RETHINKING ETHICS for DEPLOYMENT in ENTERPRISE MANAGEMENT SYSTEMS

Replanteamiento de la ética para su implementación en los sistemas de gestión empresarial

Resumen

El presente documento refiere avances de investigación sobre Ética en la Gestión Empresarial.

La inclusión de tecnologías de información y comunicación a los sistemas de gestión empresarial da lugar a nuevas formas de hacer negocios y genera nuevos delitos. Dichas tecnologías son producto del trabajo intelectual del ser humano, desarrolladas con propósitos benéficos para las organizaciones y la sociedad, sin embargo, las personas tienen intenciones y propósitos y valiéndose de sus conocimientos y de las herramientas tecnológicas diseñadas para auxiliar a la gestión, pueden perseguir fines considerados moralmente condenables. Lo anterior conduce a replantear la concepción ética y su instrumentación en los sistemas de gestión empresarial, para prevenir malas prácticas empresariales, que constituyen uno de los problemas más graves en el mundo de negocios, dada la competencia por ingresar y permanecer en los mercados internacionales.


Palabras clave: Ética de los negocios, gestión empresarial, innovación, moralidad, sistemas inteligentes.

Abstract

This document refers research advances on Ethics in Business Management. The inclusion of information and communication technologies to business management systems leads to new ways of doing business and generates new crimes. These technologies are the product of human intellectual work, developed with good intentions for organizations and society, however, people have their own intentions and purposes and using their knowledge and technological tools designed to assist management, may try to reach purposes considered morally reprehensible.

This leads to rethink the ethical conception and implementing ethics in business management systems to prevent bad business practices, which constitute one of the most serious problems in the business world, due to the competition to enter and remain in the international markets.


Keywords: Business ethics, business management, innovation, morality, intelligent systems.

Introducción

Bajo los efectos de la globalización, las organizaciones actuales buscan ser competitivas para estar en posibilidades de ingresar y permanecer en los mercados internacionales, enfocándose en la mejora de sus procesos, la reducción de costos, la implantación de sistemas de calidad y gestión ambiental, el desarrollo de nuevos mercados y la identificación de las tendencias y necesidades tecnológicas del mercado (Solleiro y Castañón, 2008), entre otras prácticas empresariales, para lograr su propósito y garantizar la consecución de los objetivos corporativos, la rentabilidad y la satisfacción de las demandas de la sociedad.

En la búsqueda de más y mejores beneficios tanto para la organización como para la sociedad, se asume la gestión como una herramienta de apoyo, en función de que implica un conjunto de actividades necesarias y requeridas para lograr los objetivos que una organización se plantea, o bien, “hacer diligencias conducentes al logro de unos objetivos” (Ramírez-Cardona, 2002, p. 14), concibiendo así a la gestión empresarial como una actividad humana a través de la cual, diferentes individuos buscan mejoras en cuanto a productividad y competitividad de una organización o empresa, y emprenden acciones para la identificación de problemas y el planteamiento de estrategias para su solución.

La gestión empresarial incorpora a los individuos como parte fundamental para el desarrollo de la empresa, en cuanto a que realizan acciones de dirección y administración de recursos e información para lograr la conciliación de los objetivos de la organización con las necesidades y expectativas de la sociedad, en un entorno altamente competitivo y globalizado.

Así mismo, el uso de la tecnología cobra particular importancia al ser una herramienta que se vincula con todas las actividades de una empresa (Pacheco, Meza y Mejía, 2010), constituye una estrategia que permite crear ventajas competitivas para sobrevivir en los mercados internacionales, contribuye a establecer estrategias acordes con el plan de negocios, y se configura como un proceso en el que se implican varias etapas relacionadas con el diagnóstico tecnológico de la empresa y la planeación de proyectos, habilitación de infraestructura, implantación de procesos, uso y difusión de la tecnología, innovación tecnológica, toma de decisiones estratégicas, protección de propiedad intelectual y evaluación de la gestión.

La tecnología provee también de soluciones a problemas relacionados con la gestión empresarial, mediante diversos estudios y aplicaciones desarrolladas para ejecutar tareas con requerimientos de inteligencia humana en cuanto a simulación de la experiencia y toma de decisiones, sin embargo, los avances tecnológicos y la alta dependencia de aplicaciones informáticas y de comunicación para realizar transacciones, han revolucionado la forma de hacer negocios, genera, por tanto, nuevos delitos y formas de actuación inadecuada, entre los cuales, por citar algunos, se señalan la alteración de datos, accesos no autorizados y creación de sitios virtuales y enlaces fraudulentos (Leal, 2011).

