El último adiós

Resumen

A lo largo de la vida establecemos lazos de afecto con la gente que nos rodea, la muerte no puede destruirlos por completo, es por eso que los seres humanos señalan y adornan los lugares donde reposan sus seres queridos. Es un póstumo homenaje que se expresa de distintas maneras en capillas, esculturas y lápidas que podemos ver en cualquier panteón o iglesia. En todas ellas se manifiesta la tristeza por la irremediable pérdida; los epitafios escritos en las tumbas son testimonio de un último adiós para aquellos que nos han precedido en ese viaje final. Las palabras expresan no solo el dolor por la muerte de un ser querido, sino que con frecuencia son muestras de agradecimiento y de la esperanza de un encuentro más allá de la muerte. Este trabajo presenta algunos de los mensajes grabados en lápidas del panteón de San Fernando de la ciudad de México; catalogado desde hace varias décadas como un museo, este cementerio se distingue por la belleza de muchos de sus monumentos funerarios y por la importancia de los personajes allí enterrados. También se presentan algunos de los mensajes labrados en lápidas del panteón de San Miguel ubicado en la ciudad de Tulancingo, Hidalgo. Varios de los monumentos funerarios de este campo santo han sido catalogados como históricos y son una muestra de la calidad y belleza que solían tener este tipo de construcciones aún en las pequeñas ciudades de provincia. Algunos de ellos tienen más de cien años, y a pesar de que la mayoría están muy deteriorados al haber estado expuestos a la intemperie por tanto tiempo y no recibir el cuidado adecuado, aún conservan dignidad y belleza. Todos ellos son testimonio de los lazos que la muerte no pudo romper, fueron dedicados a padres e hijos principalmente; una parte de ellos datan del siglo XIX y el resto pertenecen al siglo XX. Es una pequeña muestra de este arte funerario que se extingue día con día al imponerse nuevas formas para el descanso de los difuntos.


Palabras clave:Muerte, lápidas, despedida, inscripciones, homenaje .

Abstract

Throughout life we establish bonds of affection with the people around us, death can not destroy them completely, that's why humans point and decorate the places where they lay their loved ones. It is a posthumous tribute that is expressed in different ways in chapels, sculptures and tombstones that we see in any cemetery or church. In all sadness by the irretrievable loss occurs; epitaph written on the tombs are testimony to a final farewell to those who have preceded us in this final journey. The words express not only sorrow for the death of a loved one, but often are expressions of gratitude and hope of an encounter beyond death. This paper presents some of the messages tombstones recorded in the pantheon of San Fernando Mexico City; cataloged for decades as a museum, this cemetery is distinguished by the beauty of many of its funerary monuments and the importance of the characters buried there. Some of the messages carved headstones pantheon of San Miguel located in the city of Tulancingo, Hidalgo is also presented. Several of the funerary monuments of the cemetery have been listed as historical and are a sign of quality and beauty that used to have this type of construction even in small provincial towns. Some of them have more than one hundred years, and although most are badly damaged to be exposed to the elements for so long and did not receive proper care, still have dignity and beauty. They are testimony to the ties that death could not break, were devoted primarily to parents and children; some of them dating from the nineteenth century and the rest belong to the twentieth century. It's a small sample of this funerary art every day is extinguished by winning new ways for the rest of the dead.


Keywords: Death, grave, farewell, inscriptions, tribute

Introducción

El ser humano ha hecho ofrendas a sus muertos desde tiempos muy remotos; algunas investigaciones como las realizadas en Shanidar en Irak, han demostrado que incluso los Neandertales depositaban ofrendas de flores y semillas en las tumbas. Las flores han representado por siglos, lo efímera que es la vida. Las inscripciones más antiguas se han encontrado en tumbas romanas de los primeros siglos de nuestra era, las primeras inscripciones solo se utilizaban para identificar las sepulturas, con el paso del tiempo estas se convirtieron en testimonios del amor, la tristeza y la desesperanza que provoca la ineludible muerte.

