Comunalidad como eje de desarrollo local mediante el turismo rural

Resumen

El presente trabajo se centra en el estudio de la Comunalidad y su incidencia en el turismo rural. En la elaboración del documento se utiliza el análisis-síntesis documental de la literatura relacionada con el objeto de investigación. Los principales resultados obtenidos reflejan que aunque el turismo se promueve como la panacea del desarrollo local para las comunidades campesinas, solo tiene éxito en los casos en que se instrumenta a través del enaltecimiento de lo propio.


Palabras clave: Comunalidad, Turismo rural, Desarrollo local.

Abstract

This paper focuses on the study of Commonality and it is impact on rural tourism. In preparing the document analysis-synthesis documentary literature related to the research object is used. The main results show that although tourism is promoted as a panacea for local development for rural communities, succeeds only in cases where it is implemented through the enhancement of the same. Keywords: Commonality, rural tourism, local development.


Keywords: Commonality, rural tourism, local development.

1. Introducción

El turismo es junto con las comunicaciones, una de las áreas con mayor crecimiento en años recientes, el aumento de la infraestructura para esta actividad ha venido acompañado de la creación de múltiples instituciones dedicadas a su regulación y estudio científico, mediante el uso de herramientas y perspectivas de distintas ciencias para su análisis. Esto ha traído como consecuencia la generación de variadas vertientes tanto teóricas como en su práctica.

La división clásica de esta actividad considera al turismo de sol y playa o masivo por una parte, y al alternativo, donde se incluyen las motivaciones de convivencia con la naturaleza y de interés cultural por otra. Dentro de este turismo alternativo se incluyen constantemente nuevas clasificaciones (como el llamado turismo negro, rosa, creativo, armónico, musical, entre otros) que lejos de contribuir al establecimiento de una base sólida de estudio, fragmentan su análisis, haciéndolo tan particular que es difícil distinguir dónde termina uno y comienza otro.

Sin embargo, sin importar la clasificación del turismo tiene una característica común: funciona bajo el discurso de ser una actividad capaz de generar desarrollo local y de contribuir a la conservación de la naturaleza, por lo que “debe” impulsarse sobre todo en zonas rurales, donde la combinación de estos dos factores se considera necesaria.

2. Desarrollo

En las últimas tres décadas, el campo mexicano ha enfrentado una situa¬ción de crisis económica, productiva, ambiental y social que ha acen¬tuado la pobreza, lo cual plantea un escenario de abandono y atraso, dentro del cual los campesinos tienen un papel marginal en términos de la economía global y el libre mercado (Zamora, 2011).

A partir de la puesta en marcha del modelo económico neoliberal en los años ochenta, las zonas rurales perdieron los apoyos gubernamentales con que contaban para actividades primarias, lo que ocasionó una profundización de las condiciones de precariedad en que se encontraba. En ese sentido, la participación de la agricultura en la economía nacional ha ido disminuyendo (Bartra, 2010).

Las transformaciones en la sociedad rural derivaron de la aplicación de un modelo de desarrollo apegado a lineamientos institucionales internacionales como el Consenso de Washington, a través del cual se definieron las líneas de actuación prioritarias a las que los gobiernos latinoamericanos debían adherirse para ser considerados en la obtención de créditos y firmas de acuerdos, lo cual desencadenó cambios significativos en la estructura social comunitaria y favoreció las condiciones que generan marginación, discriminación y exclusión. Zamora (2011).

Ante esta crisis surgió la nueva ruralidad, una política mundial que reconfiguró las funciones del campo en el tercer mundo, convirtiéndolo en un espacio de producción de flores, frutas, forestería y actividades recreativas; dejando el control alimentario mediante la siembra de granos básicos al primer mundo.

La nueva ruralidad fue impulsada por organismos multinacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, al mismo tiempo avalada desde el ámbito académico; respaldando así la visión de que no se trató de un golpe al campo, sino una oportunidad de diversificación de actividades. De este modo se crearon discursos que más allá de simples sustituciones de términos semánticos, sacan del centro de la discusión las contradicciones del sistema capitalista, como la explotación de los campesinos, el despojo de sus bienes naturales y la mercantilización de su cultura.

El turismo se ha impulsado como una actividad que funciona bajo este discurso de participación, inclusión y conservación mediante la legitimación de nociones como el desarrollo local y la comunalidad.

En consecuencia, las formas de organización tradicionales cam¬pesinas debieron transformarse para poder subsistir, es así como comunidades rurales del país incursionaron como prestadores de servicios turísticos, mediante el aprovechamiento de sus recursos naturales y culturales, organizándose desde estructuras de trabajo, gobierno y producción endógenas.

