El efecto social del programa moderno. Reseña a "la nueva era de las desigualdades" de Jean Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon



La presente obra es una referencia para aquellos interesados en el fenómeno de las desigualdades sociales que aquejan a la mayoría de los países desde la década de los ochenta del siglo pasado hasta nuestros días y de los interesados en el análisis de las acciones del gobierno ante esta situación. Ya que el libro expresa realidades económicas y sociológicas que causan novedades en la cuestión social que aqueja a las sociedades modernas que no encuentran rumbo y certidumbre en las acciones del gobierno que se mueven en sentido opuesto a la atención de estos asuntos.

Sobre los autores podemos señalar, en primer lugar que Jean- Paul Fitoussi es un economista francés, profesor del Instituto de Estudios Políticos. Sus intereses de investigación se enfocan en la inflación, el desempleo y el papel de la política macroeconómica. Fitoussi se desempeñó como presidente del Observatorio Francés de las Coyunturas Económicas de 1989 a 2010. Asímismo ha sido galardonado con algunos premios, entre ellos Premio Rossi de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Entre algunas de sus publicaciones encontramos en 2007 La distribución de salarios y desempleo: la experiencia francesa; en 2010, Después de la crisis, el camino a seguir, entre otras.

Por su parte, Pierre Rosanvallon es un historiador e intelectual francés. Sus intereses de investigación están referidos principalmente a la historia de la democracia, al modelo político francés, al papel del Estado y a la cuestión de la justicia social en las sociedades contemporáneas. Actualmente es profesor de historia moderna y de política en el Colegio de Francia y es también Director de Estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS). Dentro de sus publicaciones se encuentran en 1995, La nueva cuestión social: repensando el estado de bienestar; en 2008, Contra la democracia. La política  en la era de la sospecha y en 2011, Legitimidad democrática. La imparcialidad, la reflexividad, la proximidad, entre muchas otras más.  

Adentrándonos en la obra, La nueva era de las desigualdades (1997), Fitoussi y Rosanvallon plantean aspectos importantes de la realidad social actual. Por un lado, la inseguridad social que se ha convertido hoy en la palabra clave que expresa un punto de inflexión de la modernidad, lo que ocasiona que todo parezca inseguro en todo momento, y que la cuestión social esté ahora en el centro de las preocupaciones. Por otro, sostienen que existe una falla constante de las instituciones que hacen funcionar el vínculo social y la solidaridad (es decir, la crisis del estado de bienestar), las formas de la relación entre la economía y la sociedad (la crisis del trabajo), y los modos de constitución de las identidades individuales y colectivas (la crisis del sujeto).

También Fitoussi y Rosanvallon hacen alusión a que, si bien durante el siglo XX se creyó resuelta en definitiva la cuestión social, con la instauración de los regímenes de protección social, al final el siglo fue sacudido por la internacionalización de la economía y la crisis del estado de bienestar. Lo anterior los lleva a mantener a lo largo de su obra, la idea de que el nuevo malestar social, es sin duda, el fruto de la globalización económica, pero también de la individualización sociológica nacida del cumplimiento del mismo programa moderno.

En parte es innegable que las mutaciones económicas son la causa principal de este fenómeno. Es indiscutible que las transformaciones de los modos de regulación económica, desempeñaron un papel completamente fundamental en la remodelación de la sociedad, quebrando las solidaridades tradicionales y modificando en profundidad las formas del contrato salarial; pero esto no es lo esencial, ya que los factores de orden económico solo tuvieron pleno efecto porque intervenían en un contexto de particular fragilización del vínculo social, ligado a una transformación y descolectivización a largo plazo de nuestras sociedades. Así, no es en modo exagerado sostener, que lo que se encuentra en el centro de la crisis actual es lo que podría llamarse la crisis del sujeto.

Bajo este análisis, los autores sostienen que este malestar social es entonces resultado de dos crisis. Por una parte, la económica y, por la otra, antropológica, considerando que el triunfo del individualismo aporta consigo un formidable potencial de progreso, pero al mismo tiempo, aporta un padecimiento, pues el mercado mundial impulsa el crecimiento, pero también destruye puestos de trabajo; así mismo multiplica las riquezas, pero aumenta las desigualdades hasta lo intolerable.

Lo anterior ocasiona que los ciudadanos perciban con mayor claridad estas desigualdades, desigualdades que las elites en el gobierno no siempre comprenden desde las alturas del confort protegido en que viven. Así, un número creciente de personas comprueban que el discurso y la acción política están cada vez más desconectados de los problemas que viven cotidianamente.

Entonces, el retorno de lo social se acompaña hoy por una confusión perversa de la política y los buenos sentimientos. Mientras que los asalariados viven en un imaginario de la fragilidad, el discurso político por su lado, no consigue darles confianza con el porvenir. Al respecto señalan lo siguiente: “La cuestión social se aborda con demasiada frecuencia en unos términos que conjugan tres grandes perversiones de la política moderna: la confusión de la política y los buenos sentimientos, el gusto por la política espectáculo, y la simplificación de los problemas” (Fitoussi y Rosanvallon:1997:24).