Al respecto, considérese que la empresa no actúa por sí sola, se conforma por personas que coordinan los recursos disponibles para producir bienes y/o prestar servicios que satisfagan los deseos y necesidades de la sociedad, con la finalidad de obtener una utilidad o beneficio, por lo que no deben perderse de vista los riesgos que implica (Ramírez Cardona, 2002), en tanto que las actividades humanas se encuentran sujetas a la voluntad de las personas. En este sentido, debe asumirse que el riesgo es todavía mayor cuando se trata de responsables del manejo estratégico de la información y de quienes se encuentren a cargo de la dirección u operación de la empresa en áreas orientadas al crecimiento y desarrollo vía la innovación, la adaptación, transferencia y utilización de la tecnología.

Por tanto, para asegurar su permanencia en el mercado en el largo plazo, las empresas requieren crear un marco de actuación que garantice el logro de los objetivos corporativos, mediante el desarrollo de estrategias visionarias, incorporación de nuevas tecnologías y su utilización responsable, innovación, establecimiento de patrones de gestión, liderazgo y desarrollo del factor humano, así como la inclusión de aspectos éticos. Esto en función de la responsabilidad de sus integrantes en la toma de decisiones estratégicas que concilien los lineamientos de gestión, los objetivos de la organización y su compromiso con la sociedad.

Lo anterior pareciera difícil dado el creciente deterioro ético generalizado, y la creencia de que, para ser exitosas, las empresas deben incurrir en actos inmorales y corruptos, argumentando que el responsable de la ausencia de ética es el sistema. Esta creencia impulsa a las personas a actuar inadecuadamente, por lo que se requiere que sus integrantes tengan la capacidad moral para enfrentar, de manera consciente, las presiones que inducen dicha actuación.

El contexto empresarial actual

El mundo empresarial actual se encuentra inmerso en un proceso de transformación en todos los ámbitos: económico, político y social, consecuencia de la globalización de los mercados. Dicha transformación tiene como características la creciente incorporación de la tecnología a los procesos productivos y de gestión, la expansión de las actividades mercantiles, la internacionalización de la economía y la libre circulación de productos (Rózga, 2001), conforme a normas globales para hacer negocios, lo que supone integración de diferentes culturas, innovación tecnológica y modernización de los sistemas productivos y administrativos, para atender expectativas y demandas cada vez más exigentes y estrictas por parte de los consumidores.

Bajo este contexto y ante la acelerada internacionalización de las actividades económicas, el principal reto de las empresas es ser más competitivas y anticiparse a las acciones de su competencia, mediante la modificación de sus estructuras y la constante adecuación de sus estrategias de mercado (Bassi, 2010). Esto implica una nueva cultura de negocios, ya que para incursionar en los mercados internacionales y mantenerse en ellos, se precisa identificar los retos que la globalización supone, además de desarrollar habilidades para adaptarse a los cambios y enfrentar a los competidores mediante otras formas de producción, distribución y comercialización. De igual forma, la participación activa en los nuevos entornos y las probabilidades de tener éxito en ellos, depende además, de la competencia de la empresa para la toma de decisiones. En este proceso, la información y el uso de herramientas de negocios como apoyo para la simulación de condiciones de mercado y elaboración de pronósticos son un factor clave, más aún cuando proporcionan al decisor, no únicamente los datos para tomar la decisión, sino las sugerencias de los posibles cursos de acción.

En este sentido, la contribución de los avances tecnológicos y los sistemas de información es importante, pues se provee a las empresas de herramientas de reporte, consulta y análisis de datos entre las que se encuentra el “Business Intelligence” (BI), cuyo propósito es “la creación y administración de información que permita tomar mejores decisiones a los usuarios de una organización” (Curto y Conesa, 2010, p.18). Esta herramienta es aplicable sobre todo en situaciones en las que la empresa toma decisiones basadas únicamente en la intuición o bien cuando la calidad de la información es deficiente y proviene de registros de usuarios.

Al respecto, es conveniente mencionar que todavía a principios de los 80´s, era una práctica común de las empresas utilizar registros manuales para almacenar los datos relativos a la operación del negocio, y que si bien ya había empresas que hacían uso de sistemas informáticos para su gestión, éstas tenían que incurrir en altos desembolsos para su compra y mantenimiento.

