El modelo Neoliberal y su efecto en el crecimiento económico: El caso de la economía Mexicana

Resumen

En este ensayo se ofrece una explicación de porqué la economía mexicana ha experimentado bajas tasas de crecimiento durante las últimas tres décadas. Se argumenta que el bajo crecimiento de la economía mexicana se debe a que las políticas neoliberales han contraído el mercado interno y han fomentado la carencia de cadenas productivas que vinculen al sector exportador con el resto del aparato productivo.


Palabras clave: Economía Mexicana, crisis económica y políticas neoliberales.

Abstract

In this essay, I offer an explanation about why the Mexican economy has had low growth rates over the past three decades. I argue that the slow growth of the Mexican economy is due to neoliberal policies. These have reduced size of domestic market and have broken linking supply chain of export sector with the rest of the economy.


Key words: Mexican Economy, economic crisis and neoliberal polices

Introducción

Durante las últimas tres décadas la economía mexicana ha experimentado un lento crecimiento y crisis periódicas, que contrastan con las altas tasas de crecimiento y la estabilidad macroeconómica que tuvo la economía durante el período de desarrollo estabilizador (1956-1970).[2]

Las altas tasas de crecimiento que tuvo la economía durante la vigencia del modelo ISI (Industrialización por sustitución de importaciones)[3] llego a su fin con el inicio de la crisis de la deuda, ésta marcaría la necesidad de replantear el modelo de desarrollo. Las políticas de estabilización que se implementaron, con el objetivo de superar la crisis, tenían como prioridad que se generarán los recursos necesarios para reanudar el pago de la deuda externa. Por lo cual, se pretendía que la economía mexicana se transformara en una economía dinámica exportadora, además se puso énfasis en que el gobierno debería de reducir su participación en la economía, pues se argumentaba que tanto el insostenible déficit comercial como la creciente deuda externa, que habían desencadenado la crisis, habían sido causadas en gran parte por el excesivo déficit fiscal.

Con la finalidad de que la economía mexicana se transformará en una economía exportadora se instauro el modelo neoliberal como modelo de desarrollo, llegando a su fin el modelo ISI. El modelo pretendía que, a partir de la liberalización comercial, la economía mexicana aprovechara su ventaja comparativa, principalmente con respecto a la economía Norteamericana, y se especializara en exportar bienes intensivos en trabajo, además, la fuerte competencia internacional proporcionaría el ambiente dinámico que las empresas mexicanas necesitaban para desarrollar “ventajas competitivas”. La liberalización financiera pondría a disposición de las empresas mexicanas el ahorro externo que necesitaban para financiar su modernización. Por otra parte, se pretendía que la política fiscal mantuviera déficits manejables, esto con la finalidad de no generar presiones en la balanza comercial. Así se esperaba que el crecimiento del sector exportador retornara a la economía a su senda de crecimiento anterior a la crisis.

Es innegable que el modelo neoliberal tuvo éxito al hacer crecer las exportaciones de la economía mexicana. No obstante, el dinamismo de las exportaciones no se tradujo en un crecimiento sostenido de la economía, en vez de ello ésta entro en un largo período de estancamiento, que contrasta fuertemente con el dinamismo observado durante el modelo ISI.

En este ensayo se hace un análisis de porqué, pese al dinamismo del sector exportador,  la economía mexicana no solo no ha recuperado la senda de crecimiento previa a la crisis de la deuda, sino que su tendencia de crecimiento de largo plazo se ha reducido sustancialmente.

La hipótesis de trabajo de este ensayo es que las políticas neoliberales han contraído fuertemente al mercado interno y no han sido capaces de generar cadenas productivas que vinculen al sector exportador con el resto de la economía. Lo anterior explica tanto las bajas tasas de inversión como el prolongado estancamiento que ha sufrido la economía.  

Para sustentar esta hipótesis este ensayo se divide en tres apartados. En el primero se analizan las políticas económicas durante la crisis de la deuda. Esto con el fin de argumentar que la premura por conseguir las divisas que el país necesitaba para hacer frente a la deuda externa, justificaron una serie de reformas que contrajeron de manera sustancial el mercado interno y que sirvieron de base del modelo neoliberal. En el segundo apartado se estudian los efectos que tuvieron las políticas neoliberales sobre el crecimiento de largo plazo. Se describe el modelo neoliberal mexicano y se argumenta por que el modelo de desarrollo actual ha contraído el mercado interno y no ha sido capaz de generar cadenas productivas que vinculen al sector exportador con el resto de la economía, siendo estos dos aspectos lo que explica el lento crecimiento. En el último apartado, se ofrecen las conclusiones de este ensayo.

La crisis de la deuda

A principios de la década de los ochenta, el modelo neoliberal en México es impuesto no como un modelo alternativo de desarrollo, sino como un modelo orientado a generar las divisas que el país necesitaba para reanudar el pago de la deuda externa. En este apartado se analizan tanto las políticas económicas orientadas a generar dichos recursos como las llamadas “políticas de estabilización”, así como los efectos que éstas tuvieron sobre el mercado interno.

Una de las explicaciones más plausibles sobre las causas que desencadenaron la crisis de la deuda en México está en el mal manejo que se le dio a la política fiscal[4] , a finales de los setenta y principios de los ochenta.

Para 1976 el gasto gubernamental como porcentaje del PIB representaba el 37.9%, para 1982 representaba el 47.2%, es decir, en menos de una década el gasto público se incrementó en casi el 10% del PIB. No obstante, para ese mismo período, los ingresos del gobierno eran de 28.8% y 30.3% del PIB, respectivamente, es decir, crecieron en menos de 2% del PIB, lo cual contrasta con el fuerte crecimiento en el gasto.

El excesivo incremento en el gasto público se tradujo en un creciente déficit fiscal, para  1981 éste representaba el 7.2% del PIB. En ausencia de una reforma tributaria que permitiera al gobierno incrementar sus impuestos, el déficit fiscal fue financiado con deuda. En 1976 la deuda externa era del 32.6% del PIB, para 1982 era del 43.1%, es decir, el crecimiento en la deuda externa fue casi proporcional al crecimiento del gasto público, pese a que la deuda pública sólo creció en 5% del PIB.

El déficit fiscal pudo financiarse con deuda externa en la medida en que los ingresos petroleros asegurarán la entrada de divisas suficientes para pagar éste. No obstante, en 1982 el precio internacional del petróleo se derrumbó y las tasas internacionales de interés se incrementaron, estos dos factores aunados a la fuga de capitales situaron al gobierno mexicano en una incapacidad para cubrir los pagos de su deuda externa. El 20 de agosto de ese año, el gobierno mexicano se declara en moratoria para cumplir con sus pagos de la deuda, con lo cual inicia la crisis.