Del mismo modo, Fitoussi y Rosanvallon, consideran que la nueva atención prestada a la cuestión social se inscribe, desgraciadamente, en el linaje de la política espectáculo. En la actualidad, la mayoría de los gobernantes tratan de solucionar la nueva era de las desigualdades a través de lo que los autores llaman un “voluntarismo espectáculo”, que sería imposible confundir con la expresión de una verdadera voluntad de cambio. Esto ha ocasionado que la mayoría de los ciudadanos de cualquier país que vive en estas condiciones de inseguridad social, sientan una desconfianza hacia las instituciones y una ausencia de representación democrática por parte de sus gobernantes, pues, sin duda alguna, la mayoría de las acciones de los gobernantes han tenido como efecto el desbloqueo de algunas situaciones dramáticas.

Así mismo, la obra plantea aspectos de la realidad que la mayoría de nosotros los lectores podemos visualizar con nitidez, si volteamos la mirada hacia el interior o exterior de nuestro país. Actualmente, como sostienen ellos, la mayoría de la sociedad puede ver con demasiada frecuencia, que la acción de los gobernantes se contenta con multiplicar los efectos publicitarios sin poner en práctica verdaderas políticas. Se asiste entonces a una preservación de la noción de la voluntad política, que provoca su degradación a una mera “buena voluntad”.

Es claro que los ciudadanos entendemos que la compasión no puede servir como política. Esta no es cosa de buenas intenciones. Implica arbitrajes y opciones, pues siguiendo las palabras textuales de los autores: “en la política de los buenos sentimientos, no se habla ni de impuestos ni del costo de la solidaridad; no se discuten los efectos eventualmente perversos de ciertas políticas sociales, así como tampoco se procuraran determinar verdaderos derechos” (Fitoussi y Rosanvallon, 1997:25).

Para la sociedad el escenario político ya no ofrece ni puntos de referencia para la comprensión de los problemas, ni perspectivas para la acción. Pues las torpezas y dilaciones de los gobernantes se conjugan en políticas públicas vacías que provocan incertidumbre del mañana, pues las ideas, los planes, los programas, no tienen forma ni fondo. Así, es como Fitoussi y Rosanvallon consideran que hemos ingresado en una nueva era vaga de lo político. De este hecho advierten lo siguiente:“Vivimos un periodo de transición pero el problema es que nadie sabe hacia dónde lleva. Todo el mundo percibe con claridad que no basta hablar de populismo en política y de exclusión en el dominio social para comprender la naturaleza de las conmociones que vivimos sin entenderlas demasiado.” (Fitoussi y Rosanvallon, 1997:63).

Muchos de los ciudadanos que padecen esta desigualdad social se la pasan estigmatizando a las elites y denunciando una especie de abandono social de las poblaciones más desamparadas. Es indiscutible que el abismo entre la sociedad civil y sus elites se ha agrandado. En sí,

…cuando los mecanismos económicos y sociales de regulación no funcionan más, cuando los individuos se sienten “peloteados” en una sociedad que les ofrece menos puntos de referencia y cuando la maquinaria económica parece, con razón o sin ella, escapar al control y estar en demasiado gobernada por las fuerzas impersonales de los mercados, se instala lógicamente un sentimiento de miedo. Todo esto pasa a percibirse como una amenaza virtual. De allí la suma de una serie de fantasmas y efectos perversos que corroen tanto el vínculo social como las formas de vida democrática. Cierto trastorno identitario se mezcla con el vaciamiento de la vida política para generar un verdadero desperfecto de lo político (Fitoussi y Rosanvallon, 1997:68).

Ante esta situación desfavorable, Fitoussi y Rosanvallon sostienen, que aun se puede hacer algo, esto es dando lugar a la redefinición de un verdadero reformismo radical en sus análisis y ambicioso en sus objetivos. En donde la política se consagre en formalizar este diagnóstico y las perspectivas a las que conduce. Recordando que es necesario que no pueda haber un cambio de la sociedad que proceda exclusivamente desde la cima. Para que haya una verdadera reforma, siempre hay que apoyarse en relevos sociales que tomen la posta. Si muchos proyectos giran en el vacío, es porque no hubo actores que se reapropiaron de ellos en el terreno, pues el objetivo principal de una reforma debe ser dar las herramientas a la sociedad civil y no únicamente aumentar las transferencias del Estado. Así se mide no una política asistencialista, sino una visión activa y cívica del cambio. Ya que lo más importante es liberar las potencialidades, favorecer los dinamismos y estimular las iniciativas.

De esta manera se confiere un verdadero retorno del sentido de lo político: fortaleciendo la capacidad de descifrar las inquietudes; de formalizar y hacer compartir un marco de interpretación de las mutaciones en curso, de las consecuencias benéficas y sus efectos perversos; de proponer una trayectoria colectiva capaz de establecer los términos renovados de un contrato social duradero, que sea productor de una certidumbre, que tenga apertura a los otros y genere un porvenir común.

Bibliografía

Fitoussi, Jean-Paul y Rosanvallon, Pierre (2003) La Nueva Era de las Desigualdades. Buenos Aires: Manantial.



[b] Alumna de 8° semestre de la Licenciatura de Ciencias Políticas y Administración Pública, del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.