Crisol de Masculinidades. Una revisión visual de la masculinidad homosexual en la Ciudad de México

Resumen

El presente texto es un análisis sobre la exposición Crisol de Masculinidades curada por Alfredo Matus y presentada en la Galería José María Velasco; empleando la contextualización histórico-social como herramienta metodológica para el estudio de la obra que conforma la muestra.


Palabras clave: Masculinidad, legitimo, simbólico, estereotipo, colectivos gay.

Abstract

This paper discuss about the show Crisol de Masculinidades cured by Alfredo Matus and showed on Jose Maria Velasco Gallery, using the historical and social context around it how methodology of study of artwork showed.


Keywords: Masculinity, legitimate, symbolic, stereotype, gay groups.

Introducción

La exposición Crisol de Masculinidades inaugurada el 20 de mayo de 2017  en la Galería José María Velasco del INBA se circunscribe en el marco del Día Internacional contra la Homofobia (17 de mayo), Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo (21 de mayo),  el Festival Internacional por la Diversidad Sexual (FIDS) realizado por la comunidad LGBT/ Museo Universitario del Chopo, y el proyecto de Enlace a Comunidades Especificas del programa curatorial de la galería;  la exposición fue curada por Alfredo Matus también director del espacio donde se presentó la muestra.

“Crisol de Masculinidades” parte de la interpretación sobre la forma en que los estereotipos definen conductas, y como esas conductas determinan la relación entra las personas (Matus, 2017); La muestra también explora la importancia simbólica y de legitimación de los estereotipos y fetiches en los grupos gay más representativos en la Ciudad de México: Vaqueros, Osos, Leathers, Chacales y Transmasculinos, los cuales son revisados por aproximadamente quince autores, entre los que sobre salen: Armando Cristeto, Nahúm B. Zenil, Alfredo Matus y Fernando Guevara; quienes por medio de ensayos visuales o material de archivo realizan un análisis de  los grupos mencionados, explorando parte de la diversidad gay de la ciudad. En la muestra dichos grupos son estudiados a partir de representaciones que comprenden cuatro disciplinas principalmente: pintura, fotografía, gráfica e ilustración. Si bien podría ser un lugar común apuntar que la masculinidad no es un comportamiento ubicuo,  puedo asegurar, es un punto de partida plausible  para entender el planteamiento curatorial de Matus,  que busca mostrar un repertorio de performatividades en torno a la masculinidad homosexual de la Ciudad de México, transgrediendo los estereotipos marcados por el machismo donde el varón homosexual es afeminado, producto de un entendimiento binario del  género. En reacción Crisol de Masculinidades busca estudiar la masculinidad   como un sector amplio y variado, que es difícil de definir por ontología propia, pues el concepto de lo masculino pertenece a una construcción arbitraria, histórica, social y simbólica entorno al cuerpo que no puede ser entendida como una entidad estática ni ubicua, por lo que no existe una masculinidad, ni una masculinidad homosexual como definición universal, sino un conjunto de masculinidades que son producto del ejercicio cotidiano de diversos grupos heterosexuales, homosexuales, transgénero, etcétera que ejercen día con día sobre sus cuerpos  relaciones sociales, simbólicas y culturales que podríamos entender como masculinas (Matus, 2017). La muestra explora sectores masculinos poco visibilizados como los hombres transgenero, o los comportamientos marcadamente varoniles de grupos como los vaqueros o bien para explorar a los Osos y Chacales como entes productores de fantasías sexuales fuertemente arraigadas en el imaginario erótico colectivo, pero también como producto de la importación del imaginario gay de países anglosajones o como resultantes de un proceso cultural habido de la modernidad fallida y el crecimiento de la urbe, respectivamente.

Un Camino a la Legitimación.

El significado de la palabra “crisol” en su acepción antropológica refiere al lugar donde se produce la integración de diversas etnias y culturas, como un sitio físico o no, en este caso  es un espacio de encuentro de aquello que se sabe fuera de la convención pero a su vez es producto  de un proceso histórico-social que ha producido nuevas convenciones; en ese sentido el nombre de la exposición es evidente en cuanto a su intención de hacer confluir comportamientos diversos, sin embargo se debe resaltar la importancia de analizar las comunidades gay estudiadas en la muestra, pues como bien apunta Matus “lo legitimo” y “lo simbólico” juegan un papel importante para entender y perfilar identidades periféricas, y como la asimilación y adopción de   dichos comportamientos lleva a la creación de estereotipos o etiquetas, que a su vez generan un  fetiche: imagen exacerbada y exaltada de un fenómeno.  Personalmente debo expresar que los estereotipos pueden ser útiles para generar empatía  y acercar a individuos  poco adentrados en el tema de las identidades periféricas (o cualquier otro), así como crear símbolos que refieran y refuercen la identidad, pero realmente peligrosos si son entendidos como certezas concretas o caricaturas, útiles para discriminar, sin entender los matices que le rodean. Los estereotipos son parte de un proceso de legitimación y codificación, tal y como Matus apunta en la muestra, generando la necesidad de profundizar en dos conceptos: “lo simbólico” y “lo legitimo”, términos que resultan trascendentales para deconstruir los estereotipos y entender les como símbolos de una comunidad derivados de un proceso social de mayor complejidad.

