Educación para la sexualidad y género, una necesidad prioritaria

Resumen

El estudio de la sexualidad humana y la construcción social de género, exige establecer las cualidades esenciales de la persona, pues resulta imprescindible considerar que tanto el hombre y la mujer son, en esencia, seres sociales. Precisamente por ser no solo un hecho biológico, sino también social, es que la educación para la sexualidad y género no puede ser un hecho aislado o desarticulado del resto de la educación general. La carencia de información sobre tópicos de sexualidad y género en México propicia y ha perpetuado graves y serios problemas tanto en el ámbito de la salud personal y social con repercusiones en la salud pública. La Educación para la sexualidad y género, no debe limitarse solo a una información biologicista o genitalista, sino armonizarse e integrarse junto a todas las asignaturas que conforman el plan curricular de los diferentes programas educativos y niveles de atención escolar. La información en el ámbito de la sexualidad, lamentablemente está basada en mitos, falacias y temores, eminentemente prejuiciada, reforzadora de roles sexuales estereotipados y sobre todo, considerada todavía como un tema tabú que suscita temores y opiniones diversas. Educar hacia la libertad y la responsabilidad personal mediante una educación para la sexualidad y género descriptiva, científica, incluyente, no valorativa, que desmitifique y que promueva una nueva actitud ante la sexualidad y el género, que permita y privilegie el respeto y la tolerancia a partir de la información y la responsabilidad.

Palabras clave Educación para la sexualidad y género, educación, información.

Abstract

The study of human sexuality and the social construction of gender, requires establishing the essential qualities of the person, it is essential to consider that both men and women are essentially social beings. Precisely because it is not just a biological fact, but also socially, is that education for sexuality and gender can not be an isolated or disjointed from the rest of general education. The lack of information on topics of sexuality and gender in Mexico and perpetuated propitious grave and serious problems both in the area of ​​personal health and social impact on public health. Education for sexuality and gender, should not be limited only to information or genitalista biologist, but harmonized and integrated with all subjects included in the curriculum of different educational programs and school attendance levels. The information in the area of sexuality, unfortunately is based on myths, fallacies and fears, eminently biased, reinforcing stereotypical gender roles and especially, still considered a taboo subject raising fears and diverse opinions. Educate to freedom and personal responsibility through education for sexuality and gender descriptive, scientific, inclusive, non-judgmental, that demystify and promote a new attitude to sexuality and gender, and favors allowing respect and tolerance and information from the responsibility.

Key words: Sex education and gender, education, information.

Introducción

El concepto de salud, tal y como lo expresa la Organización Mundial de la Salud (oms), es bien conocido; sin embargo, es importante recordar que la salud se conceptualiza como el completo estado de bienestar físico, psicológico y social del individuo, incluyendo los aspectos espirituales. Pero el individuo carecerá de este bienestar si su vida y sus relaciones de pareja y familiar son inadecuadas e insatisfactorias. Por otro lado, la oms ha publicado una conceptualización de salud sexual, en la que se la considera como la “integración de los aspectos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual, en formas que sean positivamente enriquecedoras y que realcen la personalidad, la comunicación y el amor. Toda persona tiene el derecho a recibir información y a considerar el aceptar la relación sexual como fuente de placer así como medio de reproducción”. (Gotwald, 2002).

