Disposición para convivir con lesbianas: una mirada a la ciudadanía en estudiantes de universidades interculturales

Resumen

El objetivo fue analizar la disposición a la convivencia con la persona lesbiana en alumnos de educación superior interculturales y del Bajío en México, como parte del proyecto N401014-2 de la Universidad Nacional Autónoma de México. La ciudadanía de los estudiantes requiere de disposición a la convivencia como un componente actitudinal que orienta las formas de aceptación o no de la diversidad sexual. Con una aproximación social teórica y metodológica se diseñó una metodología mixta en la que participaron un total de 350 estudiantes de educación superior. Los hallazgos muestran diferencias en la disposición de los estudiantes a la convivencia con la lesbiana en la medida que la proximidad se hace presente, lo que muestra que la ciudadanía en los entrevistados es poco incluyente y está delimitada por el contexto mismo de la convivencia. Es preciso analizar los fenómenos de discriminación y estigma a la luz de la disposición como un indicador para la inclusión de la diversidad sexual y de género.


Palabras clave: ciudadanía, lesbiana, universitarios

Abstract

The objective was to analyze the willingness to cohabit with the lesbian in intercultural higher education students and the Bajío in Mexico, as part of the research project N401014-2 of the University Autonomous of Mexico. The citizenship of students requires willingness to coexist as an attitudinal component that orients the forms of acceptance or not of sexual diversity. With a social-theoretical and methodological approach, a mixed methodology was designed in which 350 students in higher education took part. The findings show variation in the willingness of students to cohabit with the lesbian to the extent that closeness is present, which shows that citizenship in the interviewees is less inclusive and is bounded by the same context of coexistence. It is necessary to analyze the phenomena of discrimination and stigma in the light of willingness as an indicator for the inclusion of sexual diversity and gender.


Keywords: citizenship, lesbian, College

Ciudadanía e interculturalidad

La noción de ciudadanía vinculada al concepto de nacionalidad o de democracia electoral no parece suficiente a la luz de los retos que implica la globalización, una mayor participación del sujeto trasciende los procesos electorales. La participación activa, responsable y flexible requiere de un diálogo entre ciudadanas y ciudadanos sin distinción de raza, clase social, etnia, género, preferencia sexual y/o apariencia.

Los antecedentes de la teoría de la ciudadanía pueden atribuirse a Thomas Marshall (1950) titulado Ciudadanía y clase social, en el cual reconoce que ésta es un estatus político, una condición de miembro de una comunidad política mediante la cual se institucionalizan los derechos y obligaciones en la relación Estado-Sociedad e involucra tres dimensiones: civil, política y social.

La libertad de elección de los ciudadanos está condicionada por aspectos socioeconómicos y estructurales que determinan también las formas de convivencia ciudadanas con respeto a la diferencia, a la pluralidad de ideas y a la diversidad. Comprender que todas las personas tienen el derecho a realizar su proyecto particular de vida y ejercerlo con libertad, reconocimiento y protección de las instituciones públicas sin distinción alguna. La ciudadanía implica cohabitar en compañía de los otros, de ahí que Touraine (2006) reconoce que para conviviren sociedad con cultura ciudadana que requiere de la disposición a integrar e integrarse con el otro y los otros.

La ciudadanía es un concepto complejo y multidimensional que involucra valores como la igualdad del marco jurídico y equidad en el económico, respeto en el ámbito social; lo que dificulta precisamente asumir los derechos iguales para todos. Las relaciones que se establecen en la sociedad como en la comunidad entre las personas, pueden ser asimétricas por quienes detentan el poder en los ámbitos económico, político, social y cultural (Touraine, 2004); además hay que considerar factores como la diversidad sexual, la preferencia sexual y de género que guiarían la mirada a reconocer otra y otras y no solo en sentido masculino.

La ciudadanía se construye en la asimetría de las relaciones entre los sujetos, en su disposición a reconocer y reconocerse entre los individuos, tiene que analizarse en términos de: a) la relación espacio público/ privado, en la cual se define el rango de acción de la ciudadanía y señala la forma en que se entiende la inclusión y la exclusión de la sociedad; b) participación, atendiendo a las esferas desde las cuales el ciudadano en tanto sujeto social comienza a existir; c) desigualdad, desde este tópico se considera la noción de integración/exclusión; d) mercado de consumo, desde el escenario de las actuales democracias representativas lo que se privilegia es la noción liberalista por cuanto se es ciudadano en función de la capacidad de consumo del individuo (Magendenzo, 2004).

Se establece una comunicación unilateral que no considera los intereses de los ciudadanos como los de algunos individuos o colectivos, que enfatizan la desigualdad. Se pierden de vista las contradicciones existentes, cada vez más profundas en el nuevo contexto de la globalización mundial (Moya, 2009).

La ciudadanía supone la aceptación de los otros y las otras incluyendo su cultura, valores, comportamientos, actitudes cívicas que permiten relacionarse e interactuar con otros y establecer vínculos interculturales y multiculturales. Cultura que se traduce como un conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial en una época, grupo social (RAE, 2013).

Es decir, la ciudadanía implica procesos de aprendizaje individual y colectivo para apropiarse de la cultura, que se adquieren mediante la educación plural basada en la tolerancia de la diferencia.

La convivencia supone necesariamente el reconocimiento del otro y de la otra en la afirmación de sí mismo, condiciones necesarias de la democracia. Touraine afirma que “las sociedades democráticas se articulan en sistemas tripartitas equilibrados por tres dimensiones interdependientes entre sí: 1) respeto a los derechos fundamentales, 2) ciudadanía y 3) representatividad de los dirigentes” (2004, 43). En la actualidad, la democracia es el medio político que permite la diversidad cultural, es decir, admite que individuos, grupos con culturas y razas de muy diverso origen puedan convivir en una sociedad y constituirse para funcionar en una sociedad plural, en la cual los individuos tienen condiciones de vida diferentes y plural que implica condiciones horizontales de aceptación simétricas.

El marco para esta ciudadanía incluyente está dado constitucionalmente desde principios de los años noventa en el artículo 2º, que reconoce a la nación mexicana como “única e indivisible, de composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas y al reconocer el derecho de los pueblos indígenas y las comunidades a la libre determinación. Declara su voluntad de hacerse garante de preservar y enriquecer sus lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan su identidad”. (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 2013).

