Sobre la teoría del conocimiento en Immanuel Kant


Introducción

En el marco del seminario de epistemología que se cursó en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) se impartieron una serie de discusiones sobre cuestiones epistemológicas (como los criterios de verdad, realidad, objetividad e incluso justificaciones) en las ciencias sociales que están presentes hoy en día en cualquier investigación. Dentro de estos textos ha llamado mi atención lo que concierne al problema del conocimiento ¿cómo conocemos? Un acercamiento a este asunto, para nada pasado de moda, nos lo proporciona Immanuel Kant (1724-1809) quien en su obra Critica de la razón pura nos brinda los elementos necesarios para comprender como es que un sujeto conoce el mundo. Concuerdo con las palabras de Célinda Godina Herrera cuando nos dice que “su pensamiento, a más de ser la clave de la filosofía contemporánea, es también un pensamiento que pone en cuestión cierto tipo de filosofía. Hay que estudiar a Kant, no ignorarlo, aún si no estamos de acuerdo con todos sus planteamientos” (Godina, 2004: 111).

Es importante resaltar que el pensamiento de Kant revolucionó en más de un sentido la ciencia como la conocemos ahora, de ahí la importancia de estudiarlo, aquel que se considere un estudioso de las ciencias sociales por lo menos ha de darle una revisión a sus planteamientos más fundamentales para saber como hemos llegado al punto en que, según Luis Alarcón, vivimos en una “crisis epistemológica, que atraviesa a la sociología como ciencia y profesión, en todos los lugares del mundo es hoy por hoy un denominador común” (Alarcón, 2001:495). Por lo anterior, y al pensar que Kant es un referente en el campo de la teoría del conocimiento en la ciencia moderna, este trabajo tiene el propósito de exponer de manera concreta los fundamentos principales que este autor nos proporcionó en su filosofía para comprender el mundo de forma distinta a los racionalistas y a los empiristas[1] que ostentaron el poder del conocimiento hasta la llegada de este personaje que causo y causa revuelo cuando se le lee.

Reflexiones del saber científico en Kant

Kant fue un filosofo que creció con las ideas de la ilustración ya que contextualmente lo podemos ubicar en el siglo XVIII. Ante estas ideas Kant comenzó a reflexionar sobre el quehacer de los hombre de ciencia[2]; el filosofo se percató de que la ciencia tenía avances y que esos eran posibles gracias a que se lograban consensos entre los estudiosos de determinada disciplina (estamos hablando antes de que existieran incluso las ciencias sociales como las conocemos hoy en día). Al respecto, Guilles Deleuze nos dice que:

A grandes rasgos, durante la Edad Media, hay una teoría de las formas de distinción, cada autor crea sus formas de distinción, pero en general hay tres tipos de distinción: la distinción real, la distinción modal y la distinción de razón. Y si relacionamos estos tres tipos de distinción con las cosas, vemos un contra sentido y si le damos un alcance ontológico, no tienen aún un alcance ontológico, sólo tienen un alcance representativo (Deleuze, 1978: 40).

En ese sentido, podemos ver que existe una lucha constante entre postulados, esto entra en el marco de un interés que llevaría a Kant a reflexionar, cosa evidente, que en la metafísica cada quien piensa lo que quiere y es muy difícil ponerse de acuerdo. Esto lleva a la pregunta ¿La metafísica puede ser una ciencia? Para responder a ello, en primera instancia hay que saber lo que es una ciencia, pero antes de llegar a ello es necesario decir que la ciencia esta formulada por juicios, sin embargo, aquí hay que hacer algunas apreciaciones al trabajo de Kant sobre los juicios y que los hace ser científicos o no.

