Festejo de la candelaria en Tlanalapa, Hidalgo, desde la historia oral

Resumen

En este artículo, utilizando los recursos que ofrece la historia oral se rescata la memoria en torno a la celebración del día de la Candelaria en Tlanalapa, Hidalgo, en un período que abarca los últimos 60 años. Se entrevistó a ancianos, adultos, jóvenes y niños de Tlanalpa y de esta forma se atestiguan las transformaciones que ha vivido el pueblo en torno a una fiesta popular.


Palabras clave: Tradiciones, fiesta popular, historia oral, día de la Candelaria.

Abstract

In this article, using the resourses that oral history provides, the memory of a period that comprises the last 60 years of the celebration of the day of the Candelaria in Tlanalapa, Hidalgo, is rescued. Elders, adults, young men and children were interviewed in order to bear witness to the transformations that the town has suffered towards this festival.

Key words:Traditions, festival, oral history, day of the Candelaria.

Introducción

Mis recuerdos de infancia me llevan a un pasado no tan lejano, en el que mi pueblo organizaba una singular fiesta para celebrar el día de la Candelaria. Esa añoranza por los aromas, los colores, las semillas, los platillos y el fuego, han dado vida a este trabajo, ya que la actual celebración del 2 de febrero en Tlanalapa carece de los componentes más vistosos de esta fiesta.

La mayoría de las personas reconocen la fiesta de la Candelaria como una de las principales fiestas que reafirman la fe en la figura de Jesús, salvador del mundo e hijo de Dios, vistiendo a la figura de yeso con llamativos atuendos y llevándola a misa, inclusive con mayor importancia que el festejo de la Virgen de la Candelaria. Pero más allá de la tradición de vestir como algún santo al Niño Dios, esta fiesta hace gala (cada vez con menor intensidad) de los siguientes elementos: los tamales, el pinole, el dulce de calabaza, los buñuelos y las “lumbradas”.

El presente trabajo tiene como finalidad indagar cómo se celebraba esta fecha en el pueblo de Tlanalapa hace 60 años y también en la actualidad para determinar las posibles situaciones que han influido en la transformación de las costumbres en la tradición de la celebración de la candelaria en dicha comunidad[1], así mismo, demostrar que estos cambios no significan precisamente una pérdida.

Tradiciones e innovaciones, porque se definen así, recíprocamente, y se enfrentan a la “prisa o presión” porque los valores, las referencias y las estrategias de la práctica cultural se diversifican en la medida en que sus miembros y quienes los rodean también se modifican o aprenden algo distinto: ambos enfrentan la dinámica de la vida social y cultural de las distintas costumbres. Unos para preservar su identidad, sus memorias y sus intenciones conscientes hasta experimentar y significar sus costumbres y tradiciones específicas, como lo han hecho durante las generaciones precedentes y, por su parte, los otros que luchan para ser distintos o para incorporar lo que localmente no fue creado ahí ni tampoco admitido por ellos hasta ese momento…. La innovación, pues, contra la tradición. La “capacitación” o amaestramiento contra la formación cultural y la educación formativa: el dogma de la memoria contra la experiencia reflexiva y compleja (Michel, 2010:89 y 91).

Así mismo, la información vertida en este ensayo se recabó desde la metodología de la historia oral, por lo que fue necesario efectuar entrevistas entre los habitantes de Tlanalapa, cuyas edades oscilan entre los 60 y 70 años (para armar un panorama de la celebración hace 60 años), y de entre 20 y 40 años para formar comparaciones que permitan observar las anexiones y/o cambios radicales en la celebración del 2 de febrero.

El primer apartado de este trabajo indaga sobre la tradición misma de celebrar el día de la Candelaria, después en orden cronológico se expone la celebración en los años cincuenta y su avance hasta la actualidad. Al final se enlistan las conclusiones y la bibliografía.



La tradición de celebrar el día de la Candelaria: entendiendo el 2 de febrero


Puntualicemos sobre el concepto clave de tradición: “…se percibe como un conjunto de prácticas simbólicas que se conserva “desde tiempo inmemorial”. Se justifica, porque vincula a una colectividad con un pasado remoto que la identifica” (Peña, 2011:13). Respecto al tema que nos ocupa los participantes no pudieron definir una fecha específica del inicio de la celebración de la Candelaria en el pueblo, aunque sí recordaban los elementos del festejo y que eran comunes a todas las familias del entonces pequeño Tlanalapa.