Como respuesta a la necesidad de contar con un método que además de rápido, fuera eficiente para obtener datos y convertirlos en información útil para la toma de decisiones surge el BI (Curto y Conesa, 2010), evidenciando el valor que la información y su manejo tiene en una empresa, convirtiéndose en un factor clave de la gestión empresarial, que puede traducirse en una ventaja competitiva de largo plazo (Méndez, 2006) en un mercado altamente globalizado.

Globalización y competencia

El fenómeno de la globalización no es nuevo. Los procesos de intercambio datan del contacto establecido por grupos de personas, derivado de actos de conquista, comercio y migración (Mittelman, 2000); en la actualidad implica un proceso de integración de las empresas a las economías mundiales, libres de fronteras geográficas, socioculturales y económicas, bajo igualdad de condiciones, que además de favorecer un mayor acceso a la tecnología y mejoras en la productividad, brinda una oportunidad para acceder al crecimiento económico y mejorar la calidad de vida de los integrantes de una sociedad.

En este proceso de mundialización de la economía hay un claro enfrentamiento entre competidores internacionales. En los mercados se encuentran una gran cantidad de empresas sujetas a las reglas de competencia de una economía global, tratando de identificar las necesidades de los consumidores para satisfacerlas a través de la venta de sus productos y servicios (Nardini, 2011); esto implica que las empresas deben asumir una presión mayor sobre sus costos, su productividad, sus estrategias y el desarrollo y aplicación de tecnologías (Froidevaux, 2006), para competir con precios y calidad en ese entorno.

Al respecto, es conveniente hacer mención del papel crucial de la tecnología y el acelerado ritmo de la innovación tecnológica en los procesos de globalización, tanto económica como social (Rózga, 2001), dado que se involucra un proceso intelectual que identifica las demandas y necesidades de la sociedad y en la búsqueda de soluciones, se enfoca al diseño y construcción de productos y servicios para satisfacerlas, dando lugar a nuevos modelos de comercialización y formas de hacer negocios, aunque ciertamente, generando también nuevas amenazas, cada vez mayores, de delitos y comportamientos inadecuados de las organizaciones y las personas que en ellas participan.

Es evidente entonces que la globalización supone cambios y beneficios, tales como apertura de nuevos mercados, desarrollo de medios de comunicación, uso de nuevas tecnologías y formas de producción, mejoras en la calidad de vida y transferencia de tecnología, entre otros, sin embargo, implica también grandes riesgos y consecuencias económicas, sociales y ambientales, entre las que se pueden señalar desempleo, transculturación y pérdida de identidad cultural, desintegración, degradación del medio ambiente y ausencia de solidaridad, además de otras situaciones adversas que propician la exclusión social, el incremento de la desigualdad y la pobreza, abusos y generación de costos de diversa naturaleza.

Tecnología y desarrollo tecnológico

Como se ha mencionado, en un contexto de globalización la tecnología tiene un papel preponderante. El mundo entero depende de ella y se ha señalado como “el factor clave del progreso material de la sociedad” (Ortiz-Villajos, 1999, p.29), en función de que hoy en día, las empresas que tienen más probabilidades de éxito, son aquellas que han incorporado mayor tecnología en sus procesos y adoptan nuevas formas de servicio.

A su vez, los avances en tecnología condicionan el desarrollo económico y social en gran medida, dado que generan cambios en la forma de producir, distribuir y comercializar bienes y servicios, favorecen mejoras en la productividad de las empresas, permiten la reducción de costos y la generación de mejoras en la calidad y en las condiciones de vida. De igual manera, al contribuir a la creación de nuevos productos, generan altos grados de competencia y apertura de nuevos mercados.

Por otra parte, y aunque tradicionalmente la aplicación de tecnología se concibe en los ámbitos de producción y computación, en la actualidad está presente en casi todas las áreas de la empresa, haciendo uso de diferentes medios digitales, sistemas de redes y programas para realizar sus actividades económicas con mayor precisión, rapidez y menor riesgo de errores (Laudon y Laudon, 2004), sin embargo, a pesar de su utilidad en los negocios, trae aparejados algunos inconvenientes, que van desde las limitaciones para actualización, los altos costos, las necesidades de capacitación de los empleados para su operación, hasta delincuencia y actividades ilícitas, lo que la lleva a convertirse, a veces, en uno de los principales motivos de problemas administrativos y de gestión.