Lo simbólico, según Matus  (Crisol de Masculinidades, 2017) (…) es la  dimensión donde las significaciones y sentidos van configurándose y adquieren representación, a través de símbolos y códigos, los cuales resultan a su vez, los referentes de los cuales, los sujetos perfilan sus prácticas y relaciones en sociedad.   Debemos entender esta definición como la búsqueda de crear un espacio donde las experiencias y prácticas sexuales, muchas de ellas clandestinas y marginales, no son pensadas como una violentación a los códigos sociales establecidos sino como una opción a la norma y un cuestionamiento a las estructuras hegemónicas dadas como inmutables y naturales, para crear nuevos sentidos que son adheridos a nuevos significados y estructuras que al ser socializadas, asimiladas y adoptados por los individuos no son más un tabú, sino objeto de identidad para los grupos que son acogidos bajo estas simbologías; sin embargo este proceso es producto de una lucha activa y constate por lograr extender los límites de lo normado, en los que la investigación y movimientos sociales, como el feminismo y la filosofía han realizado grandes aportes sin los cuales no hubiese sido posible deconstruir los géneros. Recordemos los disturbios de Stonewell  que dieron pie a los movimientos de liberación gay a finales de la década de los sesentas, estas luchas y movimientos cuyo objetivo fue la reivindicación de la homosexualidad y la denuncia contra los abusos de los que eran objeto las personas gay, es parte  de un proceso de legitimación, que tuvo su reflejo en México en el año de 1978 con la primera suerte de marcha gay,  pero antes de analizar dicho proceso, esclareceremos lo que Matus (Crisol de Masculinidades, 2017) llama como legítimo. “Lo legitimo” es aquello que es válido  y aceptable en una cultura, contexto, época, región etcétera, pero  que no es eterno ni inmutable, sino que se encuentra en un constante cambio, supeditado a los códigos sociales,  por lo que la legitimidad es más un fenómeno puntualizado e imposible de ser universal. Lo legítimo es aquello que una sociedad acepta, normaliza y asimila dentro de sus códigos.

El objetivo de realizar un breve análisis (puesto que el tema es realmente basto como para dedicar le un estudio completo) sobre la lucha por los derechos LGBT en México y como estas acciones dieron origen a la legitimación de la homosexualidad, busca entender la inscripción de dicho proceso como parte de un proceso social.

Si bien en los Estados Unidos los movimientos por los derechos de la comunidad gay se iniciaron a finales de la década de los sesentas, a raíz de los disturbios provocados en el bar Stonewall Inn ( 28 de junio de 1969) y   rápidamente se adjuntaron a otros movimientos de reivindicación de diversas minorías, como el black power y diversos feminismos;en nuestro país tuvieron un transcurso   diferente, que surgió casi diez años después,   obligando al activismo gay a permanecer entre muros de departamentos y casas de intelectuales en los que solo se discutían textos y los avances del país del norte. Los primeros antecedentes de una irrupción de la comunidad gay sucedieron en 1971 cuando la tienda departamental Sears despidió a un grupo de empleados por su condición homosexual; por  lo  que se propuso boicotear a la tienda y organizar protestas públicas, pero al pensar en los problemas políticos y de represión aún bastante presente de 1968 no consideraron que esto fuera posible. Hasta que en 1978, casi diez años después de Stonewell tres organizaciones de activistas gay decidieron salir a la calle de la mano de un contingente de izquierda que marchaba en conmemoración de la Revolución Cubana y el décimo aniversario del 68, esta suerte de primera marcha estuvo conformada por apenas unas treinta personas, que lograron llamar la atención de la prensa, quienes señalaron que los miembros del contingente gay marcharon vestidos de mujer, maquillados y con pelucas; se referían al Frente Homosexual de Acción Revolucionaria; que también fue acompañado de El Grupo Lambda de Liberación Homosexual y OIKABETH (Movimiento Lésbico Feminista en México) (Osorno, 2014, págs. 43-45).

El FHAR  durante sus primeros meses se manifestó frente a la delegación Cuauhtémoc además de enviar cartas al regente de la ciudad Carlos Hank Gonzales1, para denunciar los abusos de los que las personas gay,   eran sujetos, también realizaron inspecciones oculares de los arrestos y llevaron un registro de las modalidades de violencia contra los homosexuales, meses después la FHAR edito el periódico “Nuestro Cuerpo”, también de temática gay, paralelo a ello, en la década de los ochenta   las marchas apoyaron la lucha contra el Sida, se crearon organizaciones no gubernamentales que ofrecieron ayuda médica e información sobre la enfermedad, en 1982 comenzaron las Jornadas de Cultura Homosexual, que desde 2011 se le conoce como Festival Internacional de la Diversidad Sexual2, evento pionero en ofrecer una variedad de eventos y actividades como talleres, exposiciones, pláticas y muestras de cine con el fin de impactar en la sociedad y ayudar a la inclusión de la comunidad gay en un sector más amplio, siendo acogido por la UNAM/Museo Universitario del Chopo desde 1987, así como la apertura de bares en la zona rosa de la Ciudad de México, dentro de los cuales destaca “El nueve”, frecuentado por intelectuales y celebridades de la talla de Oliver Debroise, Pedro Meyer, Armando Cristeto, María Felix, Irna Serrano, Carlos Monsivais entre otros; así como el matrimonio igualitario aceptado por la asamblea legislativa de la Ciudad de México en 2010 y en 2016 por la Suprema Corte de Justicia de la Nación; marcaron   la inclusión de las personas homosexuales en la capital.

