Hacia la construcción de un nuevo paradigma: Teoría de la inexistencia del mercado de trabajo (TIMT)

Resumen

En este ensayo se hace una evaluación de la necesidad de repensar la teoría económica dominante con la finalidad de ofrecer explicaciones más plausibles sobre el funcionamiento de las economías de mercado. Se reflexiona sobre la teoría de la inexistencia del mercado de trabajo y su capacidad interpretar a patologías económicas tales como el desempleo, el lento crecimiento y las recesiones económicas como fenómenos propios del correcto funcionamiento de los mercados.

Palabras clave: Equilibrio general, Teoría neoclásica, teoría de la inexistencia del mercado de trabajo, metodología económica.

Abstract

In this essay, We invite rethink dominant economic theory in order to provide more plausible explanations on the functioning of market economies. We reflect on the theory of inexistence from the labor market and their ability to interpret economic pathologies such as unemployment, slow growth and economic recessions as market phenomena.

Keywords: General equilibrium, neoclassical theory, theory of inexistence from the labor, economic methodology.

Clasificación JEL: B41, D50, D59, E13 y E19

Introducción

En este ensayo se reflexiona sobre la necesidad de repensar la teoría neoclásica desde sus fundamentos, para ofrecer explicaciones más plausibles sobre el funcionamiento de las economías de mercado. Se analiza a la Teoría de la Inexistencia del Mercado de Trabajo (TIMT) como una teoría que ofrece explicaciones alternativas a la neoclásica. Se resalta el principal resultado de la TIMT: la demostración de que el equilibrio competitivo sea compatible tanto con el pleno empleo como con el desempleo involuntario, y las implicaciones que esto tiene.


La necesidad de repensar la teoría económica


Actualmente, en la ciencia económica la teoría neoclásica constituye la corriente principal. Su dominio es tal que los criterios de política económica de la mayor parte de las economías de mercado, así como las recomendaciones de política económica de las instituciones financieras internacionales, como el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BM (Banco Mundial), se sustentan en esta teoría. En el medio académico se suele referirse a esta teoría como “el pensamiento único”, debido al nulo debate existente al interior de ésta y con otras teorías que cuestione sus principales postulados. Las teorías económicas diferentes a la neoclásica han sido marginadas, a grado tal que en muchas licenciaturas en economía sólo se enseñan como parte de la historia económica o han desaparecido de su currículo. [1] Al respecto Etxezarreta (2004, p. 4) argumenta "El predominio de la escuela neoclásica en la actualidad es de tal magnitud que prácticamente no se reconoce ningún otro tipo de pensamiento económico. El pensamiento económico neoclásico se ha convertido en "la Ciencia Económica" y es el único que se considera "serio, riguroso y científico". Todo intento de utilizar otros esquemas alternativos, incluso sólo de aproximarse a otras escuelas para explorar su potencialidad, es rechazado con una mezcla de acritud y desprecio como retrasado y obsoleto. (……) No hay ni siquiera debate, solo ignorancia, descalificación y desprecio hacia las demás interpretaciones.”

El lento crecimiento de las economías subdesarrolladas ha puesto en evidencia el fracaso de las políticas pro mercado basadas en la teoría neoclásica [2]y, por tanto, se argumenta que es indispensable revisar la capacidad explicativa de ésta. No obstante, fue a partir de la actual crisis financiera que los teóricos neoclásicos han aceptado la necesidad de repensar la teoría. (Véase Blanchard, DellÁriccia y Mauro 2010).

Además del fracaso de las políticas del mercado, la creación de teorías económicas alternas, a la neoclásica, se justifica por la necesidad de ofrecer mejores explicaciones y predicciones más adecuadas sobre fenómenos inherentes a las economías de mercado, que la teoría neoclásica no explica adecuadamente, y en algunos casos los ignora o los desconoce como fenómenos económicos.[3] Hahn y Solow (1995, p. 2 y 3), al respecto argumentan: “La ironía aquí es que la macroeconomía se inició como el estudio de las patologías económicas de gran escala: depresión prolongada, el desempleo masivo, inflación persistente, etc [...]. Ahora bien, la teoría macroeconómica actual tiene como concepto central un modelo en el que estas patologías son, en estricto sentido, inmencionables. No hay manera correcta de hablar de ellas”.