Una vez que estalló la crisis de la deuda, la prioridad del gobierno mexicano consistió en generar las divisas necesarias para reanudar el pago de la deuda externa. En palabras de Ángel Gurria, parafraseado por Aspe (1993, p. 149) “Lo importante es hacer frente a la deuda lo más pronto posible, para empezar a concentrarse en los asuntos fundamentales de la política económica que se encuentran detrás de un proceso sostenible de desarrollo, porque, después de todo debe de haber vida después de la deuda”
La política económica se orientó a corregir los desequilibrios internos responsables del excesivo endeudamiento externo, así como hacer de la economía mexicana una economía exportadora a través de un tipo de cambio subvaluado.
Debido a que se veía en el déficit público el origen del excesivo endeudamiento externo se procedió a corregir éste mediante dos estrategias: recortes en el gasto y aumento en los ingresos a partir de ajustes en las tarifas de los servicios públicos, mayores impuestos y venta de paraestatales.
La reducción del gasto público se logró a través de disminuir tanto el gasto corriente como la inversión pública. Esta última mostró tasas decrecientes durante gran parte de la década de los ochenta.

 

 

En el período de 1982 a 1989 la tasa promedio de crecimiento de la inversión pública fue de -10%. Como se muestra en el gráfica 1, en 1982 la tasa de crecimiento de la inversión era de 22%, para el año siguiente cayó hasta -19% y para 1983 era de -36%.
Pese a que se incrementaron los impuestos y los precios de los servicios públicos, no se logró una reforma fiscal capaz de incrementar sustancialmente los ingresos públicos. Por lo que, aun hoy los ingresos del gobierno siguen dependiendo de manera importante de la renta petrolera. Por otra parte, las elevadas tasas de inflación que sufrió la economía en la década de los ochenta redujeron la recaudación tributaria; no obstante debido a la renta petrolera, que se obtenía de las exportaciones que realizaba PEMEX, se puedo evitar que el gobierno cayera en déficit[5] .

La venta de las paraestatales fue esencialmente importante para conseguir los recursos necesarios para pagar la deuda. Como se muestra en la tabla 1, los ingresos por venta de paraestatales, durante el período de 1989 a 1992, fue de casi 27000 millones de dólares. De estos el 78.6% se utilizó para el pago de la deuda.

 

Fuente: Moreno-Brid y Ros (2009)

 

En 1982, la incapacidad de pagar la deuda externa aunada al enorme déficit comercial y a la fuga de capitales hicieron inevitable que el peso se devaluara. Durante 1982 a 1989 el tipo de cambio pasó de 24.8 pesos por dólar a 2481.08 pesos por dólar, respectivamente.

Las devoluciones sistemáticas sufridas durante la década de los ochenta eran resultado de dos circunstancias: la primera era la escasez de divisas que la economía sufría durante ese período, la segunda era que el gobierno mexicano había decidido mantener el peso subvaluado con la finalidad de fomentar las exportaciones e inhibir el crecimiento de las importaciones, ante la apertura comercial[6]

La escasez de divisas era consecuencia principalmente de dos fenómenos: Las enormes transferencias de recursos que la economía mexicana hacia al exterior y la restricción al crédito externo.

Como se muestra en el cuadro 2, La economía mexicana transfirió recursos al exterior desde 1982 a 1988. Para 1983 las transferencias netas al exterior eran de 7.2% del PIB, para ese mismo año el servicio de la deuda era del 12.9%. Durante el período de 1982 a 1989, el promedio anual de las transferencias netas fueron del 4.35% del PIB, mientras que el promedio anual del servicio de la deuda fue de 8.87% del PIB.

 

 

La política de mantener subvaluado el tipo de cambio era visto, por las autoridades mexicanas, como un requisito para que la apertura comercial no generara desequilibrios en la balanza de pagos. En palabras de Aspe (1993, p. 140) “Lo mejor es comenzar el proceso de apertura comercial con un tipo de cambio real depreciado. Es conveniente abrir la economía y apoyar la medida con una modificación en el tipo de cambio real. (…) si por el contrario, se elimina la protección con un tipo de cambio apreciado, es probable que esta medida provoque un deterioro en la balanza de pagos.”

Las fuertes devaluaciones sufridas en la década de los ochenta elevaron el costo de los insumos importados, por su parte las empresas transfirieron el aumento en sus costos a sus precios, desatando así un problema de hiperinflación. Durante el período de 1982 a 1989, el peso se devaluó en 10035.1% lo que generó que la tasa promedio anual de inflación fuese de 79.8%, como consecuencia al final de 1989 los precios eran 4460.1% más altos que en 1982.

Tanto los costos de los insumos que se importaban como de los que se producían internamente crecieron a consecuencia de las altas tasa de devaluación e inflación. Por lo que, para que las devaluaciones pudieran elevar la competitividad del sector exportador era necesario que los costos laborales decrecieran. Como se observa en cuadro 3, para el periodo de 1982 a 1989 el salario mínimo real se redujo en un 39.1%.  

 

 

Las fuertes devaluaciones, a través de generar la caída en los salarios reales, hicieron competitivos a los productos mexicanos en el exterior permitiendo que las exportaciones crecieran rápidamente. De 1982 a 1989 las exportaciones crecieron en un 46.20%, mientras que las exportaciones manufactureras aumentarían en 294.32%. Por lo que el dinamismo del sector exportador se sustentaba en las exportaciones de bienes manufacturados que basaban su competitividad en bajos salarios[7] .

 

 

Pese a que la apertura comercial facilitó el crecimiento de las importaciones, durante el período de 1983 a 1989 las exportaciones fueron superiores a las importaciones, logrando así un superávit comercial en este período que contribuyo a captar las divisas que el país requería para el pago de la deuda.

Para el período de 1983 a 1989 el superávit comercial fue en promedio del 7% del PIB, para ese mismo período el PIB por habitante se redujo a una tasa promedio anual de -1.5%. En 1983 se alcanzó tanto el más alto superávit comercial (13% del PIB) como la mayor tasa de decrecimiento del PIB por habitante (-5.8%) del periodo.

 

 

El éxito exportador estaba basado en la reducción de los salarios reales que junto con la caída en la inversión redujeron sustancialmente el mercado interno, siendo esto lo que explica la caída en la producción de esos años[8] . Por otro lado la falta de una política industrial que articulara a la industria exportadora con el resto de la economía, en adhesión con la apertura comercial que facilitó la importación de insumos, impidió que se formaran cadenas productivas alrededor de la industria exportadora.