Ahora bien lo anteriormente narrado es un esfuerzo por crear un contexto sobre la lucha que se ha llevado a cabo desde el  activismo para reclamar los derechos de la comunidad LGBT en la Ciudad de México y que ha tenido reflejo en varias partes del país, pero es importante entender dicha lucha como un proceso de legitimación en el cual las convenciones sociales y los discursos medico biológicos entorno al género tuvieron que ceder, a una concepción fuertemente influida por el feminismo y las teorías queer, que   no piensan a los individuos bajo un binomio sexuado en masculino-femenino, sino que les permiten  experimentar con actitudes periféricas como el travestismo o la transexualidad . Pero la   discusión en torno a “lo legítimo”  se haya al entender  le como aquello que se encuentra dentro de la norma. La norma es alejarnos de toda aquella diferencia que se considere como peligrosa, aquello diferente de lo social y que lo pone en duda, por lo tanto lo debemos de combatir y excluirlo, para alejarlo de todo aquello que consideramos normal; es aquí cuando los códigos deben ser aceptados como naturales y necesarios.  La norma es la pauta para “lo legítimo”, pero al entender que la sociedad es un ente en constante cambio,  “lo legitimo” extiende sus fronteras hacia la periferia  y para ello solo hace falta introducir un nuevo lenguaje que cambie el funcionamiento de la maquinaria social, que terminará produciendo nuevas normas y códigos a los cuales los individuos se adscribirán.

¿Es la homosexualidad una entidad legitimada en la sociedad mexicana? ¿Cuáles son las normas a las que se encuentran adscritos los individuos gay? ¿Cómo influye la normalización de la homosexualidad (la homonorma) al comportamiento de este grupo en grandes urbes como la Ciudad de México? La respuesta a estas preguntas no es sencilla, ya que el tema no está exento de polémica, respuestas parciales y contradictorias, donde la realidad jurídica o académica no siempre se encuentran a la par de los comportamiento sociales; si bien la homosexualidad es un comportamiento aceptado, también se encuentra envuelto en problemas derivados del conservadurismo, o problemas propios, que son un reflejo del contexto nacional como: el clasismo, racismo, la idealización de la sexualidad y el coito y el ensimismamiento provocado por las redes sociales y las apps de ligue que han generado  nuevas conductas que han diversificado el comportamiento y las relaciones entre individuos, sin importar su orientación o género.

Crisol Es…

El universo homosexual es un vasto repertorio de comportamientos y grupos cada uno de ellos conformado por códigos, valores, aspiraciones, estéticas corporales y prácticas particulares que lejos  de dividir a la comunidad gay aportan una diversidad enriquecedora para un sector de la población que ha sido sinónimo de lo marginal, a la vez que ha podido reivindicar su identidad partiendo de aquello  que marcó su ruptura con la norma. Crisol de masculinidades es una exposición que muestra un repertorio de comportamientos y masculinidades homosexuales en la Ciudad de México, que si bien no muestra todos los posibles grupos existentes, si es capaz de enmarcar aquellos colectivos que han logrado definir o influir en la identidad homosexual de la capital con protagonismo, haciendo énfasis en la pluralidad de comportamientos que generan un  contexto diverso, ayudando a generar un amplio panorama sobre los individuos gays.

La muestra se estructura a partir de los siguientes ejes: Osos y leathers, identidades que encuentran su legitimación desde el exterior, siendo un producto de importación; Vaqueros y Chacales como producto de la hibridación cultural y la modernidad fallida en México, y en medio de ellos los Transmasculinos, que son estudiados por   la mirada de un miembro del colectivo. La muestra se vale de   representaciones figurativas,   la ilustración y archivo; como en los casos del colectivo “La madriguera” y el Bar Nicho. Ahora bien  es importante hacer una revisión cada uno de los grupos estudiados en la muestra y las aproximaciones artísticas por medio de las cuales fueron representados.3

Osos

La imagen popular del oso es la de un hombre macizo, maduro de vello abundante, rudo y cuyo olor corporal forma parte de su atractivo físico,  aunado a  la búsqueda de sexo sin vinculación afectuosa se contrapone a la visión del teddy u oso de peluche, que agrega   atributos   afables como la ternura y la bonhomía. El oso es un producto de importación que llegó con la globalización y que reproduce la imagen de varones gay de tés blanca, descendencia europea, de clase media que afirma,  al igual que el leather, su legitimidad en las sociedades conformadas y validadas en países anglosajones. Existen hombres cuyas características físicas no se ajustan a las tradicionalmente relacionadas con la figura del oso sin que esto sea impedimento de inscribirse en dicha categoría, pues su complexión física no es la de un hombre macizo sino la de un individuo con sobre peso; lo que ha generado  otras clasificaciones como: chubby, cub o cachorro, oso polar; todas ellas empleadas para diferenciar sutiles cambios como la proporción del vello, la complexión, características raciales y étnicas, edad, etcétera. La figura del oso es sin duda una de las más mercantilizadas y difundidas.