La incapacidad de la teoría neoclásica de ver a las patologías económicas como fenómenos inherentes a los mercados, impide el debate sobre estos y, por tanto, plantear estrategias adecuadas para solucionarlos. Lo cual debería de obligar a repensar la teoría neoclásica desde sus bases.

De acuerdo con Noriega (2001), hay dos formas básicas para criticar una teoría, 1) mostrar que existe una contradicción entre la realidad y lo que la teoría explica, 2) demostrar que existe una inconsistencia entre las hipótesis y los resultados de la teoría.

La primera acota la pertinencia de la teoría para un determinado tiempo y lugar, y obliga a replantear ésta para ofrecer una explicación sobre los fenómenos observados. El replanteamiento de la teoría puede llevar a optar por marcos analíticos alternos, que ofrezcan explicaciones más cercanas a los hechos observados, o a modificar las hipótesis sobre las cuales se construye la teoría con el fin de lograr predicciones más plausibles.

Usualmente, las teorías económicas heterodoxas han optado por construir marcos analíticos alternos, con la finalidad de ofrecer explicaciones y predicciones más plausibles del funcionamiento de las economías de mercado. No obstante, si bien se generan marcos analíticos distintos a la teoría dominante, el debate se dificulta pues las categorías analíticas no tienen por qué ser coherentes entre las distintas teorías.

La teoría neoclásica ha optado por modificar las hipótesis de sus modelos, sin alterar su núcleo (su teoría del equilibrio general), para mejorar su capacidad explicativa.[4]

La crítica al interior de la teoría se sustenta en mostrar que la teoría tiene contradicciones en su razonamiento lógico, es decir, que sus hipótesis no son coherentes entre sí o que éstas no son coherentes con sus resultado. Mostrar que una teoría no es coherente obliga a replantearla.

La teoría de la inexistencia del mercado de trabajo (TIMT) surge a partir de una crítica interna a la teoría neoclásica. Muestra que en un esquema competitivo el equilibrio general es compatible tanto con el pleno empleo como con el desempleo involuntario, por lo que critica el núcleo de la teoría neoclásica. Antes, de analizar la TIMT se describirá la teoría del equilibrio general, para después argumentar en qué consiste la crítica.


La teoría del equilibrio general: El núcleo de la teoría neoclásica


La teoría del equilibrio general competitivo (TEGC) ofrece una explicación sobre el funcionamiento de los mercados, según esta teoría las economías competitivas generan asignaciones de pleno empleo y eficientes en el sentido de Pareto. De esta forma, una vez que se arribe a la competencia perfecta, resulta que, las asignaciones de mercado son insuperables, es decir, socialmente eficientes. Por tanto, se recomienda que las economías procuren las políticas necesarias tales que, se fomenten dichas condiciones. La teoría neoclásica se apoya en la demostración de existencia del equilibrio general competitivo y los teoremas del bienestar tanto para analizar el funcionamiento de una economía de libre mercado como para proponer su economía objetivo, es decir, su norma.

Las economías de libre mercado se suelen representar como economías competitivas. Esta última (usualmente llamada competencia perfecta) es el marco conceptual en el que se suele discutir cómo la libre interacción entre consumidores y productores, todos ellos con fines egoístas, suelen encontrarse en los mercados para realizar sus planes de compra y venta. La teoría argumenta que es esta interacción libre y egoísta es la que permite que el mercado genere un vector de precios y asignaciones que hacen compatibles los planes de compra y venta de todos y cada uno de los agentes.

La conducta egoísta de los agentes se postula a partir del axioma de racionalidad, éste argumenta que el ser humano (y, por tanto, todas las organizaciones integradas por éste) busca lo que quiere hasta donde puede. La TEGC postula dos tipos de agentes: consumidores y productores. El axioma de racionalidad en la teoría del consumidor se formaliza argumentando que los consumidores desean maximizar sus gustos y preferencias, es decir, desean consumir la canasta de bienes que les parece más apetitosa, reconociendo como límite de su consumo a su restricción presupuestal. Por su parte, los productores desean maximizar la ganancia de la empresa, es decir, la diferencia entre sus ingresos y sus egresos, reconocen como restricción a su tecnología.