Sobre los juicios en Kant

Kant realiza una clasificación de los juicios que puede ser sintetizado de la siguiente manera: “En todos los juicios en donde se piensa la relación de un sujeto con el predicado (refiriéndome sólo a los afirmativos, pues la aplicación a los negativos es luego fácil), es esa relación posible de dos maneras” (Kant, s/a: 20), en este sentido encontramos que existen juicios analíticos que “son pues aquellos en los cuales el enlace del predicado con el sujeto es pensado mediante identidad” (ibídem), es decir, que son juicios que no ayudan a incrementar nuestros conocimiento, son simples juicios explicativos. Pongamos un ejemplo para que esto quede más claro. Supongamos que tenemos la oración que dice el sol ilumina el día, si nos ponemos a pensar el predicado es el mismo que el sujeto por lo que si transformamos la oración tendríamos que el que ilumina ilumina el día; en si mismo no estamos ampliando nada, simplemente explicamos algo que es evidente ya que el predicado es lo mismo que el sujeto por lo cual la oración no nos proporciona ningún conocimiento nuevo quedándose en lo explicativo.

Por otro lado tenemos los juicios sintéticos, al respecto de estos Kant refiere que “aquéllos…en que este enlace es pensado sin identidad, deben llamarse juicios sintéticos” (Kant, s/a: 20), es decir, que son juicios que aumentan nuestra comprensión con respecto al sujeto desde el predicado, por lo cual el predicado no esta contenido en el predicado; si decimos por ejemplo el sol es la cobija del pobre, estamos dotándole al que ilumina una característica más, que emite calor, con ello conocemos algo más de lo que el mismo sujeto nos proporciona.

Ahora bien, hemos visto dos tipos de juicios (analíticos y sintéticos), sin embargo, Kant hace referencia a dos más que van a ser utilizados de manera continua en toda su obra, nos referimos aquí a los juicios a priori (previo a la experiencia) y juicios a posteriori (posterior a la experiencia).

Regularmente sucede que los juicios analíticos forman parte de los juicios a priori, digamos que en la oración los flacos no son gordos (un juicio analítico) no se necesita de experiencia ya que el principio de contradicción es suficiente para determinar la verdad de ese juicio, en palabras de Kant “antes de ir a la experiencia, tengo ya en el concepto todas las condiciones para mi juicio, y del concepto puedo sacar el predicado por medio del principio de contradicción, pudiendo asimismo tomar conciencia al mismo tiempo, de la necesidad del juicio, cosa que la experiencia no podría enseñarme”  (Kant, s/a: 21).

Ahora bien, si los juicios analíticos regularmente pertenecen a los juicios a priori, los juicios sintéticos pertenecen, regularmente, a los juicios a posteriori; digamos por ejemplo que la sexoservidora tiene gonorrea, ¿cómo alguien podría saberlo? ¿cómo saber que esa oración es verídica? Esto sólo se puede lograr mediante la experiencia, se necesita del hecho empírico para determinar que ese juicio es verdadero.

Con todo lo anterior, podemos llegar a pensar que Kant reflexionaba que los juicios de la ciencia son aquellos que ayudan o aportan al incremento del conocimiento, como lo hacen los juicios sintéticos, pero si pensamos que estos son regularmente a posteriori  nos encontramos con un dilema que resolver ya que tendríamos que comprobar empíricamente cada juicio y la ciencia se caracteriza precisamente por ser de carácter universal y necesario que no admite excepciones[3]. Al tener este problema ante nuestros ojos uno se preguntará ¿cómo hizo Kant para solventar esta precariedad? Siguiendo algunos lineamientos de su libro Crítica de la razón pura podemos ver que Kant llega a la conclusión de que los juicios de la ciencia deben de ser a priori y sintéticos, de esta forma aumenta el conocimiento y los juicios se hacen universales y necesarios, así no se tiene que acudir a la experiencia para comprobar la veracidad de un juicio y se puede llegar a un consenso. De esta forma podemos observar que la metafísica no es una ciencia por aquellas divergencias con lo que acabamos de reflexionar, sin embargo, es posible su uso como tendencia ya que el hombre desea, en ocasiones, saber cosas que se encuentran más allá de su razón.