Leather

El termino anglosajón leather hace referencia a la piel curtida o cuero  y forma parte de prácticas sexuales relacionadas al sadomasoquismo, fetichismo y clandestinidad, generando una relación jerárquica y dominante constituida por dos actores: amo y  esclavo, que se desenvuelven en una relación sexual ritualizada y al tiempo violenta, en la que el dolor físico no es una agresión sino sinónimo de placer, por lo que el imaginario leather está lleno de figuras autoritarias como: policías y militares, o  bien un ajustado traje de cuero negro y  prácticas como el fisting4, los azotes y el bondage.5

El universo Oso en Crisol de Masculinidades se encuentra representado por el trabajo pictórico  de Fernando Guevara. La obra de Guevara se caracteriza por incluir la temática ursina como campo de investigación visual y estético. Los Osos de Guevara son hombres jóvenes de complexión robusta con abundante vello corporal, calvos o de pelo muy recortado y aspecto delicado y afable, con guiños a lo infantil como en “Chico multifacetico” (2012) donde se apropia de la estética de los retratos de caritas propios de la fotografía vernácula. “Las caritas” muestran los gestos faciales de un bebe regordete con recargado y pretendido sentido de ternura y capricho, Guevara juega con el rostro infantilizado de un individuo cercano al Teddy, pero introduce un elemento que enuncia  el juego como pronunciación sexual, donde lo tierno adquiere cierta rudeza que evoca al universo leather, al mostrar los glúteos del sujeto retratado en una pose propia de las apps de ligue y presta a la penetración. Así mismo la obra de Guevara se vale de la representación y el virtuosismo técnico para evocar sensaciones eróticas, como en “El Novio” (2014) retrato de gran formato en el que contemplamos la imagen de un individuo hermoso cuyos ojos verdes contrastan con la pálida tez de su rostro y el rojo de su traje, “El novio” es un sujeto con la mirada perdida que apunta al tocado de enormes rosas, que rondan en su cabeza y a la nada, presto para la contemplación del espectador ¿está obra podría transmitir mayor sensación de belleza masculina? La obra de Guevara no crea discursos pretendidamente críticos de lo oso o lo gay, sino imaginarios que se valen de la contemplación como vehículo para generar una experiencia estética, evocadora de  belleza y estimulación sexual,  este trabajo es erótico no porque exhiba el contacto físico de dos cuerpos  sino porque apela al imaginario simbólico de las formas que aceptamos como bellas y deseables sexualmente, y eso basta para conectar con el espectador.

Vaqueros y Chacales  Identidades Posmodernas

Osos y  leathers son un producto de importación, resultado de la apertura neoliberal del país; al ser identidades legitimadas y reproductoras de un ideal de belleza eurocentrico han hallado una rápida y amplia asimilación dentro de la comunidad en México,  encontrado en  las grandes urbes  las condiciones para dar visibilidad y espacios de esparcimiento, encuentro, contacto y socialización a estos comportamientos, de los cuales cabe destacar el bar Nichos sitio dedicado a la cultura ursina en la ciudad. Por lo que es lógico suponer su posterior exportación a la provincia, y justamente durante el proceso de asimilación y adopción de estos comportamientos, es cuando se abre el camino para la hibridación cultural que da origen a nuevos comportamientos, simbologías y significados de lo entendido como gay.

Vaqueros y Chacales son identidades  producto de la  posmodernidad que replantea y desquebraja, lo asumido y creado como mexicano, y por lo tanto su concepto de masculinidad. A mediados del siglo XX se creó una identidad mexicana que idealizaba el campo como un paraíso perdido ante la modernidad, la industrialización y el crecimiento de las zonas urbanas, hallando en el cine, principalmente el cine de la época de oro, el medio ideal para su representación, producto de esta filmografía tenemos al charro; ese hombre fuerte y formado por el trabajo rudo en el campo, vestido con pantalones entallados y sombrero de ala ancha. Ser charro era sinónimo de alcurnia y prosapia, en oposición a los peones, hombres de origen principalmente indígena, pobres e incultos que obedecían con lealtad y ciega fe a su patrón, ambos conviven en un mundo idílico recargado de romanticismo viril donde la hombría se mostraba siendo un macho, atrabancado, bebedor y mujeriego, pero también un patriarca sabio;  pensemos en “Dos tipos de cuidado” (1953)  o “Los tres García” (1946) películas protagonizadas por Pedro Infante, en las que  representó a un individuo parrandero y mujeriego, que se reivindica o  destruye por el amor de una mujer. El cine de la época de oro creó un imaginario colectivo que organizo los roles de género en México, derogando a  la mujer a un papel sumiso, contemplativo y sedentario, como el de la madre abnegada; o en oposición al de la puta, una mujer fatal, caliente y deseosa de sexo, sabida como objeto de deseo. Por otra parte el crecimiento de las ciudades y la industrialización provoco  en los años cincuenta una migración de la provincia hacia las ciudades, principalmente la Ciudad de México, en búsqueda de mayores oportunidades de vida y desarrollo, creando a los márgenes de la urbe comunidades humildes  constituidas por sujetos de origen indígena, sobra decir  que muchos de los inmigrantes no encontraron el milagro mexicano, y tuvieron que enfrentarse a la pobreza causada por la falta de empleo, el racismo, el clasismo, los choques culturales, el desconocimiento de la lengua española, entre otros problemas, pese a ser individuos asiduos al trabajo solo encontraron un nuevo contexto para la pobreza generando el concepto  de “barrio”, que encuentra en la unión vecinal un punto de inflexión e identidad para poder salir airoso de los retos y vicisitudes de la vida urbana reflejado en filmes melodramáticos como “Nosotros los Pobres” (1947) también con Pedro Infante, o   “Los olvidados” (1950) de Luis Buñuel. Vaqueros y Chacales tienen un origen en común, la modernidad fallida del siglo XX mexicano y los imaginarios simbólicos en torno a la masculinidad, que  entiende lo masculino en relación a la idealización del mundo agropecuario y aquellas influencias adscritas por el desencanto del choque de este mundo y la ciudad.