Considérese aquí que la tecnología plantea beneficios para las empresas, la sociedad y las personas; su uso supone mejoras en los procesos, nuevas formas de hacer negocio, mayor información para la toma de decisiones y creación de ventajas competitivas, pero incrementa las probabilidades de que se generen nuevas formas de delincuencia, tales como la piratería informática, malversación de fondos y fraudes haciendo uso de medios electrónicos, alteración de datos almacenados, etc., cuyo rastreo se dificulta en virtud de los conocimientos técnicos del personal que hace mal uso de ella, por lo que las empresas enfrentan el gran reto de desarrollar mecanismos de protección y prevención de dichos actos.

Es evidente entonces que la tecnología y sus diversos usos plantean problemas éticos en todos los ámbitos e inciden directamente en la gestión empresarial, dados los cambios y el desarrollo de los sistemas de información y los avances en las tecnologías de información y comunicación. Esto conduce a un replanteamiento de la concepción ética, que adquiere una nueva dimensión en el contexto empresarial actual, donde las organizaciones operan con nuevos esquemas y emplean tanto técnicas intelectuales como manifestaciones tecnológicas físicas para el manejo y organización de información para la toma de decisiones.

Ética y gestión empresarial

Al respecto, considérese que en la actualidad, la información real y oportuna es un factor clave en las organizaciones y de su calidad depende la toma de decisiones acertadas, por lo que las nuevas tecnologías de información y comunicación que son utilizadas en los sistemas de gestión empresarial constituyen una de las herramientas fundamentales para la realización de actividades y consecución de los objetivos corporativos.

Sin embargo, es preciso tomar en cuenta que la tecnología por sí misma no posee ninguna inteligencia, existe como producto del trabajo intelectual del ser humano, “incluye sistemas compuestos por personas que tienen intenciones, eligen fines y se proponen obtenerlos, para lo cual ponen en juego sus creencias, sus valores y sus pasiones” (Villoro, 2000, p.60) por tanto, existe la posibilidad de que la tecnología, independientemente de si ha sido desarrollada con propósitos buenos para la sociedad, sea usada con fines distintos, dependiendo del usuario, los propósitos que tenga y los medios de que se valga para obtenerlos.

En este sentido, los problemas éticos planteados por la tecnología no se circunscriben a la posibilidad de que ésta sea mal utilizada, sino que se convierta en un medio para que las personas logren fines moralmente condenables, en función de que como se expresó anteriormente, la tecnología no es responsable de los fines, no tiene autoconciencia y únicamente puede realizar aquello para lo que fue diseñada, evidenciando entonces que el único responsable de los usos, abusos y efectos de la tecnología es quien la crea y la utiliza.

Al respecto, Lara (1999) señala que “existen agentes morales responsables de los efectos nocivos que ocasiona el uso de ciertas tecnologías” (p.11). Las personas, en tanto que están sujetas a valores morales y persiguen fines de manera intencional, son agentes morales, directamente responsables de los daños que genera el uso de la tecnología y sus fines e intenciones, en consecuencia, pueden ser juzgados moralmente.

Debe también acotarse que los problemas que trae consigo la tecnología y el desarrollo de sistemas inteligentes como nueva estrategia empresarial, sólo han sido tratados con aplicación de leyes de protección de la vida privada y otras relacionadas con delitos informáticos, en el intento de evitarlos, pero éstas no son suficientes. En tanto que el efecto del castigo que implica transgredir las leyes no es permanente y posibilita que un individuo pueda tener un mal comportamiento, como señala (Riechmann, 2005) al establecer que los factores situacionales y contextuales determinan la conducta y las emociones humanas y que “las mismas personas, con sus valores y actitudes personales, actuarán de formas distintas en distintas situaciones” (p. 74), se precisa una alternativa para generar en ellas la capacidad de discernir sobre sus formas de actuación, basada en principios éticos y morales.

En este orden de ideas, considérese que hoy en día, empresas de México y el mundo enfrentan las consecuencias de conductas impropias y actos deshonestos cometidos por sus empleados y directivos, las cuales repercuten directamente en el ambiente de negocios y el clima organizacional, a la vez que generan incrementos en costos, reducen la confianza de los inversionistas y deterioran la imagen de la compañía ante la sociedad (KPMG, 2010). Entre dichos actos se encuentran fraudes, corrupción, malversación de fondos, violación de derechos humanos, irresponsabilidad en el cuidado del medio ambiente, abuso de confianza, utilización inadecuada de recursos de la empresa y el uso de información confidencial para fines privados, así como alteración de cifras y “maquillaje” de estados financieros (Acosta, 2013), que ponen en evidencia la falta de transparencia en el desempeño de las actividades y la susceptibilidad de los integrantes de una empresa para involucrarse en actividades ilícitas.

