Una revisión acerca de la masculinidad

Resumen

El estudio de la masculinidad, como parte de los estudios de género, reviste importancia desde diversos aspectos. Los ejes temáticos abordados en los estudios sobre masculinidad han sido la construcción de la identidad masculina, la paternidad, los ámbitos de homosocialidad masculina y salud reproductiva versus sexualidad masculina. Es imprescindible superar la noción de masculinidad y suplirla por el concepto de masculinidades, reconociendo y enfatizando la diversidad de experiencias e identidades de los hombres y los riesgos de una perspectiva esencialista y reduccionista, desde la visión de las masculinidades se pretende contextualizar la confluencia de clase, raza y región a fin de comprender y analizar aspectos relacionados con las desigualdades sociales, así como trazar un panorama de las trasformaciones que han acaecido en las identidades y relaciones de género.


Palabras clave: Masculinidad, género, identidad, desigualdades sociales.

Abstract

The study of masculinity as part of gender studies, important from various aspects. The themes addressed in studies of masculinity have been the construction of male identity, parenthood, areas of reproductive health and male homosociality versus male sexuality. It is essential to overcome the notion of masculinity and supplement it by the concept of masculinity, recognizing and emphasizing the diversity of experiences and identities of men and the risk of an essentialist and reductionist perspective, from the perspective of masculinities is to contextualize the confluence of class , race and region in order to understand and analyze aspects of social inequalities and to provide an overview of the transformations that have occurred in the identities and gender relations.


Keywords: MMasculinity, gender, identity, social inequalities.

Introducción

A finales de la década de los años ochenta, iniciaron en Latinoamérica las investigaciones sobre los hombres desde una perspectiva de género. Dados los variados enfoques e intereses de los investigadores, los acercamientos teórico-metodológicos y las aportaciones etnográficas difieren entre sí, pero en conjunto, han aportado elementos empíricos valiosos sobre la masculinidad y las diferencias regionales-culturales de la construcción de identidades masculinas y relaciones de género.(Baninter, 2005).

El Sexo alude a los aspectos físicos, biológicos y anatómicos que distinguen lo que es un macho y una hembra. Género por el contrario nos remite a las características que social y culturalmente se atribuyen a hombres y mujeres a partir de las diferencias biológicas, constituyendo así lo que se conoce como género masculino y género femenino. El género no alude solamente a construcciones socio-culturales y psicológicas, implica también contextualizar las relaciones que se desarrollan a partir de estas construcciones, que son relaciones de desigualdad. Es importante no perder de vista la categoría de género en la que se inscriben estas discusiones, es importante analizar la articulación de lo biológico con lo social y no tratar de negar las diferencias biológicas indudables que hay entre hombres y mujeres; pero también hay que reconocer que lo que marca la diferencia fundamental entre los sexos es el género. La estructuración del género llega a constituirse en un hecho social de tanta fuerza que inclusive se piensa como natural; lo mismo pasa con ciertas capacidades o habilidades supuestamente biológicas, que son construidas y promovidas social y culturalmente. (Hernández, 2002).

El problema de asociar a las mujeres con lo "natural" y a los hombres con lo “cultural” es que cuando una mujer no quiere ser madre ni ocuparse de la casa, o cuando quiere ingresar al mundo público, se la tacha de antinatural porque "se quiere salir de la esfera de lo concebido como natural". En cambio, los hombres se definen por rebasar el estado natural.La perspectiva de género permite comprender la complejidad social, cultural y política que existe entre mujeres y hombres, ignorada por otros enfoques, obstinados en presentar un mundo naturalmente androcéntrico. (Kimmel, 1992). En ese sentido, otras visiones dominantes en nuestra cultura consideran que las diferencias entre mujeres y hombres son naturales y que lo que ocurre a las mujeres como mujeres y en las relaciones entre mujeres y hombres, no tiene la suficiente importancia como para impactar al desarrollo. Son enfoques que minimizan no sólo las diferencias de vida y de ser entre mujeres y hombres, además no reconocen las relaciones de desigualdad y la inequidad vital entre ambos géneros como producto del orden social. (Bly, 1992).