Los Vaqueros son hombres definidos por su físico forjado por el trabajo y la intemperie, de carácter audaz, brusco, decidido y altanero, que usa ropa ajustada, pantalón de mezclilla, aditamentos de cuero, botas, cinturón de hebilla, monta a caballo y usa sombrero de ala lateral levantada. El vaquero es un hibrido cultural, resultado de la unión del charro con el cowboy, que llego a México de la mano de Hollywood y de la migración a E.U.A, introduciendo elementos a su vestimenta, que si bien tienen un origen artesanal, ahora son producidos en serie. Los Vaqueros buscan preservar el estilo de vida del campo, por medio de la música banda (sinaloense y norteña principalmente), la equitación y las carnes asadas; pero esto resulta una actitud puramente performatica en la Ciudad de México donde los miembros de la comunidad se desempeñan en diversos oficios y profesiones, los vaqueros citadinos son vaqueros de tiempo parcial. La homofobia y la autohomofobia encuentran un espacio de liberación en las urbes donde la moral no sigue lineamientos estrictos y conservadores, aun arraigados en la provincia y que obligan a varios sujetos de esa comunidad a llevar una doble vida. Por su parte los Chacales no son producto de una hibridación cultural sino resultado de un proyecto de modernidad fallido, como ya se había apuntado la inmigración indígena a las ciudades trajo consigo a nuevos grupos sociales, de los cuales emerge la figura del chacal, término que en su origen cuenta con un significado peyorativo que refiere a sujetos gay de tez morena, pelo hirsuto y obscuro con escaso o nulo vello corporal, que al ser asumidos, más por clasismo que por certeza, de origen indígena son calificados como pobres e incultos,  es una oposición al ideal   griego del adonis. El imaginario del chacal es sinónimo de la perpetuación de una sociedad estamentaría,    reproducida desde el México virreinal. En el imaginario sexual el ser Chacal, no solo es una clasificación social sino también una forma de vida, de experimentar el deseo, la sexualidad, ser chacal es sinónimo de ser un macho carbón.

Con la llegada del internet y los grupos de cyber encuentro en plataformas como Messenger y Yahoo   surgió un movimiento underground en la ciudad. “La madriguera” fue un colectivo   determinante en la conformación y reivindicación de lo chacal. Es importante resaltar la participación de Eduardo Pérez en Crisol de Masculinidades, pues  Pérez no es artista visual sino uno de los activistas y líderes de “La Madriguera”; el material presentado por Pérez va más allá de cualquier  intención  plástica o estética,  sin embargo es su carácter documental el que adhiere un fuerte contenido simbólico a las imágenes presentadas por Pérez, que constan de fotografías de archivo y carteles que anuncian eventos y actividades del colectivo, en los que dan cuenta de las reuniones sociales y culturales, mismas que encontraron en la Galería José María Velasco un espacio para su  desarrollo. La madriguera tuvo como líderes a Eduardo Pérez y al historiador Alonso Hernández, organizador de los martes de taller; evento  que nació en 1987 para brindar una oferta cultural a  la comunidad gay en el entonces bar El Taller, actualmente “los martes del taller” son realizados en la librería Voces en Tinta. Eduardo Pérez es oriundo de Ciudad Nezahualcóyotl, ingeniero de profesión y de decencia oaxaqueña. “La madriguera”  creo una identidad   autodefinida por la reivindicación del cuerpo mestizo,  que se asume como contestaría a los cánones de belleza occidentales que les marginaban, creando una identidad homosexual mexicana, pero lo chacal es más que solo una apariencia física o un origen vinculado al campo, es una forma de pensar y desear definida por símbolos propios, como el asterisco encerrado en un semicírculo con el cual los miembros del colectivo se identificaban, además de emplearlo para señalar los puntos de crusing ubicados en espacios públicos, otros símbolos empleados  fueron la bandera del maíz constituida por cinco barras horizontales de color; blanco, amarillo, rojo, violeta y negro, respectivamente; en buena parte la ideología  madrigueña podría entender se bajó la leyenda: Cabrón que coge con cabrón, es doblemente cabrón,  en dicha frase podemos entender la importancia de un comportamiento marcadamente masculino y sin amaneramiento. El crecimiento de “La madriguera” como movimiento comenzó a forzar la visibilidad pública, generando interés de académicos e investigadores y provocando un sentimiento de  incomodidad a varios de sus miembros, pues exponía su forma de vida, dicha situación, aunada a la falta de relevo de Pérez al frente del grupo conllevo a su desintegración en el año 2013.