Así como en la reforma constitucional Artículo 1º en 2001, que prohíbe cualquier tipo de discriminación motivada por el origen étnico o nacional, el género, la edad, las capacidades diferentes, la condición social, la salud, la religión, las opiniones, las preferencias, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar derechos y libertades de las personas. Así como a generar la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, que tiene como uno de los grupos prioritarios a los indígenas y a la creación, en 2003, del Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación (CONAPRED, 2006).

La regulación jurídica ha sido una importante contribución para caminar hacia una sociedad más incluyente que reconoce la diversidad, pilares para transitar hacia una ciudadanía compleja, multicultural y transnacional. La formación de ciudadanos y ciudadanas en la institución educativa, requiere que los alumnos y las alumnas se apropien de conductas y aprendizajes ciudadanos que enaltezcan el respeto a la interculturalidad.

La ciudadanía, implica identidad propia para asumirse y sentirse ciudadano con conciencia de sí, de pertenencia a una comunidad con la que tiene derechos y deberes. Se construye en la práctica de la vida cotidiana para reconocer y reconocerse en el otro y los otros, la otra y las otras que se traduce en nosotros y nosotras conscientes de nuestra realidad psicológica y social para participar social y políticamente en el desarrollo de su comunidad enarbolando los valores de la democracia.

Ciudadanía: ¿inclusión/exclusión de la diversidad sexual?

Las personas pueden sufrir discriminación por manifestar una preferencia u orientación sexual diferente de la heterosexual, debido a la tendencia homogeneizante que defiende a la heterosexualidad como sexualidad dominante, y a partir de la cual se califican todas las demás orientaciones o manifestaciones. Así, el resto de las formas de sexualidad aparecen incompletas, perversas y, en algunos casos patológicas, criminales e inmorales, con la consecuente respuesta de temor al riesgo imaginado desde el prejuicio dogmático e intolerante, que se traduce en desprecio, odio y rechazo (CONAPRED, 2006).

En la quinta Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP 2012), se entrevistó a 3,750 participantes; los resultados muestran que en general hay discriminación en México, por diferentes causas: la clase social (88.37%), la preferencia sexual (87.72%), la apariencia (82.85%), la edad (82.60%), el color de piel (76.26%), las creencias religiosas (75.90%) y las preferencias políticas (74.11%). Es decir, es mayor la posibilidad de que una persona se sienta discriminada por su clase social y su preferencia sexual, que por su orientación política.

No obstante, la discriminación va más allá de la opinión, existen violencia y asesinato a personas homosexuales, lesbianas y transgénero. De acuerdo con los resultados del Informe de Crímenes de Odio por Homofobia de 1995 a 2000:

…se registraron en promedio 28 asesinatos homofóbicos por año cifra que se elevó a 59 de 2001 a 2008; y como resultado de la revisión de 71 diarios impresos locales y nacionales se identificaron un total de 640 homicidios homofóbicos que tuvieron lugar de enero de 1995 a junio de 2009, víctimas que se ubicaron entre 21 a 40 años de edad, 535 fueron hombres gays, 21 fueron lesbianas y 84 travestis, transgénero o transexuales (Parrini y Hernández, 2012, 109-111).

La discriminación de las personas por género se sustenta en creencias y representaciones poco incluyentes de la diversidad sexual. Por ejemplo, existe la creencia de que la homosexualidad atenta contra instituciones políticas y sociales, como son el matrimonio y la familia. No obstante, la comunidad gay exigió el derecho a ser reconocida por dichas instituciones mediante la aprobación de la unión civil entre parejas del mismo sexo en la Ciudad de México (Castañeda, 2006).

Es también, el resultado de una cultura que privilegia las ideas de credo que han contribuido a mirar la homosexualidad como una desviación de la naturaleza humana y con los ojos de lo perverso como opuesto a la naturaleza divina.

Situación que se agudizó con la llegada del VIH/sida a México a finales de 1983, que desató un pánico social debido a la ignorancia sobre el virus, y dio lugar a la emergencia de un discurso que culpabilizó a homosexuales, relacionando la enfermedad con las supuestas prácticas sexuales promiscuas. Voceros de este discurso pertenecían a sectores de la sociedad notoriamente conservadores quienes vieron en la enfermedad una venganza natural contra el comportamiento de los homosexuales. Esta segregación fue fortalecida por la ciencia médica para explicar la enfermedad con el consumo de drogas y de agujas contaminadas, que logró ubicarlo como el chivo expiatorio de estos males, eran los homosexuales (Diez, 2010, 701-702).

Lozano (2008) realizó un estudio para explorar el significado psicológico de la homosexualidad gay y lesbiana, con jóvenes de entre 17 y 26 años. Los resultados muestran que existe un cierto nivel de respeto y tolerancia hacia estas personas y al mismo tiempo una discriminación muy marcada, sobre todo entre los varones hacia los gays, así como el tradicionalismo cultural prevaleciente, aunque existe una intención deliberada para lograr un cambio. Existen formas de institucionalización de la heterosexualidad –vinculadas a la sexualidad como sinónimo de relación sexual genital– es decir, que la relación sexual no se percibe sin pene: si no hay pene, no hay relación sexual. Por tanto, la homosexualidad es concebida como una desviación de la sexualidad natural en hombres y mujeres.

Cabe precisar que en el grupo homosexual, se integraron tanto gays como lesbianas en un principio, pero éstas últimas han logrado distinguirse de este grupo genérico para proponer uno con características propias y articulado al inicio a la corriente feminista, que reconoce a las lesbianas de manera positiva y al lesbianismo como una opción de vida válida para las mujeres y necesita ser investida de derechos. Lesbiana, es un término que alude a mujeres que se relacionan erótico-afectiva-amorosa-vitalmente con mujeres. Esta definición amplia permite incluir a: mujeres que se autoidentifican políticamente como lesbianas y feministas; y quienes se asumen como lesbianas (Alfarache, 2009).

