Ojos que no ven, corazón que no siente
(O los ingredientes en letra pequeña)

Resumen

Pendiente es que la gente no lea la letra pequeña en las etiquetas que contienen información importante acerca de lo que contienen los productos. La presente muestra de ensayo lo que consiguiéramos un suficiente conocimiento para ser un consumidor muy consciente de lo que y por qué comprar.


Palabras clave: Nutrientes. Etiquetas. Ingredientes. Aceites hidrogenados. Leche entera. Mantequilla. Margarina.

Abstract

Outstanding issue is that people do not read the small letter in labels containing important information about what products contain. The present essay show the way we should get enough knowledge in order to be a consumer pretty conscious of what and why to buy.


Keywords: Nutrientes. Etiquetas. Ingredientes. Aceites hidrogenados. Leche entera. Mantequilla. Margarina

 

 

 

“Somos los que comemos”, es una afirmación lógica si tenemos en cuenta que al nacer apenas pesamos de 3 a 4 kg y que en la edad adulta por lo general pasamos de los 30 o 40 kg de masa corporal. Por cada kilogramo de peso que ganamos se construyen alrededor de 1012 células nuevas, utilizando los recursos que proporciona nuestra alimentación o ingesta de nutrientes como los aminoácidos de las proteínas, los lípidos, los carbohidratos y los minerales. Pero, debemos preguntarnos qué tan conscientes estamos de los ingredientes que contienen los productos comerciales procesados, ya que constituyen una parte importante del consumo diario en nuestro modo de vida cada vez más dependiente del supermercado. Además de preguntarnos qué ingredientes de esos productos realmente tienen una función nutritiva y cuáles solo sirven al producto mismo (como los conservadores, los colorantes, los saborizantes, los edulcorantes e incluso la misma envoltura y empaque) y a su comercialización.

Claro que los productos cuya composición química debe interesarnos, no se limitan a los que deberían servirnos de alimento, sino aún aquellos para uso externo como los cosméticos, los tintes, los desodorantes, las cremas, las lociones, las pomadas, las gotas, los jabones, el shampoo (champú, en buen castellano según la R. A. E.), soluciones salinas para lentes de contacto y por supuesto toda la gama de fármacos y sus respectivos medicamentos que los contienen.

Pues a todo esto hay una buena respuesta: ¡LEAMOS LOS INGREDIENTES EN LETRA PEQUEÑA! Claro está que encontraremos nombres tan complicados como “4-amino-2-hidroxitolueno” (en tintes para el cabello) que pueden no decirnos nada, aunque también otros como ácido acetilsalicílico, que asociamos con una conocida marca y nombre de patente como analgésico. Y precisamente éste es el punto. Conforme aumentamos nuestro nivel de consumo, también debemos aumentar el nivel de información respecto a la manufactura, la transformación, el procesamiento, los aditivos y todo aquello “extra” que para bien o para mal, las empresas agregan a sus productos en aras de la eficiencia pero sobre todo, de las utilidades.

Veamos un caso. La leche, o lo que suele llamarse leche; la crema y la mantequilla[*] (o lo que llamamos “crema y nata” refiriéndonos a lo mejor de algo) la separan para venderla a un precio por kilogramo mucho mayor que la leche normal y muchos consumimos felizmente “leche descremada” ya que una importante cantidad de fuentes informativas nos habla de sus bondades y de los “peligros” de las grasas que contienen colesterol. Así que para nuestro beneficio “reconstituyen” la leche residual con grasa vegetal (aceites vegetales hidrogenados también base de las margarinas muy presuntuosamente etiquetados como libres de colesterol) y la compramos con el nombre de “fórmula láctea” ya que muy honestamente y además por ley  no la pueden llamar “leche”. Sin embargo estos benefactores de la humanidad nos venden la mantequilla que se elabora directa y únicamente de crema de leche entera a un precio de hasta 3 dólares los 100 g mientras que una barra de margarina sucedánea de la mantequilla  también de 100g cuesta ¡hasta menos de 50 centavos de dólar! Cabe preguntarse: ¿Por qué si es tan mala la mantequilla cuesta mucho más? Luego entonces caemos en la cuenta de que lo que están haciendo con la leche es quitarle algo que pueden vender mucho más caro y lo sustituyen con algo que les cuesta mucho más barato. ¿Acaso podemos creer que lo hacen preocupados por la salud de sus consumidores?

Bueno, cabe concluir que para mi familia y para mí elijo lo que creo mejor y todos consumimos únicamente leche entera. Revisando minuciosamente la lista de ingredientes y evitando las marcas y presentaciones que digan que contienen aditivos, reconstituyentes o cualquier otro ingrediente que consideraría “sospechoso”.

Bibliografía

Jiménez, L. Felipe. Biología Celular y Molecular. Primera Edición. 2003

Snyder, Carl H. The extraordinary chemistry of the ordinary things. 4th edition. 2008.

Stryer, Lubert. Bioquímica. Sexta Edición. 2007.



[a] Profesor Investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo

[*] Además de que en esta fracción de la leche se llevan las naturales liposolubles vitaminas A y D