La hiperinflación sufrida en la década de los ochenta era vista como un serio problema por el gobierno mexicano, así que se adoptaron medidas para corregir ésta. Entre las principales políticas de estabilización estaban: la apertura comercial, finanzas públicas sanas, política monetaria restrictiva y contención salarial.

Se esperaba que la apertura comercial contribuyera a controlar la inflación en la medida de que los precios de los productos comerciables convergieran a sus precios internacionales, a partir de la ley de precio único[9] . No obstante, las recurrentes devaluaciones encarecían los precios internacionales de los productos comerciables, en términos de pesos. Por lo que, la apertura comercial no contribuyó de manera significativa a controlar la inflación[10] .

Las finanzas públicas sanas contribuirían a controlar la inflación en la medida en que el gobierno mexicano redujera su déficit y no generara impuestos inflacionarios o recurriera a deuda interna para financiarlo. Por otra parte, se impuso una política monetaria restrictiva, pues en el pensamiento neoclásico se concibe a la inflación principalmente como un fenómeno monetario.

Como política pública, la contención salarial se impuso con la finalidad de controlar la inflación inercial y ésta se llevó a cabo con base en los “pactos económicos”. La contención salarial agudizó la caída en los salarios reales.

El problema de la inflación inercial consistía en que las devaluaciones incrementaban el costo de los insumos importados y con ello generaban inflación. La inflación reducía los salarios reales y con ello los costos laborales, lo cual incrementaba la competitividad de las empresas exportadoras. No obstante, ante la caída en los salarios reales, los trabajadores presionaban para que se incrementaran los salarios nominales, perdiendo así competitividad el sector exportador, lo cual motivaba una nueva devaluación y el proceso se repetía. En consecuencia, para que los pactos funcionaran era necesario impedir que los salarios nominales crecieran alargando así la vida de la competitividad ganada a través de las devaluaciones.
El llamado “Pacto de Solidaridad Económica” se firmó el 15 de diciembre de 1987, éste estuvo vigente desde diciembre de 1987 hasta diciembre de 1988. En él se fijaban compromisos para el gobierno, los campesinos, los empresarios y los trabajadores con la finalidad de controlar la inflación. Con respecto a los trabajadores se pretendía disminuir las presiones a la alza en los salarios nominales, así en las fases 3, 4 y 5 del pacto se acordó que no habría incremento en los salario mínimos, pese a que la inflación para ese año fue de 51%, esta medida implicó que para ese año el salario real mínimo cayera en 18.4%, mientras que el salario promedio disminuyó en 11.8%.  

En la primera mitad de 1989 se implementó “El pacto para la estabilidad y crecimiento económico”  pese a que para ese año no se comprometió el sector obrero a mantener fijo el salario mínimo. El salario medio real disminuyó en 7.8%, mientras que el salario mínimo real experimento una ligera mejoría al incrementarse en 5%.

Durante el período de 1982 a 1989, el salario real promedio cayó en 46.5% como consecuencia de la inflación provocada por las devaluaciones y de una política que pretendía hacer competitivo al sector exportador a partir de un peso subvaluado. La caída en los salarios tuvo implicaciones nocivas sobre la distribución del ingreso y el bienestar de las familias mexicanas[11] .

Debido a que el origen de las altas tasas de inflación eran las fuertes devaluaciones, la inflación se controló cuando se alcanzó estabilidad cambiaria. Ésta se logró cuando cesó  la urgente necesidad de divisas para pagar la deuda externa, como resultado de una política económica que permitía la transferencia sistemática de recursos al exterior, con la finalidad de pagar la deuda. Dicha política fomentó que durante gran parte de la década de los ochenta la economía tuviera superávit comercial.

Como se muestra en el cuadro 2, desde 1982 hasta 1988 hay una transferencia neta de recursos al exterior, no obstante para 1989 ésta cesa, para 1991 las transferencias netas del exterior hacia la economía mexicana son superiores al servicio de la deuda, siendo cada una respectivamente de 5.8% y 5.2% del PIB.

2. El modelo neoliberal y sus implicaciones sobre la tasa de crecimiento de largo plazo.

Pese a que en la década de los ochenta la política económica estaba orientada a generar las divisas necesarias para el pago de la deuda externa, ésta formaba parte integral de un nuevo modelo de desarrollo: El modelo neoliberal. 

El modelo neoliberal está sustentado en la idea de que el libre mercado es capaz de generar un vector de precios y asignaciones socialmente eficientes y de pleno empleo[12] . En consecuencia, el estado no debe de intervenir en la economía sino que éste debe de garantizar que los agentes se sujeten a las reglas del libre mercado.

Esta forma de ver el papel del estado en la economía justificó la reducción de la inversión pública, la desregulación de algunos precios que se consideraban estratégicos para la industrialización o para el bienestar de la población[13] , así como la desmantelación de la política industrial[14] . Además de proponer que el estado participara lo menos posible en la economía, el modelo planteaba que la política fiscal y monetaria tendrían que ser congruentes con la apertura comercial y la estabilidad cambiaria, para lo cual era necesario mantener un presupuesto equilibrado y darle autonomía a la banca central con la finalidad de evitar que el gobierno federal presionara a ésta para que financiara el déficit público. La razón de esto era que el déficit público era visto como la causa de las crisis de balanza de pagos[15]

La liberalización comercial, como parte de las políticas neoliberales, era fundamental pues a través de ella se esperaba que el mercado corrigiera las distorsiones en los precios que la intervención pública y las políticas proteccionistas habían generado durante el modelo ISI. Una vez corregidas las distorsiones en los pecios relativos el mercado asignaría los recursos de manera eficiente, por lo que los factores de la producción, como el capital y el trabajo, serían asignados a los sectores más productivos[16] .

El tratado de libre comercio con EUA y Canadá era el pilar de la política de liberalización, pues se esperaba que a partir de este tratado las empresas mexicanas tuvieran acceso al mercado más grande del mundo, lo cual motivaría al capital tanto nacional como internacional a invertir en México[17] .