De acuerdo con las informaciones estadísticas, en México los/as jóvenes inician su vida sexual alrededor de los 15 años de edad en forma espontánea, no planeada, esporádica y no protegida. Los hombres tuvieron la primera relación con su novia en un 39.1%, con una prima el 6%, con una amiga el 48% y con una trabajadora sexual en el 3% de los casos, las mujeres la tuvieron en un 79% con su novio, el 17% con un primo y un 9.9% con un amigo. (Rodríguez, 2003). Contrastando, los resultados obtenidos en España, muestran que la actividad sexual entre los adolescentes ha aumentado en la última década, especialmente en las mujeres y se está adelantando la edad de las primeras experiencias sexuales, (besos, caricias), hombres, 14.2 años y 13.1 años en mujeres, así como la edad de inicio de las relaciones sexuales completas, hombres 16.5 años y mujeres 17.2 años. (Mead, 2005). En el año 2002 se realizo en España un estudio para determinar las necesidades de educación para la sexualidad mediante un programa de intervención llamado: “Construyendo mi Proyecto de Vida”, los resultados indican que el 93.3% de los adolescentes presentaron actitudes sexuales de bajo riesgo y el 6.7% actitudes sexuales de mediano riesgo. El programa educativo tuvo un impacto positivo al aumentar el nivel de conocimientos sobre sexualidad y disminuir las actitudes sexuales de riesgo de los adolescentes. (Mead, 2005).

Las problemáticas más relevantes asociadas a la falta de educación para la sexualidad en México se describen a continuación:

El tema del aborto ocasiona importantes controversias debido a que involucra aspectos relacionados con los derechos humanos, sexuales y reproductivos de las mujeres; con las leyes y la política; con los valores éticos, morales y religiosos; con las condiciones socioeconómicas de las mujeres; y con las ideas que predominan en nuestro contexto histórico y cultural respecto a la maternidad. El aborto practicado en condiciones inseguras es un problema social y de salud pública de gran relevancia en México. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el aborto inseguro como un procedimiento para interrumpir un embarazo no deseado, realizado por personas sin capacitación o experiencia, o en un ambiente que carece de los estándares médicos mínimos. (Guttmacher Institute, 2008).

El aborto en México está penalizado. Excepto en algunos estados del país. Sin embargo, los códigos penales de los estados contemplan circunstancias bajo las cuales la interrupción del embarazo no es punible y todos lo autorizan solo en casos de violación. El Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó en noviembre de 2007, declarar la constitucionalidad de la despenalización del aborto en el Distrito Federal antes de las 12 semanas de gestación. A pesar de la existencia de este marco jurídico el acceso de las mujeres al aborto seguro está marcadamente restringido aún bajo las circunstancias previstas en la legislación; la mayoría de los códigos penales estatales carecen de los instrumentos normativos adecuados para dar cumplimiento a las leyes y los hospitales públicos con capacidad para atender casos de aborto legal son muy pocos en el país. (López, 2004).

En lo referente al VIH-Sida, constituye un problema grave de salud pública en nuestro país. Recientemente el informe de la Dirección de Investigación de censida ha declarado que en el año 2007, existieron 39,169 casos diagnosticados de vih/sida. El costo financiero de la atención ideal a una persona diagnosticada es de 11,200 dólares por año aproximadamente. Las autoridades de censida han declarado que 50% de las personas afectadas en México reciben por parte del sistema de seguridad social esta clase de atención, es decir, la erogación que se hace por parte del sistema de salud por año es una cifra superior a 1,700 millones de pesos al año. Se calcula que hay aproximadamente 200,000 personas en México infectadas y la mayoría no lo sabe. (Congreso Nacional sobre sida, 2004).

La violación se incluye por las graves implicaciones sobre la salud mental que produce en sus víctimas. Aunque también existen violaciones en hombres, la mayor parte de las víctimas en nuestro país son mujeres. Se calcula que en México se dan más de 100,000 violaciones por año. Conviene situarnos ante este fenómeno y lo primero será clarificar que, contrariamente a lo que se cree, incluso en medios profesionales, la violación no es un acto en el que predomine la motivación erótica o sexual, se trata de un acto pseudosexual en el que las dos motivaciones predominantes son el ejercicio del poder y/o la expresión de ira.