Esto ha dado lugar a que las organizaciones y empresas actuales empiecen a interesarse en cuestiones éticas relacionadas a los negocios, y que además incorporen referentes de tipo moral a la toma de decisiones, vinculando, de esta manera, la ética a la gestión empresarial (Fernández-Sanguino, 2009).

Así entonces, partiendo de las obligaciones económicas, legales, sociales, éticas, y filantrópicas que las empresas tienen, la sociedad esperaría que las personas dentro de ella actúen éticamente y hagan lo que es correcto y justo, por así convenir a sus propios intereses y a los de la organización y satisfacer las necesidades y expectativas de la sociedad, de tal forma que para cumplir dichas expectativas, las personas que integran una empresa debieran poseer una combinación de habilidades humanas, técnicas y conceptuales, que refieren características tales como la integridad moral y ética, el razonamiento crítico, la capacidad para trabajar en equipo, y la sensibilidad para comprender los problemas sociales y buscar solución a ellos. Surge así entonces una propuesta de instrumentación de la ética en los sistemas de gestión empresarial, en respuesta a la proliferación de las malas prácticas empresariales, considerando que se requiere de un nuevo diseño empresarial, de una empresa que sea capaz de dar respuesta a un entorno cambiante y globalizado, con alta dependencia de la tecnología, pero que a la vez pueda anticiparse a las consecuencias que de ello se generan, dejando en claro que en efecto, una de las primeras condiciones para una actuación ética es la adhesión a las normas jurídicas (García-Mazá, 1996), pero lo que realmente puede evitar los malos comportamientos en el ámbito de la gestión empresarial, es el convencimiento que las personas tengan sobre sus formas de actuación y que sean conscientes de las consecuencias que ellas implican. Conclusión. A partir de lo expuesto anteriormente, se evidencia que existe una conexión entre la ética y la gestión empresarial, en cuanto a los principios morales que deben regir la conducta de los directivos y empleados, y los acuerdos voluntarios que éstos establecen al adherirse a los fines de la organización, así como los acuerdos con los individuos y con otros grupos de interés implicados (Martínez, 2005a), de tal manera que si la empresa cumple un fin social y adquiere un compromiso para contribuir al desarrollo y bienestar de sus empleados y la sociedad en general, puede también actuar en contra de los intereses de la sociedad e incurrir en prácticas corruptas, inmorales y faltas de ética, que generan ineficiencias y dañan a sus empleados, proveedores y consumidores, y las relaciones establecidas con otras empresas (Acosta, 2013).

Se precisa entonces, a propósito de la vinculación de los temas de conducta y gestión empresarial, el establecimiento del perfil ético propio de cada organización, dentro de un programa de ética empresarial que contribuya para orientar la actuación de sus integrantes y crear su identidad, en función del cumplimiento, la gestión de riesgos, el valor agregado y por tanto, la mejora en su reputación ante la sociedad (Zandstra, 2005). Bajo este enfoque, se asume a la ética empresarial como una cultura, en la cual las actitudes de los integrantes de una empresa u organización son éticamente aceptables y se apegan a los lineamientos y políticas establecidos, y donde el comportamiento de los directivos sirve de ejemplo y genera un entorno de “valores compartidos” para reducir los conflictos entre las convicciones morales individuales y el logro de los objetivos económicos de la organización (Zamorano, 2012), motivando a la vez a los empleados a comportarse éticamente.

Este esquema de valores compartidos implica que los empleados se identifiquen con la organización y, que quienes se encargan de la gestión asuman un comportamiento ético. Es por esto que las organizaciones actuales deben ser particularmente exigentes al seleccionar a su personal e implementar acciones más allá de los sistemas de vigilancia y control o las orientaciones vertidas en los Códigos de Conducta, ya que el mundo empresarial actual requiere de personas responsables y de alta moralidad, cuyo comportamiento se sitúe dentro de los límites éticos, con capacidad para hacer juicios de valor, tomar decisiones y trabajar en equipos multidisciplinarios (Martínez, 2005) con la finalidad de lograr, a un mismo tiempo, los objetivos corporativos, la satisfacción de necesidades de la sociedad y el desarrollo individual de los empleados.

