El pavor se convirtió en pánico cuando Melquíades se sacó los dientes, intactos, engastados en las encías, y se los mostró al público por un instante —un instante fugaz en que volvió a ser el mismo hombre decrépito de los años anteriores— y se los puso otra vez y sonrió de nuevo con un dominio pleno de su juventud restaurada. Hasta el propio José Arcadio Buendía consideró que los conocimientos de Melquíades habían llegado a extremos intolerables, pero experimentó un saludable alborozo cuando el gitano le explicó a solas el mecanismo de su dentadura postiza. Aquello le pareció a la vez tan sencillo y prodigioso, que de la noche a la mañana perdió todo interés en las investigaciones de alquimia; sufrió una nueva crisis de mal humor, no volvió a comer en forma regular y se pasaba el día dando vueltas por la casa. "En el mundo están ocurriendo cosas increíbles", le decía a Úrsula. "Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros." Quienes lo conocían desde los tiempos de la fundación de Macondo, se asombraban de cuánto había cambiado bajo la influencia de Melquíades.

Gabriel García Márquez
(Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014)
Cien años de soledad
(1967)

Este párrafo de la Novela maravillosa de García Márquez, muestra con asombro una imagen mágica de lo que sería la ciencia a mediados del siglo XIX y en la cual muchos de nosotros aun la tenemos. Sobre todo en aquellos que hemos tenido la oportunidad de haber vivido en medio de dos siglos, uno limitado a los primeros desarrollos de la sociedad industrial y otro que ha culminado la tercera revolución industrial. Este rápido camino de la ciencia hoy ha sustentado el modelo de la llamada sociedad del conocimiento, en la cual todo sustento de desarrollo económico, de operación del sector productivo y de la inserción de productos en el mercado, antes tuvo que ser conceptualizada por un grupo de investigadores, probarlo, sustentar sus funciones, utilidad, materiales, procesos de fabricación y utilidad para el consumidor. Pero todo esto ya es un proceso de innovación, en la cual el conocimiento va más allá de la mera reflexión que Melquiades hace en Macondo. Ya que su intención principal era el dominio del saberes como mera arrogancia humana y como la capacidad de una reflexión correcta, fuera de todo dominio de un ser supremo. Por lo cual se ubicaba más hacia  la reflexión filosófica y el encanto del discurso, que sin duda era lo que enamoró a José Arcadio.

Sin embargo si nos quedamos en este nivel, aun seguiríamos con la “eolípila” de Herón, ingeniero y matemático helenístico de Alejandría del siglo I, D.C. y continuaríamos en un estado contemplativo. Afortunadamente el gran ingenio humano ha logrado rebasar estos mismos límites del conocimiento, por lo cual al pasar de un conocimiento científico recreativo a un conocimiento aplicado a la vida diaria de la sociedad, hemos logrado cada vez más fundamentar toda actividad humana para mejorar su calidad de vida. Esta es la gran virtud de la ciencia y el conocimiento en nuestro mundo moderno.

De ahí que los trabajos que hoy presentamos son una pequeña contribución para sustentar esta nueva dinámica de la ciencia, buscando consolidar la sociedad del conocimiento, buscando que Melquiades y Herón solo sean meras referencias literarias, pero que se queden a vivar en esas hermosas lecturas.