Los supuestos que constituyen las condiciones iniciales de las economías competitivas están orientados a garantizar que ningún agente puede intervenir en la determinación de los precios. La razón de estos es que la teoría considera que los precios son el principal resultado de los mercados, es a través de estos que los mercados asignan. Entre los supuestos de la competencia perfecta destacan: propiedad privada, la existencia de un gran número de productores y consumidores, plena descentralización de decisiones. Además de ello se suele asumir, información perfecta y gratuita, producto homogéneo, no hay costos de transacción, libre entrada y salida del mercado, movilidad perfecta de bienes y factores. Se argumenta, que debido a que existen muchos consumidores y productores ninguno de ellos puede determinar por si sólo el vector de precios, es decir, todos y cada uno de ellos son tomadores de precios. El supuesto de plena descentralización de decisiones se utiliza para garantizar que ningún agente se ponga de acuerdo con otro para intervenir en los precios.

Las asignaciones ineficientes y las patologías económicas como el desempleo, la inflación, y la recesión son propias de economías no competitivas, es decir, se debe a la existencia de agentes, (monopolios, sindicatos y el gobierno) cuyo tamaño les permite interferir en la determinación de los precios, es decir, impiden que el mercado funcione correctamente[5]; así como, al alejamiento de los supuestos de la economía competitiva que provocan que los agentes tomen decisiones erróneas o ineficientes[6] (por ejemplo, cuando la información no es completa ni gratuita).

La teoría neoclásica acepta a la economía competitiva como su norma, en consecuencia la política económica está orientada a lograr que las economías no competitivas funcionen como si lo fueran.[7] Además se argumenta que la asignación de todos los bienes y servicios, habrá que dejarlas a las fuerzas del mercado, es decir, a las leyes de la oferta y la demanda. Para ello, se requiere que la intervención del sector público en la economía sea mínimo; de hecho, la recomendación de la injerencia del sector público en la economía, se hace con el objetivo de eliminar rigideces reales y monetarias, para que los mercados funciones libremente.

Cuestionar la teoría del equilibrio general implica discutir la forma en que la teoría neoclásica explica el funcionamiento de los mercados, poner en tela de juicio la eficiencia del equilibrio, es dudar sobre la bondad de los mercados, es decir, discutir sobre la pertinencia de la norma neoclásica y, por tanto, cuestionar la conveniencia de las políticas pro mercado.

La teoría de la inexistencia del mercado de trabajo cuestiona fuertemente los resultados del equilibrio general competitivo al mostrar que éste puede ser compatible tanto con el pleno empleo como con el desempleo involuntario. A continuación se hará una descripción de este marco analítico y se evaluaran sus resultados a la luz de la teoría dominante.


Teoría de la inexistencia del mercado de trabajo (TIMT)


La teoría de la inexistencia del mercado de trabajo adopta el marco conceptual inherente a la teoría neoclásica para analizar el funcionamiento de los mercados, es decir, asume todos los supuestos propios de las economías competitivas para analizar cómo los mercados asignan. Además acepta que los agentes son racionales, por lo cual, hace suyo el axioma de racionalidad. No obstante, modifica la formalización del axioma para representar la conducta optimizadora de la empresa.

En la TIMT se postula dos hipótesis novedosas en la formalización del axioma de racionalidad, 1) las empresas maximizan su tasa de beneficio, 2) existen costos de organización. La tasa de beneficios es el cociente del valor de sus ingresos entre el valor de sus costos, es decir, muestra el monto de ingresos que percibe el productor por unidad de costos.[8] Esta hipótesis contrasta con la que habitualmente se postula en la teoría según la cual los productores optimizan la masa de beneficios, es decir, la diferencia entre sus ingresos y egresos. En Noriega (1994) se argumenta que, bajo ciertas condiciones, maximizar la tasa de beneficios equivale a maximizar la tasa interna de retorno de la empresa.

Asumir costos de organización positivos implica que la tecnología está compuesta por ingeniería y organización. Los costos de organización son el trabajo que se ocupa para organizar la producción, por lo cual son necesarios para producir, pero su uso no está asociado con producto positivo. Estos son un resultado del mercado, en consecuencia para el productor son un dato. Sin embargo los costos de organización no son una rigidez debido a que se modifican en función de la demanda efectiva.