Dentro de la comunidad gay los espacios de esparcimiento como bares y antros han jugado un papel importante en los procesos de legitimación, diseminación, interacción, reconocimiento y visibilidad de la cultura. “La madriguera”, como colectivo no estuvo exenta de estos espacios, aunque el conformar un espacio público establecido que identificara a la comunidad chacal como un sector de consumo, era contradictorio al sentimiento de clandestinidad imperante en el grupo;   esto fue no impedimento para organizar reuniones en casas o espacios alquilados que servían como sitios efímeros de encuentro, que llegaron a ser publicitados por carteles. Encontraste al carácter clandestino de la madriguera se encuentra el bar Nicho Bear and bar, ubicado en la calle de Londres. Nicho es uno de los puntos de confluencia de la comunidad Bear en la ciudad,  a través de eventos, fiestas y una activa página de Facebook ha podido ser parte de los moldeadores de la imagen ursina, como muestran los carteles que anuncian las fiestas del Sonido Mala Copa (también incluidos en Crisol de Masculinidades). En los carteles de Nicho podemos apreciar ilustraciones que reproducen la imagen de un oso antropomorfo con facciones caucásicas de complexión robusta e indumentaria apretada que exalta sus pronunciados abdómenes y miembros genitales excitados; o bien por imágenes de osos con aspecto afable, colores planos y llamativos, que incluyen elementos característicos del DJ como audífonos,  gorras y gafas de sol. Los carteles de Nicho son un ejemplo de la identificación visual de las masas, que reproduce y refuerza los símbolos de un grupo, pero a su vez recurre a elementos aspiracionales que reproducen fetiches o estereotipos. En contraste a la idealizada figura del Oso se encuentran los carteles de “La madriguera” que se valen de modelos visuales alejados de la idealización, y reproducen imágenes aparentemente triviales, como el cartel del Séptimo aniversario, donde se muestra en primer plano una quesadilla sobre un plato de plástico color azul, u otro cartel, del mismo evento,   muestra a un hombre con el torso desnudo de complexión robusta, moreno y sin vello corporal sobre una barda repleta de pintas; así mismo la tipografía empleada es próxima a un tag o placa empleada por grafiteros para marcar su territorio. Tanto la comunidad ursina asidua a Nicho como la madriguera han creado una serie de signos y códigos encontrado en el cartel un medio, que representa visualmente a las dos comunidades.

Volviendo a los bares como espacios de congregación y elementos de unidad encontramos la obra de Armando Cristeto Patiño; quien desde la década de los ochenta ha documentado la vida nocturna de la comunidad gay, en su serie “Noches del reventón” (1980-1989) que tuvo como uno de sus principales epicentros, el ya mítico bar El nueve. El nueve fue uno de los espacios de confluencia para la comunidad gay en la década de los ochenta, buena parte de su reputación y valor se debía a las actividades organizadas por  Henri Donnadieu,  propietario del lugar, quien combinaba las funciones del bar con un centro cultural, que instauro reconocimientos a actores como el nueve de oro, un cine club pionero en mostrar películas de temática gay en el país, organizar platicas de orientación e información sobre el SIDA, así como fue sede da la Kitch Company grupo teatral fundado por Donnadieu, que realizaba performance  y  cabaret travesti, algunos de sus miembros fueron Jaime Vite, Miguel Ángel de Cueva y Alejandra Bogue; siendo documentados, al igual que los asistentes a las fiestas o a las reuniones del coctel de los miércoles por el lente de Cristeto. Es importante crear esté preámbulo para entender  la obra realizada durante los encuentros de Vaqueros en Ciudad Juárez, León Guanajuato y otras  reuniones de la comunidad, como una suerte continuación a “noches del reventón”. Estos cuerpos de trabajo   estudian de primera mano lo acontecido y las formas de interactuar de una comunidad, labor que solo Cristeto puede realizar, ya que él es cercano a los miembros del grupo y participe en sus fiestas, otorgando una mirada íntima, espontánea y sociológica de la noche. La propuesta fotográfica de  Cristeto es reforzada por el equipo empleado, actualmente trabaja con cámaras point and shoot6 y que probablemente sean el medio técnico más adecuado para el desarrollo de un trabajo próximo a las comunidades que estudia.

Nakedmen

Los trans-masculinos presentes en la serie Nakedmen7 de Gabriel García son posiblemente el grupo inscrito en la muestra que mayor transgresión representa para el concepto de masculinidad pensado desde un binomio sexuado, que se resiste a entenderle como una serie de comportamientos, códigos, símbolos y estereotipos que pueden ser adscritos a un cuerpo por decisión propia y no por su genitalidad, o  sexo biológico, conferido al nacer. La  transexualidad  discurre en un espacio   relacionado entre la cultura, la psicología, el género, la biología y ¿Por qué no decirlo? hasta   la plástica, pues los procesos de transición modifican la apariencia corporal haciendo fuertes enunciaciones al cuerpo como espacio moldeable física, mental, simbólica y culturalmente, por lo que conceptos como disforia de género8 pierden su valides ante el discurso médico.

La obra realizada por García parte de su experiencia personal, él es un hombre trans; que se considera en un constante tránsito pues al igual que un hombre cisgénero9, se construye día con día. Los hombres retratados son amigos y compañeros de transición que se muestran desnudos en espacios aparentemente aislados pero con algo de familiar. El objetivo de Nakemen es visibilizar a hombres trans que se encuentran cómodos con sus cuerpos y han realizado una transición relacionada con la autoaceptación y no  con el moldeamiento de  un cuerpo que sea percibido como normal (García L. , 2015), de ahí   la exhibición de hombres con vulvas como recurso simbólico, que sin duda es fuerte, transgresor y violento, pues la ciencia médica poco ha hecho por generar penes prostéticos, que si bien existen, son poco eficientes. Sin embargo la vulva, desgasta  el discurso rápidamente, restando importancia a detalles, llenos de sutileza como la forma de los pezones, pectorales, la curvatura de las caderas, el peinado, el vello corporal y su importancia  cultural en la construcción de los cuerpos masculinos,  como ya hemos enunciado la proporción de vello es un factor de identidad en grupos como los Osos, por lo que probablemente dicho elemento también sea una posible condicionante en la relación de los sujetos que se piensan como hombres y su cuerpo. El trabajo de García es pionero en un campo poco explorado en la fotografía, pese a no ser un proyecto terminado merece ser considerado al poner bajo la luz un sector poco visibilizado, pues los hombres trans han logrado introducirse en la sociedad valiendose de  los privilegios de ser hombre al tiempo que generan un auto closet en torno suyo.

