Las pinturas rupestres de El Cajón, Huichapan

Resumen

El estado de Hidalgo es rico en manifestaciones gráficas rupestres, ya sean pinturas rupestres o petrograbados, pero sobre todo en el Valle del Mezquital podemos observar gran cantidad de pinturas rupestres distribuidas a lo largo de barrancas y arroyos, por ejemplo, las de la localidad de El Cajón, en el municipio de Huichapan. Con seguridad, sus autores fueron otomíes y chichimecas que recibieron influencia de los mexicas, en un periodo posterior a la caída de Tula.[1]


Palabras clave: Pinturas rupestres, otomíes y chichimecas, Estado de Hidalgo.

Abstract

The state of Hidalgo is rich in cave graphic demonstrations such as paintings and petroglyphs, but especially in the Valle del Mezquital we see a lot of paintings distributed along ravines and streams, for example, the town of El Cajón, Huichapan. Safely, the authors were Otomi and Chichimeca that were influenced by the Mexica, in a post-fall of Tula period.


Keywords: Rock paintings, Otomi and Chichimeca, State of Hidalgo

Introducción

Las pinturas rupestres son una manifestación gráfica plasmada en la piedra que nos permite reconocer las formas de vida, el sentido de la estética y la ideología de antiguos grupos humanos. En el estado de Hidalgo es común encontrar este tipo de expresiones, pero sobre todo en la mayoría de los municipios que conforman el Valle del Mezquital, como Huichapan.[2]

Mapa del estado de Hidalgo que muestra la gráfica rupestre.

Huichapan está surcado por una serie de arroyos en los que se encuentran paredes rocosas y pequeños abrigos que fueron aprovechados para realizar una serie de dibujos con formas humanas y animales, estructuras y elementos celestes.

En la localidad de El Cajón, a lo largo del Arroyo Sauz, que corre en dirección este-oeste, se pueden observar diversos paneles (conjuntos de dibujos) y dibujos aislados, que son un ejemplo de la riqueza del patrimonio rupestre del estado de Hidalgo.[3]

Vista parcial del Arroyo Sauz, El Cajón, Huichapan.

La práctica de pintar sobre la piedra dio inicio con el origen del hombre y se extendió a lo largo de toda su historia, por lo que los motivos rupestres se presentan en un amplio espectro de tiempo, sin embargo, en general las pinturas rupestres del estado de Hidalgo no son tan antiguas, ya que podemos suponer que pertenecen a un periodo anterior a la conquista española, incluso, por la inclusión de elementos occidentales, a los primeros años del Virreinato.

El hombre ha tenido la necesidad de expresar sus ideas y emociones a través del arte, particularmente de la pintura, que sirve como medio para reflejar entre otras cosas la identidad, la pertenencia a un grupo, la territorialidad, algunos rituales y la cosmovisión.

Panel central de pinturas rupestres.

Interpretación

La caída de Tula sucedió aproximadamente en el año de 1200 d.C.; aunque no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que provocó la desintegración de este centro de poder, algunos autores coinciden que se debió a conflictos internos provocados por la rebelión de los tolteca-chichimecas y los nonoalcas en contra de la autoridad de Huémac, quien gobernó Tula después de la salida de Quetzalcóatl hacia el oriente en el año de 978 d.C. Otros aseguran que el fin de Tula se pudo haber debido a la desintegración de la red comercial, a cambios drásticos de clima, o bien, a la invasión de grupos del norte. Lo cierto es que a raíz de la caída de Tula se sucedieron una serie de migraciones y desplazamientos de población en el centro y norte de México. Estas migraciones masivas fueron tanto de grupos aldeanos como de cazadores-recolectores del norte, los que en su mayoría se dirigieron al centro de México.[4]

Con el desplazamiento de grupos chichimecas del norte sobrevino un periodo de reacomodo poblacional. Algunos señoríos incorporaron nueva población modificando su composición étnica y otros más se desintegraron. Esto trajo como consecuencia, por un lado, el retroceso de la frontera norte de Mesoamérica y, por otro, un carácter militarista que infundieron los grupos migrantes.