De acuerdo con Noriega (2001), como resultado de estas hipótesis se obtiene las condiciones de equilibrio del productor, es decir, que el productor racional maximiza su tasa de ganancia si: 1) la tasa de sustitución técnica, de cada par de insumos, iguala a sus precios relativos, 2) la suma de las elasticidades de los factores de la producción es igual a la unidad, 3) se verifica la función de producción. La primera condición es análoga a la que se obtiene en la tradición neoclásica (cuando se maximiza la masa de beneficios), pero a diferencia de ésta, en la TIMT, la tasa marginal de sustitución del trabajo se refiere a “trabajo efectivo”, es decir, del trabajo que no es empleado en la organización sino en la producción. La segunda condición garantiza que se obtenga la máxima productividad media de los factores, la última simplemente muestra que la empresa producirá en la frontera de sus posibilidades técnicas.

Las condiciones que postula la TIMT, para garantizar que la empresa maximice su tasa de beneficio, contradicen el postulado neoclásico de que las empresas maximizan cuándo las productividades de los factores iguala al de sus precios relativos. Adviértase, que de esta última se puede arribar a la primera condición postulada en la TIMT, pero no al revés. No obstante, debido a que en la TIMT se habla de trabajo eficiente y en la tradición neoclásica simplemente de trabajo, la tasa marginal de sustitución del trabajo en la TIMT no es igual a la obtenida en la tradición neoclásica.

A partir de las condiciones de equilibrio del productor, propias de la TIMT, resulta que el productor demanda trabajo independientemente del salario real o de cualquier otro precio. La demanda de este factor depende esencialmente de la demanda efectiva, es decir, el productor demandará más (menos) trabajo si la demanda de su producto aumenta (se reduce). La razón de esto es que el productor ajusta su demanda de trabajo para garantizar la producción de todo aquello que el mercado le demanda.

En la TIMT, se argumenta que los planes de compra y venta de trabajo son independientes del salario real, de hecho ningún precio vincula estos planes. De ahí que se hable de la inexistencia del mercado de trabajo. Es importante aclarar que en este marco analítico, un mercado está integrado por tres elementos: oferta, demanda y un precio que vincule a éstas. Al no haber un precio que relacione los planes de compra y venta de trabajo no es posible hablar del mercado de trabajo como un marco conceptual coherente, en el cual se determine el salario y el nivel de empleo.

La independencia de los planes de compra y venta del salario real implica que no existe un mercado en el cual se determine éste, por lo que, el salario se determina fuera del sistema de mercados. La consecuencia lógica de esto es que en las economías competitivas debe de haber al menos dos instituciones[9]: el mercado, y otra en la que se determine el salario.

Usualmente se acepta, de forma implícita o explícita, que el salario es una convención social, a través de la cual se determina la participación de los trabajadores en el producto social.

En esta teoría se argumenta que existe equilibrio perpetuo en el mercado de bienes, independientemente de cuál sea el nivel de empleo y el salario real. La razón de esto es que las empresas maximizan su tasa de ganancia, siempre que ajusten su producción a la demanda efectiva vigente. Si las empresas produjeran menos de lo que el mercado les demanda no ganarían tanto como podrían, pero si produjeran más, entonces tendrían inventarios no deseados y, por tanto, perdidas. No obstante, no hay un mecanismo de mercado que garantice que la demanda efectiva tenga que ser lo suficientemente grande para garantizar el pleno empleo.

La compatibilidad del equilibrio general con el desempleo involuntario obliga a redefinir el concepto de equilibrio para asegurar la coherencia interna de la teoría, Velázquez (2009, p. 149) define: “El equilibrio general competitivo en la TIMT, en contraste con la teoría neoclásica, no es el vector de precios y asignaciones que hace mutuamente compatibles los planes de compra y venta de todos y cada uno de los agentes. En la TIMT el equilibrio general es el vector de precios y asignaciones que, dado el salario, hace mutuamente compatibles los planes de compra y venta de los productores con los planes realizables de compra y venta de los consumidores”. Más adelante este mismo autor aclara: “Se entiende por planes realizables, los planes de compra y venta que los consumidores pueden financiar a través de sus ingresos no salariales y con la parte de su oferta de trabajo que logran que se emplee y remunere por las empresas” Lo anterior implica que el equilibrio se da cuando el productor ajusta su producción a la demanda efectiva vigente.[10]

La demostración de que el equilibrio general competitivo es compatible tanto con el pleno empleo como con el desempleo involuntario tiene tres implicaciones fundamentales: la primera es que el equilibrio general competitivo no tiene por qué ser óptimo en el sentido de Pareto; la segunda es que las patologías económicas (como el desempleo involuntario y la distribución asimétrica del ingreso)[11] son fenómenos inherente al funcionamiento del mercado; la tercera es que las asignaciones ineficientes no son resultado de “fallas de mercado” o de rigideces, sino del correcto funcionamiento de los mercados.