Desarrollo

Desde un análisis antropológico de la cultura es importante reconocer que todas las culturas elaboran cosmovisiones sobre los géneros y, en ese sentido, cada sociedad, cada pueblo, cada grupo y todas las personas en general, tienen una particular concepción de género. Como es evidente, la cosmovisión de género es desde luego parte de la estructura y del contenido. Es factible también que en una persona converjan cosmovisiones de género diversas y que, por ejemplo, algunas de sus concepciones, valores y juicios provengan de fuentes tradicionales religiosas de origen milenario. Es importante identificar las diversas cosmovisiones de género que coexisten en cada sociedad, cada comunidad y cada persona. La perspectiva de género permite analizar y comprender las características que definen a las mujeres y a los hombres de manera específica, así como sus semejanzas y diferencias. Esta perspectiva de género analiza las posibilidades vitales de las mujeres y los hombres; el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y diversas relaciones. La perspectiva de género incluye el análisis de las relaciones sociales intergenéricas (entre personas de géneros diferentes) e intragenéricas (entre personas del mismo género) privadas y públicas, personas, grupales y colectivas, íntimas, sagradas, políticas. Desde esta perspectiva se analizan desde luego las instituciones civiles y estatales, tradicionales, informales y formales, educativas, de comunicación, sanitarias, religiosas, de gobierno, judiciales, así como los tribunales, y todos los mecanismos pedagógicos de enseñanza genérica. El análisis de género se aplica a la comprensión de la normatividad del contenido de género y de la capacidad de reproducir el orden de género que tienen códigos, leyes, mandatos y mandamientos escritos, memorizados y transmitidos oral, ejemplar, gráfica o imaginariamente. Para el funcionamiento adecuado de la normatividad es fundamental la vivencia personal y colectiva, la obediencia y el cumplimiento así como la resistencia y la subversión. (González, 2000).

La masculinidad, como un estereotipo, va siempre unida a determinadas cualidades y actitudes, sobre todo asociadas con la fuerza, la violencia, la agresividad, la contención emocional y la idea de que es necesario estar probando y probándose continuamente que se "es hombre". De aquí que generalmente se aborde al hombre partiendo de dicho estereotipo, sin embargo, hay nuevas aportaciones a la investigación de los hombres desde la perspectiva de lo masculino, a partir de características positivas. Entre los/as investigadores/as se ha encontrado la dificultad, de que a pesar de que el mundo del hombre es el de la esfera pública, éste como sujeto individual no habla de sí, sino que habla de "los hombres", de los otros, y menos de sus sentimientos; otros han observado que ahora el hombre se ha “animado” a hablar de sí mismo y aún más: que se está revelando a ser ese "superhombre" que corresponde al modelo, (y por lo tanto deseado e inalcanzable) de "ser atractivo, fuerte, proveedor, propenso a la violencia y la agresividad, protector de las mujeres y los niños, el que todo lo sabe y todo lo puede"; estos van de la mano con el concepto de hombre y de "poder" del que habla Foucault, 1978, "establece que donde existe el poder hay resistencia". (Kimmel, 1992),

Bly, 1992, enuncia: "La masculinidad no está en crisis, sino que la masculinidad podría no existir". El autor lo plantea en el sentido de que "La masculinidad como algo monolítico (hombría) no existe: sólo hay masculinidades, muchos modos de ser hombre". Estos modos de ser hombre y por lo tanto de masculinidades nos llevan a concluir que además del modelo predominante "hay tantas formas masculinas de fracasar como formas masculinas de tener éxito". Dentro de estas formas de ser hombre se incluyen los grupos minoritarios que han surgido a últimas fechas, entre otros, los que pudieran llamarse profeministas, pero que las feministas prefieren llamar "masculinistas"; también los llamados "guerreros de fin de semana", los grupos de hombres gays; y por supuesto, los que proponen y mantienen el modelo predominante de la masculinidad tradicional (agresividad, fuerza, valentía, etc.).