Pese a que la productividad media en las economías de EUA y Canadá son superiores a la de la economía mexicana, se confiaba que el libre comercio permitiera especializarse a la economía mexicana en los bienes donde tuviera “ventaja relativa” y que el ambiente dinámico propio del libre comercio propiciaría el ambiente idóneo para que las empresas mexicanas desarrollaran “ventajas competitivas”. Por lo que el sector exportador se convertiría en el motor de la economía. En consecuencia, el tratado comercial beneficiaría a los tres países[18] .
Las políticas neoliberales que se impusieron en México en esas décadas encuentran su fundamento teórico en el marco analítico neoclásico, no obstante aún la teoría ortodoxa se sabía que la liberalización comercial en presencia de mercados imperfectos pueden empeorar la situación del país, por lo que el fundamentalismo de mercado carecía de bases analíticas solidad que lo sustentaran, al respecto véase Newbery Stiglitz (1984) y Sappington y Stiglitz (1987). Por lo que no es de sorprender el fracaso del modelo neoliberal, pese a esto es indudable que el modelo neoliberal tuvo éxito al hacer crecer las exportaciones.

El sector exportador se transformó en el sector más dinámico de la economía mexicana, en el período de 1987 a 1994 las exportaciones crecían a una tasa promedio anual de 13.8%. No obstante, para principios de la década de los noventa el déficit comercial era muy superior al que se tuvo en 1982.   

 

 

Para 1994 el déficit comercial era del 7.5% del PIB, siendo el más alto desde 1940. El deterioro en la balanza comercial, a principios de la década de los noventa, no era visto como un problema grave por el gobierno mexicano pues se argumentaba que éste era resultado de una “saludable recuperación”[19] . En palabras de Aspe (1993, p. 47 y 48) “Las cifras de la balanza comercial confirman la idea de que este deterioro va asociado a una recuperación económica saludable. La mayor parte de las importaciones son bienes de capital e intermedios del sector privado, que eventualmente se convertirán en exportaciones o bienes que sustituyan importaciones. Asimismo, cabe mencionar que muchas de estas importaciones son la contrapartida de un incremento sin precedente de la inversión extranjera, debido al clima de confianza generado en el país y a la posibilidad de contar con una zona de libre comercio con América del Norte. En numerosos casos estas importaciones tienen la ventaja adicional de ir acompañadas de una muy necesaria transferencia tecnológica”.

Pese a la confianza del gobierno de que el déficit comercial no era un problema serio, en diciembre de 1994 estalla una de las peores crisis financieras de la historia moderna de México. ¿Qué salió mal en el razonamiento de las autoridades mexicanas? Para ofrecer una respuesta a esta pregunta veamos más de cerca el argumento bajo el cual se minimizaba el problema del déficit.

Se argumentaba que el déficit no era un problema básicamente por tres razones: 1) las importaciones realizadas eran en su mayoría bienes intermedios y de capital, por lo que se esperaba que éstas en el mediano plazo generaran las divisas para financiarse. 2) La inversión extranjera estaba creciendo. 3) Debido a que el déficit era financiado con ahorro externo y que éste se explicaba en gran parte por las importaciones de bienes intermedios y de capital se pensaba que era deseable que parte del “desarrollo de la economía mexicana” fuera financiado por el exterior.

Sobre el primer argumento, durante el período de 1980 a 1992, las importaciones de bienes intermedios y de capital representaban el 91.5% de las importaciones totales. Por lo que, los datos parecen ser congruentes con el razonamiento de las autoridades.  Por su parte, la tasa de crecimiento de la inversión extranjera directa (IED), durante la primera mitad de la década de los noventa, fue irregular. No obstante, para 1991 la tasa de crecimiento de la IED fue del 80%.

El problema con el razonamiento de las autoridades mexicanas era que pese al incremento en la IED, el crecimiento de la inversión era raquítico y gran parte de éste se debía a las privatizaciones y no a la incorporación de nueva maquinaria en el aparato productivo mexicano. En 1989 las privatizaciones representaron el 1.9% del PIB y para 1990 representaban el 3.83%. Siendo éstas las que explican, en gran parte, el repunte de la inversión en eso años.

 

 

Debido a que la inversión total estaba estancada, el crecimiento en las importaciones de bienes intermedios y de capital no podría generar, en el mediano plazo, las divisas necesarias para financiarse, pues al no tener un impacto significativo sobre la inversión total tampoco lo tendrían sobre el crecimiento de la economía. Este incremento en las importaciones de bienes intermedios y de capital sólo era un reflejo del cambio en la composición de la inversión, es decir, únicamente reflejaba que la inversión realizada en bienes importados iba en aumento, mientras que la realizada en bienes nacionales estaba reduciéndose.

 

 

Como se muestra en la gráfica 6, ha habido un crecimiento sostenido de la participación relativa de la inversión en bienes importados, pasando de un 34% a un 65% de la inversión total, durante el período de 1988 a 2004. El aumento relativo de la inversión en bienes importados implica que la inversión en bienes nacionales se redujo.

La disminución relativa de la inversión realizada en bienes nacionales es reflejo de la incapacidad del aparato productivo de generar la tecnología que se requiere para producir la maquinaria y equipo que la producción requiere, es decir, es muestra que se ha agudizado tanto el rezago como la dependencia tecnológica.

Tal como se argumenta en Aspe (1993) el déficit comercial se debe al incremento en las importaciones de bienes intermedios y de capital. Pero estos no sólo no son capaces de generar las divisas que se requiere para financiarlos, sino que son resultado del agudizamiento del rezago tecnológico, en consecuencia el déficit comercial es generado por el creciente rezago tecnológico y, por tanto, éste es una de las principales cusas de la crisis de 1994, pero también una de sus lamentables consecuencias, pues como se observa en la gráfica 5, la inversión en bienes importados ha ido en aumento después de la crisis.

La agudización del rezago tecnológico se debe principalmente al estancamiento de la inversión.

Para ofrecer una explicación de porqué la inversión se ha estancado es necesario exponer los principales factores que la determinan. En Velázquez (2009) se argumenta que el principal determinante de la inversión es la expectativa de crecimiento, debido a que si las empresas esperan que su mercado crezca entonces incrementaran su inversión para hacer frente a la mayor demanda. Una vez que la inversión se haya realizado, el crecimiento se verificará como consecuencia de la mayor inversión [20]. Este resultado es congruente con las estimaciones empíricas realizadas por Levine y Renelt (1992).  En consecuencia, las bajas tasas de inversión están determinadas por las bajas expectativas de crecimiento, pero a su vez el lento crecimiento es consecuencia de la baja inversión.  

Las bajas expectativas de crecimiento son resultado principalmente de dos factores: 1) la contracción del mercado interno, 2) la incapacidad de generar cadenas productivas que vinculen al sector exportador con el resto de la economía.

La contracción del mercado interno es principalmente consecuencia de la caída en la inversión pública y de la sistemática disminución en los salarios reales.

Como ya se ha comentado en el primer apartado la inversión pública se redujo como consecuencia de las políticas de ajuste, es decir, ésta disminuyó para contribuir a la reducción del gasto público. No obstante, se ha mantenido a la baja aún después de la crisis.

