Los Grupos Focales de Discusión

INVESTIGACIÓN CUALITATIVA, Capitulo 5, Juan Báez y Pérez de Tudela, Ed. Alfaomega, 2014, pp. 130.139. ISBN: 786-077-075103.

El grupo focal de discusión es “focal” porque focaliza su atención e interés en un tema específico de estudio e investigación que le es propio, por estar cercano a su pensar y sentir; y es de “discusión” porque realiza su principal trabajo de búsqueda por medio de la interacción discursiva y la contrastación de las opiniones de sus miembros. El grupo focal es un método de investigación colectivista, más que individualista, y se centra en la pluralidad y en la variedad de las actitudes, las experiencias y las creencias de los participantes, y lo hace en un espacio de tiempo relativamente corto.

Fundamentación Epistemológica

Sin una clara fundamentación epistemológica y metodológica, una técnica de investigación no pasa de ser un conjunto de procedimientos confuso, arbitrario e incomprensible. Por ello, queremos poner de relieve las dos partes de esta técnica.

Niels Bohr considera el principio de complementariedad como un aspecto central de la descripción de la naturaleza. En relación con la física cuántica, señala que la luz se comparta como una onda en determinadas condicione de observación (por ejemplo, en los efectos de interferencia), y como una partícula en otras (por ejemplo, en los efectos fotoeléctricos), por lo cual se llega a conclusiones que resultan conceptualmente incompatibles, pero que, con una base epistemológica más rigurosa, son complementarias.

Distintas situaciones de observación son con frecuencia complementarias entre sí, lo cual quiere decir que, aunque parezca que se excluyen mutuamente, que no pueden ser realizadas simultáneamente y que los resultados de una no pueden compararse unívocamente con los de otra, sin embargo, analizando más profundamente la actividad epistémica del sujeto, se perciben como compatibles, conciliables y complementarias (Barbour, 1971).

Niels Bohr introdujo la idea de complementariedad con el fin de facilitar la comprensión de la relación existente entre pares de conceptos clásicos. Concibió las imágenes de la onda y la partícula como dos descripciones complementarias de la misma realidad; por tanto, solo parcialmente correctas y con un campo de aplicaciones limitado.

Ambas imágenes eran necesarias para dar una explicación completa de la realidad atómica y ambas habían de ser aplicadas dentro de los límites impuestos por el principio de incertidumbre. La noción de complementariedad se ha convertido en parte esencial del concepto de la naturaleza sostenido por los físicos, y Bohr sugirió repetidas veces que tal vez esta noción podría resultar útil fuera del campo de la física.

Son muchos, en efecto, los autores –físicos y humanistas – que han seguido a Bohr en un uso más amplio de la idea de complementariedad; análisis mecanicistas y orgánicos, descripciones conductuales e introspeccionistas, mente y cerebro, voluntad libre y determinismo, teleología y mecanicismo, etc., pueden ser considerados no tanto como explicaciones conflictivas y contradictorias, sino como descripciones complementarias (cada una capta aspectos de la realidad que no ven las otras), validas en diferentes contextos, y aun en el mismo contexto cuando se adoptan perspectivas diferente. Igualmente, la ciencia, la filosofía, la historia y el arte pueden ser entendidas como modos diferentes y complementarios de descripción de la misma realidad, cada uno de ellos con su aporte propio, único e insustituible.

Ya Aristóteles, había dicho en su tiempo que “el ser nunca se da a sí mismo como tal (y, menos, en su plenitud), sino sólo por medio de diferentes aspectos y categorías”. Es decir, que las realidades nos ofrecen solo algunas de sus caras, y que el sujeto dispone sólo de algunas categorías. Por esto, necesitamos una racionalidad más respetuosa de los diversos aspectos del ser del pensamiento, una racionalidad múltiple.

Habermas señala que esta racionalidad tendría que hacer accesible al mismo tiempo las tres esferas del conocimiento especializado, es decir, “creando una interacción sin restricciones de los elementos cognitivos con los práctico-morales y los expresivo-estéticos” (Giddens,1991).