La mayoría de las ceremonias se asocian con el ritmo del sol y por tanto de la agricultura:

los numerosos rituales – celebraciones de los santos católicos, pero también de creencias precristianas-, donde las familias convergen y renuevan pactos de ayuda mutua, marcan distintas etapas del año, que a su vez indican sucesivas labores de cultivo: las secas carnavalescas y cuaresmales, tiempo de remover la tierra (barbechar y cruzar) y anhelar las aguas; el inicio veraniego de las lluvias, cuando comienza la siembra; los cultivos, deshierbes y escardas; y la cosecha que finaliza con el solsticio de invierno y el alboroza navideño (Peña, 2011:89).

Según Fray Bernardino de Sahagún (1999:77) el 2 de febrero iniciaba el primer día del primer mes del calendario indígena prehispánico, en el que se celebraba a algunos dioses tlaloques para obtener el favor divino del agua que devenía en una buena siembra (otros informantes daban cuenta que era en honra a la diosa del agua Chalchiuhtlicue, y otros más en honor al dios de los vientos Quetzalcóatl), y que coincidía con la celebración de la purificación de la Virgen, que después se instauraría como la celebración de la Virgen de la Candelaria[2], por lo cual, en muchos pueblos de nuestro país los hombres ocupados en la siembra, llevaban a la iglesia sus mazorcas y semillas para que las bendijera el sacerdote y al sembrarlas en el ciclo agrícola que iniciaba, éstas crecieran en abundancia. Algunas mujeres llevaban ceras a bendecir, pues se creía que la Virgen de la Candelaria intercedía en la resolución de cualquier problema personal cuando se prendían las ceras bendecidas en su día. Tiempo después integró la costumbre de llevar una figura de yeso de Dios niño a misa, que después de haber reposado en el nacimiento navideño es levantado y vestido con ropas nuevas para entrar con sus dueños o padrinos a oír misa.[3]

Se acostumbra que las personas que en la partida de la rosca de reyes obtuvieron un muñequito, patrocinen una comida para los demás participantes, tradicionalmente basada en atole y tamales. Aunque en mi pueblo había otros elementos tradicionales: dulce de calabaza, pinole, buñuelos, en algunas ocasiones, el pinole entra en la categoría de atole, ya que con la molienda de éste se prepara una bebida de masa que también es tradicional para acompañar los tamales: atole de masa, aunque también se puede comer sólo, generalmente endulzado con un poco de azúcar o piloncillo molido).


El 2 de febrero hace más de medio siglo


El festejo se preparaba con algunos días de anticipación y el punto crucial era en la noche del 1 de febrero, cuando el pueblo iluminado por las muchas “lumbradas” que las familias prendían a la entrada de sus casas para así poder convidar los platillos tradicionales a las personas que pasaban por ahí.

Había lumbradas el día primero en la noche para esperar a la virgen de la Candelaria que llegaba el 2. Se amanecía uno haciendo fogatas o lumbradas, como le llamaban, en casa de mis abuelitos; allí había tamales, pinole, atole y calabaza en dulce. Se reunía la familia alrededor de la fogata hasta que aguantaba uno. También llegaban vecinos o invitados y se les ofrecía lo que había… y eso es lo que platicaban que era para esperar a la Virgen de la Candelaria… En las casas vecinas se acostumbraba lo mismo, desde días antes se iba al campo a juntar harta leña para que aguantara toda la noche, también había vino y cerveza en algunas partes, pero casi siempre era familiar sin vino… Mis abuelitos tenían terreno grande y se hacía la fogata adentro, pero cerca de la entrada… el que no tenía terreno la hacía en la calle en la puerta de su casa; la calle era de tierra y por eso así se hacían las lumbradas afuera, en la calle se veían muchas lumbradas y los vecinos recorríamos las fogatas de todos y comíamos mucho de todo, y ese era el gusto de estar en la fogata y estar brincando la lumbre, algunos se caían y se quemaban… Las lumbradas se hacían en honor a la virgen, lo de brincar era nada más por jugar… El festejo siempre era en casa de mis abuelos, era la tradición de la familia; yo nunca me quemé pero sí me tocó ver que unos borrachitos se cayeron y se quemaron… No había robos, andaba toda la gente en las calles, viendo que les daban en las lumbradas… También se formaban grupos de hombres grandes que se subían a los cerros y prendían fogatas en ellos, todos los cerros se iluminaban… quemaban la flora silvestre, se veía bien, pero a la vez yo creo que era malo estar quemando los pastos, todavía los llegan a quemar… Era muy bonito porque la gente recorría en bola muchas lumbradas, casi todo el pueblo… El día 2 se acostumbraba llevar al Niño Dios a misa y ya (Sr. Enrique Yúdico Ramírez, de 72 años de edad. Tlanalapa, Hgo, enero 2009).