La sexualidad erótica y los genitales únicamente son el instrumento para ejercer poder o expresar ira, sólo que las personas que preferentemente son víctimas de este acto son las mujeres de cualquier edad. Este último hecho nos habla, indiscutiblemente, del papel de objeto que se le da a la mujer en nuestras sociedades, lo que necesariamente tiene que ver con la educación de la sexualidad y con los roles distorsionados que se dan en el seno de la familia mexicana. Es importante destacar que lo más relevante en cuanto a la preservación de la salud mental de las víctimas, y en lo que todos los autores concuerdan, es proporcionar atención inmediata, lo más próxima al incidente violatorio, con lo cual logran evitarse muchas de las secuelas psicológicas, las que incluso pueden llevar a la víctima a conductas autodestructivas, tales como la farmacodependencia o el suicidio. (Doring, 1994).

Desarrollo

Una de las propuestas sustantivas de este trabajo consiste en la necesidad de empezar a abordar el género y la sexualidad, dentro de los contenidos de los programas educativos, desde un enfoque que integre las muchas ópticas y percepciones que confluyen en la construcción de una persona, incluyendo a la sexualidad y género como ejes prioritarios.

En la declaración de los derechos sexuales y reproductivos, establece en su artículo 10 el derecho a la educación sexual integral, definiéndolo como "un proceso que se inicia con el nacimiento y dura toda la vida y que debería involucrar a todas las instituciones sociales", que plantea el tema transversal en el currículo es la igualdad de oportunidades. (Hiriart, 2001).

La educación para la sexualidad que impera en México, es una educación basada en mitos y falacias, eminentemente prejuiciada en contra de las manifestaciones no reproductivas de la sexualidad, reforzadora de roles sexuales rígidos y estereotipados y, sobre todo, considerada todavía como un tema que genera temor, ansiedad y prejuicios. Este último aspecto reviste especial gravedad cuando se presenta en el campo de la formación de profesionales de la salud. Además, es particularmente grave cuando prevalece en la formación de los que tienen a su cargo la preparación de las generaciones futuras de nuestro país: los maestros, sean éstos de cualquier nivel de la educación, (Epstein, 2000).

Es cierto que los temas de sexualidad y género se han incorporado a la instrucción educativa formal, algunas veces incluidas solo como parte de una asignatura optativa dentro de algunos programas educativos a nivel superior, especialmente en las áreas biomédicas, pero sin ir más allá de una serie de pláticas o charlas meramente informativas, de gran contenido biologicista, prejuiciadas, basadas en el temor, en el castigo, en el estigma, que no incluyen aspectos psicológicos ni sociológicos de la sexualidad y género, impartida por personas no calificadas para realizar un abordaje completo con asertividad, basado en aspectos científicos, incluyente en un entorno de seguridad y respeto.

En otros contextos se ha comentado sobre lo importante que es en la educación formal de la sexualidad para profesionales de la salud y de la educación que los/as estudiantes “...obtengan advertencia interna, confronten, examinen y reconozcan sus propios sentimientos y expresiones sexuales. Por lo tanto, esta educación requiere de enfoques muy diversos a los tradicionales”. (Doring, 1994).

La salud no sólo es ausencia de enfermedad, se concibe incluso dentro del campo de los derechos humanos. Y la salud concierne también, desde la salud sexual y reproductiva al uso de métodos antifecundativos, a derechos sexuales y reproductivos, al abuso sexual, a los delitos sexuales, al embarazo adolescente, a la violencia de género, a los mitos, falacias y creencias sobre el origen de la heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, transgenerismo y transexualidad, al aborto, a las expresiones comportamentales y gráficas de la sexualidad, al imaginario popular sobre la masturbación, a la violencia intrafamiliar, al VIH-sida y a las llamadas infecciones de transmisión sexual (ITS); para sólo mencionar unos cuantos rubros que comprenden tanto al género como a la sexualidad.