 

 

La caída en la inversión pública tiene dos explicaciones básicas. La primera es que, en una economía con apertura comercial, es necesario mantener disciplina fiscal para no generar presiones sobre la balanza comercial que desemboquen en una crisis de balanza de pagos. Por lo que, cualquier tentativa de elevar la inversión pública sin una reforma hacendaria que garantice finanzas públicas sanas pone en riesgo la estabilidad cambiaria de la moneda. En consecuencia, mientras el gobierno no sea capaz de llevar a cabo una reforma hacendaria que le garantice más recursos no será viable hacer crecer la inversión pública.

La segunda razón del porqué del desplome de la inversión pública tiene que ver con razones más ideológicas. En el marco analítico en el cual se sustenta el modelo neoliberal se postula que la inversión pública, al competir por recursos con la inversión privada, suele desplazar a ésta, bajo esta lógica los responsables de la política gubernamental en México han justificado la reducción de la inversión pública[21] .

No obstante, existen estudios que muestran que la inversión pública puede tener efectos atracción sobre la inversión privada al generar las condiciones idóneas para que esta última incremente su rentabilidad. En Herrera (2003) se muestra que en general la inversión pública tiene un efecto atracción sobre la inversión privada, pero aún cuando no se diera éste, el efecto desplazamiento sería parcial. Por lo que, un incremento en la inversión pública haría crecer la inversión total.

Por otro lado, la inversión pública tiene la virtud de ser anticíclica, es decir, puede crecer aún cuando el mercado se esté contrayendo. Esta característica hace de la inversión pública una herramienta fundamental para cambiar el signo del ciclo económico, ya que en épocas de crisis es posible incrementarla con la expectativa de que aumente la demanda efectiva y cree expectativas de crecimiento que hagan que se incremente la inversión privada.

Como se comentó en el apartado anterior, la reducción de los salarios reales fue uno de los mecanismos a través de los cuales se logró hacer competitivo al sector exportador. No obstante, al disminuir el poder de compra de los trabajadores se redujo el mercado interno.

 

 

La caída en el salario mínimo real es un indicador de la forma en que se redujeron los salarios reales en la economía mexicana. Como se observa en la gráfica 7, el salario mínimo real se redujo de manera sistemática a partir de 1976, para el 2009 el salario mínimo real era similar al de 1949.

Tanto la caída en la inversión pública como la disminución en los salarios reales, aunados a la incapacidad de generar cadenas productivas que vinculen el sector externo con el resto de la economía, provocaron que el mercado interno se redujera. La contracción del mercado interno generó que las empresas orientadas a este mercado disminuyeran sus planes de producción, inversión y demanda de trabajo. La menor inversión y las mayores tasas de desempleo contribuyeron a contraer aún más el mercado interno y por tanto a generar un círculo vicioso[22] , siendo esto lo que explica en gran parte las bajas tasa de crecimiento de la economía durante la última década.   

Ofrecer una explicación de porqué no se han logrado construir cadenas productivas que vinculen al sector exportador con el resto de la economía, implica analizar porqué pese al dinamismo de las exportaciones no se ha logrado crecer. Para analizar esto es necesario tener en cuenta las principales características del sector exportador mexicano.

A partir de la apertura comercial se da un cambio estructural importante en el sector exportador, éste dejó de estar orientado a la exportaciones de bienes primarios para estar dominado por la exportaciones de bienes manufacturados.

 

 

En el período de 1980 a 1982 solo el 17% de las exportaciones eran de manufacturas, esto contrasta fuertemente con lo ocurrido durante el período de 1993 al 2010, pues para este período este tipo de exportaciones representaban el 84% de las exportaciones totales.

El dinamismo de las exportaciones manufacturadas se explica en gran medida por el  crecimiento de las exportaciones de la industria maquiladora. Durante el período de 1993 al 2006 las exportaciones de esta industria representaban el 52% de las exportaciones manufactureras.

La principal característica de la industria maquiladora de exportación (IME) es que importa la mayoría de los insumos que utiliza para su producción. Por lo que, no es posible generar cadenas de valor alrededor de ésta. Este problema se agrava con la existencia de programas que privilegian las importaciones temporales para la exportación. Entre estos programas se destaca el Altex, Pitex y la IME[23] . Dussel (2003) Muestra que, para finales de la década de los noventa, las exportaciones dependientes de importaciones temporales representaban más del 80% de las ventas al exterior.

El hecho de que gran parte de la industria manufacturara de exportación importen tanto su maquinaria y equipo como sus insumos explica porqué no se han generado cadenas productivas que vinculen a la industria manufacturera nacional con el sector exportador. En consecuencia, el dinamismo de las exportaciones manufactureras no ha tenido un impacto significativo sobre el crecimiento de la economía.

Las razones por las que la industria manufacturera exportadora importa gran parte de sus insumos responden a causas diversas y complejas, entre las cuales destacan dos: 1) una política fiscal que privilegia la importación de insumos. 2) El comercio intrafirma.

La premura con que se da la apertura comercial en México impide que ésta se dé acompañada de una política industrial que use estímulos fiscales y arancelarios que fomenten la creación de cadenas productivas alrededor del sector exportador. Ante la carencia de una política industrial coherente con la apertura comercial y la necesidad de hacerse de divisas a través del superávit comercial, la política fiscal fomento el crecimiento de la IME y de las importaciones temporales para la exportación.

La IME en México no paga impuestos arancelarios ni impuestos al valor agregado (IVA), y con frecuencia el impuesto sobre la renta (ISR) es negativo. Schatan (2002) calcula que para el año 2000, la IME pago un ISR de -7.2%, es decir, recibió un subsidio del gobierno por este concepto.

A partir de los años ochenta, el comercio intrafirma creció de manera importante en la economía mexicana. Con base en éste las empresas trasnacionales (ETs), principalmente estadunidenses, siguieron estrategias de desagregación de su producción e integración vertical. Los bajos costos salariases en México, los estímulos fiscales y el tratado comercial entre México y EEU fueron aprovechados por las ETs para establecer en México los procesos de producción simples e intensivos en mano de obra. Lo cual intensificó tanto las importaciones como las exportaciones realizadas por México.

Como se observa en el cuadro 4, mientras que el comercio intrafirma realizado por las ETs estadunidenses en América latina fue disminuyendo, éste fue creciendo en la economía mexicana.

El sector exportador ha logrado insertarse en cadenas productivas internacionales que incluyen productos de alta tecnología, no obstante el alto contenido importado en la producción de este sector ha generado que sólo se realicen procesos simples, por lo que no ha habido transferencia tecnológica alguna.