Lo único inevitable en la vida es la muerte, esta verdad ha intrigado durante siglos al ser humano, quien se ha preguntado cómo y por qué se apaga esta llama; contra ella se ha rebelado a través de las leyendas, los mitos y diversas manifestaciones artísticas como la literatura y en especial la poesía. Se ha cantado a la muerte y también se le ha maldecido, lo cierto es que representa un adiós definitivo. A pesar de esto, la esperanza de un nuevo encuentro más allá de la muerte ha inspirado conmovedores versos y magníficos monumentos funerarios. Algunos de estos se edificaron en honor de grandes personajes, muchos otros son solo muestras de amor y respeto de los deudos.

A través de los siglos, las costumbres y las formas de enterramiento han ido cambiando de acuerdo al lugar y al rito religioso que se practique. Señalar el lugar donde yacen los difuntos es una costumbre muy antigua, se solía escribir sobre materiales perecederos, por lo que las primeras que se han conservado y documentado pertenecen a los primeros siglos de nuestra era. Los monumentos funerarios más antiguos son de origen fenicio y romano. En la antigua Ulia, hoy Montemayor, localidad cercana a Córdoba, se han localizado varias lápidas, que se conservan en la parroquia del lugar. Estas no son las únicas, en numerosas localidades de Andalucía se han encontrado lápidas y monumentos similares.

La investigadora Alicia María Canto, de la Universidad Autónoma de Madrid, ha estudiado varias de estas y otras lápidas. En Puente Genil, Córdoba, se localiza una estela funeraria realizada en piedra caliza blanca, de grano grueso, desbastada pero sin pulir. La inscripción consta de tres renglones, aparece en un campo semicircular y está rodeada por un resalte. La investigadora la identifica como una pieza de siglo I por los caracteres usados.

AECIA

Q. L. NICE

L. P. XV

Aecia/ Q (uinti) L (iberta) Nice / L (atus o longus) P (edes) XV. Canto señala, que Aecia no era un nombre común, por lo que supone que la esclava liberta debió tomarlo de Q. Aecius, el apellido Nice, es de origen griego y muy común en esa época (Canto, 1974: 224).

En el Museo Diocesano de Lugo se conserva una pieza medieval, de principios del siglo V, la investigación sobre esta inscripción funeraria está registrada en el Archivo Español de Arqueología (45-47, 1972-1974 pp. 557-585), está compuesta de dos renglones que literalmente dicen: “El oro es vil para ti, cedan los pesos de plata, más_ es lo que brillas con la propia felicidad” (Ares Vázquez, 2000: 1).

 


AVR VM VILE TIBIEST, ARCENTI PONDERA CEDANT,
PLVS EST QUOD PROPRIA FELICITATE NITES

 

Crismón: monograma de Cristo, primeras dos letras de su nombre en griego; símbolo de Cristo y emblema de victoria, tanto militar como espiritual, triunfo de la fe y triunfo sobre la muerte. Es habitual encontrarlo en contextos funerarios.

 

En el Nuevo Mundo, los entierros eran muy diversos, cada cultura tenía una forma particular de enterrar y honrar a sus muertos. Algunos entierros se realizaban en las mismas viviendas, otros en templos, cavernas y en el campo. Después de la conquista, en el territorio que se denominó la Nueva España, los primeros cementerios se construyeron alrededor de las iglesias y conventos que fundaron las órdenes religiosas. Los entierros se realizaban dentro y fuera de las iglesias, se llevaba un libro donde se registraban las defunciones y en muchas ocasiones al contrario de lo que sucedía con el registro de bautizos y matrimonios que se llevaban en libros separados de acuerdo a la casta, las defunciones eran registradas en un solo libro como prueba de la igualdad de los seres humanos ante la muerte. Los primeros panteones en la ciudad de México fueron los de San Pablo, Santa Cruz Acatlán, San Fernando y San Diego.

Las constantes epidemias y las precarias condiciones de higiene motivaron que se solicitara la construcción de cementerios alejados de las poblaciones. Sin embargo durante mucho tiempo se siguió enterrando a los muertos en los atrios y las iglesias. En 1833, durante uno de los muchos periodos en que gobernó Santa Anna, se emitió un Bando de Policía y buen gobierno, que regulaba las inhumaciones y hacía referencia al establecimiento de un cementerio general en la ciudad de México.