Otro testigo, el señor Teodoro Juárez Flores de 73 años nos dice:

El día 2 nos juntábamos para pura charloteada, andábamos en los bailes que se hacían en el pueblo… ¿Las lumbradas?... eran el primero para amanecer dos; desde una semana antes íbamos al campo con los burritos con angarillas[4] a juntar marrubios[5], paja de alverjón y mezotes[6], y los íbamos guardando en el patio de atrás. Antes mi casa estaba chiquita y el patio de tierra era muy grande, y ya el día primero mi mamá preparaba dulce de calabaza, pinole, tamales, biñuelos (buñuelos) y café que se le ofrecían a los que pasaban a la lumbrada… Los vecinos y muchos chamacos que andaban de lumbrada y lumbrada, yo también visitaba muchas lumbradas con mis amigos y en todas nos ofertaban lo que la señora preparaba… Brincábamos en la lumbre, la tradición era brincar las más luminarias que se pudiera, acabábamos todos chamuscados (Sr. Teodoro Juárez Flores, 73 años de edad. Tlanalapa, Hgo, enero 2009).

Sobre la lumbrada de su casa nos dice:

Estaba afuera de la casa… la calle estaba sin pavimento, con la libertad de la tierra, empezaba como a las 7:00 pm, y se acababa como a las 11 p.m. Yo me iba antes con mis amigos a otras lumbradas y regresaba como a las 2 o a veces hasta la otra mañana (Sr. Teodoro Juárez Flores, 73 años de edad. Tlanalapa, Hgo, enero 2009).

Los entrevistados desconocían porqué se prendían las “lumbradas” decían que así lo hacían sus padres y que por eso ellos continuaban con la tradición. Al respecto, Sergio Sánchez Vázquez explica que la lógica ritual de las luminarias en los cerros es la evocación prehispánica del humo con las nubes, por lo que al hacer las fogatas en los cerros éstas desprenden abundante humo que representa nubes y que las nubes pronostican lluvias abundantes para la logra de cosechas. En los testimonios de los entrevistados, destaca la nota de que el primero de febrero el pueblo olía a maíz y canela, ya que casi todas las amas de casa llevaban a moler su maíz tostado al molino de don Evencio, y de todas las casas salía ese exquisito aroma, inundando las calles. También que eran muy pocas las familias que tenían Niño Dios, mientras que la mayoría llevaba a misa, canastos con semillas de maíz, cebada y frijol para que las bendijera el sacerdote.


La Candelaria hace más de 20 años


En la década de 1990 el pueblo lucía muy diferente a lo que ahora podemos ver: la escuela primaria no tenía esa fachada (muy malcarada, por cierto), había menos topes, menos autos, gran número de bicicletas; el centro, en vez del domo tenía un laminado que abrigaba el mercado, había una cancha de basquetbol en la actual explanada, la segunda planta de la biblioteca estaba en construcción, no había guardería y la nueva colonia del pueblo se había estrenado hace apenas unos cuantos años; las personas eran pocas y harto conocidas, tanto que al salir a la tienda uno podía perfectamente ubicar a los demás transeúntes, no había noticias de robos a las propiedades, y la drogadicción eran más bien anónima; las fiestas eran más coloridas y algunas hasta sagradas, todo parecía más sabroso, se disfrutaba más. Tal vez yo era niña y todo me parecía intenso, inmenso.

Como el pueblo no estaba inundado de tecnología moderna (pocas personas tenían teléfono, no había sistema de televisión por cable y mucho menos computadoras de escritorio), las personas practicaban más actividades al aire libre, por eso las ferias y las fiestas parroquiales eran la sensación: todos las usaban como pretextos para lucir las mejores ropas y hasta cambiarse el peinado.

Cada festejo estaba bien definido por las actividades como por la duración de las mismas, cuando del día de la Candelaria se trataba, las familias no escatimaban en el arreglo de su Niño Dios: vestimentas y demás artículos ornamentales, así como la silla o moisés para acomodarlo.