Finalmente, a manera de cierre de este apartado, cabe precisar que la diversidad sexual y de género es un caleidoscopio de posibilidades que obliga a reconocer y apreciar las diferencias en la diferencia que ha dado lugar al movimiento lésbico o lesbianismo. La asimetría valorativa de los individuos la han introyectado mediante esquemas culturales de pertenencia e identidad de su grupo de referencia.

Asumir las creencias de la existencia de individuos de primera y segunda clase por la orientación sexual, genera una sensación de marginación y exclusión de una sociedad en la que no se participa ya sea por sus circunstancias económicas, políticas, étnicas o culturales (Touraine, 2004), pero también debido a la diversidad sexual y de género.

La ciudadanía requiere de la disposición para apreciar y reconocer al Otro y la Otra en la diversidad género y sexual, es un componente indispensable para una convivencia plena y para formar ciudadanos incluyentes, respetuosos de la diferencia entre los sujetos, favorecer diálogo entre los y las integrantes de los diferentes grupos que conforman la cultura.

Estudios sobre la lesbiana en México: invisibilidad social como una forma de responder a la discriminación

En la investigación sobre lesbianismo en América Latina, resaltan los estudios de Mogrovejo (2007) quien hizo una reconstrucción histórica del movimiento lésbico en la región e hizo un estudio de caso en México. La investigación documental, periodística y bibliográfica abarcó el periodo de 1971-1995; incluyó la metodología de historia oral para involucrar a 78 militantes de los grupos lésbicos, de las cuales 48 eran de México. El propósito fue relatar de viva voz elementos relativos a la identidad lésbica y el proceso de asumirse en la familia, la escuela y/o el trabajo. Entre los hallazgos más reportados por las participantes que incluso identificaron como una problemática común: fue la discriminación social en razón de su orientación o preferencia sexual.

Los movimientos feministas han ganado espacios, tanto en la participación de las feministas lesbianas como en los diversos estudios sociológicos que los han documentado. En 1975 se llevó a cabo la Primera Conferencia Internacional de la Mujer en México y fue punta de lanza de las primeras manifestaciones públicas de las entonces denominadas homosexuales femeninas para asumirse años después como lesbianas, luego de que un grupo representativo en Estados Unidos se pronunciara por la determinación de los cuerpos y la libre opción sexual (Mogrovejo, 2007).

Sin embargo, algunas mujeres logran construir espacios de vida afirmativos mediante recursos culturales asociados a una cultura feminista, que les permite afianzar identidades articuladas a los estereotipos de las mujeres asociados a la posesión exclusiva del instinto maternal (Perro, 1991), que nos dispone desde la infancia hasta la vejez a la crianza universal, a la maternidad y a la preservación de la vida.

Los estereotipos tradicionales de las mujeres han propiciado la invisibilidad social como mecanismo de autoexclusión. Toda manifestación diferente deviene en estigmas que son parte de la discriminación de la diferencia de quienes orientan su sexualidad fuera éstos. Brito e Hinojosa (2000) analizaron la discriminación con motivo de la preferencia sexual, para la Comisión Ciudadana de Estudios contra la Discriminación y establecieron la hipótesis de la invisibilidad social, para explicar que:

La forma en que se sufre la discriminación por motivos de raza, sexo, religión o discapacidad varía de manera considerable: existen diferencias dentro de la diferencia. El factor común es el daño que se inflige a la dignidad de las personas como consecuencia de su pertenencia a ciertos grupos. En el caso de los gays y las lesbianas, la historia y la experiencia nos enseñan que el daño mayor no surge tanto de la pobreza o de la impotencia, sino de la invisibilidad. Es la contaminación del deseo, la atribución de perversidad y de vergüenza de un afecto físico espontáneo, la prohibición de la expresión del amor, la negación de la plena ciudadanía moral en la sociedad por ser uno quien es, lo que vulnera la dignidad y los derechos de un grupo (Albie Sachs, Juez del Tribunal Constitucional de Sudáfrica, 1998” en Brito e Hinojosa, 2005,1).

El estigma, es una categoría de Goffman (1963), que explica que es una construcción social y alude a una marca, señal o signo, manifiesta o no, que hace que el portador de la misma sea incluido en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una respuesta negativa. A partir, de esta construcción social que recae sobre los individuos y los grupos, se puede entender el temor al rechazo de amigos y familia, mantiene a los homosexuales y lesbianas en silencio, les impide expresar libremente su vida sexual y amorosa y contribuye a llevar una doble vida con tal de pasar inadvertidos. Esta forma de invisibilidad social se presenta para evitar la discriminación o exclusión por ser diferente pero mediante ella se nulifican y vulneran sus derechos ciudadanos. El atropello a los derechos de las lesbianas ha propiciado movilizaciones mundiales en lucha contra esta discriminación llamada homofobia.

En 2005, se llevó a cabo una jornada que busca la articulación de acción y reflexión para luchar contra la violencia física, moral y simbólica ligada a la orientación sexual o la identidad de género para coordinar iniciativas que contribuyan a la igualdad de los ciudadanos en materia de derechos y hechos en la mayoría de los países del orbe, incluyendo aquellos donde es castigada con pena de muerte o cadena perpetua” (Jornada Homofóbica, 2005, 5).

Es decir, que el movimiento lésbico ha devenido en uno más amplio, ciudadano que lucha contra la homofobia y la lesbofobia. Ha ganado espacios por la participación social de activistas en pro del reconocimiento legítimo de sus derechos y obligaciones.  En materia de investigación, ésta se ha orientado principalmente a la identidad lésbica como lo muestran los estudios de corte antropológico y psicológico existentes. En el primer caso, Alfarache (2003) reportó una investigación abordada con una perspectiva antropológica de género para analizar las interrelaciones entre las designaciones externas y la construcción de identidades afirmativas y autónomas mediante las historias de vida de 10 mujeres entre 25 y 45 años de edad, de diferentes clases sociales y niveles educativos, auto-identificadas como lesbianas feministas o bisexuales, con distintas formas de inserción en la cultura feminista (desde la simpatía hasta la participación militante).