A Forma De Conclusión

Cuando me encontraba realizando la redacción del presente texto, tuve la oportunidad de entrevistar a Alfredo Matus, curador de la muestra; durante la plática que sostuvimos,  Matus me comento sobre la dificultad encontrada por su equipo para abordar la influencia masculina en el comportamiento femenino, principalmente el lésbico, asunto que llevo a la imposibilidad de incluir estos grupos en la exposición, pero realizo un comentario que me parece destacable e importante para la conclusión del texto:

(…)existen grupos de chicas lesbianas para las que ser masculinas no implica vestirse con ropas de hombre o ser rudas, para ellas el salir de fiesta, emborracharse, no llegar a su casa y no avisar, es   ejercer, en cierto sentido su masculinidad(…) (Matus, 2017).

Esta breve anécdota me llevo a reflexionar sobre ¿que implica ser masculino o femenino,  más allá de lo indicado por el género biológico? Como ya lo habíamos indicado  la masculinidad no es un comportamiento ubicuo, por lo que debe ser entendida como una enorme cantidad de significados y comportamientos adoptados por  diversos grupos de individuos que encuentran y/o construyen símbolos y códigos que regulan sus interacciones con la sociedad, y sumados a sus experiencias de vida hacen del comportamiento masculino una entidad viva, en constante cambio e interacción con su entorno; por lo que debemos comprender cada ejercicio  de la masculinidad como un comportamiento   determinados por condiciones sociales, culturales, económicas, políticas y un inmenso etcétera. Tal vez uno de las mayores  cambios que ha experimentado el género es poder desvincular al cuerpo del sexo, para entender se cada uno de forma independiente,  construyendo  un espacio plástico entorno al cuerpo. La plasticidad del cuerpo es asumirle como materia que puede ser moldeada tanto física y discursivamente; pensemos en los Osos o Leathers identidades importadas, que han encontrado una rápida diseminación y validación en la comunidad gay mexicana, debido a la cercanía con modelos de belleza clásicos, pero al entrar a nuestro país el cuerpo ursino adopto a sujetos que no eran robustos sino obesos, quedando muestra de ello en la producción visual, y en la legitimación de estos cuerpos que dejaron de ser motivo de rechazo para ser vistos como parte de un discurso que indica –ahora los cuerpos gordos y cubiertos de vello son apetecibles sexualmente. Este fenómeno es aún más evidente en los cuerpos transexuales que experimentan una transición física usualmente invasiva, que les lleva a transformarse en un individuo que sea identificado con un sexo contrario al cual provenía.

Por su parte los procesos de legitimación también abren el camino para la construcción de nuevos modelos de belleza y de ejercicio de la homosexualidad, que no buscan ser entendido bajo cánones colonialistas, como los chacales. El trabajo de activismo realizado por el colectivo “La madriguera”  formó una conciencia chacal,   reproduciendo en sus carteles y demás productos visuales elementos cercanos a la clase social de sus miembros, pero también reivindico cuerpos que eran socialmente discriminados del discurso homosexual por motivos de clase, formando una sexualidad chacal que se definía en la clandestinidad, pero que al igual que los vaqueros  son parte de una homosexualidad mexicana, ambas gestadas en el fallido proyecto de modernización del país del siglo XX.

Los signos y símbolos crean identidad y pertenencia para los grupos que les adscriben significados y connotaciones identitarios, pero necesitan de espacios para la confluencia de individuos que compartan los mismos ideales, encontrando en los bares el punto de reunión, reafirmación y producción de imaginarios en torno a una comunidad.  Las masculinidades, heterosexuales y homosexuales, en la Ciudad de México son un amplio repertorio de comportamientos que encuentran por medio de la producción visual un vehículo, de muchos otros, para su representación y análisis, que nunca podrá ser un discurso universal sino una pequeña muestra, por demás subjetiva, de lo mucho que sucede.

Ilustraciones


El novio, Fernando Guevara, 2014. Fotografía Manuel Parra.


“Chico multifacético”, Fernando Guevara, 2012. Fotografía Manuel Parra.


La madriguera (de izquierda a derecha: la bandera del maíz y el master chacalero, equipo creativo en GJMV, 2013 CDMX la última marcha de la madriguera “Hoy estamos aquí, mañana seremos más”, Libertad de decisiones, 2011 catedral de Puebla, Los más chingones; los madrigueros)  Eduardo Pérez, 2009-2013. Fotografía Manuel Parra.


La madriguera (de izquierda a derecha: El Wacho, en el cuartel, cabrones en acción, el sargento oscuro, Crisol madriguera, hombres del maiz, division activista y social, el maizal)  Edurado Pérez, 2009-2013. Fotografía Manuel Parra.


Carteles de ruinoes madrigueras, Eduardo Pérez, 2009-2013. Fotografía Manuel Parra.