El hecho de considerar o partir de que hay sólo una masculinidad en singular, nos impide generalmente darnos cuenta de la variedad y gran riqueza de la experiencia de la masculinidad, ya que cuando uno cae en esta posición de señalar que sólo hay una forma de masculinidad se corre el riesgo de volverse fundamentalista y por lo tanto, caer en la intolerancia y en la falta de respeto. Sin embargo y a pesar de que estamos en una sociedad patriarcal y homo/lesbofóbica en que el amplio abanico de la masculinidad se ve reducido a sólo una opción pública (la correcta, la normal) y a otras clandestinas y/o privadas o solamente aceptadas por minorías o pequeños grupos cerrados, tornan muy difícil la elección consiente de pertenecer a un grupo cuyo referente no sea el "correcto", "normal" o "bueno". Ahora se está observando en los jóvenes y en algunos no tan jóvenes, que se están atreviendo a ser diferentes o negándose a ser como sus padres fueron –ya sea por elección propia o porque no había otra alternativa mejor– como en el caso de los hombres actualmente desempleados y que se ven "obligados" por la situación socioeconómica a realizar el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos. O aquellos que ven "invadido" su campo de trabajo por las mujeres, que aumentan cada vez más los porcentajes de las mujeres cirujanas, contadoras, ingenieras, etc., con la consecuencia económica de que en lugar de que las mujeres obtengan los mismos ingresos por el mismo trabajo, provocan aparentemente que dicho trabajo desempeñado por ellas se abarate y se soslaye. Así mismo, algunos hombres han desafiado a sus grupos familiares y sociales de referencia al asumir ciertas actividades que usualmente realiza la mujer, sobre todo en el ámbito de lo doméstico y en el cuidado de los hijos (psicología, enfermería, docencia). Esto se observa en los jóvenes universitarios y otros pertenecientes a la clase media; sin embargo, si esto se hace público en su grupo familiar o en otros grupos sociales como en el trabajo, por ejemplo, hay un efecto de represión; entre su grupo de iguales, es más aceptado este tipo de masculinidad.

Desde la niñez, los niños aprenden a “darse a respetar”, a responder a las agresiones y a defenderse tanto física como verbalmente; a demostrar invulnerabilidad, valor y control. Los hombres crecen en un ambiente en el que se exige la afirmación constante de esos atributos definitorios de la masculinidad, de la hombría. Las exigencias de lo masculino son muchas, existen variaciones en la forma de demostrarlo, que dependen del contexto social, religión, grupo de edad, condición física y mental y de los grupos de referencia, como los grupos de trabajo, instituciones educativas, vecindario y grupos de pares. (Rosemberg, 2000).

Bly, 2004, explicita una nueva masculinidad en donde se busca lo "profundo masculino"; es decir, el hombre firme, más no duro, que acepte sus emociones, sentimientos y sufrimientos, que descubra esa riqueza emocional y esa intensidad espiritual que posee pero que no evidencia, porque no se lo permite ni se le permite, por no corresponder al modelo masculino predominante. Esta imagen de la masculinidad, unida a cualidades positivas que propone Bly y las propuestas Kaje, 2004, en que invitaba a los hombres a acudir a cosas distintas a su trabajo o actividad para apoyar su identidad personal y valorarse mejor a sí mismos, están apoyando ahora, a grupos que buscan una nueva identidad que los lleve al reencuentro de sí mismos. Otros estudiosos de las masculinidades como Meade, 2004, sostienen que en este momento nos encontramos al término de un período histórico en que se está acabando el dominio establecido por el arquetipo del hombre-rey y que en este momento, propicio para la aparición de movimientos reivindicadores de lo masculino, se puede llegar a los excesos; es decir, a la formación de movimientos dogmáticos e ideológicos que recuerdan en alguna forma al movimiento feminista en sus albores, con aquellas consignas más de tipo mítico que real de "las mujeres sí, los hombres no".  ¿Qué es lo que pretenden los movimientos reivindicatorios de las masculinidades actualmente? No se pretende luchar "contra" las mujeres o el feminismo, ya que no se les ve como movimientos antagónicos, sino como grupos coincidentes en cuando menos dos puntos básicos: el de ampliar los conceptos de democracia y de igualdad, y en el objetivo de tratar de "construir una explicación teórica que les permita transformar sus vidas" de una forma menos dolorosa y desde la práctica en lo cotidiano, para forjarse una nueva identidad, que como hombres les impida seguir siendo opresores. (Munévar, 2003).