El estudio enfatiza que la identidad lésbica se construye en espacios de tensión permanentes y de dilemas constantes dentro del propio género femenino, ya que al romper con las normas sexuales —la heterosexualidad y la maternidad obligatoria—, son percibidas como transgresoras debido a una concepción reduccionista que ha propiciado mitos y dogmas en torno a roles de género. Identificó ciertos hitos (la conciencia de la diferencia, la confirmación de la diferencia, la búsqueda de mujeres semejantes, la salida del closet, la primera relación de pareja con una mujer, el contacto con algún grupo lésbico) y encrucijadas (en particular, la heterosexualidad-homosexualidad, la maternidad-no maternidad y la homosexualidad-lesbianismo); ambos marcados por resistencias, subversiones y transgresiones, (Alfarache, 2003).

Otros estudios de corte psicológico, son los de Lever (2011) reportó que la identidad de género ha estado supeditada a la idea que los hombres tienen de ser mujer, del ser femenino y que es preocupante que la definición se dé a partir de los imaginarios y discursos de los hombres, que para nada son alentadores (Olivera, 2011). Más aún, de acuerdo con Badinter (1992), la asignación de la construcción sociocultural (el género) en función de la biología (el sexo) se basa en un razonamiento en el que se combinan elementos biológicos y de carácter religioso.

El sistema de géneros define una relación asimétrica en donde el masculino es superior a lo femenino, esta superioridad ha sido denominada androcentrismo (Bustos, 1994). Los rasgos femeninos y masculinos en la sociedad tienen adjetivos asociados a ser hombre y mujer. A ella, se le asocia con: emocional, inocente, débil, suave, sumisa, complaciente, llena de gracia, dependiente, etc. En cambio, a él, independiente, fuerte, activo, rebelde, no emocional. Lo que se espera de hombres y mujeres es que asuman sin cuestionar estos atributos a manera de adjetivos de su persona.

De acuerdo con Ortiz y Granados (2003), el sistema de géneros hace que se conciba a la heterosexualidad como la única expresión erótica-afectiva válida ya que, se dice, hay complementariedad entre los sexos aunque ésta se fundamenta en las diferencias biológicas que tienen como fin la reproducción de la especie y está dictada por el orden divino (Nicolás, 1995).  Así la heterosexualidad es vista como un instinto natural que rige a los individuos para relacionarse erótica y afectivamente con los del sexo opuesto (Butler, 1996).

La exclusión nominal se refleja en conceptos utilizados para las lesbianas, denominadas machorras o masculinas, quehan sido las más expuestas socialmente a las consecuencias de la lesbofobia. En la actualidad, a este grupo se une al de las madres lesbianas, como una realidad en el país desde hace décadas, sobre todo por tener descendencia proveniente de relaciones heterosexuales. Estas denominaciones son una forma de invisibilidad social reflejada en el lenguaje. Las lesbianas son también identificadas como marimachas por no ajustarse al estereotipo de su género[1] , por creencias y prejuicios que están directamente anclados en una concepción biologicista y reduccionista de la maternidad que considera, por un lado, la necesidad de la relación coital para la concepción; por el otro, en la ideología que sostiene que sólo las mujeres que se embarazan y paren son madres. De acuerdo con Barranco se reprime a las mujeres no sólo en sus prácticas sexuales sino, además emocionales, afectivas, relacionales e identitarias al no reconocer a las lesbianas en el umbral más amplio de la identidad sexual, a la determinada social y culturalmente, o sea mujer, femenina y heterosexual (2011). La concepción biologicista implica algunas diferencias entre conceptos. Judith Butler (1996) afirma que:

La mujer “no es una categoría solidificada y el término no es una unidad natural, sino una ficción regulatoria, cuyo despliegue accidentalmente reproduce relaciones normativas entre sexo, género y deseo, que han normativizado la heterosexualidad. El género, es una ficción cultural de hechos reiterativos de la constante estilización del cuerpo que ha contribuido a que se vea como natural la heterosexualidad omitiendo cualquier otra forma de diversidad sexual, o considerándola inferior (Diez, 2010, 701-702).

Por su parte Lamas (1996), afirma que amén de la estructura fisiológica y anatómica de hombre y mujer; asociados a la fecundación y gestar y parir. Se han fortalecido a partir de ello, estereotipos en los que la mujer es quien puede embarazarse, parir y amamantar y encargarse de la crianza de los hijos y en general de las tareas domésticas. Por otro lado, la supuesta superioridad física del varón (por ejemplo, mayor fuerza muscular) lo hace apto para el trabajo productivo y, por ende para el sostenimiento de la familia. De este modo priva una división sexual del trabajo en la que los individuos deben especializarse en el desempeño de ciertas tareas.

Esta división es vista como natural y debe ser acatada, como un principio divino por los individuos. Es decir, que el concepto género hace referencia a dos dimensiones: una simbólica y una normativa. La primera, es un conjunto de significados culturales atribuidos en función del sexo, y la segunda, derivada de ello, se ordenen las relaciones entre los sexos y los comportamientos válidos para un grupo social (Lamas, 1996). 

Las relaciones lésbicas siguen siendo consideradas como anormales y con las miradas del prejuicio menos maternales y potencialmente peligrosas; amén de las dificultades que enfrentan por procesos legales de las relaciones heterosexuales, para la maternidad. La invisibilidad social también tiene impacto en el ámbito laboral, la persona lesbiana ante el temor a perder su trabajo puede esconder su preferencia sexual y aunque no causal de recisión de contratos, sí llega a ser motivo velado de despidos. No es posible hablar de la mujer lesbiana como sujeto unitario y transcultural igual en todas las culturas, tiempos, sociedades y situaciones.  De acuerdo con Prada Oropeza:

[…] lesbiana interpela diversamente a las individualidades desde la perspectiva de sus subjetividades y de sus múltiples configuraciones socioculturales. Por esta razón hay tantas representaciones de lo que convencionalmente puede conocerse como los actos entre mujeres que pueden ser interpretados como sexuales y desviados de la norma. La representación atiende a su carácter cultural y es definible como la construcción de sujetos en acción solo inteligibles desde el punto de vista histórico y cultural. Lo que determina el sentido que puede tener una representación de mujer lesbiana no depende de su relación con estados de cosas en un mundo real posible, sino de su relación con la esfera de las representaciones mentales que poseemos como seres de sociedad y cultura (Prada, 1999,83).