El 31 de julio de 1859, Benito Juárez expidió en Veracruz la ley de Secularización de los Cementerios. Constituida por 16 artículos, la Ley de Secularización de Cementerios declaraba el cese de toda injerencia por parte del clero en los sitios destinados para el confinamiento de los muertos —cementerios y camposantos—. En su lugar, esta responsabilidad pasaría a manos de los jueces del Estado civil. Los puntos más importantes de la ley fueron los siguientes:

– Se prohibió realizar entierros en las iglesias

– La Ley decretaba la formación de “campos mortuorios, necrópolis o panteones” a petición de cualquier interesado, pero reservaba al Estado el control de los mismos.

– Las inhumaciones no podrían realizarse sin autorización escrita del juez del Estado civil o conocimiento de la autoridad local[1].

– Se consideraría la perpetuidad de los espacios por cinco años con opción, de conservar la localidad, o de proceder a la exhumación y depositar los restos en osario general, en urnas o de entregarlos al interesado

– Las autoridades civiles y sanitarias de México, principalmente las de la capital, insistieron en que los cementerios deberían estar retirados de la ciudad.

– Se dictaron normas conducentes para la “conservación, decoro, salubridad, limpieza y adorno” de estos establecimientos.

Esta ley se aplicó paulatinamente en todo el país y dio origen a la construcción de numerosos panteones que se ubicaron en las afueras de las poblaciones. Sin embargo, aún hoy en día, existen pequeñas iglesias en comunidades alejadas que siguen conservando sus panteones en los atrios.

En la ciudad de México, el primer panteón civil fue el de Santa Paula, se construyó en 1779, para sepultar a las víctimas de la epidemia de cólera. En 1836, el panteón de San Fernando, donde se sepultaba únicamente a los frailes se abrió como panteón civil. En 1871 se construyó el Panteón General de la Piedad; en 1872 el Panteón Francés de la Piedad y en 1874, el Panteón de Dolores.

En el panteón se San Fernando se encuentran sepultados importantes personajes de la historia de nuestro país como Vicente Guerrero, Ignacio Comonfort, Benito Juárez, Ignacio Zaragoza, Miguel Miramón, Tomás Mejía. El mausoleo de Benito Juárez destaca por la belleza y grandiosidad de las esculturas que lo adornan, además de que ocupa un lugar destacado en este campo santo.

 

Imagen 1. Monumento funerario de Benito Juárez. 1872. . Mármol blanco. Panteón de San Fernando, ciudad de México.

 

Además de los mausoleos y suntuosos monumentos que han convertido este cementerio en un museo, este panteón conserva una gran cantidad de lápidas en las que pueden leerse emotivos mensajes, en los que están presentes versos que plasman el sentir de una sociedad que está inmersa en el romanticismo, y en la que la muerte podía considerarse un obstáculo que separaba a aquellos que se amaban. Prueba de ello son los siguientes ejemplos:

 

A María
Brotó el capullo y derramó en el suelo
Su dulce miel y su divino encanto:
Más antes de ser flor murió y el llanto
Legó a sus padres y su aroma al cielo:
Febrero 28 de 1869
Imagen 2. Panteón de San Fernando. Lápida 720: María. 1869. Mármol y bronce. 40 x 40 cm. Fotografía de MEPM.

 

En este mensaje se lee el dolor que sufren unos padres que pierden a su pequeña hija, los versos sencillos y sentidos aún pueden leerse claramente a pesar de que han pasado más de ciento cincuenta años desde que se escribieron. La lápida como la mayoría de las que se encuentran en este muro, es de mármol blanco, el paso del tiempo ha amarillo el material y se aprecia una grieta que la atraviesa de izquierda a derecha de arriba abajo. Contiene como único adorno una pequeña corona.

 

Imagen 3. Panteón de San Fernando. Lápida 682: Soledad Garay. 1862. Mármol, 40 x 40 cm. Fotografía de MEPM.

 

En esta otra, los conmovedores versos muestran el dolor de quien sufre una doble pérdida: esposa e hijo. La lápida como la anterior es de mármol, está decorada en las cuatro esquinas con sencillos motivos florales. Esta se encuentra muy bien conservada y en la parte inferior se alcanza a leer la marca del fabricante Tancassi.

 

Imagen 4. Panteón de San Fernando. Detalle del monumento de Dolores Escalante. 1850. Mármol. Fotografía de MEPM

 

Esta lápida está colocada en un hermoso monumento, destaca por la suntuosidad, sin embargo, es el mensaje escrito lo que conmueve más, en esta tumba reposa una mujer que murió en el altar el día de su boda.