De izquierda a derecha: Al centro Víctor Olivares de Cd. Juárez en disco La Madame, León, Guanajuato, 2017; Octavio García y Carlos Flores en la disco G-life, cd. Juárez, 2016; Fiesta de bienvenida 1er encuentro de Vaqueros Cd. Juárez, Chihuahua, 2016; Víctor Olivares, fiesta de clausura del encuentro de vaqueros León Guanajuato, 2017. Armando Cristeto. Fotografía Manuel Parra.


Montaje de la obra de Armando Cristeto en la exposición Crisol de Masculinidades, 2017. Fotografía Manuel Parra.


Vista de los Carteles del sonido malacopa y otros eventos de Nicho Bear and Bar, montados en la exposición Crisol de Masculinidades, 2017. Fotografía Manuel Parra.


Alex, Gabriel García, 2015. Fotografía Manuel Parra.

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1El regente de la Ciudad de México Carlos Hank Gonzales estuvo a punto de reprimir brutalmente las manifestaciones del FHAR, pero fue impedido por una figura emblemática de la cultura gay de los ochenta en México, Xóchitl; nacida como Gustavo Xochilteotzin en Michoacán (1932), desde temprana edad mostró gran aptitud para organizar fiestas exitosas, a su llegada a la CDMX en la década de los cincuentas entro a trabajar a lado de una proxeneta transexual de nombre Samanta y al poco tiempo abrió su propia casa de citas en la calle de Marsella. En agosto de 1974 hizo su gran entrada a la alta sociedad al llegar vestida como cleopatra, en hombros de fisicoculturistas y un cortejo de esclavas que arrojaban flores a su paso en una fiesta del Hotel del Prado; en esta ocasión realizo buenos contactos con miembros de la elite política de la ciudad, entre ellos el Profesor Hank Gonzales. Xóchitl fue la mano tras el poder que defendió el movimiento de liberación gay ante los políticos, aunque esto le posiciono al margen de las actividades del FHAR, grupo que le denuncio su nulo apoyo público, sin saber, hasta años después de las intervenciones de Xóchitl ante Hank.

2El actual FIDS ha tenido varios nombres y sedes a lo largo de su historia, que se detallan a continuación: 1982 “Jornadas de Cultura Homosexual” sede: galería Alaíde Foppa, 1985 “Semana Cultural Gay” sedes: Foro Cultural Bolívar y Museo Universitario del Chopo; 2000 “Festival de Diversidad Sexual Juvenil de la Ciudad de México” sede: Faro de Oriente, 2006 Semana Cultural Lésbica Gay a partir de este año el evento es llevado a diversas sedes debido al cierre temporal del Museo del Chopo, pero en 2011 con la reapertura del museo se inicia con el Festival Internacional de la Diversidad Sexual.

3Las descripciones realizadas de cada grupo están basadas en los textos de sala presentados en la exposición.

4Fisting o fist-fucking es un término inglés con el que se designa la práctica de la inserción braquioproctal o vaginal. Un acto sexual consistente en la introducción parcial o total de la mano en el ano o la vagina de la pareja. Es una práctica considerada como extrema, y se suele recomendar que no se lleve a cabo sin los necesarios cuidados previos (desinfección, limpieza, guantes de látex, lubricante, etc.) y posteriores (dilatación paulatina). (Wikipedia, Wikipedia.or)

5Bondage (proveniente del término francés e inglés homónimo que significa esclavitud o cautiverio) es una práctica erótica basada en la inmovilización del cuerpo de una persona. Las ataduras pueden hacerse en una parte del cuerpo o en su totalidad, utilizando cuerdas, cintas, telas, cadenas, esposas o cualquier otro elemento que pueda servir como inmovilizador. En el marco de las prácticas Bondage, pueden utilizarse mordazas o privadores sensitivos como vendas en los ojos. El bondage se considera también una práctica estético-erótica. Normalmente se inscribe en el contexto BDSM, de dominación o de sadomasoquismo, como una praxis sexual más o como elemento ritual en ceremonias de elevación espiritual a través de éxtasis sexual producido por la inmovilización o la suspensión (Wikipedia, Wikipedia.org).

6Point and shoot hace referencia a una cámara fotográfica sencilla cuyo objetivo no es desmontable. Las cámaras compactas suelen ser más sencillas de manejar que las cámaras Réflex y más económicas. Normalmente su funcionalidad está limitada en comparación con las réflex, aunque suelen ser más ligeras y fáciles de transportar, lo que las hace ideales para llevarlas de viaje. El termino puede ser entendido en español coma “apunta y dispara” o cámara compacta.

7Nakedmen cuenta con la publicación de un fotolibro homónimo que se puede consultar en el siguiente link: http://www.youblisher.com/p/1138057-NAKED-MEN/

8La disforia de género se presenta cuando hay un conflicto entre el género físico de una persona y el género con él o ella se identifica. Por ejemplo, una persona que físicamente es un varón puede realmente sentirse y actuar como una mujer. La persona está muy incómoda con el género con el que nació.

9Cisgénero (frecuentemente abreviado como cis), en el campo de los estudios de género, es un término que se utiliza para describir personas cuya identidad de género y género asignado al nacer coinciden, es decir, que no se identifican como transgénero. El prefijo "cis-" en latín significa "de este lado", antónimo del prefijo "trans-", que significa "del otro lado". Derivado de este término se concibe el término Cisexualidad, término utilizado para describir a personas que no se identifican como transexuales.


[a] Licenciado en Artes Visuales egresado de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.