Nos encontramos aquí en la misma situación que el espectador que presencia la exhibición de una obra teatral. Él no puede ocupar sino una butaca y, por consiguiente, no puede tener más un punto de vista. Ese puesto puede ser muy bueno para captar algunas escenas y, quizá, no tan bueno o, incluso, muy malo para otras. Cuando la obra teatral, en cambio, es transmitida por TV, se colocan seis u ocho camarógrafos en los puntos más antagónicos y opuestos, y el director de la trasmisión va escogiendo y alternando sucesivamente los enfoques de las diferentes cámaras. Así, tenemos la visión desde la izquierda, desde la derecha, desde el centro, de cerca de lejos, etc., como si saltáramos de una butaca a otra; es decir, tenemos la complementariedad y la riqueza de diferentes puntos de vista. Esta misma lógica es la que usa el buen fotógrafo cuando en una fiesta, para capturar las mejores escenas, se mueve ágilmente en todo el espacio disponible. Solo así podrá después crear un bello álbum de la fiesta.

Esta misma situación la constatamos en la vida moderna cuando nombramos un jurado, una comisión o el parlamento, integrados siempre por muchos miembros, conscientes de que así, con una mayor amplitud de criterios, será analizada más exhaustivamente la complejidad de la realidad.

Sería más interesante sentar, imaginariamente, en butacas diferentes a Aristóteles, Ptolomeo, Leonardo, Copérnico, Newton, Marx, Freud, Einstein, Gandhi u otros hombres celebres de la historia, y tratar de ver “el teatro del mundo” desde las perspectivas socio-históricas de sus ideas. Ciertamente, tendríamos una visión muy enriquecedora.

En esencia, el principio de complementariedad subraya la incapacidad humana de agotar la realidad con una sola perspectiva, punto de vista, enfoque, óptica o abordaje, es decir, con un solo intento de captarla. La descripción más rica de cualquier entidad, sea física o humana, se lograría al integrar en un todo coherente y lógico los aportes de diferentes personas, filosóficas, escuelas, métodos, disciplinas. La verdadera lección del principio de complementariedad, la que puede ser traducida a muchos campos del conocimiento, es sin duda esta riqueza de lo real que desborda toda lengua, toda estructura lógica, toda clarificación conceptual.

Una consecuencia del principio de complementariedad, de gran trascendencia epistemológica, es la posibilidad de superar los conceptos de “objetividad” y “subjetividad” como uno más amplio y racional, que es el de “enfoque”. El enfoque es una perspectiva mental, un abordaje, o una aproximación ideológicos, un punto de vista desde una situación personal, que no sugiere ni la universidad de la objetividad ni los prejuicios personales de la subjetividad; solo la propia apreciación. Sin embargo, no sería correcto pensar que todos los puntos de vista o perspectivas son buenos por igual. Hay enfoques o puntos de vista privilegiados. Así como la función teatral no se observa ni se disfruta en forma idéntica desde una platea, un palco o balcón, que desde una galería o la tribuna presidencial (y se paga distinto precio en cada caso), hay perspectivas o puntos de vista mejores que otros para comprender las realidades.

Todo ser humano han nacido y crecido en un contexto y en unas coordenadas sociohistóricas que implican unos valores, intereses, fines, propósitos, deseos, necesidades, intenciones, temores, etc, y ha tenido una educación y una formación con experiencias muy particulares y personales. Todo esto equivale a habernos sentado en una determinada butaca para presenciar y vivir el espectáculo teatral de la vida. Por esto, solo con el dialogo, la interacción y el intercambio con los otros espectadores –especialmente con aquellos ubicados en posiciones contrarias e, incluso, con una episteme radicalmente diferente– podemos lograr enriquecer y complementar nuestra percepción de la realidad.

En consecuencia, es necesario enfatizar que resulta muy difícil, cuando no imposible, que pueda siempre demostrar la prioridad o exclusividad de una determinada disciplina, teoría, modelo o método (o cualquier otro instrumento conceptual que se quiera usar) para la interpretación de una realidad específica. Descartes, en el discurso del método y en un contraste paradójico con la orientación general de su doctrina dice que “la razón es la cosa mejor distribuida que existe”. Quizá sea esta una afirmación que debería esculpirse con letras de oro en todo tratado que verse acerca del conocimiento humano



[1] Profesores/as investigadores/as del Área de Ciencias de la Salud-UAEH-ESTl.

[2] Profesora por asignatura de la Licenciatura en Enfermería-UAEH-ESTl.

[3] Alumnos de 2º. Semestre de la Licenciatura en Médico Cirujano-UAEH-ESTl.