 

Imagen 5. Panteón de San Fernando. Lápida de José Salvador Lozano Ayala. 1869. Mármol. Fotografía de MEPM.

 

Esta lápida está dedicada a un niño que murió a la edad de siete años. Está decorada con un pequeño ángel que toca una trompeta. El breve mensaje expresa el dolor de la separación y a la vez la certeza de que descansa en presencia de Dios.

Atrio Cementerio de Tulancingo

La evangelización emprendida por las órdenes religiosas a partir de las primeras décadas del siglo XVI trajo consigo la construcción de muchos conjuntos conventuales, en Tulancingo, los franciscanos construyeron la Doctrina de San Juan Bautista Tollantzingo. El atrio de su iglesia fue utilizado como cementerio por más de tres siglos. No quedan vestigios de ningún monumento funerario, placa o cruz que pueda sacar del anonimato a los cuerpos que allí fueron enterrados. Sin embargo en la parte norte del atrio, frente a la capilla de San José, se localiza un monumento en honor de Nicolás García de San Vicente, ilustre educador, originario de la cercana población de Acaxochitlán y quien fuera autor de una cartilla para enseñar a leer y escribir. Se trata de un pequeño obelisco, está colocado sobre una base cuadrada, en una de sus caras se lee: “Descansa en paz bajo esta helada losa. / El virtuoso y sabio San Vicente. / ¡He aquí cegada del saber la fuente/ y la santa virtud mustia y llorosa!/ La inocente niñez, inconsolable, / ve aquí perdido y con lamento llora el faro que la guiaba en la desdicha/ de esta vida azarosa y deleznable. / Felipe Pérez, 1848. Siguen otros dos versos: Como en la tumba corrompidas yacen/ Las manos que de Dios al trono fueron/ Los labios que en su nombre concedieron/ PERDÓN, GRACIA, SALUD. /

Más… ¿qué importa que el cuerpo se disuelva/ al soplo de la parca asoladora?/ ¡El alma es inmortal; en ella mora/ la cándida virtud!, y finalmente se lee: Presbítero Nicolás García de San Vicente 1843. Este es el único monumento funerario que se conserva en el atrio de la catedral.

Entierros en la catedral de Tulancingo

En la catedral de Tulancingo, bajo el coro, en el muro norte, se pueden apreciar cuatro lápidas, son las únicas visibles en toda la nave. Pertenecen las cuatro a la familia De la Torre, la primera, de izquierda a derecha tiene grabado el nombre de José Ma. De la Torre, en ella se lee que esta persona murió el 14 de febrero de 1882; la segunda es la de Antonia Martínez de De la Torre, con fecha, 23 de marzo de 1867; la tercera, Guadalupe Moreno de De la Torre, la fecha labrada, 23 de abril de 1877 y por último la de Gabriel De la Torre, quien murió en abril de 1875. Las placas son similares, en todas ellas está presente una cruz horizontal rodeada por un rígido paño. Se aprecia además el mismo tipo de letra, en el caso de los varones, la fecha del deceso está escrita en una filacteria. En el caso de las mujeres, debajo de su nombre se labraron dos pequeños detalles. En la primera placa, la de José Ma. De la Torre (1882), se distingue un nombre a manera de firma: M. Ofiman. Todas las placas son de mármol y las letras son doradas. Solamente la placa de Gabriel De la Torre presenta además otro motivo decorativo, una hoja de acanto. En ninguna de ellas está marcada la fecha de nacimiento o el parentesco; la manera como están colocadas hacía suponer que se trataba de dos parejas. El licenciado Isaac De la Torre, nos ha aclarado que las dos primeras lápidas si son de una pareja, son sus tatarabuelos, la señora Antonia Martínez de De la Torre y José María De la Torre. No así las otras dos lápidas, Guadalupe Moreno de De la Torre, fue esposa de José Adalberto de la Torre, hijo de los primeros, sin embargo, no tiene ningún dato sobre Gabriel De la Torre[2]. La fecha más antigua grabada en las lápidas es de 1867 y la última de 1882. El licenciado De la Torre conserva entre sus documentos el permiso que otorgó el Cabildo Catedralicio el 8 de octubre de 1894 para colocar allí los restos de sus familiares. Se desconocen todavía las razones por las que se le permitió a esta familia enterrar los restos de cuatro miembros de su familia en la catedral.