En este contexto, surgió la configuración de un nuevo sistema productivo para estas comunidades, ofreciendo sus recursos naturales y servicios turísticos, regidos por la confianza, colectividad, equidad y reciprocidad de los habitantes, logrando su autonomía en busca de la autosuficiencia, permitiéndose mantener sus valores culturales, constituyendo su capital social y humano para hacer frente a la pobreza en la que el Estado contribuyó.

En contraparte muchas poblaciones indígenas y campesinas quedaron vulnerables tras estos cambios sociales y económicos realizados en sus territorios, puesto que la participación estatal se convirtió en una forma de imposición del turismo que irrumpió en las ya debilitadas estructuras comunitarias locales, generando contradicción con las nociones existentes en las poblaciones, y rompiendo la cosmovisión metabólica con la naturaleza sin brindar beneficios a quienes viven en esas zonas.

Solo las comunidades que ya trabajaban a través de dinámicas de reciprocidad y trabajo mutuo han conseguido modificar los escenarios en los que por décadas experimentaron el abandono, organizándose desde una dinámica sustentada en la labor de las unidades familiares conformadas mediante acuerdos internos, a las propuestas emanadas del pensamiento y la acción de la vida comunitaria, con lo que se permitió favorecer algunas soluciones sobre distintas problemáticas compartidas mediante la contribución colectiva, empleando estrategias sobre la división del trabajo, el respeto, la distribución de los beneficios conseguidos, y la confianza, para con ello, poder aprovechar su territorio como factor de riqueza local, al ofrecerlo como un producto turístico, aunado al trabajo colectivo en donde la participación de los pobladores es significativa, ya que brindan su trabajo de modo voluntario, conscientes del impacto que se tiene para todos quienes conforman las unidades familiares, así como para las generaciones futuras, todo esto desde acuerdos de gobernabilidad y poder comunitario.

Son estos casos donde se puede ver como las zonas rurales han conseguido el desarrollo local, a partir de considerar a las relaciones sociales que se encuentran vinculadas por un sentido de comunidad, al compartir expectativas socialmente construidas, necesidades o problemas que crean un sentido de grupo según circunstancias compartidas, y de esa interacción surge un sentido de comunidad que está íntimamente ligado a una identidad social comunitaria (Montero, 2007).

En suma, la idea de la comunalidad surge como principio rector de la vida india que nace y se desarrolla en medio de la discusión, la agitación y la movilización, pero no como una ideología de combate sino como una tendencia de identidad, mostrando que la autenticidad y determinación, es su ser comunal con raíces históricas y culturales propias y antiguas, a partir de las cuales se busca orientar la vida de los pueblos como pueblos con igualdad, libertad y corriente de pensamiento afín.

Es entonces que los cambios y beneficios que las comunidades rurales han alcanzado a partir de su transformación, de actores dedicados al campo a prestadores de servicios turísticos, está atravesado por las decisiones y acciones que cada día definen su trabajo desde una perspectiva colaborativa para apoyar a toda una población de la que forman parte, es de esa manera que las comunidades rurales, se unifican para defender su territorio, recursos e identidad, dado que al salvaguardar toda su riqueza, aíslan de su vida los intereses e intervención de actores externos, grupos capitalista y organismos gubernamentales, que ven en ellos una oportunidad para la acumulación.

Es por ello, que, para los habitantes de esas zonas que han iniciado trabajos endógenos colectivos, la comunalidad representa “el pensamiento y la acción de la vida comunitaria”, vista desde “una ideología emanada de acciones que portan los pueblos indios (…) que ha permitido enfrentar y resolver infinidad de retos y problemas a lo largo de la historia” Martínez (2003).

Por otra parte, la comunalidad se expresa en los pueblos indígenas por medio de la acción a partir de la presencia de culturas de resistencia; estas son entendidas “como la lucha a favor del conjunto de referentes culturales que una sociedad asume como fundamentales para la configuración de su identidad en un momento dado de su proceso histórico” (Bartolomé, 1997).

De esta forma, es posible observar, que los movimientos sociales de distinta escala en zonas rurales han generado de manera dinámica las condiciones básicas para la construcción de la comunalidad, y esta ha propiciado la expresión y la continuidad de los propios movimientos; ya que en este proceso se ha buscado reivindicar al territorio, la autonomía, revalorizando la lengua y las prácticas culturales, así como la formación de sus propios intelectuales (Zibechi, 2007).

En otras palabras, la comunalidad ha sido un eje fundamental de la acción colectiva de comunidades rurales que transformaron su actividad laboral y su medio de vida, al encaminarse a un fin común, que es el desarrollo local, empleando al turismo rural como alternativa.