Estas implicaciones contrastan fuertemente con la teoría del equilibrio general y sus teoremas del bienestar, según el cual las asignaciones eficientes son propias de los mercados competitivos, en cambio tanto las asignaciones ineficientes como las patologías económicas son inherentes a economías no competitivas.

La TIMT forma parte de una crítica interna a la teoría neoclásica del equilibrio general competitivo, debido a que parte de las mismas condiciones iniciales que ésta, adoptando los mismos axiomas de comportamiento (el axioma de racionalidad). No obstante llega a resultados contradictorias a los de la TEGC, es decir, los resultados de la TIMT muestran que existen inconsistencias dentro de la teoría del equilibrio general competitivo.

Es claro que los resultados de la TIMT se obtienen del cambio en la formalización del axioma de racionalidad del productor. Existe un debate sobre si esta manera de formalizar el axioma es más pertinente que la propuesta en la teoría neoclásica. En Noriega (1998) se argumenta que en dos economías con igual tecnologías, con la misma demanda de factores y con el mismo vector de precios, si las empresas maximizan la tasa de beneficio obtendrán una ganancia mayor que si maximizan la masa de beneficios. No obstante, esta demostración se sustenta en suponer de unidades productivas que componen una empresa pueden variar. Sin embargo, debido a que los axiomas son no falsables, las hipótesis a través de las cuales se formalizan también son no falsables, por lo que éste es un debate estéril.

Velázquez (2009) argumenta que la TIMT, más allá de una crítica interna a la teoría neoclásica, es el inicio de un nuevo paradigma, por tanto, es una teoría en sí misma. Un cambio de paradigma ocurre cuando hay una modificación radical en las hipótesis y en el conjunto de problemas cognoscitivos. La TIMT modifica las hipótesis sobre las cuales se formaliza el axioma de racionalidad, pero más importante aún, al modificar éstas cambian los resultados del equilibrio general competitivo y muestra que las patologías económicas son resultado del correcto funcionamiento de los mercados. Por lo que, modifica la agenda de investigación de la teoría económica, entonces, ya no se trata de cómo hacer que las economías no competitivas funcionen como si lo fueran, sino de regular a las economías competitivas, es decir, al mercado para corregir las patologías económicas propias de estos.

Reflexiones finales

Ante la necesidad de contar con explicaciones más plausibles sobre el funcionamiento de las economías de mercado, TIMT es una oposición valiosa que ofrece explicaciones alternativas a la de la teoría dominante sobre el funcionamiento de éstas. Al mostrar que las patologías económicas son inherentes al correcto funcionamiento de los mercados abre la puerta a la regulación y a la intervención pública, que hoy en día parece necesaria para enfrentar los retos que nos impone la actual crisis económica.


Con el propósito de tener una exposición más clara de la TIMP se presenta la entrevista siguiente al Dr. Fernando Antonio Noriega Ureña, precursor de tal teoría