La ciudadanía requiere por tanto de la disposición, de una plataforma social, moral y psicológica para comprender la diferencia y mostrar disposición a integrar e integrarse en ella. Trabajar las creencias sin fundamento que anteceden a los mitos sobre la sexualidad, a reconocer que sigue siendo un tema tabú entre los y las mexicanas, abrir el abanico de posibilidades para que la invisibilidad social que viven las lesbianas se traduzca en la presencia socialmente reconocida de su existencia y la visibilización y reconceptualización de las lesbianas, exactamente con los mismos derechos que todos los demás (Hinojosa, 2000, 12); son elementos necesarios para fortalecer a las sociedades democráticas.

Método

La presente investigación se realizó en diversas universidades interculturales, la número 1 está situada en el sureste del país, la 2 en la región del Golfo de México y las 3 se ubica en la región del centro. El muestreo fue aleatorio estratificado del 10% de la población de cada institución, por lo que los participantes totales fueron 228. Se diseñó un Cuestionario de Ciudadanía Educación Superior que cumple con el criterio de validez de jueces para valorar la disposición a la convivencia como un componente conductual y motivacional que orienta la convivencia entre la ciudadanía.

Resultados

Se identificaron tres grupos de conceptos, los primeros orientados en los estereotipos de género, los segundos en las diferencias sociales y los terceros en la discriminación y el rechazo a la persona lesbiana.

Los conceptos mayormente manifestados por los participantes, aluden a una representación de lesbiana que privilegia la estigmatización, en ella destacan los estereotipos de género. Los estigmas se sustentan en creencias generalizadas sobre los atributos de hombres y mujeres, modelos ideales construidos en torno a la diferencia sexual. Sirven de guía para las prácticas sociales de los individuos en una sociedad y varían de cultura en cultura. El sistema de géneros se ubica en el ámbito cultural pues se trata de un conjunto de significados no verbalizados, ni explícitos, que son tomados como verdades absolutas por la mayoría de las personas (Lamas, 1996). De éste se derivan ideologías dominantes del apego a los estereotipos de género, el androcentrismo y el heterosexismo.

Los conceptos orientados hacia la estigmatización representaron el 64% del total obtenidos para la persona lesbiana; de ellos, el 43% aludió a mujer, 14% a machorra o marimacha, 3% homosexual y 2% femenino, es decir, una visión restringida de la sexualidad orientada en aspectos biológicos y físicos (Véase tabla 1).

 

Tabla 1. Muestra frecuencia y porcentaje de conceptos referidos para Lesbiana por los universitarios. Fuente de elaboración: propia.

 

Hubo además un 22% que refirió a conceptos de aceptación de las personas lesbianas; de los cuales 8% diferente, 3% libertad, 3% gusto, 3% igualdad, 3% persona y 2% aceptación. Es un porcentaje menor el que representa a estos conceptos sobre todo si se considera que tanto los de estereotipos de género como los de discriminación y rechazo, que pueden ser considerados de posca aceptación de la diversidad sexual y de género, representan casi el 70% de los conceptos emitidos por los estudiantes para la lesbiana.

Adicionalmente, el 14% de los conceptos total refiere a discriminación y rechazo para la persona lesbiana; de éste, discriminada obtuvo 8%, asco 3% y enfermedad 3%.  En éstas últimas, es importante destacar que la alusión no está necesariamente asociada a una actitud de rechazo por parte del entrevistado y puede ser reflejo de lo que vive en la comunidad con respecto a la lesbiana.

Por otro lado, hay un posicionamiento distinto del estudiante con respecto a los conceptos negativos, en el caso del concepto de asco, se puede decir que es una expresión de un máximo rechazo y el entrevistado se asume como actor de la discriminación, a diferencia del concepto anterior que puede ser referente externo.

En los resultados totales por universidades, los conceptos negativos, de discriminación o rechazo y orientados en estereotipos de género para lesbiana en 60% provinieron de los estudiantes de la UI2 y 40% de los conceptos fueron de aceptación. 

En segundo lugar aparece la UI1 con 27% de conceptos negativos de discriminación o rechazo y orientados en estereotipos de género y 73% de conceptos de aceptación.

En tercero la UI3, con 20% de conceptos negativos de discriminación o rechazo y orientados en estereotipos de género para la persona lesbiana y 80% de conceptos de aceptación.  El hecho de que las universidades sean interculturales no garantiza que sean incluyentes de la diversidad sexual, al parecer existen factores culturales e ideológicos que muestran una mayor discriminación en una de las universidades.

La representación de los participantes con respecto a las lesbianas está orientada en la exclusión por su diferencia sexual, es probable que el contexto en el que se ubican las universidades interculturales sea un factor que contribuye en la cultura ciudadana de los estudiantes. 

Disposición a compartir un viaje de 10 días con todo pagado con la persona lesbiana

En los resultados que se presentan a continuación se realizó un comparativo de los resultados de la disposición a compartir en tres condiciones hipotéticas, de la lesbiana con otras que también pueden estar en condición vulnerables.

Se obtuvieron las sumas de los porcentajes globales y se obtuvieron dos categorías acumuladas: una positiva (Sí y sí tal vez) y una negativa (no, no lo sé y no respondió). Los promedios se distribuyen en cinco niveles de disposición: muy alta (100-80%), alta (79-59%), media (58-38%), baja (37-17%) y menor de 16% muy baja. 

Lesbiana obtuvo un acumulado positivo de 78.1%, que representa una disposición alta para compartir un viaje todo pagado, pero que resultó ser la menos fuerte comparada con las otras personas; indígena obtuvo 94.3%, persona con alguna discapacidad 88.6%, anciano 86.4%, persona con VIH 83.8% y homosexual 80.7%. Asimismo, una disposición baja con 22% que representó la menor comparada con las otras personas con quienes los estudiantes podían también compartir el viaje.  (Véase gráfica 1).

 

Gráfica 1. Porcentaje de disposición para compartir un viaje de 10 días con todo pagado, con las siguientes personas. Fuente: elaboración propia.

 

En la condición hipotética planteada, compartir un viaje de 10 días implica una relativa relación de cercanía con quien se puede viajar porque en esta condición no se requiere compartir nada más en el viaje que no sea la condición de los días de viaje ya que incluso aparece que todo está pagado, por tanto los alumnos pudieron tomar una relativa distancia en la situación hipotética.