Es importante señalar la diferencia que existe entre sexo y género, el sexo alude a los aspectos físicos, biológicos y anatómicos que distinguen lo que es un macho y una hembra. Género nos remite a las características que social y culturalmente se atribuyen a hombres y mujeres a partir de las diferencias biológicas, constituyendo así lo que se conoce como género masculino y género femenino. Cuando asumimos una perspectiva de género pensamos en los dos polos de la relación y no sólo en uno de ellos. Género no alude solamente a construcciones socio - culturales y psicológicas. Implica también mirar las relaciones que se desarrollan a partir de estas construcciones, que son relaciones de desigualdad. A los niños se les socializa para que sean agresivos, machistas, dominantes y asuman el control. Se les ha socializado de manera que estén siempre preparados para tener relaciones sexuales y se les ha infundido la noción de que su impulso sexual es incontrolable. (Lamas, 1996).

Es importante no perder de vista la categoría de género en la que se inscriben estas discusiones, analizar la articulación de lo biológico con lo social y no tratar de negar las diferencias biológicas indudables que hay entre hombres y mujeres; pero también hay que reconocer que lo que marca la diferencia fundamental entre los sexos es el género. La estructuración del género llega a constituirse en un hecho social de tanta fuerza que inclusive se piensa como natural; lo mismo pasa con ciertas capacidades o habilidades supuestamente biológicas, que son construidas y promovidas social y culturalmente. Hay que tener siempre presente que entre mujeres y hombres hay más semejanzas como especie que diferencias sexuales. En la actualidad, aunque la ideología asimila lo biológico a lo inmutable y lo sociocultural a lo transformable, es mucho más fácil modificar los hechos de la naturaleza que los de la cultura... El problema de asociar a las mujeres con lo "natural" y a los hombres con lo “cultural” es que cuando una mujer no quiere ser madre ni ocuparse de la casa, o cuando quiere ingresar al mundo público, se la tacha de antinatural porque "se quiere salir de la esfera de lo natural". En cambio, los hombres se definen por rebasar el estado natural: volar por los cielos, sumergirse en los océanos, etcétera. (Lamas, 1996).

Desde otra perspectiva, el hombre también sufre las consecuencias de una educación deficiente de la sexualidad, a la que se aúna todo un proceso educativo que estereotipa tanto la masculinidad como la feminidad. El estudio de la masculinidad, como parte de los estudios de género, reviste importancia desde diversos aspectos. La salud reproductiva en cuanto al papel del varón que acaba siendo una variable más dentro de los esquemas de interpretación de la fecundidad de la mujer, a pesar de su papel protagónico dentro de la misma. Bien se sabe que la expectativa de vida es menor para el hombre que para la mujer, así como es conocido el hecho del mayor riesgo que presentan ciertas patologías en los hombres. (Cáncer de próstata, cáncer pulmonar, cardiopatías, diabetes mellitus, hipertensión arterial y cirrosis hepática). (Peralta, 2008).

Los hombres se someten a mayores riesgos en la vida cotidiana. El rol masculino socializa a los hombres para desarrollar características de la personalidad asociadas con una más alta mortalidad. Las responsabilidades como proveedor familiar los exponen al estrés psicológico. El rol masculino estimula comportamientos que ponen en peligro la salud, en especial el consumo de tabaco y de alcohol. El rol masculino desestimula psicológicamente a los hombres para atender adecuadamente su salud. Las implicaciones que sobre la vida y desarrollo de la estructura familiar y de pareja tienen las actitudes y estereotipos masculinos. (Álvarez-Gayou, 1996).