 

Imagen 6.Lápida José María De la Torre. 1882. Mármol. 40 x 50 cm. Catedral de San Juan Bautista. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.

 

Otros entierros

Además de estas cuatro personas sepultadas en la catedral, se sabe que fray Arnaldo de Basacio, ilustre franciscano, quien vivió y murió en el antiguo convento de San Juan Bautista Tullantzinco, fue enterrado en la vieja iglesia. Sin embargo no existen registros del lugar donde fue sepultado, se supone que pudo hacerse bajo el altar como se acostumbraba en ese entonces. En la cripta ubicada bajo el altar se han encontrado varios restos, lamentablemente no están identificados. El padre Josué Alvarado supone que pueden ser de los hermanos menores.

En el 2010, al excavarse dos pozos de profundidad en la nave para realizar estudios sobre la cimentación y mecánica de suelos de la catedral, se encontraron una gran cantidad de esqueletos y cráneos humanos. Estaban dispuestos de manera desordenada por lo que se supone que al realizarse la reedificación del inmueble a finales del siglo XVIII, los cuerpos que estaban enterrados en la antigua iglesia franciscana, fueron sacados y arrojados sin ningún orden en una sola fosa.

Panteón de San Miguel

En la ciudad de Tulancingo, como en muchas otras de México se llevó a cabo la secularización del cementerio a partir de la publicación de la ley. En una de las primeras imágenes que se hicieron de la actual catedral de Tulancingo [3] y que corresponde a las últimas décadas del siglo XIX, se aprecia que la iglesia cuenta con una sola torre, sin embargo ya no se aprecia el cementerio que estaba ubicado en el atrio. La calle que partía desde este atrio cementerio hasta el nuevo panteón fue llamada “calle de las calaveras” (hoy calle de Independencia), algunos investigadores suponen que pudo existir un panteón anterior al de San Miguel y que estaba ubicado en este camino. El panteón de San Miguel fue fundado en 1842 por el presidente municipal Miguel Soto, de acuerdo a algunas fuentes se le llamó San Miguel en honor al santo del alcalde, sin embargo no se han localizado lápidas con fechas anteriores a 1860.

 

Imagen 7. José Damián Ortiz de Castro. Catedral de San Juan Bautista. 1788. Fachada principal con torre sur inconclusa. Grabado S. XIX. Fuente: Compendio de la obra de Vicente Riva Palacio. México a través de los Siglos. Tomo III. Océano Grupo Editorial, Barcelona, 1990, p. 762.

 

Las tumbas más antiguas que se han localizado en este panteón de San Miguel pertenecen a las tres últimas décadas del siglo XIX. Puede apreciarse que algunas de las mejores esculturas fueron removidas y separadas de la lápida que acompañaban, se han colocado a la orilla de los pasillos, cerca de unos anuncios que señalan el número de pasillo. Algunas personas todavía recuerdan que antiguamente existía una pequeña rotonda en el centro del cementerio donde estaban colocadas las tumbas de familias prominentes de la ciudad, no quedan registros de esto. El INAH, ha clasificado como históricos 36 de los monumentos y esculturas de este panteón y cuentan con una ficha técnica.

Varios de los monumentos de este panteón están decorados con ángeles, estos por su calidad de mensajeros han sido elegidos para guardar la tumba de los difuntos amados. Los hay de diferentes tamaños y estilos, desde los pequeños amorcillos que aparecen llorando a los pies de la tumba, hasta los de tamaño natural, con las alas extendidas o cabizbajos, que invitan a guardar silencio. La mayor parte de estas esculturas se encuentran en lamentable estado, la exposición a la intemperie y la falta de cuidado ha ennegrecido sus rostros, algunas otras están mutiladas. Se han encontrado representaciones de la esperanza, la fe y la caridad; se ha ubicado una mujer que porta una corona, símbolo del triunfo, en este caso de la vida sobre la muerte, para los cristianos representa también la felicidad eterna reservada a las almas justas.

 

Imagen 8. Panteón de San Miguel. Tumba de la familia Cruz Romero. Granito. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.