 

 

El hecho de que el sector exportador mexicano importe gran parte de sus insumos implica que basa su rentabilidad en los bajos costos salariales, por lo que no es posible hacer crecer los salarios reales sin afectar la competitividad de este sector. No obstante, para fortalecer al mercado interno es necesario aumentar los salarios reales.

Conclusiones y recomendaciones de política económica.

Las bajas tasas de crecimiento que sufre la economía mexicana desde las últimas tres décadas es consecuencia de la caída en la inversión. El estancamiento de la inversión obedece a las bajas expectativas de crecimiento, las cuales son consecuencia tanto de la contracción del mercado interno como de la carencia de cadenas productivas que vinculen el sector exportador con el resto de la economía, ambas resultado de las políticas neoliberales.

La contracción del mercado interno se debe  tanto a la reducción de la inversión pública como a la caída en los salarios reales. La menor inversión pública se ha justificado bajo el argumento de que el estado debe de participar lo menos posible en la economía.

La idea de que el libre comercio permitiría a la economía especializarse en exportar los bienes en los cuales tuviera “ventaja relativa” implicó que se diera la apertura comercial sin una política industrial que fomentara la creación de cadenas productivas. Así, la rentabilidad de las exportaciones se basa en bajos salarios y en una política fiscal que fomenta la importación de insumos para exportar y que dificulta la generación de cadenas productivas.

Restablecer la senda del crecimiento implica crear condiciones favorables para el incremento sostenido de la inversión ya sea fortaleciendo el mercado interno o a través de generar cadenas productivas que vinculen el sector exportador con el resto del aparato productivo.

No obstante, existen enormes dificultades tanto para fortalecer el mercado interno como para crear cadenas productivas alrededor de las exportaciones.

Las principales dificultades para fortalecer el mercado interno son: 1) La inversión pública no puede crecer sin una reforma fiscal que le permita al estado mantener las finanzas sanas. 2) No es posible fortalecer el mercado interno con salarios reales bajos; no obstante, hacer crecer los salarios implica disminuir la competitividad de las exportaciones. 3) Debido a la creciente necesidad de importar maquinaria y equipo para producir y a la apertura comercial, no es posible hacer crecer el mercado interno sin generar problemas de balanza de pagos.

La principal dificultad de generar cadenas productivas alrededor de la industria manufacturera de exportaciones es que ésta es una industria maquiladora que basa su rentabilidad en bajos salarios y en una política fiscal que la subsidia. Por otro lado, gran parte de la industria manufacturera de exportación obedece al comercio intrafirma de las ETs, por lo que las exportaciones e importaciones de éstas se deben a las estrategias de las ETs de abatir sus costos instaurando sus procesos de producción intensivos en trabajo no calificado en países con bajos salarios y con fácil acceso al mercado estadunidense.

Superar estas dificultades implica un cambio en el modelo de desarrollo, es decir, es necesario replantear tanto la forma en que la economía mexicana se está insertando a la globalización como el papel del estado en la economía.

Continuar con el actual modelo de desarrollo, que pretende hacer del sector exportador el motor de la economía, condenará a la población mexicana a los bajos salarios y al desempleo crónico.

Para mejorar las condiciones de vida la población mexicana es ineludible incrementar los salarios reales y los niveles de empleo y, por tanto, fortalecer el mercado interno. Es claro que no es posible cerrar la economía al resto del mundo, principalmente debido a que el mercado interno no es lo suficientemente grande para generar los incentivos necesarios para que se dé el cambio tecnológico. Por lo que, es necesario que el modelo de integración económica sea compatible con el fortalecimiento del mercado interno.  Lo anterior se puede lograr siempre que las exportaciones no se sustenten en bajos salarios sino en incrementos sostenidos en la productividad.

El crecimiento de la productividad debe de fomentarse a partir de una política industrial agresiva, en la cual la inversión pública tenga un papel protagónico. Para esto el estado debe de impulsar una reforma fiscal que le proporcione los recursos necesarios.

La integración con América Latina podría ampliar el mercado lo suficiente como para hacer rentable el cambio tecnológico.  Es conocido que la economía mexicana tiene acceso al mercado más grande del mundo, no obstante las exportaciones basan su rentabilidad en bajos salarios no en cambio tecnológico, lo cual hace evidente que tener acceso a un gran mercado es una condición necesaria para el cambio tecnológico, pero no suficiente. Por otro lado, México es uno de los países que más tratados comerciales posee y sin embargo más del 80% de sus exportaciones se dirigen a los Estados Unidos. Por lo que, para la integración con América Latina tenga éxito será necesario mucho más que un tratado comercial. Ésta podría llevarse a cabo a partir de la construcción de “paraestatales multinacionales”, es decir, de empresas públicas de alta tecnología propiedad de varios países latinoamericanos.

Las “paraestatales multinacionales” tendrían un doble propósito: 1) propiciar el cambio tecnológico que tanto requiere la economía mexicana 2) fomentar cadenas productivas alrededor de éstas que hagan posible la integración económica de América Latina.

Es claro que el cambio de modelo enfrenta muchos problemas prácticos, entre ellos el cambio de mentalidad de aquellos encargados de diseñar la política económica. No obstante, ya existen varios paradigmas alternativos que ofrecen explicaciones más plausibles sobre el funcionamiento de las economías de mercado y sobre los cuales es posible construir un nuevo modelo de desarrollo.

Referencias Bibliográficas

Alonso Neira (2005) “Crisis Gemelas: ¿una nueva generación de crisis monetarias y fiancieras o una simple extensión de las generaciones y modelos precedentes”. AnálisisEconómico. No. 43, Vol XX, pp. 5-45

Arestis P (1992) The Post-Keynesian approach to economics: An alternative analysis of economic theory and policy, E, Elgar, USA

Arestis P. y Sawyer M (2003) “Reinventing fiscal policy”, Working paper. The Levy EconomicsInstitute of Brad College. No 381 

Aspe Armella Pedro (1993) El Camino Mexicano de la Transformación Económica. Ed. Fondo de Cultura Económica, México.

Boltvinik J y Hernández Laos (1999) Pobreza y distribución del ingresos en México, Siglo XXI, México

Calva José L. (1995) El modelo neoliberal mexicano: costos, vulnerabilidad, alternativas. Ed. J. Pablos, México.