Disposición a contratar a cada una de estas personas para un empleo, si cumple con los requisitos solicitados en una convocatoria

Las disposiciones también mostraron variaciones ante la condición de contratar a la persona lesbiana, con todas las personas la disposición fue muy alta: indígena (95-6%), persona con discapacidad (91.2%), homosexual (91.2%), lesbiana (87.8%), anciano (87.3%) y persona con VIH (83.8%); no obstante están por debajo del 90% lesbiana, anciano y persona con VIH (Véase gráfica 2).

Por otro lado, la disposición fue muy baja para lesbiana con 22%, y baja para homosexual el 19.3%, persona con VIH el 16.2%, anciano el 13.7%, persona con alguna discapacidad el 11.3% e indígena obtuvo el 5.6%. Lo anterior, permite inferir que en igualdad de condiciones para ser contratado, lesbiana tendría la menor disposición para ser contratada en un empleo de acuerdo con la opinión de los estudiantes.

 

 

Gráfica 2. Porcentaje de disposición para contratar a cada una de estas personas para un empleo, si cumple con los requisitos solicitados en una convocatoria. Fuente: elaboración propia.

 

En esta condición la posibilidad de contratación implica una relación más cercana que viajar y la condición que puede variar está en el tiempo y estrechez de la convivencia sugerida en el planteamiento hipotético.

Disposición a rentar un cuarto compartido, qué tan dispuesto estarías a compartirlo con cada una de estas personas.

En la condición de rentar un cuarto compartido con la lesbiana, la disposición cambia completamente. La disposición fue muy alta con dos personas: anciano (92.2%) y persona con alguna discapacidad (86.8%), también fue alta para lesbiana que obtuvo (70.2%), persona con VIH (68.4%), indígena (67.6%) y fue media para homosexual (52.7%) (Véase gráfica 3).

En la condición de rentar un cuarto, la convivencia plateada es más estrecha y de mayor convivencia por lo que la disposición tiene que ver con atributos como la confianza, la cercanía y compartir espacios. En ésta, fue donde mayor dispersión de los datos se muestran y es notorio que el anciano es la persona con la que mayor disposición los estudiantes podrían compartirla y el menor es el homosexual.

 

 

 

Gráfica 3. Porcentaje de disposición para compartir un cuarto con alguna de estas personas. Fuente: elaboración propia.

 

 

 

En general la disposición a la convivencia con la persona lesbiana estuvo dada por el contexto de la situación planteada: en la condición de viajar lesbiana fue la única persona con disposición alta pero con el menor porcentaje de las personas con las que se realizó el comparativo.  En el caso de contratarla, fue muy alta la disposición incluso por encima del anciano y de la persona con VIH. Finalmente, para la condición de compartir un cuarto, los porcentajes en general se dispersaron en todos los casos pero lesbiana apareció con el porcentaje mayor de la disposición clasificada como alta y el menor fue para homosexual que representó la menor en esta condición.

Discusión

Los hallazgos muestran que existe una representación claramente biológica de lesbiana asociada al concepto mujer, lo que representa una limitación en la perspectiva de los entrevistados y puede impactar la inclusión de la lesbiana en la vida cotidiana y en la cultura ciudadana de los participantes ya que los dos conceptos fuertes posteriores fueron discriminación y machorra.

En la sociedad mexicana, lo femenino y lo masculino están separados incluso por colores, azul identifica a los niños y el rosa a las niñas.  No sólo los colores hablan de la identidad, también los juguetes, las formas como expresamos los afectos, los gustos en identidades que hasta ahora conocíamos como femenino y masculino, pero que cada vez es mayor el umbral de posibilidades que contiene esta categoría de identidad de género. A partir del sexo biológico de los individuos, se vierte en ellos desde muy temprana edad, una expectativa de conducta y emoción que identifica a hombres y mujeres como parte de una identidad sexual y de género.

La lesbiana está anclada a los estereotipos de género y los niveles de disposición que se ponen en juego con base en las creencias y representaciones de los participantes y que son componentes de la cultura ciudadana que orientan las formas de convivencia en una comunidad.  Las mujeres que osan romper con el ideal de la esposa fiel y consagrada madre de familia promovida por los medios de comunicación, la familia y la iglesia, se le ha estigmatizado por ser catalogada como antinatural. 

Toda manifestación opuesta o diferente a lo que legitima el sistema de géneros, niega, denigra, estigmatiza y sanciona cualquier conducta, identidad, relación o comunidad diferentes a las heterosexuales (Herek, et al., 1998), si lo que está en el sistema es diferente al estatus quo mayor puede ser la discriminación. Los estereotipos incluyen ideas como las expresadas en el ejemplo anterior y pueden ser limitantes en la forma de relacionarse entre los individuos porque se consideran la norma para juzgar tanto lo semejante como lo diferente en una sociedad. Son el soporte de estructura patriarcal cuya ideología es discriminatoria, que excluye a las personas por su diferencia.

Las formas de exclusión para la persona lesbiana se identificaron en dos direcciones básicamente, la predominancia biologicista de la sexualidad de la mujer y los estereotipos de género, y en el nivel de disposición de los participantes a integrarlas en tres situaciones hipotéticas que se les presentaron a los universitarios. Los hallazgos enfatizan que la lesbiana fue asociada con conceptos principalmente negativos que van desde una concepción biológica de mujer hasta asco, pasando machorra y marimacha; que son conceptos asociados a estereotipos de género, es decir ideas, creencias y actitudes que definen la forma de relacionarse entre los individuos en una sociedad patriarcal que excluye a las personas por su diferencia. Los estereotipos de género responden al deber ser en función del sexo biológico definido para cada una de las sociedades; incluyen un conjunto de creencias, expectativas y atribuciones de cómo deben ser y comportarse hombres y mujeres (Lara-Cantú, 1994); dictan maneras determinadas de vestido, usos del cuerpo, ademanes, posturas y porte (Bourdieu, 2000). Aceptar los estereotipos sin cuestionarlos, impide que los roles tradicionalmente asignados a los hombres y mujeres se asuman indistintamente del sexo biológico. Se basan en creencias y suposiciones que parecen naturales y que por lo mismo se convierten en un obstáculo para la convivencia ciudadana en las sociedades democráticas. 