 

 

Imagen 9. Panteón de San Miguel. Este ángel de tamaño natural ha sido removido de la tumba que guardaba, se encuentra recargado en el muro de una capilla. Una creativa mano pintó de dorado su cabello, la imagen se encuentra mutilada, aun así, conserva cierta gracia que conmueve, pues parece estar escuchando. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.

 

 

Imagen 10. Panteón de San Miguel. Monumento funerario. S. XIX. Mármol. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM. [4]

 

Particularmente interesantes resultan las inscripciones que se han localizado en este cementerio, desde las más antiguas, algunas de las cuales se encuentran escritas en francés, hasta las últimas en las que pueden apreciarse importantes cambios en la redacción de esta última despedida. La mayoría de los mensajes estudiados están dedicados a los padres y a infantes; en el primer caso, la mayoría de ellos son testimonios de amor y agradecimiento, de reconocimiento, con una extraña excepción, en la que se maldice a los responsables del fallecimiento de una persona. En el caso de los niños, el sentimiento que predomina, es el del dolor, mitigado por la resignación ante la voluntad divina y la esperanza de un reencuentro. Sirvan las siguientes imágenes como ejemplo de esto. Resulta muy significativo encontrar tantos testimonios de agradecimiento para las madres. Los mensajes de amor y reconocimiento se repiten de múltiples maneras a través de muchas décadas y en más de una lengua. Imágenes:

 


ICI REPOSE
NOTRE BIEN REGRETTEE EPOUSE
ET MERE CHERIE
MARIE SUZANNE
CHALVE ARMAND
Imagen 11. Panteón de San Miguel. Tumba de Marie Suzanne. 1900. Mármol. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.

 

Imagen 12. Panteón de San Miguel. Lápida de la tumba de María de Jesús García Vda. de Escárcega. 1915. Mármol. Tulancingo, Hgo.

 

Imagen 13. Panteón de San Miguel. Lápida de la tumba de Paula Oropeza viuda de Peña. 1918. Mármol. Tulancingo, Hgo.

 

Algunos otros mensajes hacen referencia a la amistad, como el dedicado a Tito Licona.

 

Imagen 14. Panteón de San Miguel. Tumba del señor Tito Licona. 1915. Mármol.. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.

 

Se encontraron también muchas lápidas en las que el mensaje está dirigido al padre. Elegimos estas dos lápidas, la primera está muy dañada y se realizó en 1918, contiene un hermoso mensaje en el que se promete no olvidar a esta persona.

 

Imagen 15. Panteón de San Miguel. Lápida de la tumba del señor Guillermo De la Torre. 1918. Mármol. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.[5]

 

En esta otra, además de manifestar el dolor de la pérdida, se pide el castigo divino para los causantes de esta muerte. El material es de una calidad distinta, inferior, sin embargo ha resistido mejor el paso del tiempo. La redacción es un poco confusa, sin embargo se percibe el dolor y la impotencia que debió causar la muerte de esta persona.

 

“…conjunto de tu familia⁄
y un sinfín de personas⁄
Lloran tu desgracias pero⁄
de Dios caiga la maldición⁄
Sobre los culpables⁄
Recuerdo familiar”
Imagen 16. Panteón de San Miguel. Tumba del señor Felipe López. 1944. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.

 

En el caso de las lápidas dedicadas a los niños, el siguiente es un bello ejemplo de esta despedida. La resignación se sustenta en la fe, y tal vez valdría la pena añadir, que antiguamente se consideraba que aquellos que morían jóvenes eran los más amados por los dioses porque al morir a temprana edad se ahorraban muchas penas…

 

Imagen 17. Panteón de San Miguel. Lápida de la tumba de José Hermida R. 1928- 1932. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.

 

Desde nuestro punto de vista, el mensaje más conmovedor de todos los encontrados es el que se localiza en la tumba de Luis Ponce, en este se lee lo siguiente: Luis Ponce/ No pudo vivir sin su madre / Octubre 18 de 1875. Luis Ponce Romero, fue un distinguido médico, poeta y filántropo, fundó en Tulancingo el hospital que lleva su nombre; fue un reconocido liberal, quien combatió a los conservadores con la pluma desde el diario “El Tábano” y el Semanario “El Ensayo” (Biografías de Hidalguenses). El mismo escribió el epitafio que debía grabarse en su tumba, pues nunca logró recuperarse de la pérdida de su madre, quien había muerto seis meses antes. El monumento que guarda sus restos está compuesto por un prisma cuadrangular coronado con una cruz, está flanqueado por las esculturas de dos mujeres vestidas con largas túnicas, ambas miran hacia el cielo y sostienen respectivamente una corona y un ancla. El paso del tiempo ha oscurecido el rostro, los hombros y los brazos de las mujeres, a pesar de esto, el monumento y sobre todo el mensaje no pueden dejar de admirarse.