De la comida tradicional quedaban el atole, aunque ya no era de masa sino de chocolate principalmente, algunas madres de familia todavía iban temprano al molino a pulverizar el maíz y hacerlo pinole, muy escasamente el dulce de calabaza y los buñuelos. Lo que seguía siendo muy popular y hasta la fecha lo siguen siendo son los tamales y se hacían en gran cantidad, por lo que varios días después los ponían de almuerzo para el recreo escolar.

Para fortuna de pocas familias, lo más emocionante era cuando llegaba la noche, ya que era tiempo de reunirse con la familia ó amigos y prender una “lumbrada”. Esto se hacía el día 2, ya no el primero de febrero. Las pocas lumbradas que se hacían eran dentro de los patios de las casas, tornándose en un tono familiar que impidió la costumbre de que los jóvenes utilizaran la noche para visitar las fogatas. Ahora en vez de compartir dulce de calabaza y pinole, los niños asaban bombones y salchichas, también se comenzaban a hacer populares unos panes hojaldrados llamados “pastelitos”, que ahora se acostumbran también en las posadas y en losvelorios. En los cerros se apreciaban todavía algunas “lumbradas”.


La Candelaria actual


Las celebraciones del día de la Candelaria actualmente están más bien enfocadas al vestuario del Niño Dios, si bien es muy vistoso el panorama en la parroquia, las familias ya no consideran tan importante reunirse por la noche para encender las “lumbradas”, de hecho los hijos de algunos entrevistados no las conocen, y en una pregunta informal a un grupo de alumnos de 5to. grado de primaria, de entre 9 y 10 años, sólo un 15% habían asistido a una fogata en casa de sus abuelos, aunque desconocían el significado de la tradición de las “lumbradas”.

De acuerdo con César García de Lucio, joven de 18 años:

El 2 de febrero hay fiesta familiar y siempre hay barbacoa… mis tías y mi abuelita tienen Niño Dios y van a misa juntas… De las lumbradas sólo cuando está la mayoría de mis primos y la hacemos afuera de la casa de mi abuelita… no hacemos nada en especial, los mayores toman cerveza o tequila y hay tamales, calabaza y a veces pinole… los vecinos de enfrente sí hacen lumbrada pero es familiar. (Cesar García de Lucio, enero, 2009).

También la Sra. Lucía Martínez González, de 45 años de edad nos comparte que festeja con su familia y compadres “llevamos mis dos Niños Dios a misa y después vamos a mi casa a comer lo que preparé… No es nada especial, este año hice pollo con mole y arroz”.

Al comparar los testimonios sobre el festejo en diferentes temporalidades es casi automático cuestionarse ¿Por qué han cambiado las costumbres en este festejo?

A continuación se enlistan los factores que influyeron en la mutación de las costumbres en la tradición del día de la Candelaria.

Antes el pueblo no sabía de calentamiento global o escasez de recursos naturales, las nuevas generaciones ya poseen conocimiento del tratamiento adecuado de la naturaleza para obtener sus recursos con respeto. Las “lumbradas” contaminan el medio ambiente. Actualmente hay una multa para quienes prendan fogatas en los cerros.

Como resultado de los grandes cambios sociales mundiales, la mujer actual mantiene dos trabajos: el hogar y otra ocupación remunerada, por lo que no tiene tiempo de preparar los manjares típicos y le resulta más práctico preparar una comida sencilla.

Cuando se puso la carpeta asfáltica, algunos entrevistados tenían miedo de generar una explosión debido al chapopote, provocando que los que no tenían patio de tierra, dejaran de hacer las fogatas. Más adelante las autoridades municipales lo prohibirían completamente.

Con base en las entrevistas los hogares que aún tienen niños, son los que buscan un lugar para organizar la lumbrada, generalmente es la casa de los abuelos.[7]

Las nuevas generaciones tienen menos contacto con el significado de las “lumbradas” y su previa preparación, ya que antes el festejo de la Candelaria estaba directamente relacionado con la siembra: “íbamos a misa, pero no teníamos Niño Dios, ni veía que otros tuvieran, lo que sí llevábamos eran semillas y ceras porque decían que era el día de la Candelaria, esas semillas las sembraba mi papá por que ya estaban benditas” (Adelaida Ramírez, 63 años), por lo que las personas más jóvenes, ajenas al trabajo de la tierra, ya no empatan esta tradición con su vida diaria.

Muchos entrevistados argumentan que a raíz de la muerte de los abuelos o algunos tíos su familia dejó de reunirse, por lo que la ausencia de estos parientes clave provocó una especie de desintegración que culminó con el olvido de las costumbres.