Esta visión reduccionista es en el fondo, una forma de exclusión que dificulta la articulación con una concepción democrática de género, en la aceptación de la diferencia asumida en los propios derechos de las mujeres en la vida cotidiana. La exclusión genera mitos en torno a la igualdad humana, tanto nominal de las mujeres como de la subsunción de la mujer al hombre, incluso para reconocer que los derechos son de la especie humana y no excluyentes por causa del género. La mayoría de las personas equiparan la homosexualidad con la transgresión de los estereotipos de género: los homosexuales son pensados como varones femeninos y las lesbianas como mujeres masculinas (Herek, 1986; Badinter, 1992; Hidalgo y Flores, 1992; Nuñéz, 1999); la repulsión se reproduce mediante el lenguaje (sobre todo en chistes y albures) así como en los medios masivos de comunicación (Carrier, 1976).

Conclusiones

En esta investigación se abordó ciudadanía en estudiantes de universidades interculturales, los hallazgos muestran una visión reduccionista de la sexualidad y de su diversidad de manifestaciones. Relaciones de asimetría donde el masculino es superior a lo femenino, como parte de una visión androcéntrica de la sexualidad como elemento cultural, formas veladas de exclusión reportadas en el presenta trabajo están orientadas a la reducción biologicista de la lesbiana, por no cumplir los estereotipos de género impuestos por la mayoría con base en las creencias y representaciones limitadas que conforman la cultura ciudadana, que orienta las formas de convivencia en una comunidad. 

Las lesbianas son mujeres estigmatizadas por ser catalogadas como antinaturales, porque se le ubica en la estructura social y política como sujeto disidente del poder hegemónico que pone en riesgo su condición social como ciudadana, sujeta de derechos humanos, principalmente porque existe esta invisibilidad social y la coloca en condición vulnerable. Los hallazgos coinciden con el planteamiento del estigma de Goffman (1963), quien reconoce la existencia de estigmas físicos, estigmas psicológicos y estigmas sociales que estructuran una identidad deteriorada, pero las personas estigmatizadas se diferencia entre sí en función de la naturaleza del estigma.  En el caso de la lesbiana, el estigma es de tipo psicológico y social, toda vez que no presentan minusvalías, paraplejías, etc.

Se pudo advertir que la disposición de la interacción está en función de la persona pero sobre todo de la relación y el contexto en el que se establecen.  En el caso de viajar y contratar a una de las personas, la disposición de relacionarse puede tener correlación con el nivel de interacción que le demande a los entrevistados el contexto.

En estos ámbitos aparece también la discriminación por diferencias sexuales y de género. De acuerdo con Boauventura de Souza (2004), se requiere un procedimiento sociológico para atender las ausencias, lo que no existe es en verdad, activamente producido como no existente, esto es, como una alternativa no creíble a lo que existe. Transformar las ausencias en presencias, es un compromiso de las ciencias sociales, ya que no hay un modo único o unívoco de no existir, ya que son varias las lógicas y los procesos a través de los cuales la razón metonímica produce la no existencia de lo que no cabe en su totalidad y en su tiempo lineal.

La atención a la diversidad en la educación, es hoy por hoy un elemento de atención nodal en las sociedades democráticas en desarrollo, como nuestro país. Entre el mosaico de posibilidades están las mujeres lesbianas, como todas aquellas poblaciones de personas en situación vulnerable. El desarrollo de competencias ciudadanas desde la educación básica con actividades vividas por los estudiantes es necesaria para lograr aprendizajes de integración de la diversidad (González y Reyes, 2012).

Sin embargo no sólo sus derechos humanos como la apropiación de sus derechos sexuales. Se requiere fortalecer la cultura ciudadana, desde las diversas instituciones que se articulan con el Estado, para contribuir con actitudes de respeto y responsabilidad, respecto a la diversidad sexual en la sociedad, los grupos y las personas.

Referencias bibliográficas

Alfarache, A. (2009) Construyendo la concordancia. Alternativas feministas a la lesbofobia, México, Tesis presentada para optar al grado de Maestra en Antropología. México: FFyL/IIA-UNAM.

Alfarache, A. (2003) Identidades lésbicas y cultura feminista: una investigación antropológica. México: Plaza y Valdés.

Badinter, E. (1992) XY La identidad masculina. Madrid: Alianza Editorial.

Boauventura, S. (2004) “Nuestra América: reinventando un paradigma”, Casa de las Américas, 237, 7-25. Consultado el 15 de marzo de 2013.

http://www.ces.uc.pt/myces/UserFiles/livros/158_Nuestra%20America-Casa%20de%20las%20Americas.pdf

Bourdieu, P. (2000) La dominación masculina. Madrid: Anagrama.

Brito, A. e hinojosa, C. (2005) “La discriminación con motivo de las preferencias sexuales. Homofobia: la discriminación que no tenía nombre. Jornada mundial de lucha contra la homofobia”. Letra, Sexualidad y Sida. Documento de trabajo preparado para la Comisión Ciudadana de Estudios contra la Discriminación
Consultado el 13 de marzo de 2013

Acceder al link qui.

Bustos, O. (1994) “La formación del género: el impacto de la socialización a través de la educación” en Consejo Nacional de Población, Antología de la sexualidad humana, tomo 1, 267-298. México: Consejo Nacional de Población/Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa.

Butler, J. (1996) “Variaciones sobre sexo y género” en Lamas, M. (comp.). El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, pp. 303-326. México: Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa/UNAM-Programa Universitario de Estudios de Género,

Carrier, J. (1976) “Cultural Factors Affecting Urban Mexican Male Homosexual Behavior” en Archives of Sexual Behavior, 5 (2), 103-124.

Cass, V. (1984) “Homosexual Identity. A Concept in Need of Definition” en Journal of Homosexuality, 9 (2), 105-126.

Castañeda, M. (2006) La nueva homosexualidad. México: Paidós.

Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) (2006) Estudio sobre la diversidad sexual y retos de la igualdad e inclusión. Dirección Adjunta de Estudios, Legislación y Políticas Públicas:Documento de Trabajo No. E-2-2005
Consultado el 16 de marzo de 2013. http://www.conapred.org.mx.