Calva José L. (2004) “La economía mexicana en perspectiva” EconomiaUNAM. Vol.1, No. 1, pp. 63-85

CONSAMI (n.d) Salario Mínimo General Promedio de los Estados Unidos Mexicanos. http://www.conasami.gob.mx/pdf/salario_minimo/sal_min_gral_prom.pdf

Cypher  James M  y Raúl Delgado Wise (2007) “El modelo de exportación de fuerza de trabajo barata en México”. ECONOMÍAunam, Vol. 4, No. 12, pp. 23-41

Durán Lima, José y Ventura-Dias, Vivianne (2003), Comercio intrafirma: concepto alcance y magnitud.  Santiago de Chile: CEPAL, ComercioInternacional, núm. 44

Dussel Peters E. (2000) Polarizing Mexico, The Impact of Liberalization Strategy.  Lynne Rienner Publishers, Boulder-Londres.

DusselPeters E. (2003), “Ser maquila o no ser maquila, ¿Es esa la pregunta?” Comercio Exterior. Vol. 54, No. 4 (abril) pp. 328-336.

Hansen Roger d. (1971) La Política del Desarrollo en México. Ed. Siglo XXI, México.

Harrod R. F. (1939) “An Essay in Dynamic Theory”.EconomicJournal, Vol. 49. En   AmartyaSen (1979) Lecturas: Economía del Crecimiento, México, Fondo de Cultura

Herrera, J. (2003) “Dinámica de la inversión privada en México”. Gaceta de Economía. Vol. 8, No. 16

INEGI (2009) Estadísticas Históricas de México 2009. http://dgcnesyp.inegi.org.mx/cgi-win/ehm.exe/I

KaleckiMichal (1956) Teoría de la Dinámica Económica. México D.F. Fondo de cultura económica.

………………. (1977) Ensayos Escogidos Sobre Dinámica de las Economía Capitalista.México D.F. Fondo de CulturaEconómica

Krugman, P. (1979). “A model of balance of payments crises”, Journal of Money, Credit and Banking, Vol. 11, No. 3, pp. 311-325

Levine R. and Renelt D. (1992) “A Sensitivity Analysis of Cross – Country Growth Regressions”.The American EconomicReview. Vol. 82, No. 4, pp. 942-963

Moreno –Brid y Ros Bosch (2009) Desarrollo y Crecimiento en la Economía Mexicana: Una Perspectiva Histórica.  Ed. Fondo de Cultura Económica. México.

Newbery, D. y J.E Stiglitz (1984) “Pareto inferior trade” TheReview of economicStudies, Vol 51, No 1

Noriega Ureña F. (1994) Teoría del Desempleo, la Distribución y la Pobreza. México D.F. Ariel.

………………. (2001) Macroeconomía para el Desarrollo: Teoría de la Inexistencia del Mercado de Trabajo. México D.F. McGraw Hill.

………………. (2006) “Free Trade and Poverty”. En Volbert A. and Hans – Helmut K. (Eds.) Global Divergence in Trade, Money and Policy.Germany. Edward Elgar Publishing

……………….. (1997) “Teoría del Desempleo y la Distribución. Evidencia Empírica: México 1984 – 1994”. Investigación económica, No. 220, abril – junio.

Obstfeld y Rogoff (1995) “Exchange Rate Dynamics Redux” Journal of Political Economy, Vol. 103, No 3, pp. 624-660

Sappington, D y J.E Stiglitz (1987) “Privatization, information and incentive”, Journal of Policy Analysis and Management.Vol. 6, No 4

Schatan, Roberto (2002), “Régimen tributario de la industria maquiladora”. Comercio Exterior. Vol. 52, No. 2 (octubre),  pp. 916-926.

Stiglitz J (2003) “El Rumbo de las Reformas. Hacia una nueva Agenda para América Latina” Revista de la Cepal, No 80, pp 7-40 

Velázquez Orihuela D. (2009) Teoría de la Dinámica de las Economías de Mercado: Un Modelo de Generaciones Traslapadas en el Marco Analítico de la Teoría de la Inexistencia del Mercado de Trabajo. Tesis doctoral. UAM

 

 

[2] En Calva (2004) se ofrece una interesante evaluación del desempeño de la economía tanto en el modelo ISI como en el modelo neoliberal.

[3]El modelo ISI estuvo vigente desde 1930 hasta 1982. No obstante, durante el gobierno de Luis Echeverría se observa un cambio significativo en el modelo. La propuesta de Echeverría de “Desarrollo compartido” implicó un incremento creciente en el déficit fiscal que se agudizó durante la presidencia de López Portillo, véase Moreno–Brid y Ros (2009)

[4]Sobre este tema véase Aspe (1993) y Moreno-Brid y Ros (2009). No obstante, no todos los autores concuerdan en que la principal causa de la crisis de la deuda haya sido la mala política fiscal. Por ejemplo en Stiglitz (2003) se argumenta que la principal causa de la crisis de la deuda en América latina es el incremento desmedido en la tasa de interés de EUA.

[5]Al déficit público ocasionado por las elevadas tasa de inflación se le conoce como efecto Olivera-Tanzi

[6] La política de subvaluar el peso para fomentar las exportaciones e inhibir las importaciones comienza con la presidencia de Miguel de la Madrid. No obstante, ante el enorme requerimiento de divisas que se tenía la economía mexicana en la década de los 80, es posible que el gobierno mexicano no hubiera podido mantener estable el tipo de cambio aun proponiéndoselo.

[7]En los modelos ortodoxos usualmente no es posible analizar cómo el éxito de las devaluaciones dependen de la reducción de los salarios reales. Por ejemplo, en el modelo Mundell-Fleming, las devaluaciones del tipo de cambio suelen aumentar los niveles de producción y consumo, sin cambios en los salarios reales. En el trabajo seminal de Obstfeld y Roggoff (1995), documento base de la llamada “Nueva macroeconomía de las economías abiertas, se propone un modelo de equilibrio general no competitivo para explicar al tipo de cambio. Sin embargo, se excluye el mercado de trabajo del análisis. En ese trabajo seminal, las fluctuaciones del tipo de cambio permiten a los consumidores suavizar su consumo en el tiempo, así el déficit comercial obedece a un exceso de consumo y el superávit a un exceso de ahorro. Por lo que las fluctuaciones en el tipo de cambio no implican necesariamente costos al bienestar. En contraste, en los esquemas analíticos heterodoxos sí es posible analizar cómo el éxito de las devaluaciones depende de la reducción en los salarios reales. Por ejemplo, en Noriega (2006) se analiza el funcionamiento de una economía pequeña, abierta y tecnológicamente dependiente, en este modelo el déficit de la balanza comercial es resultado de la dependencia tecnológica, es decir, de la necesidad que tiene el aparato productivo nacional de importar insumos intermedios y de capital para producir, así a diferencia de Obstfeld y Roggoff (1995), en Noriega (2006) el déficit comerciales no es la mecanismo a través del cual los consumidores suavizan su consumo, sino que éste es el resultado del atraso tecnológico. En consecuencia, mientras exista atraso tecnológico el déficit comercial será crónico y las devaluaciones del tipo de cambio serán recurrentes. Las devaluaciones de la moneda encarecen los insumos importados, las empresas al ver incrementado sus costos y por ello reducida su rentabilidad incrementaran sus precios, lo que reducirá los salarios reales. La pérdida en el poder de compra de los salarios reducirá el consumo de las familias, contrayendo el mercado interno. Las empresas orientadas a este mercado verán mermadas sus ventas y por tanto contrataran menos trabajo, no obstante, las empresas exportadoras mejoraran sus ventas dado a que su producto es relativamente más barato en el exterior, por lo que demandaran más trabajo, en consecuencia la economía crecerá sólo si el dinamismo del sector exportador supera la caída del sector orientado al mercado interno. Sin embargo, pese a que las devaluaciones pueden hacer cercera a la economía, las familias experimentaran una perdida en su bienestar debido principalmente a la reducción de los salarios reales que implica una disminución en su consumo.