Uno de estos grupos fueron los llamados chichimecas de Xólotl, posiblemente de filiación pame. Este grupo está considerado dentro de un área de transición entre los cazadores-recolectores y los agricultores, ya que se considera que adquirieron conocimientos, cultura e idioma de los otomíes,[5] lo que facilitó su incorporación a la vida sedentaria. Con Tlotzin, hijo de Nopaltzin y nieto de Xólotl, se inició la llamada “aculturación chichimeca”, el uso de prácticas agrícolas y la adopción de la lengua náhuatl, sin embargo, algunos chichimecas permanecieron en su condición de nómadas, o bien, se dedicaron a la agricultura pero sin olvidar sus actividades de caza, pesca y recolección.

Según Marvin Harris, la vida de los cazadores recolectores gira en torno a las familias nucleares “independientes emparentadas por lazos matrimoniales y de filiación que mantienen hogares separados pero comparten la comida mediante intercambios recíprocos”,[6] es decir, son grupos pequeños viviendo en campamentos estacionales, compartiendo el producto de la cacería y estableciendo alianzas matrimoniales para entablar lazos comerciales y hacerse de aliados en caso de un conflicto eventual.

En este tipo de sociedades las mujeres no sólo participaron en las actividades de recolección y cuidado de los hijos sino también en la cacería de animales, por lo que pudieron portar, al igual que los hombres, lanzas, arcos y flechas. De acuerdo con Harris, una dieta baja en carbohidratos[7] posibilitó embarazos en largos intervalos de tiempo, ya que las mujeres contaban con un proceso de lactancia largo y, por ende, no estaban limitadas por sus hijos recién nacidos de forma constante, por lo que pudieron extender sus actividades a la cacería.[8]

Cuando los recursos ambientales son escasos las bandas tienden a ser pequeñas y a vivir en ciclos irregulares de escasez y abundancia, pero si los recursos son abundantes, “los cazadores y recolectores pueden desarrollar muchas de las características de los agricultores sedentarios”,[9] como sucedió con el grupo de los chichimecas de Xólotl.

Por su parte, los otomíes se establecieron en un principio en la región de Xilotepec-Chiapan, y posteriormente Xaltocan llegó a ser su cabecera entre los años 1220 y 1398. Con la caída de Xaltocan, provocada por la intervención de los tepanecas de Azcapotzalco, los otomíes huyeron hacia el sur y este, unos se refugiaron en la provincia de Metztitlán y otros en Tutotepec. Con el fortalecimiento del imperio tepaneca quedaron sujetos la Teotlalpan y el Valle del Mezquital.

Posteriormente, con el predominio de la Triple Alianza en la Cuenca de México, la Teotlalpan pasó a sus dominios, de manera que cuando llegaron los españoles todos los grupos otomíes estaban bajo el poder de la Triple Alianza, a excepción de los señoríos independientes de Metztitlán, Huayacocotla y Tutotepec.[10]

Así, existió una fuerte relación o influencia entre otomíes y chichimecas, por lo que se establece un doble carácter de la cultura otomí, mezclando elementos mesoamericanos propiamente otomíes, y elementos del norte de México de los chichimecas cazadores. Es por esto que generalmente se confundía a los otomíes con los chichimecas, ya que fueron el grupo del Altiplano que más asimiló elementos de los cazadores-recolectores. Del mismo modo, los chichimecas lograron adoptar la cultura y las costumbres de los grupos otomíes sedentarios.

Las pinturas rupestres de El Cajón, Huichapan, por su ubicación, probablemente fueron realizadas por chichimecas pames que tenían relaciones –del tipo que fuera- con los otomíes del Valle del Mezquital. muestran escenas de tipo ritual en el que intervienen conjuntos de figuras humanas, algunas en procesión hacia un templo y portando bastones, unas con escudos como indicativo de guerra y otras más con arcos y flechas en actitud de cacería, además de otros motivos como figuras humanas y animales, estructuras y elementos de la cosmovisión prehispánica.