Cuando las familias eran numerosas, las hijas junto con la madre y la abuela, las cuñadas y sobrinas se dedicaban a preparar los platillos para el festejo, los varones se encargaban de juntar los insumos de la lumbrada, ahora con un número pequeño de integrantes, el festejo se torna menos vaporoso, más íntimo.

Los entrevistados mostraron sus propios argumentos de por qué se extinguieron las lumbradas.

“Las lumbradas se perdieron como 20 años después por los trabajos del drenaje, agua, asfalto, ya no había libertad para poner las lumbradas en la carretera, luego vino la luz” (Teodoro Juárez Flores, Tlanalapa, Hgo, enero 2009).

“Se acabaron cuando empezaron a pavimentar las calles, porque el asfalto se quema y maltrata… de 1985 a 1990 se pavimentaron gran parte de las calles” (Enrique Yúdico Ramírez, Tlanalapa, Hgo, enero 2009).

“Hacemos menos nuestras raíces y poco a poco tratamos consciente o inconscientemente de olvidarlas… ya no tienen el mismo significadoara las nuevas generaciones… olvidamos finalmente” (Heriberto Castillo, Tlanalapa, Hgo, enero 2009).

“En mi casa, los sobrinos cuando eran niños eran los que se encargaban de organizar la lumbrada… cuando yo era niño me emocionaba con las lumbradas, siempre quería hacerla más grande que la de mi vecino… donde hay niños hay la tradición… cuando crecemos dejamos de hacerla.” (Luis Francisco Ramírez, Tlanalapa, Hgo, enero 2009).

“Cuando mis padres murieron dejamos de juntarnos para organizar la lumbrada” (Adela Ramírez, Tlanalapa, Hgo, enero 2009).

Conclusiones

La tradición de festejar el día de la Candelaria sigue llevándose a cabo, sin embargo, las costumbres para dicho festejo han cambiado

Los cambios más notables son:

 

Costumbres de hace 60 años Costumbres actuales
Momento principal: noche del 1 de febrero. Tarde del 2 de febrero.
Llevar semillas a bendecir para asegurar buenas cosechas. Llevar al Niño Dios con atuendos nuevos a misa.
Platillos: pinole, tamales, buñuelos y calabaza en dulce. No hay una comida especial para esta fecha.[8]
Festejo abierto: se visitaban las “lumbradas” del pueblo y las personas compartían los platillos. Festejo cerrado: con familiares, amigos y/o compadres.
“Lumbradas”. En la calle y cerros han desaparecido y no hay un elemento actual.
En algunos patios de las casas de los abuelos se prenden todavía.

 

Hace 50 años en el festejo de la Candelaria destacaba la preparación de la comida especial para esta fecha (pinole, tamales, calabaza en dulce, buñuelos) y las “lumbradas”, era una fecha importante y se celebraba en grande, como el equivalente actual al año nuevo o la navidad. Los preparativos comenzaban un par de días antes, juntar leña y jegüite[9] en los cerros, tostar y moler el maíz y la preparación de la calabaza en dulce.

Con el paso del tiempo, el elemento que tomó más atención fue el de preparar al Niño Dios para llevarlo a misa, tanto así que la gran mayoría de las familias católicas en el pueblo, este año, festejaron asistiendo a misa con el Niño Dios y con una comida en compañía de sus parientes. Esto deja en claro que la tradición persiste aunque se han agregado elementos nuevos que han terminado por eliminar la existencia de ciertas costumbres.

Respecto a las “lumbradas” desde hace 3 años se prohibió que se hicieran en los cerros, debido a que Protección Civil tenía que subir a apagarlas porque la fauna silvestre peligraba, integrantes del Ejército Nacional comentan que cuando se han extendido los incendios han rescatado víboras, liebres y conejos en el cerro de San Simón. Por el lado del Xihuingo, se ponen en peligro árboles maderables.

El cambio en las costumbres se da por una lucha de tradición contra modernidad o innovación

…la incógnita enorme sobre la identidad, la memoria o la consciencia que queremos preservar impermeables o flexibilizarnos ante las amenazantes, atractivas o atrevidas ocurrencias de jóvenes, viajeros, “fuereños”, gobernantes y “locos” que van creando alternativas que nos exigirán ciertas modificaciones en la actual práctica cultural de la sociedad, y que, tarde o temprano, acabarán exigiendo nuestra toma de postura o elección… el debate puede convertirse en el estímulo de la imaginación, la argumentación y la búsqueda de innovaciones incluyentes; en el rescate de costumbres a un mismo tiempo del presente, para abrir futuros y pasados simultáneos, distintos y abiertos (Michel, 2010:86).