Lo anterior obliga a la configuración de un perfil deseable de las personas a cargo de actividades de gestión dentro de una empresa, que aporte los criterios básicos para conducirse éticamente y contribuir a la eliminación de prácticas corruptas y malos comportamientos en el ámbito de los negocios, cada vez más exigente en función de los cambios impuestos por la globalización, la competencia y el acelerado desarrollo tecnológico. Se requiere que las personas a cargo de tareas relacionadas con la gestión empresarial tomen decisiones éticamente correctas y para lograrlo, es preciso que dichas personas tengan una alta moralidad y desarrollen una serie de habilidades y capacidades que posibiliten el ejercicio de sus funciones y roles dentro de la organización (Acosta, 2013). Esto implica la identificación de características y rasgos que garanticen o promuevan actitudes de rectitud y honestidad en las personas y un comportamiento moral en todos los procesos encaminados a la obtención de los resultados de la organización y el cumplimiento de expectativas de la sociedad.

Evidentemente, resulta una tarea difícil encuadrar las características y rasgos propios de las personas para la conformación de un perfil específico, en tanto que como seres humanos, todos poseen personalidad propia, formación, capacidades, experiencia y valores adquiridos y configurados a lo largo de su vida, que lo hacen diferente de cualquier otra persona y lo conducen a actuar de manera distinta ante las diversas situaciones y problemas que le plantea su quehacer dentro de la organización, sin embargo, tras el análisis de los resultados de investigaciones precedentes entre las que se encuentran la de Hernández (2008), Robles (2006), Robles (2009), Acosta (2006) y Acosta (2013), se identificó que existen ciertos factores y rasgos que favorecen las buenas prácticas y contribuyen a evitar actos de corrupción y malos comportamientos dentro del ámbito de los negocios, así como a un manejo más eficiente de los sistemas de información, mejoras en el proceso de toma de decisiones y por consecuencia, en la competitividad empresarial.

Las características, habilidades y actitudes identificadas no son de ninguna manera concluyentes, sólo esbozan los rasgos deseables en el perfil, para favorecer su adecuado desempeño, alcanzar los objetivos de su empresa y actuar con integridad al realizar las funciones empresariales y de gestión, estando en capacidad de discernir y tomar decisiones fundamentadas en la razón y la justicia. Obviamente, es un requisito previo que la organización identifique los rasgos característicos en su personal y a partir de ello promueva programas de formación que contribuyan al incremento de su capacidad para tomar decisiones, apoyados con los instrumentos normativos, con la finalidad de que desempeñen sus funciones con integridad y de esta forma, minimizar los riesgos y la vulnerabilidad que suponen los cambios y la inclusión de nuevas tecnologías en el ambiente de negocios.

Al respecto, considérese que el acelerado desarrollo tecnológico crea nuevos esquemas de vida, transforma las maneras de hacer negocios, incrementa la dependencia de las tecnologías de información y comunicación (TIC´s) para las actividades de gestión y propicia la aparición de nuevos delitos y modalidades de fraude, haciéndose necesario también que se transforme la manera de realizar las actividades.

Dada la radical transformación de las formas de hacer negocios y la cada vez mayor dependencia de la tecnología, las medidas de seguridad implementadas en épocas anteriores y las exigencias de las empresas para la contratación de su personal ya no son suficientes, sino que se hace necesario que los individuos sean más conscientes de las implicaciones que tienen sus formas de actuación y de la necesidad de mayor responsabilidad en el manejo de información, uso de tecnología y manejo de sistemas informáticos, así mismo, para asegurar su sobrevivencia en un mercado global, Las organizaciones deben retomar los principios de respeto y honestidad (Angiano, 2002) y asumir un nuevo compromiso, mejorar las tareas que se emprendan y la calidad de sus decisiones.

Se requiere entonces, la generación de condiciones que eviten la comisión de actos deshonestos, fundamentada en una propuesta no sólo de mecanismos de control interno, sino que ahonde en aspectos formativos en Ética, que incentiven la integridad de los miembros de las organizaciones, mediante actividades de reflexión sobre las consecuencias derivadas de conductas inapropiadas.

Dicha propuesta, en vías de desarrollo con la presente investigación, puede ser abordada desde la formación académica de los futuros encargados de la gestión empresarial y tecnológica, tomando en cuenta que la gestión, el desarrollo tecnológico y la utilización adecuada de la tecnología se sustentan en los conocimientos, habilidades y destrezas de los individuos.

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[a] Profesoras investigadoras de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. ESTIzayuca.