El giro copernicano en Kant

A manera de contextualización, Nicolás Copérnico se percato de que era un error considerar que la tierra se encontraba estática en el universo, el descubrió que la tierra no lo estaba, que se encontraba flotando en el universo girando alrededor del sol. Antes que Kant, otros filósofos creían en lo que se conoce como realismo ingenuo, esto es que seamos capaces de conocer las propiedades de un objeto tal y como son y transferirlas a nuestra conciencia[4]. Supongamos pues que un realista ingenuo observa una manzana roja, al hacer esa observación la transfiere tal cual a su conciencia, pero supongamos también que esa persona esta acompañada por un perro y este la ve, al tener una configuración fisiológica diferente a la de los hombres en los ojos, la ve de color gris; en ese mismo momento una abeja atraída por la manzana la ve, y al tener una configuración ocular diferente, ve la manzana color negro por la luz ultravioleta, entonces ¿de que color es la manzana en realidad? Kant nos diría que los colores no son una propiedad del objeto en sí mismo, el nóumeno, sino que el propio entendimiento del sujeto es una actividad configuradora de la realidad. Lo anterior nos lleva a pensar que no sabemos como es el mundo en  sí, solo podemos saber como es que se nos presenta/manifiesta a nosotros, esto es lo que Kant llamará fenómeno.

Si nos detenemos a reflexionar lo anterior, podemos decir que la pregunta correcta no es ¿cómo es el objeto? (como lo pensaría un realista ingenuo), sino, desde la postura de Kant, ¿cómo conozco ese objeto? En ese sentido, Kant logró realizar una síntesis entre el racionalismo y el empirismo, ambos tenían algo de razón en sus postulados, es decir, es cierto que el conocimiento comienza por la experiencia, sin embargo, no por ello todo el conocimiento proviene  de la experiencia. De aquí surge su postura, el conocimiento critico, el cual afirma que los limites de nuestro conocimiento deben situarse donde llega la experiencia sensible y añade que existen algunos conceptos previos a nuestro entendimiento que no provienen de la experiencia.

Dicho lo anterior, es momento de decir como es que conocemos lo que conocemos desde la postura de Kant.

La teoría del conocimiento en Kant

Como ya vimos en el apartado anterior, Kant piensa que es el sujeto quien construye la realidad (esto es la revolución copernicana), a su vez piensa que el sujeto es la mente (idealismo trascendental), por lo cual la construcción de la realidad es un proceso que sucede en la mente. Siguiendo esta idea, conocemos por medio de las impresiones sensibles o intuiciones puras, es decir, de las formas a priori de la sensibilidad; y por medio del entendimiento, conceptos puros, es decir, las formas a posteriori que son también las categorías del entendimiento; ambas formas según la lectura de Kant se encuentran dentro de nuestra mente.

Ahora bien, las impresiones sensibles del mundo exterior son las que constituyen la materia prima del conocimiento, es decir, todo proviene de un caos de sensaciones las cuales provienen del noúmeno, de aquello que no esta dado ni esta estructurado, de la cosa en sí, aquello que voy a conocer a partir de una construcción en la mente que se sirve de las formas a priori de la sensibilidad y de las categorías del entendimiento. Este entendimiento es quien recibe el caos de sensaciones, por lo tanto, primero las sensaciones sensibles son las que constituyen la materia de nuestro conocimiento. Las sensaciones irrumpen en el intelecto del sujeto de forma caótica desde el exterior y posteriormente ingresan en la mente; el sujeto, es decir, su mente, es quien ordena ese caos de sensaciones ordenándolo en un tiempo y espacio, con lo cual se crea lo que Kant denomina fenómeno.