En lo concerniente al género, la definición de masculinidad ha sufrido cambios importantes en la última década: “...los hombres se enfrentan a nuevos imperativos y retos: ser expresivos, ser amantes y esposos emocionales, ser amigos cálidos y afectivos, ser padres amorosos e involucrados. Atrapados en el centro de estos cambios, este ‘nuevo hombre’ es a menudo un hombre muy confundido”. El machismo es un fenómeno del que mucho se habla pero al que poca atención le han prestado los profesionales de la conducta, sea para sistematizar su estudio y conocimiento o bien para determinar posibles consecuencias del fenómeno sobre el individuo, la familia, la sociedad y la salud mental de estas instancias. Consecuencia directa o indirecta de este machismo y de los roles de género estereotípicos que prevalecen en nuestra sociedad es el elevado número de mujeres que sufren maltrato físico por parte de su pareja. La Dirección General de Atención a Víctimas del Delito de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal reporta 7,984 casos de violencia intrafamiliar de enero a diciembre de 2008, con predominio en mujeres de 18 a 39 años de edad. Aquí también observamos el papel que representa la educación de la sexualidad en el establecimiento de este indignante problema. Por otro lado, cada día aumenta el número de divorcios y separaciones, sea por problemas en el área sexual, por condiciones inequitativas entre los componentes de la pareja o simplemente por la falta de especificidad en el compromiso marital y de pareja aunado a las falsas expectativas que son propiciadas en esta modalidad de vida. (Doring, 1994).

En la mujer y en el hombre de nuestro medio, las disfunciones sexuales, especialmente la anorgasmia y la lubricación deficiente o ausente en la fase vasocongestiva de la respuesta sexual, tienen una prevalencia sumamente elevada, la que desgraciadamente se desconoce con exactitud por la falta de investigaciones serias y confiables. Sin embargo, algunos estudios parciales le dan, en medios rurales, tasas de más de 80 por ciento. Esta situación es responsable de un número importante de consultas médicas de mujeres con molestias vagas e imprecisas y también de casos de dispareunia (o dolor durante la relación sexual). Son minoría los casos debidos a una causa física o por enfermedad orgánica, en cambio predominan aquellos en los que el origen se encuentra en una educación negadora y represiva de la sexualidad como la que prevalece en México. En el hombre cada día son más los casos de discontrol eyaculatorio, que necesariamente afectan a la pareja, además de muchos otros que al presentar problemas con la erección se someten a terapias hormonales de dudosa eficacia o incluso con serias consecuencias adversas. Ambas situaciones son fácilmente prevenibles mediante una adecuada educación de la sexualidad. (Álvarez-Gayou, 1996).

Mención especial merece aquí el gran número de madres solteras, sea porque se embarazan y son abandonadas sin contraer matrimonio, porque aun casadas han sido abandonadas o porque son una de las varias mujeres o familias de un hombre determinado. Estos fenómenos se vinculan estrechamente con el machismo, verdadera problemática social donde la sobrevaloración a ultranza del hombre no sólo afecta a la mujer, sino que le impone al hombre mismo patrones rígidos que lo limitan, sobre todo en su capacidad de expresión afectiva, especialmente con sus hijos/as. (Lamas, 1996).

Además de lo anterior, la existencia de estos roles sexuales y el consecuente sexismo que conllevan, no sólo provoca una desigualdad social marcada entre mujeres y hombres desde que el niño/a es educado/a dentro de la familia con comportamientos que favorecen estas actitudes, además minan la esencia personal, pasando por la estructura familiar y llegando a tener repercusiones incluso en el ámbito de la economía del país. Esto último se refleja, por un lado, en la baja proporción de mujeres consideradas parte de la población económicamente activa, en contraste con el elevado número de mujeres que laboran para la economía familiar sin retribución o aquellas que agregan a su empleo formal remunerado las tareas del hogar y el cuidado y educación de los/as hijos/as. Además de otros factores socioeconómicos y culturales diversos, esto se deriva de una educación de la sexualidad mítica, prejuiciada y sexista. (Doring, 1994).

La diferencia sexual femenina, normalmente invisibilizada al tomar como patrón de referencia y medida la hegemonía masculina, no es un problema sino una potencialidad, una realidad que debe ser reconocida. Es muy cotidiano que en abordaje de estos temas en lugar de hacer visible y significativa la diferencia sexual en la vida cotidiana de las aulas, más bien la desfigura o la encubre. Ya que la concepción dominante de igualdad confunde lo universal con masculino y esa superposición, oculta la diferencia femenina y evita sopesar el valor que tiene. Prestar atención a las relaciones es una cuestión central para significar la diferencia sexual, ya que es a través de las relaciones con otras y con las profesoras como las niñas pueden saberse y decirse niñas con un significado construido por ellas. Esta es una necesidad educativa y existencial urgente para las niñas en una escuela que no considera la diferencia sexual masculina y femenina como algo de lo que partir, a veces ni siquiera como algo a tener en cuenta... (Lamas, 1996).