Ceremonias

Aquí se muestra una serie de figuras humanas que llevan un bastón o lanza en las manos y al llegar a un templo se hincan en una actitud de adoración. Es posible que esta escena señale el proceso de migración que siguió Xólotl al centro de México.

Ceremonia de adoración.

Guerra

Los escudos indican una condición de guerra, y en algunos casos llegan a ser muy elaborados, como el que se muestra al principio.

Personajes con escudos.

Cacería

La actividad de la cacería, sobre todo del venado, está extensamente representada en la pintura rupestre. En este caso, se muestra al cazador portando arco y flecha, incluso una especie de escudo.

Figura humana con escudo, arco y flecha.

Figuras humanas

Estas figuras se realizaron de forma lineal y sencilla, una presenta atributos de ave.

Diversas figuras humanas.

Figuras animales

Los venados son las figuras animales más representadas en pinturas rupestres, aunque también existen otros más.

Diversos animales.

Estructuras

En las pinturas rupestres es común observar pirámides-templo, su representación debió ser producto de grupos otomíes “nahuatlizados”, o bien, de una influencia directa del grupo mexica.

Pirámide-templo.

Cosmovisión

Algunos motivos muestran el pensamiento del periodo prehispánico, como esta espiral que representa un caracol cortado como atributo y símbolo de Quetzalcóatl.

Caracol cortado, símbolo de Quetzalcóatl

Referencias

Carrasco, Pedro Los otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana, Documentos del Estado de México, México, 1986 (ed. facsimilar de la de 1979).


Harris, Marvin El materialismo cultural, Alianza Editorial, S. A. Madrid, España, 1982.


Lorenzo Monterrubio, Carmen Pinturas rupestres en el estado de Hidalgo. Regiones IV, VI y VII. Tomo I. Instituto Hidalguense de la Cultura, Gobierno del Estado de Hidalgo, 1992.


Lorenzo Monterrubio, Carmen Las pinturas rupestres en el estado de Hidalgo. Región I, II, III. Tomo II. Instituto Hidalguense de la Cultura, Gobierno del Estado de Hidalgo, 1993.


López Luján, Leonardo “Las invasiones chichimecas al altiplano central”, en Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (coordinadores), Atlas Histórico de Mesoamérica, México, Ediciones Larousse, 1993 (2ª. ed.).



[1]Fotos y mapa de Carmen Lorenzo Monterrubio.


[2]Cabe señalar que si bien en prácticamente todo el territorio hidalguense existen pinturas rupestres, estas abundan más en las zonas secas del Valle del Mezquital; probablemente esta condición climática permitió que perdurasen a través de los siglos. Ver Carmen Lorenzo Monterrubio. Las pinturas rupestres del estado de Hidalgo, 2 vols., Instituto Hidalguense de la Cultura, Gobierno del Estado de Hidalgo, 1992, 1993.


[3]Otro de los sitios que muestra gran cantidad de pinturas rupestres es San Antonio Tezoquipan, en Alfajayucan.


[4]Leonardo López Luján. “Las invasiones chichimecas al altiplano central”, en Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (coord.). Atlas Histórico de Mesoamérica. 2ª. ed. México, Ediciones Larousse, 1993, p. 130.


[5]Pedro Carrasco, Los otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana, Documentos del Estado de México, México, 1986 (ed. facsimilar de la de 1979), pp. 305-307.


[6]Marvin Harris, El materialismo cultural, Alianza Editorial, S. A. Madrid, España, 1982, p. 97.


[7]Como lo era la dieta paleolítica, con base en la caza y la recolección.


[8]Marvin Harris, El materialismo cultural…, p. 100.


[9]Marvin Harris, El materialismo cultural…, p. 102.


[10]Pedro Carrasco. Los otomíes…, p. 273.



[a] Profesor Investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.