Conclusiones

El concepto de género se refiere a la construcción social de las relaciones entre mujeres y hombres aprendida a través del proceso de socialización, cambiantes con el tiempo que varían entre una cultura a otra, y aun dentro de una misma cultura. Esta distinción tiene implicancias muy importantes. Es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los sexos, y una forma primaria de relaciones significantes de poder. El concepto está conformado por cuatro elementos interrelacionados en los que se expresa y a través de los cuales se reproduce, los símbolos, los conceptos normativos, lo político, social, institucional y la identidad subjetiva. Supone un conjunto de ideas y comportamientos y el rechazo a la validez interpretativa de dos esferas o mundos separados: hombres y mujeres.

La masculinidad debe abordarse como categoría ontológica (ser) y como categoría gnoseológica o epistemológica (concepto). La masculinidad alude a una manera de vivir la sexualidad, la afectividad, el trabajo, la vida cotidiana, entre otros, de cumplir con roles sociales y sexuales y, además, a un símbolo de jerarquías sociales en el cual los varones ejercen poder sobre otros hombres, los niños y las mujeres. La masculinidad es una construcción social y que los hombres no nacen sino que se hacen, variando sus manifestaciones concretas según los cánones de la cultura y el momento. La sociedad fomenta comportamientos, reprime otros y transmite ciertas convicciones sobre lo que significa ser hombre. Se crea un modelo de sujeto masculino a partir de los encargos propios de la sociedad patriarcal.

Trabajar la temática de la masculinidad requiere ante todo de un compromiso ético, ideológico y político, ya que la construcción de una nueva masculinidad, conlleva un esfuerzo y tarea que menoscaba las raíces mismas de las estructuras de poder patriarcales.

Referencias bibliográficas

Baninter, E,  (1995),Y la identidad masculina. Madrid, España, (pp. 122-137),Alianza Editorial.

Bly, R, (1992),  Hombres de hierro. Los retos de iniciación masculina del nuevo hombre. México, DF, (pp. 23-28), Planeta.

González, R, (2000), Género y currículum en educación básica: los ejes transversales, en Construyendo diversidad: nuevas orientaciones en género y educación, (pp. 13-25), Ediciones de la Universidad Pedagógica Nacional. SEP.

Hernández, A. (2002), "La masculinidad, ¿poder o dolor?", La Ventana, revista del Centro de Estudios de Género, Núm. 22, vol. IV, México, Universidad de Guadalajara.

Kimmel, M, (1992), "La producción teórica sobre la masculinidad: nuevos aportes", Fin de siglo, Género y cambio civilizatorio. ISIS Internacional. Chile. Ediciones Las Mujeres, núm. 17, vol. 14, México, Universidad de Guadalajara.

MunévarD, (2005), Transversalidad de género en La Ventana. Revista de estudios de género.  Núm. 21, vol. III. Universidad de Guadalajara.

Rosemberg, F. (2000), “Educación, género y raza”, Construyendo diversidad: nuevas orientaciones en género y educación. México, Núm. 5, vol, Universidad Pedagógica Nacional.

 

[a] Profesores/as investigadores del programa educativo de Licenciatura en Enfermería-Escuela superior de Tlahuelilpan.

[b] 2Profesora de asignatura "B", Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM.

[c] 3Alumnas de 6º. Semestre de la Licenciatura en Enfermería de la Escuela Superior de Tlahuelilpan