Con el paso del tiempo y el desarrollo de las disciplinas del saber, cada vez más se acumula un grueso legajo de asignaturas; Historia de la sexualidad, historia de las mentalidades. Estudios de género, estudios sobre el poder. Discusiones sobre feminismo y democracia, discusiones sobre los siempre postergados derechos humanos. Minorías sexuales. Nuevos desarrollos acerca de la diferenciación y la identidad sexual. Aportes sobre el erotismo. Todo ello en una sociedad en la que el posmodernismo cohabita trabajosamente con ideas muy sedimentadas acerca de la sexualidad, atrapadas, las más de las veces, en el estrecho ámbito del biologismo, el fisiologismo, la reproducción, la genitalidad y, si acaso, la coitalidad, cuando no es que son los fantasmas del temor y el prejuicio los invitados a presidir la mirada cotidiana, la mediación con la que se vive la sexualidad. A pesar de lo anterior, el monopolio médico desde el cual se habla con autorización de la sexualidad, va cediendo terreno a otros conocimientos. Nuestro discurso sobre el sexo, institucionalizado a partir del siglo XVIII por la pedagogía, la medicina y la justicia se sostiene gracias a instancias de poder para hablar de él. (Doring, 1994).

La problemática está presente. Los patrones de socialización familiar, en muchos casos continúan favoreciendo los errores que los propios padres y madres cometieron y siguen cometiendo en torno a la sexualidad y género.

Los patrones rígidos de género, el lenguaje sexista, la violencia de género, los medios de comunicación que continúan siendo reforzadores de estereotipos de género y conductas sexuales, las representaciones familiares y culturales que tienen que ver con valoraciones inflexibles y subjetivas, con visiones binarias, de dos elementos, excluyentes, sin matices, aún permanecen, con una extraordinaria y absoluta vigencia.

Conclusiones

El ámbito escolar debe participar y contribuir a modificar opiniones y actitudes sobre la sexualidad y el género, así como en la construcción de nuevas identidades sexo-genéricas, contemplando al ser humano en su contexto holístico. Otorgándole a la sexualidad y genero su justa y correcta dimensión.

Si la escuela aspira a ofrecer herramientas para una vida mejor, no puede soslayar lo que hoy sucede en la vida social en el ámbito de la sexualidad. Hay problemas en los que se oscila entre el silencio y la nota roja y que nos indican que como escuela y como sociedad algo debemos hacer en relación con las necesidades y realidades de los niños y los adolescentes en su desarrollo sexual y psicoafectivo. (Epstein, 2000).

Si nos atenemos a la posibilidad de que la educación para la sexualidad sirva para vivir mejor, para orientar nuestras acciones responsablemente, para ejercitar nuestra libertad; debemos dotar de instrumentos, herramientas y estrategias para esas finalidades a seres sexuados que, día con día, año con año, de su permanencia en las aulas estarán en contacto con referencias y experiencias sexuales de muy diversa índole. La sexualidad la portan las personas como parte de su corporeidad y de su experiencia subjetiva crucial, y de ninguna manera queda fuera del entorno educativo al ingresar a los circuitos de la enseñanza y el aprendizaje. (Álvarez Gayou, JL, 1986).

Las situaciones expuestas en este trabajo sólo pueden ser remediadas con una educación integral para la sexualidad y género, que inicie desde los niveles básicos de la educación e incida de manera reiterada en la formación superior independientemente del área de formación profesional.

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[a] Profesores/as investigadores/as de la Licenciatura en Enfermería-ESTL

[b] Alumnos/as del programa educativo de Licenciatura en Enfermería-ESTL