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Referencias bibliográficas


1. Arrow, K. y Hahn F. (1977) Análisis General Competitivo. México, Fondo de Cultura Económica
2. Blanchard O y Fisher S. (1989) Lectures on Macroeconomics. USA. MIT Press.
3. Blanchard, O; Dell´Ariccia, G; Mauro, P; (2010) ”Repensar la Política Macroeconómica", Revista de Economía Institucional, Vol. 12, No. 22, pp. 61-82
4. Etxezarreta M., (Ed.) (2004) Crítica a la Economía Ortodoxa: Seminario de Economía Crítica TAIFA, España, Universidad Autónoma de Barcelona.
5. Goodfriend M. (2002) “Monetary Policy in the New Neoclassical Synthesis: A Primer.” Federal Reserve Bank of Richmond, September, pp. 2 - 24
6. Hahn F y Solow R. (1995) A Critical Essay on Modern Macroeconomic Theory. USA. MIT Press.
7. Mankiw G. and Romer D. (1991) New Keynesian Economics. Vols. 1 y 2, USA. MIT Press.
8. Noriega Ureña F, (1997) “Teoría del Desempleo y la Distribución. Evidencia Empírica: México 1984 – 1994”. Investigación Económica, No. 220, abril – junio.
9. Noriega Ureña F, (2001) Macroeconomía para el Desarrollo: Teoría de la Inexistencia del Mercado de Trabajo. México D.F. Mc Graw Hill.
10. Noriega Ureña F. (1994) Teoría del Desempleo, la Distribución y la Pobreza. México D.F. Ariel.
11. Noriega Ureña F. (1998) “Generalización de una Teoría Particular del Productor: Error de la Tradición Neoclásica”, Investigación Económica, No. 223, enero – marzo.
12. Velázquez Orihuela, D., (2009) Teoría de la Dinámica de las Economías de Mercado: un Modelo de Generaciones Traslapadas en el Marco Analítico de la Teoría de la Inexistencia del Trabajo. Tesis Doctoral, Universidad Autónoma Metropolitana, México, DF.



[a] Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo <<



[1]Un claro ejemplo de esto son las teorías clásica y marxista <<

[2]Un claro ejemplo de esto es la economía mexicana, la cual en los últimos 30 años (1981-2011) su PIB (Producto Interno Bruto) por habitante ha crecido en un promedio anual de 0.8%, es decir, menos de un punto porcentual. <<

[3]Por ejemplo, en la teoría neoclásica se argumenta que la distribución asimétrica del ingreso no es un fenómeno de mercado, debido a que los mercados propician el intercambio entre equivalentes, por lo que no distribuyen el ingreso. Por otra parte, en los modelos de ciclo real, se argumenta que el desempleo es voluntario, por lo cual es una respuesta óptima de los agentes. <<

[4]Un ejemplo de esto está en la teoría neoclásica del crecimiento económico. En la teoría del crecimiento exógeno se postulaba la hipótesis de convergencia. No obstante, en los años ochenta la evidencia estadística sugería que esta hipótesis era estadísticamente rechazable para la gran mayoría de los países. Ante esta contradicción, los teóricos neoclásicos cambiaron las hipótesis sobre la tecnología y lograron mejorar la capacidad explicativa y predictiva de sus modelos. Pero ninguno de ellos cuestiono la norma de la teoría. <<

[5]Al respecto, en los nuevos keynesianos se suele recurrir a mercados monopólicos para ofrecer explicaciones de las patologías económicas, por ejemplo, en los modelos de salarios de eficiencia, se suele argumentan que las empresas (monopólicas en el mercado de trabajo) suelen determinan un salario que les garantiza la máxima ganancia, cuando este salario está por encima del que determinaría el mercado surge el desempleo involuntario. Para una revisión de esta literatura véase Mankiw and Romer (1991) <<

[6]Por ejemplo en los modelos de racionamiento del crédito se suele argumentar que la incapacidad de los bancos para conocer la solvencia de sus clientes los obliga a ofrecer menos crédito que el óptimo. Véase Mankiw and Romer (1991) <<

[7]Por ejemplo, la nueva síntesis neoclásica ofrece recomendaciones de política monetaria con el fin de acercar el nivel de producción al producto natural <<

[8]Si se asume que sólo hay un producto y un factor de producción: el trabajo, entonces maximizar la tasa de beneficios equivale a maximizar el producto medio. <<

[9]Por institución se entiende al conjunto de reglas socialmente aceptadas. <<

[10]El equilibrio general en la TIMT se puede entender como un equilibrio restringido por demanda, siempre y cuando se aclare que la restricción no se debe a algún tipo de rigidez en los precios. <<

[11]En Noriega (2001) se muestra que un aumento en la inflación puede reducir el salario real, lo cual disminuirá el consumo de los trabajadores y con ello la demanda efectiva, motivando a las empresas a reducir su producción y contratar menos trabajo. La reducción del empleo aumentará la tasa de beneficio y con ello se provocará que el ingreso se concentre a favor de los dueños de las empresas. <<