se contaba con un número inmenso de espectadores provenientes de varios lugares, y que con agrado presenciaban las representaciones. El teatro fortaleció la obra evangelizadora por medio de las representaciones basadas en el Viejo y Nuevo Testamento, por lo que se pudieron inculcar enseñanzas morales y conocimientos cristianos fundamentales. Además, se despertó el gusto por las fiestas religiosas y la música, como elementos de cohesión e integración social en torno a lo religioso:

“…los indígenas que habían sobrevivido el cataclismo de la conquista, la obra evangelizadora en general y el teatro en especial, presentaba novedades [...] además de escaparse de los encomenderos, de las autoridades civiles y del clero, el indígena se refugiaba en una vida ritual intensa la cual incluía las representaciones dramáticas”.8

El teatro ocupó los espacios religioso-culturales colapsados por la conquista y la brutal colonización hispana. Actualmente en varias regiones de Tlaxcala y de Puebla, las representaciones teatrales tienen una importancia capital en la organización religiosa y en el ciclo de vida de las comunidades. Nutini trabajó estas regiones en 1970 y encontró la supervivencia de representaciones religiosas novohispanas en la Malinche, San Bernardino Contla y la región de Zacapoaxtla-Cuetzalan y Teziutlán.9

Todos los personajes que participaron en las representaciones (incluyendo el papel de la Virgen) fueron indígenas recién conversos. Las obras fueron escritas por los franciscanos, así como la dirección escénica y la designación de las representaciones. Los elegidos para representar algún personaje, lo hacían bien y con devoción. ¿Por qué los franciscanos utilizaron el teatro como método de evangelización? Para la formación de una sociedad cristiana separada de toda práctica religiosa pagana. Para contar con una instrucción religiosa adicional por medio de la vista y de la escenificación, así como de la música. En este sentido todos los franciscanos, incluyendo a Zumárraga, estaban de acuerdo con la tesis de que los naturales aprendían más viendo y escuchando, que por otros medios. Fueron varios los objetivos del teatro evangelizador: 

El teatro evangelizador se preocupó por la enseñanza moral como medio para integrar al recién converso a una incipiente vida cristiana. Por ejemplo, en La educación de los hijos se condenó la creencia en los sueños y la falta de piedad y sentimientos religiosos, en El juicio final se censuró la fornicación, en El sacrificio de Isaac se prohibieron los sacrificios humanos, en El mercader se prohibió el robo, la mentira, la usura y la codicia, en La predicación a las aves se condenó la destrucción de propiedad ajena, el robo, la borrachera y la hechicería. Finalmente, en Las ánimas se condenaron, uno por uno, todos los pecados señalados por los diez mandamientos.

El teatro difundió los valores de la religión católica como la generosidad, la oración, la justicia, la penitencia, la fe, la humildad, la castidad, el ayuno y el temor al infierno y al juicio final. También fue el medio para que el catecumenado indio aprendiera los complejos misterios del catolicismo como el dios trino o el purgatorio. Promovió la cultura de la piedad religiosa para auxiliar a los pobres, a la Iglesia y a sus ministros. Difundió la asistencia a las ceremonias religiosas, los rezos, el amor, el respeto y la obediencia a los padres.

Conclusión

La enseñanza religiosa del teatro puede resumirse en lo siguiente; entretenimiento para educar al recién converso, para el desarrollo de una vida moral austera y penitente. El teatro y los personajes le mostraron al indio un mundo estructurado, comprensivo, unido, ordenado y coherente de vida cristiana, cuya historia había comenzado con la Creación, seguido con la Redención y terminaría con un juicio final severo, pero justo. En las representaciones teatrales se subraya el papel preponderante de la Iglesia y de los frailes, como el único medio para la salvación.

Bibliografía

Aracil Varón, María Bustamante Beatriz, El teatro evangelizador: sociedad, cultura e ideología en la Nueva España, siglo XVI. Bulzoni, México, 1999.

Valadés, Diego, Retórica cristiana, FCE, México, 2003.

Horcasitas, Fernando, El teatro náhuatl. Épocas novohispana y moderna, UNAM, México, 2000.

Motolinía, Toribio, Historia de los indios de Nueva España, Porrúa, México, 2010.

Nutini, Hugo, Los pueblos de habla náhuatl de la región Tlaxcala-Puebla, CNCA, México, 1990.

Sabido, Miguel, Teatro sagrado, Los coloquios de México, Siglo XXI, México, 2014.

Viveros, Germán, Manifestaciones teatrales en Nueva España, UNAM, México, 2005.

Referencias bibliográficas

1Horcasitas, op., cit., pp. 33-34.

2Motolinía, pp. 91-92.

3Valadés, op. cit., folio 37r.

4Valadés, op. cit., folio 52v.

5Valadés, op. cit., folio 63r.

6Horcasitas, op. cit., p. 197.

7Codice Huamantla, figura 7.

8Horcasitas, op., cit., p.194.

9Nutini, op. cit., p. 92


[a] Maestro en Enseñanza Superior. Es Profesor Investigador del Instituto de Artes de la UAEH, integrante del Grupo de Investigación con Registro Interno Universitario Patrimonio Cultural de México.