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (2013) (Título primero, Capitulo 1 de los Derechos Humanos y sus Garantías, Artículo 1º). Consultado el 16 de marzo de 2013. http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1.pdf

Corona, Esther y Cass, V. (1999) Columna “Tiro al blanco”, suplemento Letra S. en La Jornada, México, 3 de junio.

Diez, J. (2010) “La trayectoria política del movimiento Lésbico-Gay en México” en Estudios Sociológicos XXIX,   86, 687-712.

Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (2012). Consultado el 17 de marzo de 2013. http://encup.gob.mx/

Goffman, E. (1963) Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu.

González-Juárez, G. y Reyes, M.T. (2012), “Hacia un modelo de competencias ciudadanas en educación básica” en Piña, J. M. (coord.), Ciudadanía y Educación: Diálogos con Touraine, pp. 155-186.México: IISUE-UNAM.

Herek, G. (1986) “On Heterosexual Masculinity. Some Psychical Consequences of the Social Construction of Gender and Sexuality” en American Behavioral Scientist, 29 (5), 563-577.

Herek, G. Cogan, J., Gillis, R., y Glunt, E. (1998) “Correlates of Internalized Homophobia and Suicidaly of Lesbian, Gay and Bisexual Youths” en Developmental Psychology, 31 (1), 65-74.

Hidalgo, R. y Flores, M. (1992) “El autoritarismo en la vida cotidiana: sida, homofobia y moral sexual” en Revista de Ciencias Sociales, 58, 35-44.

“Jornada Homofóbica” en Letra, sexualidad, SIDA, mayo 2005. Consultado el 11 de marzo de 2013:

http://www.conapred.org.mx/documentos_cedoc/Jornada%20mundial%20vs%20la%20Homofobia.pdf.

Lamas, M. (1996) “Usos, dificultades y posibilidades de la categoría de género” en Marta Lamas, (comp.), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, pp. 327-366. México: Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa/UNAM-Programa Universitario de Estudios de Género.

Lara-Cantú, M. A. (1994) “Masculinidad y femineidad” en Consejo Nacional de Población, Antología de la sexualidad humana Tomo I, pp. 315-333. México: Consejo Nacional de Población/Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa.

Lever, E. (2011) “Discursos e imaginarios masculinos sobre el “deber ser” femenino a través del diario El Universal (1916-1953)” en Olivera, M.E. (coord.), Mujeres diversas. Miradas Feministas, pp. 10-19.México: Grupo destiempos.

Lozano, I. (2008) “El significado de la homosexualidad en jóvenes de la Ciudad de México” en Enseñanza e Investigación en Psicología, 14 (1) 153-168.

Magendenzo, A. (2004) El complejo camino de la formación ciudadana, Una mirada a las prácticas docentes. Santiago-Chile: Editorial LOM.

Marshall, T. (1950) Citizenship and Social Class and Other Essays. USA,Cambridge University Press.

Mogrovejo, N. (2007) “El sujeto lesbiana en el pensamiento feminista latinoamericano”. Consultado el 16 de marzo de 2013
http://normamogrovejo.blogspot.mx/2013/06/los-sujetos-de-la-bio-politica-feminista.html

Moya, R. (2009) “La interculturalidad para todos en América Latina” en Interculturalidad, educación y ciudadanía perspectivas: latinoamericanas. La Paz: FUNPROEIB Andes, Plural Editores, 230-400. Consultado el 15 de marzo de 2013
http://bvirtual.proeibandes.org/bvirtual/docs/inter_edu_cuidadania.pdf#page=22.

Nicolás, J. (1995) La cuestión homosexual. México: Fontamara.

Nuñéz, G. (1999) Sexo entre varones. Poder y resistencia en el campo sexual. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Programa Universitario de Estudios de Género/El Colegio de Sonora/Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa.

Olivera, M. E. coordinador (2011) Mujeres diversas. Miradas Feministas. México: Grupo destiempos.

Ortiz, L., y granados, J. A. (2003) “Violencia hacia bisexuales, lesbianas y homosexuales de la Ciudad de México” en Revista Mexicana de Sociología, 65 (2), abril-junio. México: Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM.

Parrini, R. y Hernández, A. (2012) La Formación de un campo de estudios: Estado del Arte sobre Sexualidad en México (1996-2008). Centro Latinoamericano en Sexualidad, Instituto de Medicina Social y Universidade do Estado do Rio de Janeiro. Consultado el 16 de junio de 2013
http://www.clam.org.br/uploads/arquivo/Estado_del_Arte_Mexico.pdf

Perro, N. (1991) El instinto maternal o la necesidad de un mito. España: Editorial Madrid.

Prada, R. (1999) Literatura y realidad. México: Universidad Veracruzana, Fondo de Cultura Económica.

Real Academia Española (2014) Diccionario de la Real Academia Española
Consultado el 18 de marzo de 2013. http://www.rae.es/rae.html

Touraine, A. (2004) ¿Qué es la democracia? México: Fondo de Cultura Económica.

Touraine, A. (2006) ¿Podremos vivir juntos. México: Fondo de Cultura Económica.


[1] Hay que distinguir los conceptos de “estereotipo de género”, “rol de género” e “identidad de género”. Los estereotipos de género son creencias, prescripciones, reglas o expectativas específicas de cada sociedad que definen lo que significa “lo masculino” y “lo femenino”. Los estereotipos, en tanto modelos ideales, operan en la dimensión simbólica de la cultura y expresan la representación social que cada cultura ha construido en torno a la diferencia sexual. El “rol de género” se refiere a la manera como los individuos actúan en concordancia con los estereotipos. Comprenden la personalidad, los comportamientos y la ejecución de actividades que se consideran, corresponden a su sexo; es decir, los roles de género operan en el nivel de las prácticas sociales. La “identidad de género” es la experiencia subjetiva, asignada socialmente, mediante la cual un individuo se concibe a sí mismo como perteneciente a uno de los géneros (“soy femenina”; “soy masculino”) (Corona y Cass, 1999; Cass, 1984).

[a] Profesora del Colegio de Pedagogía. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Contacto: gracegj102@gmail.com