En mi camino a la realización de las entrevistas que hicieron posible este trabajo, descubrí que la oralidad aporta información vital para la comprensión de una realidad, y que dichos datos pueden enriquecerse con los textos relativos (las “lumbradas” pueden recrearse a través de las memorias de los testigos, pero en los libros se comprende la lógica ritual), por lo que la historia escrita y oral no se excluyen sino que se complementan.

Finalmente, tal vez no pueda nunca saber exactamente cómo fueron las lumbradas hace medio siglo, pero ahora tengo muy claro que debió ser muy bello el espectáculo nocturno de las fogatas iluminando el pueblo.

Bibliografía

Peña, Guillermo de la (2011) La antropología y el patrimonio cultural de México, Tomo III, México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Sahagun, Bernardino de (1999) Historia de las cosas de Nueva España, México: Porrúa.

Galicia Gordillo, Ma. Angélica y Sergio Sánchez Vázquez (2002) Cristos y cruces en la cosmovisión otomí de Ixmiquilpan. Pachuca: Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Michel Cuen, Gabriel (2010) Cultura: tiempo y complejidad La experiencia reflexiva. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes e Instituto Mexiquense de Cultura.

Gómez Aiza, Adriana (2007), Antología Historia Oral, Licenciatura en Historia de México. México: Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.



[b] Estudiante de la Licenciatura en Historia de México, ICSHu, UAEH.


[1] Es pertinente aclarar que las costumbres son aquellas actividades, comidas, danzas, etc., con que se evoca una tradición, y que en este caso son dos: los platillos y las fogatas llamadas “lumbradas”. Así mismo, la palabra celebración se utiliza en este proyecto como sinónimo de costumbre.

[2] Algunos consideran que la celebración de la Candelaria surge en Oriente y de ahí es trasladada a Roma, en donde se adoptan las “candelas” como parte de la liturgia de las Lupercales. Posteriormente la celebración se unió a la liturgia relativa a la Presentación de Jesús en el Templo, ya asociada a los cirios, antorchas y candelas que llevaban en sus manos los fieles. Tiempo después la virgen “aparece” en Canarias y es identificada con el acontecimiento bíblico. Entonces la fiesta empezó a celebrarse con carácter mariano más o menos en el año 1497, tiempo en que un conquistador de Tenerife, de nombre Alonso Fernández de Lugo, celebró la primera Fiesta de Las Candelas, es decir, la fiesta de la Virgen María de La Candelaria. Así fue como coincidió con la Fiesta de la Purificación. La fiesta de la Candelaria fue llevada a las Indias por gente de Canaria. En la Nueva España la celebración adopta aspectos de la cultura nahua, como comer atole de pinole, calabaza, etc. Ahora, en el altiplano central mexicano y especialmente en el área de influencia tenochca se acostumbraba llevar tamales cuando se rendía culto a Tláloc y Chalchiuhtlicue (ambos dioses del agua) y a los tlaloques que hacían llover, asegurando así las cosechas.(Síntesis facilitada por la Mtra. Anabel Reyes Guerrero).

[3] En Tlanalapa las personas mayores entrevistadas sugieren que entre 1970 y 1975 ya se veían varios Niños Dios en misa, y que antes eran sólo un par de familias las que los tenían.

[4] Las angarillas son unos rectángulos de palo que se montan en el lomo de los burros y sobresalen a los costados para cargar cosas, algunas veces les ponían unas redes de lazo llamadas barcinas.

[5] Planta silvestre que crece a orillas del camino, también se le atribuyen propiedades medicinales para aliviar dolores estomacales y se usa también en tratamientos para perder peso.

[6] Penca seca que se usaba para hacer fuego.

[7] En este punto podemos observar como el paso del tiempo afectó el carácter ritual de la costumbre de las lumbradas, quedando solamente su carácter festivo.

[8] La mayoría de las familias no elaboran los platillos tradicionales, sin embargo, en una nueva serie de entrevistas realizadas en marzo de 2013, en las familias que tienen “abuelitas grandes”, ellas todavía preparan pinole y calabaza en dulce.

[9] Hierbas secas que se empleaban para prender fogatas.