Aquí hay que hacer una aclaración, el noúmeno, es decir la cosa en sí, es lo incognoscible, pero este hecho no impide que se ordene en la mente por medio de la sensibilidad del espacio y el tiempo creando de esta forma una abstracción en la mente que llamaremos fenómeno, es decir, aquello que se nos manifiesta. Después de este proceso, el sujeto, haciendo uso de las categorías de entendimiento, hace posible la estructuración de aquello que se nos manifestó; por tanto, las categorías son estructuras organizadas de lo que nos es dado por la primera organización (impresiones sensibles), es decir, por el ordenamiento en el tiempo y el espacio.

Entonces, primero se recibe el caos de sensaciones, después se les ordena en un espacio y tiempo para posteriormente estructurarlas mediante categorías de entendimiento. De esta forma, siguiendo a Kant, nunca tenemos acceso a las cosas en sí mismas, al noúmeno, sino que simplemente conocemos según lo que organiza nuestra razón, es decir, siempre conocemos el fenómeno (esto es nuestro objeto de conocimiento). Teniendo esta idea surge la pregunta ¿cómo se estructura el fenómeno? Para resolver esto, debemos de ubicarlo en un tiempo y un espacio, después se ordena formulando los conceptos empíricos a través de los conceptos puros o categorías del entendimiento, es decir, que por medio de todo ese proceso se puede llegar a la construcción de un concepto empírico como por ejemplo la idea de un caballo.

En resumen y para finalizar, el intelecto con sus formas a priori de sensibilidad, así como con los conceptos puros o categorías del entendimiento constituye, tomando como materia a las impresiones sensibles, el objeto que siempre es un fenómeno, aquello que se manifiesta ya que se ha construido en la mente del sujeto gracias a su intelecto.

Podemos seguir con esta discusión, sin embargo, el pensamiento filosófico de Kant es demasiado extenso y el que suscribe el documento aun esta falto de algunas herramientas para continuar explicando a este ingenioso autor que supo poner en tela de juicio el pensamiento de toda una época modificando así el rumbo del entendimiento sobre como conocemos lo que conocemos en el mundo y marcando tendencia en la filosofía de la ciencia moderna.

Referencias

Alarcón, Luis. (2001). “Sociología, realidad social y transformación: un poco de lo que tenemos y mucho de lo que buscamos” en Revista Venezolana de sociología y antropología, Vol. 11, número 32.

Deleuze, Guilles. (1978). Cuatro lecciones sobre Kant. Edición Electrónica de www.philosophia.cl, Escuela de Filosofía, Universidad ARCIS. Disponible en: https://www.yumpu.com/es/document/view/34613528/cuatro-lecciones-sobre-kant-philosophiacl

Godina, Célida. (2004). “Emmanuel Kant: sobre el prefacio a la critica de la razón práctica” en La lámpara de Diógenes, vol. 5, núm. 008 y 009.

Kant, Emmanuel. (2003). Crítica de la razón pura. Ed. Librodot en línea: https://espanol.free-ebooks.net/ebook/Critica-de-la-Razon-Pura/pdf?dl&preview.


[1]Godina refiere que este autor discute con Descartes, Leibniz, Hume y Rousseau quienes determinaron el pensamiento europeo durante muchos años hasta la llegada de la propuesta crítica de Emmanuel Kant.

[2] Para este entonces ya se tenia conocimiento, tras el periodo del Renacimiento del modelo heliocéntrico impulsado por Nicolás Copérnico, acontecimiento fundamental en la historia de la ciencia.

[3] Es evidente que este tipo de ciencia hacer referencia a la ciencia positiva ya que posteriormente en la teoría del conocimiento la hermenéutica y la fenomenología vendrán a debatir esta posición ortodoxa de la ciencia.

[4]Sobre este punto que es contrario a las ideas de Kant hablaremos en el siguiente apartado.

 

 

 

[a] Licenciado en Sociología por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH); alumno de la maestría en Ciencias Sociales por la UAEH. Correo-e: shadeuze@gmail.com