 

Imagen 18. Panteón de San Miguel. Monumento funerario de Luis Ponce. 1875. Mármol. Tulancingo, Hgo. Fotografía de MEPM.

 

Consideraciones finales

Una característica de las lápidas mostradas en este trabajo es el hecho de que solo aparece grabada en ellas la fecha de la defunción y no está anotada la fecha de nacimiento, con una sola excepción (José Hermida). Esto se aprecia tanto en las lápidas de San Fernando como en las del panteón de San Miguel. Lo anterior permite suponer que esto podría haber sido común durante todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.

Las lápidas son de distintos tamaños y materiales, predominando entre las más antiguas el uso de mármol blanco, las inscripciones están grabadas y presentan distintos estados de deterioro, muchas de ellas son ya difíciles de leer. En el caso del panteón de San Fernando, las lápidas están empotradas en los muros que rodean el campo santo y se encuentran mejor preservadas. Los mensajes de las lápidas del panteón de este cementerio están escritos en verso y cumplen con el propósito de honrar a los muertos. En el panteón de Tulancingo, las lápidas son parte de monumentos funerarios; algunos de estos como el de Marie Suzanne, se encuentran mutilados, por lo que no es posible saber cuál era su aspecto original. Las tumbas más antiguas de este panteón panteón están adornadas con esculturas, en su mayoría son ángeles y mujeres. Solo uno de los epitafios de este cementerio mostrados en este trabajo está escrito en verso y solo el de Luis Ponce fue escrito por él mismo. En algunas de las lápidas se encuentran inscritas las letras R.I.P. Resquiescat in pace: Que descanse en paz, que tiene como antecedente la fórmula utilizada por los romanos: S.T.T.L., Sit tibi terra levis: Seáte la tierra ligera. Este trabajo se ha concretado en mostrar algunos de los mensajes inscritos en las lápidas funerarias y que forman parte del duelo que se vive ante la pérdida de un ser amado. “El dolor no brota de no tener. Brota querer tener y sin embargo no tener” (Schopenhauer, 2009:9).

No has muerto
Vivirás en nuestros corazones

Referencias bibliográficas

Ares Vázquez, Nicandro. 2000. Inscripciones lucenses medievales en verso. (23/10, 2014). Museo Provincial de Lugo. redemuseisticalugo.org/revistas


Biografías de hidalguenses. (31/07, 2015). http://www.tulancingo.com.mx/biografias/


Canto, Ma. Alicia. 1974. Inscripciones inéditas andaluzas. (02/10, 2014). Dialnet, dialnet uniroja.es


Carrasco, J. F. (1987). El inicio de la loza funeraria en puebla. Arte funerario: coloquio internacional de historia del arte, 1, 307.


Puerta, Carmen y Stylow Armin U. 1985. Inscripciones romanas del sureste de la provincia de Córdoba. (01/10, 2014) Universidad Complutense de Madrid. revistas.ucm.es


Schopenhauer, Arthur. 2009. Los Dolores del Mundo. Madrid, Editorial Pensamiento Crítico.


Zarate Toscano, Verónica. La muerte de un noble novohispano: el Conde de Regla. 03/11, 2014). Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Disponible en: Accede al link aqui

 

 

[1] Ley de Secularización de los Cementerios. Página del Bicentenario.

[2]El Lic. Isaac De la Torre……

[3] María de los Ángeles Pacheco Medina.

[4] Esta escultura ha sido separada de la tumba que guardaba.

[5] HAS MUERTO/ PERO EN NUESTRA MEMORIA/ VIVIRÁS SIEMPRE/ TU ESPOSA E HIJAS/ TE DEDICAN ESTE RECUERDO

[6] Productos culturales se refiere a artículos como libros, manuales, música; cualquier objeto que este destinado a ampliar nuestro acervo cultural.

[a] Profesora Investigadora del Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.