[8]Este tipo de razonamiento se escapa de la línea de argumentación de la teoría ortodoxa. En la teoría económica ortodoxa, usualmente, se argumenta que la reducción en los salarios motiva a las empresas a contratar más trabajo, por lo que el producto suele aumentar. En estricto sentido parte de la miopía de esta  teoría obedece a su incapacidad de plantearse problemas de demanda efectiva en escenarios de equilibrio general competitivo. En contraste, en la teoría heterodoxa, la producción está determinado por la demanda efectiva, por lo que la caída en los salarios reales no tiene por qué motivar a los empresarios a contratar más trabajo, de hecho la disminución de los salarios contrae la demanda y con ello la producción y el empleo. Al respecto véase Kalecky (1977),Arestis (1992) y Noriega (2001)

[9]De acuerdo a la ley de precio único, si existe libre comercio entre dos países y los costos de transporte son despreciables, entonces los bienes comerciables tendrán el mismo precio en ambos países. La razón de esto es que si en un país el precio de algún bien es más alto, entonces los agentes se verán motivados a importar este bien hasta que en ambos países se tenga el mismo precio.   

[10]Por ejemplo de acuerdo a la ley de precio único, y suponiendo costos nulos de transporte, el precio de una silla tendría que ser el mismo en México que en USA, si éste es de 10 dólares y suponiendo un tipo de cambio de 10 pesos por dólar, la silla tendría que costar 100 pesos. Pero si se devalúa la moneda en un 100%, entonces el precio de la silla tendría que ser de 200 pesos, pese a que el precio internacional de la silla (10 dólares) no haya cambiado. Este sencillo ejemplo ilustra porqué en una economía en la cual se devaluó la moneda en más de 1000% en un menos de una década es de esperarse que el libre comercio no contribuya a combatir la inflación, siendo esto lo que ocurrió en México en la década de los ochenta. 

[11]En Boltvinik y Hernández (1999) se estudia la evolución de la pobreza y la distribución del ingreso en México, dichos autores argumentan que para el año de 1999 el 70% de la población mexicana experimenta un tipo de pobreza. En Noriega (2001) se analiza los mecanismos a través de los cuales la caída en los salarios generan pobreza y distribución asimétrica del ingreso. De acuerdo a Noriega la reducción de los salarios reales disminuye la demanda efectiva y con ello genera incentivos para que las empresas produzcan menos y, por tanto, demanden menos trabajo, lo cual provoca que haya una distribución del ingreso entre empleados y desempleados, la reducción en el nivel de empleo implica que el producto medio se incremente por lo que crece la tasa de ganancia de las empresas, siendo ésta la causa de la concentración del ingreso a favor de los capitalistas.

[12]En la literatura academia esta idea está sustentada en la teoría del equilibrio general competitivo y en los teoremas del bienestar. Estos conforman el núcleo básico de la forma en que la teoría neoclásica explica el funcionamiento de las economías de mercado. Para los nuevos keynesianos y los teóricos de la nueva síntesis neoclásica, el estado debe de hacer que economías no competitivas funcionen como si lo fueran. Existen muchas críticas a este resultado. Por ejemplo, en Noriega (1994) se demuestra que el equilibrio general competitivo es compatible tanto con el pleno empleo como con el desempleo involuntario. En consecuencia, las patologías económicas, como el desempleo involuntario, son resultado del libre mercado, por lo que el gobierno debe de intervenir activamente para corregir las patologías generadas por el correcto funcionamiento de los mercados.  

[13] Un ejemplo de esto está en la eliminación de los llamados precios de garantía.

[14] Los principales ejes de la política industrial en el modelo ISI eran:

Una revisión valiosa de este modelo se encuentra en Hansen (1971)

[15] En la literatura académica, esta idea está fundamentada en los modelos de crisis de balanza de pagos de primera generación, al respecto véase a Krugman (1979) y Alonso (2005)

[16]En Aspe (1993) se hace una estimación para la economía mexicana que pretende mostrar que el vector de precios resultante de la apertura comercial generaría una asignación que potenciaría el crecimiento. 

[17]Este argumento era particularmente relevante para justificar la firma del TLC, pues se consideraba que la reciente integración de los países exsocialistas a los mercados internacionales haría más fuerte la competencia para captar inversión extranjera.  

[18] En la literatura académica, usualmente, la idea de que el libre comercio puede beneficiar tanto a los países menos productivos como a los más productivos se sustenta con el teorema Heckscher-Ohlin. No obstante, existen muchas propuestas críticas a esta postura, una de ellas se puede encontrar en Noriega (2006)

[19]De acuerdo con Stiglitz (2003) tampoco el FMI mostraba preocupación por este tipo de déficits

[20] Este resultado es muy similar al obtenido por Harrod (1939)

[21] En la literatura especializada, al desplazamiento de la inversión privada por pública se le conoce como efecto crowding out.

[22] En la literatura académica a este círculo vicioso se le conoce como histéresis. Véase Noriega (2001)

[23] Una análisis detallado de cada uno de esos programas se encuentran en Dussel (2000)

 

 

[a] Profesor-Investigador de la Licenciatura en Economía. Instituto de Ciencias Económico Administrativas. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. E-mail: danielvelazquezo@yahoo.com.mx

[b] Profesor-Investigador de la Licenciatura en Economía. Instituto de Ciencias Económico Administrativas. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. E-mail: jrvs14@hotmail.com