De tal forma que mediante el turismo, las zonas rurales han formado unidades de trabajo, cooperación y adhesión, lo cual, no ha sido un proceso sencillo, puesto que la población, tuvo que tolerar durante décadas la apatía y abandono de los gobiernos, así como, quedar fuera de las políticas sociales y económicas, por no brindar opciones de desarrollo para los intereses externos.

En consecuencia, el desarrollo local que han podido conseguir las comunidades rurales es producto de la voluntad, esfuerzo y disposición de la gente para poder organizarse desde dentro de la comunidad, a través de la comunalidad. Estas formas endógenas mediante las que las zonas rurales se organizan y administran, son a través de comités, grupos de trabajo y de unidades familiares, las cuales operan, bajo lineamientos generados en Asamblea General y los propios acuerdos basados en usos y costumbres que aprueban los pobladores, esto les ha permitido generar oportunidades de empleo y resolver de forma favorable la carencia de fuentes de trabajo, asimismo, han creado alternativas optimas a la economía agraria, pues su producción ya no cubría las necesidades básicas, aún menos, los requerimientos secundarios que deben solventar individual y colectivamente.

3. Conclusiones

Las comunidades rurales al mantenerse alejadas del Estado y de aquellos que pretenden intervenir en sus decisiones, han evitado ser víctimas de los procesos de despojo, de inversión y explotación de sus tierras y recursos, donde los espacios, su territorio, pasaría a tener un valor de cambio, que transformaría su lógica de producción, afectando su organización comunitaria, e irrumpiendo las estructuras colectivas, afectando su identidad.

Algunas comunidades rurales han podido conseguir el desarrollo local, a partir de emplear el turismo rural como una opción para mejorar sus condiciones de vida, generando fuentes de trabajo y mayor número de acciones que aportan beneficios a los grupos rurales, mitigando los índices de migración, fortaleciendo la cohesión y reproducción social, entendiendo al desarrollo local como: es un proceso territorial, humano, integrado, sistémico, sustentable e innovador, que se constituye de actividades estructuradas desde el turismo rural, para dinamizar las sociedades rurales, partiendo del aprovechamiento de sus recursos, empleando dinámicas con las que enfrentan situaciones de carencia, creando procesos regulados a través del vínculo social comunitario, con visión de potencializar la riqueza territorial y participación colaborativa (Vázquez, 1988).

Es así que, el desarrollo local de las zonas rurales desde la comunalidad conduce a una mejora en el nivel de vida de la población local identificándose desde tres dimensiones: económica, sociocultural y político-administrativa en donde las políticas territoriales permiten crear un entorno económico local favorable, protegerlo de interferencias externas e impulsar el desarrollo.

En ese sentido, el desarrollo local representa una oportunidad de transformación social para las comunidades rurales, por medio de la construcción de acuerdos ‘desde adentro y desde abajo’, así como, de una organización y administración que surge desde los propios intereses de la colectividad, para encontrar respuestas a las situaciones que deben atender en su actual actividad como prestadores de servicios turísticos, así también, potenciar sus posibilidades de bienestar comunitario, a través del vínculo y acuerdos con los organismo y sectores que no quebranten los proyectos locales.

La práctica del turismo rural en manos de las comunidades, a pesar de las presiones entre las que se desarrolla, se ha alejado del discurso institucional que intenta ser implementado de manera permanente y que pretende insertarlas en la lógica capitalista, bajo la cual los principios de respeto a la cultura y a la naturaleza no tienen sentido.

Fuera del romanticismo que se pretende dar al turismo como una actividad sustentable, su puesta en marcha en el medio rural ha sido parte de una confrontación permanente entre los campesinos y las instituciones, que solo ha sido posible ser encarada mediante los principios de la comunalidad.

4. Bibliografía

Bartolomé, M. (1997). Gente de costumbre y gente de razón. Siglo XXI Editores-Instituto Nacional Indigenista, México.


Bartra, A. (2010). México y sus campesinos en el gozne. De los tiempos. En: Concheiro, L y León A. Espacios públicos y estrategias campesinas ante la crisis en México. Universidad Autónoma. Metropolitana-Xochimilco (UAM). México, D. F.


Martínez, J. (2003). Comunalidad y Desarrollo. Colección Cultura Indígena, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, México, D. F.


Montero, M. (2007). Introducción a la psicología comunitaria. Paidós. Buenos Aires.


Vázquez, A. (1988). Desarrollo local, una estrategia de creación de empleo. Pirámide. Madrid, España.


Zamora, C. (2011). SAGARPA. Recuperado el 13 de OCTUBRE de 2014, de www.sagarpa.gob.mx


Zibechi, R. (2003). Los movimientos sociales latinoamericanos: tendencias y desafíos”, Osal: Observatorio social de América Latina, núm. 9, CLACSO Argentina.

[a]Escuela Superior de Tizayuca, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
adrian_vilchis@uaeh.edu.mx